jueves, 28 de abril de 2011

EN EL 28 DE ABRIL

AL DUCE

De la mano tostada de Yugurta
se escapa una corona de marfiles.
Suena en el turbio bosque enmarañado
al ritmo exacto de los campamentos
y huyen los reyes bárbaros del Ponto,
los príncipes viciosos de Fenicia,
los galos y germanos de la selva,
ante la espada de los centuriones.

La tienda de Escipión huele a perfumes
y él, bañado en el Duero, unge de aceites
su torso, noblemente musculado
mientras en la meseta, arde Numancia.
¡No solloces, ciudad de Celtiberia!
Presidida por ásperos luceros,
abrasadora de cautivas tristes,
que bebes el licor en las vasijas,
cuyo “toten” solar es el caballo.

Por tu profunda noche neolítica,
llegan ya los calzados militares,
el verso de Virgilio a las abejas,
el mármol, la columna y el derecho,
la elipse dura del anfiteatro
y la dulzura clara de las Termas.
Salustio y Tito para tus campañas,
ecos de Cicerón en tus viñedos.
La Norma, la Medida, en los oscuros
Imperios de avestruces y elefantes
y por el claro mar deshabitado,
Diosas desnudas entre los delfines.

Tu ley, ¡oh Roma madre! el duro bronce
de tus tablas servidas por lictores
en la Britania que desdeña César
el la Hispania que sigue de Sertorio
la toga blanca y la celeste cierva
que interpreta los sueños misteriosos.
Hoy ¡Roma eterna! vibren de d'Annunzio
las estrofas en bocas abisinias.
Tu dulce lengua del Renacimiento
hablada por los papas entre mármoles
resuene en el Tigré, como un milagro.

Milenaria ciudad; leche de loba
tienen los labios que pronuncian firmes
la plenitud católica del Dogma.
Madre de Europa, Iberia que a tu trono
dio un Adriano viajero, y un Trajano
domeñador resuelto del Danubio
hoy saluda tu Imperio renacido
unida a tu destino y a tu César
contra los mercaderes de Cartago
y el Sanhedrín cobarde de Ginebra.

Agustín de Foxá
El almendro y la espada

lunes, 18 de abril de 2011

LIBERTAD RELIGIOSA

Para condenar los actos de hostilidad contra la fe católica suele aducirse ingenuamente que constituyen «atentados contra la libertad religiosa»; cuando en realidad son la consecuencia natural de la «libertad religiosa», tal como se configura en las declaraciones de derechos humanos. La propia Iglesia adoptó el lenguaje propio de tales declaraciones cuando consagró que la libertad religiosa es «inherente a la dignidad de la persona»; expresión barullera que nace de la confusión entre libre albedrío y libertad de acción. La «dignidad inherente a la persona» radica en su libre albedrío; pero en modo alguno en su libertad de acción, salvo que tal libertad la conduzca a adherirse a la verdad y al bien. La «libertad religiosa» es libertad de acción que puede conducir a la persona a adherirse a cualquier secta destructiva o idolillo grotesco; esto es, empujarla a la indignidad más sórdida e infrahumana. Como afirmaba León XIII en su encíclica Inmortale Dei: «La libertad, como facultad que perfecciona al hombre, debe aplicarse exclusivamente a la verdad y al bien. Ahora bien: la esencia de la verdad y del bien no puede cambiar a capricho del hombre, sino que es siempre la misma y no es menos inmutable que la misma naturaleza de las cosas. Si la inteligencia se adhiere a opiniones falsas, si la voluntad elige el mal y se abraza a él, ni la inteligencia ni la voluntad alcanzan su perfección; por el contrario, abdican de su dignidad natural y quedan corrompidas. Por consiguiente, no es lícito publicar y exponer a la vista de los hombres lo que es contrario a la virtud y a la verdad, y es mucho menos lícito favorecer y amparar esas publicaciones y exposiciones con la tutela de las leyes».

La «libertad religiosa» consagra exactamente lo contrario: esto es, concede la tutela de las leyes a todo tipo de creencias, sean buenas, malas o mediopensionistas, de tal modo que todas valgan lo mismo; o sea, nada. Y allá donde todas las religiones toleradas valen nada, es natural que el orden temporal quiera erigirse a sí mismo en religión única, usurpando los atributos divinos y exigiendo adoración. Esto es lo que se oculta bajo la afirmación de «libertad religiosa» contenida en las declaraciones de derechos humanos: puesto que todas las religiones valen un ardite, la única religión valiosa es la que se postula en tales declaraciones; y toda religión que ose contrariar su designio se convertirá ipso factoen una religión contraria a la «dignidad humana». Esto es lo que está sucediendo hoy con la religión católica.

Las declaraciones de derechos humanos nacieron emboscadas detrás de una vaga ética cristiana que las hacía aparentemente compatibles con la doctrina de la Iglesia. Pero aquella «compatibilidad» era una añagaza; desde que tales declaraciones fueran formuladas hasta hoy, los derechos humanos han sido mil veces redefinidos y reinterpretados, como inevitablemente ocurre cuando se afirma que la verdad y el bien pueden cambiar a capricho. Frente a esta visión de los derechos humanos como inatacable religión de conveniencia en constante metamorfosis se alza la vieja religión católica, o sus escombros; y la «libertad religiosa» se revuelve contra ella, por considerarla —¡con razón!— un obstáculo en su hegemonía. Los actos de denigración y hostilidad contra la fe católica no harán sino crecer en el futuro, en volandas de la «libertad religiosa», como ocurre siempre que la inteligencia se adhiere a opiniones falsas, como ocurre siempre que la voluntad elige el mal y se abraza a él.

Juan Manuel de Prada

sábado, 16 de abril de 2011

PONENCIA DE DON JOSÉ MIGUEL GAMBRA SOBRE LA ACTUAL PERSECUCIÓN RELIGIOSA

Reproducimos a continuación las brillantes, claras y rotundas palabras de Don José Miguel Gambra, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, en el acto que tuvo lugar el pasado 14 de Abril, en la Facultad de Derecho, en respuesta a las profanaciones y sacrilegios cometidos en Madrid. Lean y difundan estas letras que son en realidad la arenga católica necesaria para una obligada reacción:

Agradezco a FORO su invitación para hablar en esta ocasión, felicito a D. Javier Esparza y a D. Ángel David Martín Rubio, por su brillante intervención, y doy las gracias a la Dra. Martínez Sicluna, que me ha introducido como miembro de esta universidad. Sin embargo, aunque estoy unido a ella desde hace treinta y tantos años como profesor, prefiero no presentarme de esa manera, sino como presidente del Círculo de Estudios Tradicionalistas Antonio Molle Lazo. Y no me quiero presentar como profesor de esta casa, porque los actos sacrílegos en ella realizados enturbian tanto el prestigio de esta que fue venerable institución, que pertenecer a ella ya no es para mí un honor. La totalidad de los méritos acumulados, durante más de quinientos años, por los sabios que han pertenecido a la Complutense no basta para enjugar la afrenta cometida en Somosaguas contra Nuestro Señor.

Dirán ustedes, sin duda, que esta apreciación es en extremo injusta, pues la Universidad Complutense no puede responsabilizarse de los desmanes cometidos por sus alumnos. No es así. Para convencerse basta ver las reacciones oficiales de sus autoridades: los actos sólo fueron condenados de manera formularia, las autores no han sido expedientados y las asociaciones que los han perpetrado no han sido ilegalizadas. Al contrario, se les han concedido los locales del centro de Madrid para que desde allí irradien su anticatolicismo a toda la ciudad convocando la procesión atea proyectada para el Jueves Santo.

Esta respuesta de las autoridades da la impresión de una cierta anuencia a las profanaciones y, si miramos antes y alrededor de esos incalificables actos, esa impresión se reafirma.

La legislación democratizante de tiempos recientes permite formar asociaciones estudiantiles y concede una importante representación de alumnos en los órganos de gobierno. Al principio, en la época de decadencia del marxismo tras el desfondamiento de la Unión Soviética, las asociaciones eran más o menos inocuas y había escasísima participación del alumnado en muchos órganos rectores. En los últimos años, el neomarxismo, que toma las formas de antiglobalización, de feminismo, de sexualismo antinatural o de movimientos antisistema, ha aprovechado esas facilidades para constituir asociaciones que, a su vez, han copado buena parte de la representación estudiantil en los órganos universitarios, la mayoría de las veces con un apoyo ridículo por parte del alumnado. La masiva abstención de los alumnos en las elecciones a representantes ha sido descaradamente utilizada por esas asociaciones para ocupar toda la representación en los órganos de gobierno, con un apoyo que, a veces, no supera el 5% y puede ser del 2% de los alumnos.

El poder de esas asociaciones ha crecido hasta el punto de ejercer una verdadera tiranía en algunas facultades; tiranía que está en proporción directa a la presencia de autoridades académicas de similar ideología. En políticas, cuyo decano ha defendido el sacrílego asalto a la capilla como “expresión de pluralidad de tendencias”, el desorden ha llegado a ser tal, que, hace unos días se han suspendido actos ya concedidos, porque podían no gustar a las asociaciones y porque el decano se ha sentido incapaz de asegurar que se desarrollen con normalidad. Y, durante el mandato del rector Berzosa, se ha extendido a toda la universidad la anarquía que ha convertido políticas en un verdadero zoco impresentable.

Así, en muchas facultades, so pretexto de libertad de expresión, se han hecho común el insulto más descarado a la religión y a las cosas más sagradas, sin que las autoridades hayan querido poner coto a ello, sea por temor sea por convencimiento. Los mismos órganos del rectorado han desoído sistemáticamente las denuncias que algunos hemos presentado, durante todos estos años, contra la práctica de poner carteles insultantes para la Iglesia y la religión. En cambio, cualquier denuncia por parte del feminismo radical ha sido presurosamente atendida, por lo menos en lo que yo he podido conocer.

A nadie se le escapa que, a un nivel más alto del poder, la era Berzosa ha coincidido con la era Zapatero. La poderosa mente de estadista que posee Zapatero le ha llevado a proponerse como programa de gobierno demostrar que es tan rojo como su abuelito. Por eso ha roto con todos los pactos implícitos alrededor de la constitución y se ha dedicado, con especial encono, no sólo a promulgar leyes contra la moral católica, como sus predecesores, sino a perseguir directamente a la Iglesia y a promocionar la cultura de la blasfemia. Cabe incluso conjeturar que el año de plazo que le queda antes de dejar el gobierno dedique a completar ese programa, de manera que posiblemente la persecución arrecie en los próximos meses.

¡No! los profanadores de Somosaguas y sus corifeos no son enfermos psiquiátricos, como han dicho algunos medios de comunicación. Los actos de las personajas que asaltaron la capilla no son sino la puesta en práctica de lo que les ha sido transmitido por el ambiente sostenido o tolerado muchas autoridades académicas y de lo que les ha transmitido la cultura subvencionada, y los medios de comunicación oficiales. Se trata de avanzadillas de jóvenes marxistas, similares a las que, so pretexto de libertad, se adueñaron de la universidad al final del régimen anterior, y que ahora, so pretexto de que la universidad sea pública, ya no defienden libertad alguna, sino que ejercen una auténtica dictadura popular que quiere expulsar de la universidad cuanto no coincida con sus presupuestos ideológicos, y especialmente a los católicos. Antes, por lo menos estaban rodeados del halo estético de quienes se oponen al poder, hoy no son más que serviles sicarios del poder político, que en los actuales sistemas bipartidistas -no nos engañemos-, deja a las izquierdas el gobierno de las mentes con tal de que éstas dejen al centro el poder económico. Es de suponer que el nuevo rector vestirá de uniforme y gorra de plato a estos sicarios y que los veremos paseándose por la universidad y vigilando las actividades contrarias a los ucases rectorales.

Los actos de Somosaguas se ha dicho que son teatrales, simbólicos y sin violencia. Pero tales actos, más o menos intelectualoides, son síntoma de lo que se avecina. En los madriles del trienio liberal, los cafés y ateneos estaban poblados de jovenzanos exaltados que adoptaban actitudes declamatorias entre bufas y blasfemas, con aplauso de las sociedades secretas que, de hecho, gobernaban el país. Pocos años después, en 1834, cuando ese ambiente penetró más allá de las élites intelectuales, la bufonada sacrílega se convirtió en matanza y despedazamiento de frailes, y en profanación y destrucción de iglesias, ante los cuales Martínez de la Rosa -un centrista de entonces- se lavó las manos y se limitó a lamentar lo ocurrido.

Los eclesiásticos, ante hechos de esta clase, empiezan, no sin razón, a poner sus barbas en remojo y echan de menos unas potentes ayudas que no les llegan de parte alguna. Sólo algunas instituciones de escasos medios y algunas personas aisladas les han prestado apoyo en esta tesitura, que probablemente se extenderá como un reguero de pólvora.

Su debilidad se ha visto propiciada por unos errores que vienen de lejos. Las autoridades eclesiásticas apostaron decididamente por la democracia en la transición y usaron de una autoridad, que no tenían, para exigir de los fieles que no formaran partidos ni grupos políticos católicos y que se conformaran con inspirar desde dentro los partidos laicos existentes. Y eso no fue sólo una tendencia de los eclesiásticos españoles, sino que venía de más arriba. Baste pensar que la legislación eclesiástica ha incluido la obligación a priori de pedir permiso a los ordinarios, o la autoridad eclesiástica competente, para que cualquier asociación pueda hacer uso del nombre de católicos. Y como ese permiso, de facto, no se concede sino a los demócrata-cristianos, el resultado es que hoy no hay partido fuerte alguno que defienda a la Iglesia, y los eclesiásticos andan tan desamparados en la selva política como niños perdidos en un bosque.

Agradecidos por la ayuda de los eclesiásticos, los partidos políticos de uno y otro signo, durante bastantes años, no acosaron para nada a la Iglesia. Las izquierdas, incluidas las más extremas, en parte por la propia decadencia mundial de esa ideología y, en parte, por lo asombrados que debían de estar ante la actitud de los jerarcas eclesiásticos, convivieron en relativa paz con ellos. Pero, desde Zapatero, el ensalmo se ha roto y, desparecida la tácita connivencia entre los eclesiásticos y el estado constitucional, el peligro anticristiano que este conlleva en esencia, ha aparecido con toda su crueldad.

Ante semejante situación cualquiera se preguntará ¿por qué no cambia de estrategia la Iglesia? Lo que pasa es que no se trata de una estrategia momentánea, sino de la aplicación de la absurda teoría del estado laico-cristiano, que es una opinión utópica, irrealizada e irrealizable, ajena a la tradición católica, que afecta a asuntos políticos en los cuales la jerarquía eclesiástica no tiene especial autoridad.

En la literatura generada por los acontecimientos de Somosaguas, se ha llamado repetidamente cobardes a sus autores, porque no se atreven a hacer con las mezquitas musulmanas lo mismo que con los templos católicos. Implícitamente se supone que los católicos no se van a defender. Verdad es que la religión católica dista mucho de la crueldad mahometana, lo cual no quita que el catolicismo español siempre haya sabido defender su religión, ya desde tiempos de la invasión musulmana hasta épocas más recientes. De hecho, la persecución a la Iglesia ha sido el principal acicate de muchas de las contiendas de los últimos siglos, desde la guerra de la convención a la guerra del 36, pasando por las de la independencia y las guerras carlistas.

Siguiendo el ejemplo de sus mayores, el catolicismo español, por amor a Dios y a la Iglesia, tiene que recuperar la influencia política que por su número le corresponde. Y, por paradójico que parezca, tiene que empezar por abandonar el clericalismo que le tiene paralizado. Es de toda evidencia que no bastan denuncias, recogidas de firmas y manifestaciones. Es de vital urgencia que los católicos hallen la vía de asociarse, con o sin el beneplácito de las autoridades eclesiásticas, porque la función de éstas no es organizar la sociedad civil, sino transmitir la doctrina social, en consonancia con la tradición, señalar el error e intervenir en lo que afecte a asuntos espirituales.

Hay que adherirse a las organizaciones y partidos que defienden la integridad de la tradicional doctrina social de la Iglesia, con el fin de evitar en nuestro país la barbarie anticatólica que empieza a aflorar, y cuyas imprevisibles consecuencias pueden ser de la mayor gravedad. La incapacidad de los eclesiásticos no nos exonera de la obligación de defender a Dios. Hay que romper con el voto cautivo de los católicos y restar apoyo a los partidos que se reparten el poder. Dentro de la legalidad humana vigente, ése es el único camino efectivo.

Pero, si la ley humana falla y esto sigue así, los católicos deberemos hacer cuanto permita la ley de Dios en defensa de Nuestro Señor y de la Iglesia, empezando por acudir a la procesión blasfema de Jueves Santo, por ponerse delante y, luego, pues ¡a ver qué pasa! Lo exige nuestra fe, lo exige nuestro amor a España y lo exige el honor mismo que merece Dios.

José Miguel Gambra
14 de Abril de 2011
Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid

viernes, 8 de abril de 2011

A LOS JÓVENES DOLOROSOS

¡Ah, joven doloroso, joven triste,
que sufres como yo del mal de España,
y que una negación honda, en tu entraña,
tienes, clavada, contra lo que existe!

—Tu virgen corazón vibra de saña,
de santa saña, porque no tuviste
lo que pidió tu amor cuando naciste
de la Patria, una idea y una hazaña.

La general inepcia fue el veneno
que atosigó tu juventud vehemente
y de asco y de dolor yo te sé lleno.

¡Mas el futuro es nuestro y esa gente
que hizo nuestra desgracia se va al cieno!
Hermano, aquí va un ósculo a tu frente.

Ramón de Basterra

jueves, 7 de abril de 2011

¿VUELVE LA PERSECUCIÓN CONTRA LA IGLESIA?


Adhesiones al acto en defensa de la libertad de la Iglesia.

Todos quisiéramos que no hubiera sucedido, pero ahí están la profanación de la capilla de Somosaguas y el anuncio, sin reacción gubernativa alguna, de la procesión anticristiana de Jueves Santo. ¿Eres de los que quieren pensar que sólo es una gripe primaveral que, tan pronto como ha venido, se irá? ¿Piensas que el sistema gubernativo actual tomará las medidas adecuadas para detener la proliferación de tan repugnantes actos? ¿Crees que las denuncias tendrán algún efecto? ¿Eres de esos que cierran el periódico o cambian de canal, cuando oyen noticias como esas? O, en fin, ¿eres consciente de que algo no ha hecho más que empezar, y no sabes qué hacer o pensar?

El próximo día 14, JUEVES, a las 12:30, en la FACULTAD DE DERECHO de la UCM, MESA REDONDA con el título: ¿VUELVE LA PERSECUCIÓN CONTRA LA IGLESIA? Se hablará con claridad de todo eso, se analizará la situación actual de la persecución anticatólica, y se extraerán las lecciones de la historia.

Intervendrán: doña Consuelo Martínez-Sicluna, el Padre Ángel david Martín Rubio, don José Javier Esparza y don José Miguel Gambra.

Acto convocado por la Asociación Foro Universitario Francisco de Vitoria, en enérgica protesta por los actos sacrílegos recientemente cometidos en las capillas de la UCM y, en general, por la persecución que sufre la Iglesia católica en nuestra universidad y en España. Los resultados, se podrán ver próximamente en: w w w . f o r o u n i v e r s i t a r i o f v . b l o g s p o t . c o m

martes, 5 de abril de 2011

CAPITÁN FRANCISCO FRANCO


Te recuerdo en este 1º de Abril. Día de fervor que brota del fondo del alma, de los que como tú, Capitán Francisco Franco, supisteis llegar a vuestro glorioso destino. Destino creado por Dios, para los elegidos como tú, que no perdisteis el fervor, pese a todas las dificultades.

Supiste como militar, llevar a la Patria hasta ese 1º de Abril de 1939, venciendo al comunismo.

Como Jefe de Estado, construiste una nación poderosa y quisiste ponerla a los pies de Jesucristo y de su Madre la Santísima Virgen María. Eso es lo que no te perdonó el enemigo, ni te lo perdonará nunca.

Nos legaste el orgullo bendito de pertenecer a una España Católica, Una, Grande y Libre. Orgullo bendito, porque Dios eligió un día, para la total derrota del comunismo y lo puso en tus manos Capitán Francisco Franco. Y, ¿puede haber un orgullo más santo, que lograr que millones de españoles se unieran bajo una misma bandera, para defender su tierra, sin acordarse de sus vidas?

Orgullo por nosotros, por nuestros hijos. Orgullo por nuestros padres, generaciones pasadas que te ayudaron en el noble combate por la fe. Orgullo por nuestros hijos, generaciones presentes, y orgullo por nuestros nietos, generaciones futuras que comprenderán tu gran sacrificio, Capitán Francisco Franco.

Tu enemigo sigue siendo el mismo, el Maligno que no aprendió nada de ese orgullo, porque hoy, como ayer y como mañana, solo sabe de indiferencia, de confusión, de revancha, de resentimiento y de oportunismo.

El enemigo de hoy, es tu mismo enemigo, Capitán Francisco Franco, pero tus soldados de hoy, somos los mismos, que combatieron contigo, porque somos sus hijos, con las mismas tradiciones y el mismo agradecimiento; orgullo bendito de pertenecer a esa España Católica, que gracias a ti, Capitán Francisco Franco, heredamos de nuestros padres y no estamos dispuestos a perderla y abandonarla para que no la conozcan nuestros hijos y nuestros nietos.

No estamos dispuestos a que España se negocie. Costó mucha sangre, la defensa de esta España Católica, para asistir impunemente a su destrucción.

Nadie ama más que el que da la vida por sus amigos, dice el Evangelio. ¡Cuánto nos amaron ellos, nuestros mayores, los que dejasteis sangre y vida, como tú Capitán Francisco Franco, por esta España que nos legasteis!

No estamos dispuestos a negociar con esa sangre y esas vidas ejemplares. ¡Cuánto nos amaron!

¿Los amamos nosotros?, ¿correspondemos a su amor?

Tus soldados somos los mismos, Capitán Francisco Franco.

Tal vez no será fácil, ni rápido, sabemos que Jesucristo y su Madre la Santísima Virgen María, no abandonarán a esta nación poderosa, que estamos dispuestos a defender y que tú, Capitán Francisco Franco, pusiste a Sus pies.

Camilo Menéndez González-Palenzuela

viernes, 1 de abril de 2011

EN EL DÍA DE LA VICTORIA, ¡GRACIAS FRANCISCO FRANCO!

Bien venido, Capitán;
bien venido a tu Madrid
con la palma de la lid
y con la llave del pan.
Dios bendiga el santo afán
que tu espada desnudó
y la victoria te dio…
porque hay en esa victoria
la inmensidad de la gloria
de un mundo que se salvó.

Con esa hueste triunfal
que tras tu enseña desfila,
y que lleva en la mochila
estrellas de general,
de la barbarie Oriental
vencer supiste el espanto
y alcanza tu gloria a tanto
que, con tu invencible tropa,
fue España escudo de Europa,
como en Granada y Lepanto.

De tu soberbia campaña,
Caudillo y noble y valiente,
ha surgido nuevamente
una grande y libre España.
Que sean tu nueva hazaña
estas paces, que unirán
en un mismo y puro afán
al hermano y el hermano…
¡Con la sombra de tu mano
es bastante, Capitán!

Manuel Machado
marzo de 1939.