El deliberado titulo Don Antonio, con el que abrimos nuestra crónica fúnebre, tan castizo y distintivo en nuestra Madre Patria, tiene una connotación especial y no se le aplica a cualquiera. Denota respeto y distinción y aquel a quien la voz pública se lo otorga, es porque lo ha merecido por su trayectoria de gente de bien, su hidalguía y su señorío. Es el caso de Antonio Leaño, pero se equivocaría quien imaginara un personaje distante y engreído, pues consciente de su responsabilidad y logros aunaba a ellos una modestia y simpatía que lo hacía accesible para quien lo trataba.
Con un fino sentido de la dignidad de las personas lo mismo pudo tratar con el más sencillo empleado de la Universidad que con los muchos Presidentes de la República que le tocaron en su trayectoria; y todas las personas valoraron su estilo y personalidad indiscutible y lo recuerdan con afecto y admiración.
Conocido en muchos ámbitos por sus logros como fundador de una Universidad, como empresario exitoso, como hombre público de convicciones profundas e inocultadas, como audaz o como líder social de dotes innatas, tuvo por sobre todo esto la cualidad muy distinta y muy honrosa de haber estructurado toda su actividad y su vida sobre las bases de un catolicismo activo y militante del cual vemos ya muy rara vez en nuestro laicizado contexto manifestaciones tan definidas y valientes. Polémico para algunos por ello, pero respetado por amigos y adversarios por su firmeza y su gran coherencia de pensamiento y acciones, es un ejemplo para muchos en esta época de relativismo en la que nada es malo, todo es bueno y no hay valores referentes.
La vivencia de sus convicciones nunca la constriñó al ámbito privado y una anécdota de un acto meramente académico nos da indicios de esa coherencia. Al finalizar un espléndido discurso a una generación de nuevos médicos de la Universidad, ante una numerosa cons, al desearles a los nuevos médicos el éxito profesional, lo termina nada menos que con una cita del viejo Catecismo de Ripalda para recordarles sin lugar a dudas que “El fin del hombre es amar y servir a Dios en esta vida para después verlo y gozarlo en la otra…”
Las crónicas de su vida –narrada ya en varias reseñas periodísticas con motivo de su deceso- nos cuentan hazañas juveniles que nuestra adormilada capacidad de asombro debe reconocer que rayan en lo increíble como la de crear audazmente una universidad al lado de su hermano Ángel Leaño, ambos de escasos veinte años, partiendo de la nada, sin recursos económicos y teniendo al poderoso mundo oficial y político de 1934 en contra.
Los motores de los hermanos Leaño eran: una Fe temeraria en Dios así como en los hombres; y unas convicciones profundas heredadas de su padre, un católico visionario quien formo en ellos el espíritu de lucha con una orientación recta.
Hubo en Antonio Leaño un acentuado sentido familiar que lo hizo no sólo padre de su propia familia, sino centro de un clan familiar que le reconocía su liderazgo y personalidad, y que fue objeto de su generosidad prodiga en consejos y apoyos. Y hay que resaltar que a pesar de lo numeroso del grupo, su atención alcanzaba a llegar en forma personal a cada uno de los integrantes. Esto creo un sentido de unidad y lealtad que ha perdurado por encima de diferencias y de el hay ejemplos notables. El tema de Dios, Patria y Familia en su caso no fue un simple lema, sino la expresión más acabada de su actuar ante la vida.
Entre las muchas palabras y discursos que se han oído con motivo de su desaparición física hay un hermoso elogio que lo describe como un hombre generoso al cual nadie que se acercó solicitando su ayuda o apoyo y salió sin recibirlo, y hay que decir que fueron muchos. Y lo más notable es que por su modestia y discreción, no quedaron registros ni se sabrá lo que hizo por muchos familiares, amigos, colaboradores, estudiantes y organizaciones sociales. Gracias de todas maneras y en nombre de cada uno Don Antonio.
Aunque hacía tiempo se había retirado de la vida pública. Y por ello se le veía poco, su partida ha sido muy sentida pues deja un hueco muy grande en su familia y en su patria; deja una trayectoria social y empresarial notable que admirar y seguir, y deja un ejemplo de convicciones, hombría y valor en todo sus actos.
Juan Ángel Leaño Aceves.
Nuestra humilde oración por Don Antonio Leaño y el más sentido pésame a toda su ejemplar familia. Página dedicada a dar el último adiós y homenaje a Antonio Leaño
Con un fino sentido de la dignidad de las personas lo mismo pudo tratar con el más sencillo empleado de la Universidad que con los muchos Presidentes de la República que le tocaron en su trayectoria; y todas las personas valoraron su estilo y personalidad indiscutible y lo recuerdan con afecto y admiración.
Conocido en muchos ámbitos por sus logros como fundador de una Universidad, como empresario exitoso, como hombre público de convicciones profundas e inocultadas, como audaz o como líder social de dotes innatas, tuvo por sobre todo esto la cualidad muy distinta y muy honrosa de haber estructurado toda su actividad y su vida sobre las bases de un catolicismo activo y militante del cual vemos ya muy rara vez en nuestro laicizado contexto manifestaciones tan definidas y valientes. Polémico para algunos por ello, pero respetado por amigos y adversarios por su firmeza y su gran coherencia de pensamiento y acciones, es un ejemplo para muchos en esta época de relativismo en la que nada es malo, todo es bueno y no hay valores referentes.
La vivencia de sus convicciones nunca la constriñó al ámbito privado y una anécdota de un acto meramente académico nos da indicios de esa coherencia. Al finalizar un espléndido discurso a una generación de nuevos médicos de la Universidad, ante una numerosa cons, al desearles a los nuevos médicos el éxito profesional, lo termina nada menos que con una cita del viejo Catecismo de Ripalda para recordarles sin lugar a dudas que “El fin del hombre es amar y servir a Dios en esta vida para después verlo y gozarlo en la otra…”
Las crónicas de su vida –narrada ya en varias reseñas periodísticas con motivo de su deceso- nos cuentan hazañas juveniles que nuestra adormilada capacidad de asombro debe reconocer que rayan en lo increíble como la de crear audazmente una universidad al lado de su hermano Ángel Leaño, ambos de escasos veinte años, partiendo de la nada, sin recursos económicos y teniendo al poderoso mundo oficial y político de 1934 en contra.
Los motores de los hermanos Leaño eran: una Fe temeraria en Dios así como en los hombres; y unas convicciones profundas heredadas de su padre, un católico visionario quien formo en ellos el espíritu de lucha con una orientación recta.
Hubo en Antonio Leaño un acentuado sentido familiar que lo hizo no sólo padre de su propia familia, sino centro de un clan familiar que le reconocía su liderazgo y personalidad, y que fue objeto de su generosidad prodiga en consejos y apoyos. Y hay que resaltar que a pesar de lo numeroso del grupo, su atención alcanzaba a llegar en forma personal a cada uno de los integrantes. Esto creo un sentido de unidad y lealtad que ha perdurado por encima de diferencias y de el hay ejemplos notables. El tema de Dios, Patria y Familia en su caso no fue un simple lema, sino la expresión más acabada de su actuar ante la vida.
Entre las muchas palabras y discursos que se han oído con motivo de su desaparición física hay un hermoso elogio que lo describe como un hombre generoso al cual nadie que se acercó solicitando su ayuda o apoyo y salió sin recibirlo, y hay que decir que fueron muchos. Y lo más notable es que por su modestia y discreción, no quedaron registros ni se sabrá lo que hizo por muchos familiares, amigos, colaboradores, estudiantes y organizaciones sociales. Gracias de todas maneras y en nombre de cada uno Don Antonio.
Aunque hacía tiempo se había retirado de la vida pública. Y por ello se le veía poco, su partida ha sido muy sentida pues deja un hueco muy grande en su familia y en su patria; deja una trayectoria social y empresarial notable que admirar y seguir, y deja un ejemplo de convicciones, hombría y valor en todo sus actos.
Juan Ángel Leaño Aceves.
Nuestra humilde oración por Don Antonio Leaño y el más sentido pésame a toda su ejemplar familia. Página dedicada a dar el último adiós y homenaje a Antonio Leaño
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