miércoles, 31 de marzo de 2010

HASTA LA VICTORIA DE NUESTRO REY

Este blog permanerá sin actualizaciones en estos días últimos de Semana Santa, recomendando a sus lectores adentrarse en la meditación oculta de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.

Volveremos triunfantes con la resurrección de Cristo para seguir combatiendo por Su Reinado.

"No todo el oro reluce, ni toda la gente errante anda perdida; a las raíces profundas no llega la escarcha, el viejo vigoroso no se marchita. De las cenizas subirá un fuego, y una luz asomará en las sombras; el descoronado será de nuevo rey, forjarán otra vez la espada rota."

(Gandalf, en la carta que dejó en el Poney Pisador para Frodo, refiriéndose a Trancos)
J.R.R. Tolkien.

SEMANA SANTA, ¿LA VIVES SANTAMENTE O COMO PAGANO?


¿Semana de vacaciones o de luto?

Queridos católicos:

El Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo forman el Triduo Sacro. Son los días de la Semana Santa, de la semana más importante de la historia de la humanidad. Porque de nada hubiera servido la Creación si no hubiera habido la Salvación.

La Semana Santa es la semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Pasión significa sufrimientos, muerte de Cristo en la Cruz. La Pasión, la Redención, la Salvación y la vida eterna para nosotros están vinculadas. Sin los sufrimientos, sin la Cruz y sin la muerte de Cristo no hay Salvación para ti.

Cristo se hizo nuestro cordero que carga con nuestros pecados. Cristo quiere “morir a fin de satisfacer en nuestro lugar la justicia de Dios, por su propia muerte”, dice Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica (III, 66, 4).

Cristo acepta ser maltratado para que tú no lo seas eternamente; Cristo acepta ser flagelado para que tú no seas flagelado por los demonios y el fuego en el infierno.

Cristo acepta gustar la tremenda sed de la Crucifixión y la muerte amarga de la Cruz, para que tú no padezcas la sed eterna de felicidad. Cristo acepta ser deshonrado en la Cruz para que tú no seas deshonrado y confundido en el día del Juicio final.

Y tú, hijo, ¿qué haces en esos días de la Semana Santa, mientras que tu Señor está muriendo en tu lugar para salvarte? ¿Cómo los empleas? ¿A dónde vas? ¿Por qué los profanas?

Si en esos días tu patrón te dispensa de trabajar porque es Semana Santa, semana de luto, semana de la muerte del Hijo de Dios, tú deberías saber muy bien que esos días santos no son días de vacaciones, ni de disipación, ni de playa. Son días de penitencia, de oración y de lágrimas.

El Hijo de Dios hecho hombre está luchando contra el demonio y la justicia divina para librarte. Sí, para librarte a ti y a tu familia del más grande peligro que pueda existir: el de la perdición eterna. Sábelo, incúlcalo en tus hijos, para que sean agradecidos con su Salvador.

Es Dios mismo quien te lo dice: “Sin efusión de sangre no hay remisión de pecados.” (Hebreos 9, 22). Y esa sangre que borra tus pecados es la de tu Bienhechor: Nuestro Señor Jesucristo. Sobre todo no digas que no has pecado y que no necesitas del perdón. Si lo dijeras manifestarías tu gran ceguedad e ignorancia.

Ningún hombre puede conseguir por sí mismo el perdón de sus pecados. Debe buscarlo en otra parte: ¿dónde? en la Sangre del Hijo de Dios, que murió en la Cruz el Viernes Santo. San Pablo dice: “En Él, por su Sangre tenemos la redención, el perdón de los pecados...” (Efesios 1,7).

El hombre no puede ofrecer sacrificio propiciatorio por sus pecados. Nuestro Señor Jesucristo se hizo propiciación por nuestros pecados. Él se ofrece el Viernes Santo en sacrificio propiciatorio por ti. Sólo mediante la sangre de Cristo puedes purificarte, puedes liberarte de las cadenas del pecado y de la tiranía del demonio.

Y en estos días, durante los cuales Cristo está en los tormentos de la Cruz para merecerte la Salvación, tú, pecador necesitado, tú te vas a la playa, a pasearte, a divertirte, quizás a acumular más pecados a los que ya hayas cometido. ¡Despierta, hermano mío, despierta de tu letargo! ¡Sé agradecido con tu Bienhechor! ¡Actúa como católico verdadero!

Ve al templo a ver y a escuchar lo que en tu lugar está padeciendo Cristo. Sábelo que la ingratitud atrae el castigo de Dios, más que Su misericordia. No seas, pues, ingrato, sino agradecido.

La gratitud cristiana consagra el Triduo Santo para conocer más lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo por nosotros e incitarnos a la penitencia, a la sincera conversión y enmienda de nuestra vida tibia y mediocre.

El Jueves Santo es el día en el que el Señor Jesús, antes de ir a Su Pasión, te dejó el Memorial de Su muerte, la renovación incruenta del sacrificio del Calvario. Para aplicar los frutos de Su Pasión a tu alma, instituyó el sacramento de su amor, que es la Santa Eucaristía, y el sacerdocio para consagrarla. Él dijo: “haced esto en memoria mía”, para recordarnos lo que padeció por puro amor hacia los ingratos que somos; para comunicar a nuestras almas la santidad y el remedio contra el pecado, mediante la digna recepción de su Cuerpo. Y tú ¡irías a divertirte en ese día! No sabes que Cristo dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en Mí y Yo en él” (San Juan 6, 54-56). Y tú que pretendes ser discípulo de Cristo ¿por qué te privas del Pan celestial que sana, purifica, santifica y pacifica tu alma y tu hogar? Si por tu propia culpa no aprovechas el remedio que Cristo te ofrece, ¿por qué te quejas de tener problemas en tu vida, en tu familia y en tu trabajo?

El Viernes Santo es para que implores con la Iglesia, y en ella, misericordia para ti mismo y para todo el género humano. El Viernes Santo es para que participes en las exequias de Cristo, escuchando el Evangelio de la Pasión y las Siete Palabras, que son las últimas recomendaciones de Cristo, Nuestro Redentor.

Aprovecha el Viernes Santo para confesar con lágrimas tus iniquidades, para lavar tu alma de la lepra del pecado con la Sangre de Cristo, para participar en la Pasión de tu Salvador, para tener parte con Él en Su victoria.

El Viernes Santo sufrió Cristo para merecerte el ser librado del pecado, que es el más horrible cáncer que pueda existir, y del infierno, que es la más grande de las desgracias. Y tú, ¿irías de vacaciones con tantos neopaganos, quizás para morirte en el camino de la ingratitud?

El Viernes Santo es para que reces el Vía Crucis, medites lo que hizo y padeció por ti tu Señor; para darte cuenta de lo que merece el pecado. Lee los últimos capítulos de los Evangelios de San Mateo, de San Marcos, de San Lucas y de San Juan, o ve la película La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, para que te des cuenta del precio que Cristo pagó para librarte del poder del pecado y del demonio, para hacerte hijo de Dios y heredero de la vida eterna. Puedes también leer y meditar los libros Reflexiones sobre la Pasión de Jesucristo, de San Alfonso María de Ligorio y La Pasión del Señor, de Fray Luis de Granada, o Las Siete Palabras de Cristo, de Antonio Royo Marín.

El Viernes Santo es día de ayuno y de penitencia, de silencio y de lágrimas, y no día de playa y placeres.

El Sábado Santo es día de luto. Hombres y mujeres deberían vestirse con ropa de luto, para acompañar a la Santísima Madre de los Dolores. El Sábado Santo debería servir para meditar con espanto lo que merece el pecado, porque si al Justo que cargó con nuestros crímenes así se le castiga, ¿qué será del culpable si muere con sus pecados?

En resumen, hermano mío, escucha a Dios mismo que dice a cada uno de nosotros: “No tardes en convertirte al Señor, ni lo difieras de un día para otro; porque de repente sobreviene su ira, y en el día de venganza acabará contigo.” (Eclesiástico, 5, 8).

Católico, aprovecha la Semana Santa para convertirte al Señor, porque la sincera conversión y el verdadero arrepentimiento aseguran el perdón de los pecados, dan paz al alma y, finalmente, la vida eterna que pedimos para ti.

Un Sacerdote Católico
Blog Catolicidad

martes, 30 de marzo de 2010

CREDO DEL CRISTO MUTILADO

Soy creyente, español, bravo soldado;
tengo un Dios, una Patria y una herida:
tres luceros del cielo de mi vida
tres hogueras de un pecho enamorado.

Creo en Dios hecho Cristo Mutilado
y en la Patria: una España florecida
como rosa de mayo, protegida
entre espinas que yo le he cultivado.

Voy de noche en la vida, pero veo
con luces que en mi cruz prendió el amor
en la lucha al caer ganó el trofeo.

De vencido, que me hizo vencedor
soy feliz, aún sufriendo, porque creo
en mi Dios, en mi Patria, en mi dolor.


Historia del Santísimo Cristo Mutilado de Málaga

lunes, 29 de marzo de 2010

ESCANDALIZARSE SIN MORAL

El relativismo moral, la moral que desprecia la moral y que entroniza la tolerancia, juzga con inusitada dureza y subjetividad impúdica, los delitos de unos pocos sacerdotes con el fin de atacar con prejuicio a la Iglesia y demonizar el celibato, ocultando la gravedad de un serio problema como la pederastia, drama que sufre nuestra sociedad y afecta a notables profesiones e incluso a los mismos padres.

Cuando los medios de comunicación se alteran alterando, responden a dos estrategias: una es la dirección previamente escogida sobre contra quién hemos decidido emitir un juicio público, con los tiempos previamente escogidos, para ir dilatando y rentabilizando la “noticia escándalo”, y así dañar en los tiempos y espacios escogidos, y ser así contra noticia. Y la segunda estrategia es, la de conseguir rentabilidad con el escándalo en mesura de audiencias, a través del conocido “Todo vale por la audiencia”.

Para proceder así, es necesaria una cultura que niega la esencia de la moral y transcurre en un moralismo, que solo es emoción y sentimiento según dicta aquel o aquellos que dominan el juicio público. De este modo, el relativismo, negando el sentido objetivo de los hechos, y vaciando la pregunta por el bien, la verdad y lo justo, consigue que todo quede al arbitrio y capricho del que domina “el Gran Hermano de turno”.

Digo todo esto al recibir el alud de noticias sobre hechos delictivos sexuales cometidos por algunos sacerdotes, (en algunos casos son hechos muy antiguos o ya juzgados, otros están pendientes de juicio y en ellos hay que tener presente la presunción de inocencia y otros pocos los hechos ya contrastados). En este torbellino mediático, veo la intencionalidad oscura antes expresada.

Queda del todo diáfana y clara la postura de la Iglesia, que en palabra decidida y rigurosa del Papa, ha pedido todo esfuerzo para aclarar los hechos, colaborar con la justicia, resarcir a las victimas, especialmente por ser menores. Al tiempo que ha expresado el profundo dolor de la Iglesia, proponiendo un tiempo de conversión y pureza, que nos lleve a una renovada fidelidad.

También es obvio que los hechos están narrados desde el lodazal de una estrategia para nada inocente, que sistemáticamente silencia los otros casos de abusos a menores cometidos por profesionales de otras vocaciones de gran relevancia e importancia social, como la de los maestros, profesores, asistentes sociales, médicos, ministros religiosos de otras confesiones, entre otros. Y en el peor de los casos, los propios padres; y todos estos casos en notabilísimo mayor número que el que afecta a los sacerdotes católicos. Con lo cual queda meridianamente claro, que nos enfrentamos a un gravísimo problema social, que en lugar de ser tratado con el rigor y gravedad que merece, se utiliza para otro fin, el criticismo exacerbado contra la Iglesia.

Por último sorprende que la respuesta valiente y clara del Papa Benedicto, reciba como respuesta, más dureza contra la Iglesia; y que la cultura que entroniza la tolerancia sea injusta y amoral, con los modos de actuar de nuestros obispos, que alejados de todo relativismo, son severos contra pecados tan graves como el de abusar sexualmente de menores, pero que también ejercen como pastores de un pueblo de fieles y como pastores de sus sacerdotes, procurando desde la caridad el bien en mayúsculas.

Calimerus Magrus
Germinans Germinabit

viernes, 26 de marzo de 2010

MIENTRAS EL MUNDO GIRA, LA CRUZ PERMANECE: REAPERTURA DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

Hoy se ha vuelto a abrir el Valle de los Caídos. Se ha impuesto la Cruz pero no podemos bajar la guardia.

¿GUERRA CIVIL? (PERSECUCIÓN AYER, CRUZADA AYER. PERSECUCIÓN HOY, ...

¿GUERRA CIVIL?

La guerra que sigue asolando gran parte de España y destruyendo magníficas ciudades no es, en lo que tiene de popular y nacional, una contienda de carácter político en el sentido estricto de la palabra. No se lucha por la República, aunque así lo quieran los partidarios de cierta clase de República. Ni ha sido móvil de la guerra la solución de una cuestión dinástica, porque hoy ha quedado relegada a último plano hasta la cuestión misma de la forma de gobierno. Ni se ventilan con las armas problemas inter-regionales en el seno de la gran patria, bien que en el período de lucha, y complicándola gravemente, se hayan levantado banderas que concretan anhelos de reivindicaciones más o menos provincialistas.

Esta cruentísima guerra es, en el fondo, una guerra de principios, de doctrinas, de un concepto de la vida y del hecho social contra otro, de una civilización contra otra. Es la guerra que sostiene el espíritu cristiano y español contra este otro espíritu, si espíritu puede llamarse, que quisiera fundir todo lo humano, desde las cumbres del pensamiento a la pequeñez del vivir cotidiano, en el molde del materialismo marxista. De una parte, combatientes de toda ideología que represente, parcial o integralmente, la vieja tradición e historia de España; de otra, un informe conglomerado de combatientes cuyo empeño principal es, más que vencer al enemigo, o, si se quiere, por el triunfo sobre el enemigo, destruir todos los valores de nuestra vieja civilización.

Ignoramos cómo y con qué fines se produjo la insurrección militar de Julio: los suponemos levantadísimos. El curso posterior de los hechos ha demostrado que lo determinó, y lo ha informado posteriormente, un profundo sentido de amor a la patria. Estaba España ya casi en el fondo del abismo, y se la quiso salvar por la fuerza de la espada. Quizás no había ya otro remedio.
Lo que sí podemos afirmar, porque somos testigos de ello, es que, al pronunciarse una parte del ejército contra el viejo estado de cosas, el alma nacional se sintió profundamente percutida y se incorporó, en corriente profunda y vasta, al movimiento militar; primero, con la simpatía y el anhelo con que se ve surgir una esperanza de salvación, y luego, con la aportación de entusiastas milicias nacionales, de toda tendencia política, que ofrecieron, sin tasa ni pactos, su concurso al ejército, dando generosamente vidas y haciendas, para que el movimiento inicial no fracasara. Y no fracasó –lo hemos oído de militares prestigiosos– precisamente por el concurso armado de las milicias nacionales.

Es preciso haber vivido aquellos días de la primera quincena de Agosto en esta Navarra que, con una población de 320.000 habitantes, puso en pie de guerra más de 40.000 voluntarios, casi la totalidad de los hombres útiles para las armas, que dejando las parvas en sus eras y que mujeres y niños levantaran las cosechas, partieron para los frentes de batalla sin más ideal que la defensa de su religión y de la patria. Fueron, primero, a guerrear por Dios; y hará un gran bien a España quien recoja, como en antología heróica, los episodios múltiples del alistamiento en esta Navarra que, como fue en otros tiempos madre de reinos, ha sido hoy el corazón de donde ha irradiado a toda nuestra tierra la emoción y la fuerza de los momentos trascendentales de la historia.

Al compás de Navarra se ha levantado potente el espíritu español en las demás regiones no sometidas de primer golpe a los ejércitos gubernamentales. Aragón, Castilla la Vieja, León y Andalucía han aportado grandes contingentes de milicias que, bajo las diversas denominaciones de las viejas organizaciones políticas, se han solidarizado, en un todo compacto, con el ejército nacional. Y en todos los frentes se ha visto alzarse la Hostia Divina en el santo sacrificio, y se han purificado las conciencias por la confesión de millares de jóvenes soldados, y mientras callaban las armas resonaba en los campamentos la plegaria colectiva del Santo Rosario. En ciudades y aldeas se ha podido observar una profunda reacción religiosa de la que no hemos visto ejemplo igual.

Es que la Religión y la Patria –arae et foci– estaban en gravísimo peligro, llevadas al borde del abismo por una política totalmente en pugna con el sentir nacional y con nuestra historia. Por esto la reacción fue más viva donde mejor se conservaba el espíritu de religión y de patria. Y por esto logró este movimiento el matiz religioso que se ha manifestado en los campamentos de nuestras milicias, en las insignias sagradas que ostentan los combatientes y en la explosión del entusiasmo religioso de las multitudes de retaguardia.

Quítese, si no, la fuerza del sentido religioso, y la guerra actual queda enervada. Cierto que el espíritu de patria ha sido el gran resorte que ha movilizado las masas de combatientes; pero nadie ignora que el resorte de la religión, actuando en las regiones donde está más enraizada, ha dado el mayor contingente inicial y la máxima bravura a nuestros soldados. Más; estamos convencidos de que la guerra se hubiese perdido para los insurgentes sin el estímulo divino que ha hecho vibrara el alma del pueblo cristiano que se alistó en la guerra o que sostuvo con su aliento, fuera de los frentes, a los que guerreaban. Prescindimos de toda otra consideración de carácter sobrenatural.

Quede, pues, por esta parte como cosa inconcusa que si la contienda actual aparece como guerra puramente civil, porque es en el suelo español y por los mismos españoles donde se sostiene la lucha, en el fondo debe reconocerse en ella un espíritu de verdadera cruzada en pro de la religión católica, cuya savia ha vivificado durante siglos la historia de España y ha constituido como la médula de su organización y de su vida.

Este fenómeno –que otros llamarán explosión de fanatismo religioso, pero que no es más que el gesto, concienzudo y heroico, de un pueblo herido en sus más vivos amores por leyes y prácticas bastardas y que suma su esfuerzo al de las armas que pueden redimirle– nos ofrece la firme esperanza de que vendrán días de paz para las conciencias y de que en la organización del futuro Estado español habrán de tener Dios y su Iglesia a lo menos los derechos de ciudadanía que tienen en todos los pueblos civilizados y aquella libertad y protección que se merece lo que hasta hace pocos años había sido el primer factor de la vida espiritual de nuestro pueblo, el soporte de nuestra historia y la llave única para interpretarla. Los efectos siguen a las causas. ¿Cómo no germinaría en católico la semilla echada en los campos de España en el surco abierto a punta de espada por el esfuerzo de católicos y regada con su sangre?

Deshagamos, con todo, una prevención que podría ser funestísima para los tiempos futuros. Guerra contra el comunismo marxista como es la actual, no lo es contra el proletariado, corrompido en gran parte por las predicaciones marxistas. Sería una calumnia y un crimen, germen de una futura guerra de clases en la que forzosamente se vería envuelta la religión, atribuir a ésta un consorcio, con la espada para humillar a la clase trabajadora, o siquiera para amparar viejos abusos que no debían haber perdurado hasta ahora.

No teman los obreros, sean quienes fueren y hállense afiliados a cualquiera de los grupos o sindicatos que persiguen el fin de mejorar la clase. Ni la espada ni la religión son sus adversarios: la espada, porque se ocupa en el esfuerzo heroico de pacificar a España, sin lo que es imposible el trabajo tranquilo y remunerador; la religión, porque siempre fue el amparo del desvalido y el factor definitivo de la caridad y de la justicia social. Si está de Dios que el ejército nacional triunfe, estén seguros los obreros que, dejando el lastre de una doctrina y de unos procedimientos que son por su misma esencia destructores del orden social, habrán entrado definitivamente en camino de lograr sus justas reivindicaciones.

Por lo que toca a la Iglesia, y como representante que somos de ella, aseguramos nuestro concurso, en el orden doctrinal y en la vida social, a toda empresa que tenga por fin la dignificación de la clase obrera y el establecimiento de un reinado de equidad y justicia que ate a todos los españoles con los vínculos de una fraternidad que no se hallarán fuera de ella.

Y que no se diga más que una guerra que ha tenido su principal resorte en el espíritu cristiano de España haya tenido por objeto anquilosar nuestra vida económico-social. Es guerra de sistemas o de civilizaciones; jamás podrá ser llamada guerra de clases. Lo demuestra el sentido de religión y de patria que han levantado a España contra la Anti-España.

Isidro Gomá Tomas
Cardenal Arzobispo de Toledo

Extracto de "El caso de España: Instrucción a sus diocesanos y respuesta a unas consultas sobre la guerra actual"
Diciembre 1936

jueves, 25 de marzo de 2010

BENDICIÓN Y ALEGRÍA DEL PAPA ANTE LA VICTORIA DE LOS CATÓLICOS ESPAÑOLES QUE SE ALZARON EN ARMAS POR LA FE Y POR LA PATRIA

Con inmenso gozo, hijos queridísimos de la católica España, nos dirigimos para expresar nuestra paternal congratulación por el don de la paz y de la victoria con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probados en tantos y tan generosos sentimientos. Anhelante y confiado esperaba nuestro predecesor esta paz providencial, fruto, sin duda, de aquella fecunda bendición que en los albores mismos de la contienda enviaba a cuantos se habían propuesto la difícil tarea de defender y restaurar los derechos de Dios y de la Religión. Y no dudamos de que esta paz ha de ser la que él mismo desde entonces auguraba, anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad.

Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la heroica España. La nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la Religión y del espíritu. La propaganda intensa y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición por todo el mundo… Persuadido de esta verdad el sano pueblo español, con las dos notas características de su nobilísimo espíritu que son la generosidad y la franqueza, se alzó dedicido en defensa de los ideales de la fe y de la civilización cristiana, profundamente arraigados en el fecundo pueblo de España; y ayudado de Dios… supo resistir el empuje de los que, engañados con lo que creían un ideal humanitario de exaltación del humilde, en realidad, no luchaban sino en provecho del ateísmo.

Este primordial significado de vuestra victoria nos hace concebir las más halagüeñas esperanzas de que Dios se dignará conducir a España por el camino seguro de su tradicional y católica grandeza, la cual ha de ser el norte y oriente a todos los españoles, amantes de su Religión y de su Patria, en el esfuerzo de organizar la vida de la nación en perfecta consonancia con su nobilísima historia de fe, piedad y civilización católicas… Y la garantía de nuestra firme esperanza son los nobilísimos y cristianos sentimientos de que han dado pruebas inequívocas del Jefe de Estado y tantos caballeros, sus fieles colaboradores en la legal protección que han dispensado a los supremos intereses religiosos y sociales, conforme a las enseñanzas de la Sede Apostólica… Y ahora ante el recuerdo de las ruinas acumuladas en la guerra civil más sangrienta que recuerdan los tiempos modernos. Nos, con piadoso impulso, inclinamos ante todo nuestra frente a la santa memoria de los obispos, sacerdotes, religiosos de uno y otro sexo, y fieles de todas las edades y condiciones que en tan elevado número han sellado con sangre su fe en Jesucristo y su amor a la Religión católica… Reconocemos también nuestro deber de gratitud hacia todos aquellos que han sabido sacrificarse hasta el heroísmo en defensa de los derechos inalienables de Dios y de la Religión, sea en los campos de batalla, ya bien consagrados en los sublimes oficios de caridad cristiana en cárceles y hospitales…

A vosotros toca, hermanos en el Episcopado, aconsejar a unos y a los otros que en su política de pacificación todos sigan los principios inculcados por la Iglesia y proclamados con tanta nobleza por el Generalísimo de justicia para el crimen y de benévola generosidad para con los equivocados… Hacemos descender sobre vosotros, nuestros queridos hijos de la católica España, sobre el Jefe del Estado y su ilustre gobierno… sobre los heroicos combatientes y sobre todos los fieles nuestra bendición apostólica»

S.S. Pío XII
16 de Abril de 1939

Primer Radiomensaje del Papa al mundo después de haber sido elegido Pontífice de la Iglesia Católica.

miércoles, 24 de marzo de 2010

PERSECUCIÓN RELIGIOSA: LA GUARDIA CIVIL CONTRA LOS CATÓLICOS (denuncia y respuesta)







RÉPLICA DEL DENUNCIADO

A quien corresponda:

1º/ A la Comandancia de Madrid de la Guardia Civil le pregunto ¿CÓMO PODEIS TENER TAN POCA VERGÜENZA Y SER TAN MENTIROSOS? Ese día y en ese lugar aunque parezca increíble nadie, repito N A D I E, grito allí nada. Y no se hizo porque los allí congregados éramos dos padres de familia con tres hijos, tres matrimonios y cuatro niños. El resto de la “multitud” (que la había) eran guardias civiles de paisano, agentes del servicio de información y varios agentes del CNI (QUE SON DE LO MAS INÚTILES Y DE LO MÁS MORTADELO Y FILEMÓN QUE SE HAYA VISTO JAMÁS.

¿Cómo habéis llegado hasta esta miseria moral? Cuando al finalizar el día os acostáis en la cama y cerráis los ojos ¿qué sentís? Lo que estáis haciendo es asqueroso y produce lástima ver como se puede destrozar un cuerpo con 150 años de historia. De verdad que me hago cruces de ver como se puede falsear de esta manera un documento público.

2º/A la delegación del gobierno en Madrid le pregunto ¿Decirle a un guardia civil que cumple órdenes ilegales es una alteración del orden público? NO. SIMPLEMENTE ES O VERDAD O MENTIRA. PUNTO. Pero claro de vosotros, raza de víboras, qué podemos esperar.

3º/ Relato verdadero de los hechos

El día de autos y a la hora que se indica accedíamos a la Basílica dos padres de familia con tres hijos. Mientras subíamos la escalinata que antecede al interior del templo vimos a los tres matrimonios con sus hijos en una discusión con otras personas de paisano. Movidos por la curiosidad y sospechando ya lo peor nos acercamos al grupo. La discusión que tenían venía motivada porque no les dejaban entrar tres ramos de flores que llevaban una cinta con los colores nacionales. Ante esa situación una de las señoras les decía reiteradamente que aquello era una ofensa y que la estaban vejando. La insistencia de la señora sobre que se sentía humillada y vejada, acercó lo que parecía un mando que le dijo a la señora que estaban cumpliendo no se qué artículo de la ley de memoria histórica. Además le espetó a la señora que aquello no era para sentirse ni vejado ni humillado.

Visto el tono que tal tiparraco utilizaba con lo que se veía era una simple mujer, madre de familia que se sentía impotente por semejante injusticia decidí actuar. ¿Y CUAL FUE MI CRIMEN? Pues me acerqué a menos de un metro del sujeto en cuestión me bajé la cremallera del tabardo que llevaba: Y LE ENSEÑÉ MI TORSO D E S N U D O PORQUE OTROS GUARDIAS CIVILES QUE HABÍA EN LA PUERTA ME HABÍAN HECHO QUITAR LO QUE LLEVABA DEBAJO PARA PODER ACCEDER A LA BASÍLICA. LE DIJE: Y ESTO ¿ES O NO ES UNA VEJACIÓN Y UNA HUMILLACION HACERLE A UN HOMBRE DE 44 AÑOS SEMIDESNUDARSE?

Llegados a este punto, ya se abalanzaron sobre mí varios guardias me llevaron a la zona de las columnas a solas para pedirme la documentación (si fuera como vosotros o como los que os gustan a vosotros ahora diría que sufrí torturas y agresiones por parte del agente que procedió a mi identificación, puesto que al no verlo nadie sería su palabra contra la mía. Pero prefiero dormir a gusto sin necesidad de “tranquilizantes ni ansiolíticos”). ¿Cuál fue el alboroto? Pues que las señoras al verme (noviembre en Cuelgamuros) con el torso al aire se echaron las manos a la cabeza y empezaron a sacar fotografías, puesto que aquello parecía increíble.
Cuando finalizó la Santa Misa y procedíamos a incorporarnos a la explanada: ¿CUÁNTOS, 50, 100, 150 ANTIDISTURBIOS DE LA GUARDIA CIVIL PARA TRES MATRIMONIOS, DOS PADRES Y 7 CRIOS? VER GON ZO SO

4º/Consideraciones finales: y si hubiera dicho Viva Franco, ¿qué cojones pasa? El 20N delante de su tumba , ¿no se puede decir Viva Franco? Pero qué narices pasa aquí, joder. Todo el mundo puede decir lo que le venga en gana, hacer lo que se le pase por el forro, pero ¡ah no! Viva Franco, puag. Se puede quemar fotos del rey, decir que es un vago, un borracho. Se puede gritar contra España ,dar mítines independentistas, partidos y alocuciones pro terroristas. Se puede ser comunista, coño ¡COMUNISTA! Se puede hacer y decir de todo pero ¡ay! Decir Viva FRANCO , y delante de su tumba. Eso no eso nunca. Madre mía cuanto miedo se le tiene pero claro si es que cualquiera con el q ue se le compare sale perdiendo. Miserables, eso es lo que sois. Pura basura humana, y que Dios me perdone por esta falta de caridad.

Y a ti rey, ¿Cómo duermes tú, a parte de harto de vino?. Él, que te trató siempre como el hijo que no tuvo. Que estás ahí por él, que se preocupó de tu formación. Se ocupó de ti, desagradecido. ¿Qué madre te engendró para ser tan vil y rastrero?
Gentuza , eso es lo que sois. En vuestra conciencia lo lleváis, asquerosos. Y este pueblo, ¿hasta dónde y hasta cuándo va a aguantar toda esta mierda que nos está inundando? Puterío, golferío, mariconismo, todo eso a tope. Pero franquista, eso jamás, nunca.

Así que por todo lo anteriormente expuesto, a quien corresponda:

VAYASÉ USTED A LA MIERDA

FDO.: Un hombre herido

PD: tengo pruebas gráficas de todo lo explicado. Muy bien “guardadas”. Pero siempre estará el material de ese señor de abrigo negro paseando arriba y abajo con el “maletín” enfocando hacia nosotros. Tanto dentro de la Basílica como en el exterior. Nosotros también te tenemos “grabado”.

A los monjes benedictinos: quien siembra vientos recoge tempestades. El que tenga oídos para oír que oiga.

martes, 23 de marzo de 2010

ORACIÓN Y ACCIÓN

La cuaresma que comienza nos llama a la penitencia y a la oración. Vamos a meditar tres minutos en ello. Dejando a un lado los juicios de valor, de los sucesos vividos los pasados días por la acción militar sobre el Parlamento y el Gobierno de la nación, todos vosotros, los jóvenes, os habéis admirdo y os ha seducido la decisión valiente y arriesgada del teniente Coronel Tejero, que impávido y fiel a su ideal, arrostró todas las consecuencias de una acción que a lo largo de todo su proceso no tendría titubeos ni vuelta atrás. De los labios de todos los jóvenes se ha escuchado la expresión unánime: ¡Qué tío! ¡Ése si que es un hombre de una pieza!

Pues bien, sin disminuir un ápice su categoría humana, militar y patriotica, y la admiración que levanta entre los jóvenes toda acción dificulosa y ardua al servicio de un ideal, me gustaría que reflexionarais en estas palabras de Donoso Cortés escritas al hablar de las soluciones fundamentales de los problemas políticos y sociales: "Si pudiéramos penetrar los secretos de Dios y de la Historia, nos habíamos de asombrar al ver los prodigiosos efectos de la oración, aún en las cosas humanas. Para que la sociedad humana esté en reposo es necesario cierto equilibrio entre las oraciones y las acciones, entre la vida contemplativa y la activa. La clave de los grandes trastornos que padecemos, está quizá en el rompimiento de este equilibrio. Mi convicción en este punto es tan firme, que creo que si hubiera una sola hora de un solo día en que la tierra no enviara al cielo oración alguna, ese día y esa hora serían el último día y la última hora del Universo".

Hay que estar preparados para la acción. Hay que estar dispuestos para la entrega total. Pero no hay que olvidar que la luz y la fuerza de toda acción vienen en la oración. Orar por España. Orar por la Iglesia. Orar por la salvación de todos los hombres. Ser hombres de oración. Y recordar en la acción, antes de toda acción y en la preparación de toda actividad exterior lo que nos enseña el Salmo: "Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la contruyen". Lo que refriéndose a Espana dijo taxativamente la Madre Maravillas: "España se salvará por la oración". Vivamos así toda la Cuaresma que ha de culminar en la Semana Santa y en los Ejercicios Espirituales. Hacernos hombre de oración para ser de verdad hombre de acción por la causa de Dios.

P. José María Alba Cereceda, S.J
1981

lunes, 22 de marzo de 2010

ESPAÑA: LA LANZADERA DUERME EN EL TELAR


Que si Monarquía, que si República, que si revolución, que si España es así, que si España es de otro modo. Y eso por todas partes. Reunidos tres españoles, no se habla de otra cosa que de política, de política, de política.

Quien lo ve, se pregunta. ¿Pero es que aquí, en España, nadie tiene otra cosa que hacer? Parece como si nos hubiera acometido una fiebre colectiva. Todos nos sentimos médicos para diagnosticar el mal de España, y ninguno repara en que él mismo es una parte de ese mal. Mucho más útil que escribir cien artículos es ponerse a hacer bien "algo"; lo más modesto, aunque sea remendar zapatos, dar cuerda a los relojes, limpiar los carriles del tranvía...

Pudiera resucitar para gobernarnos el más maravilloso de los gobernantes, y España no sanaría. No puede sanar mientras los carpinteros no sean mejores carpinteros, los matemáticos mejores matemáticos y los filósofos mejores filósofos.

En vez de procurarlo, todos nos hemos salido de nuestras faenas para volcarnos en la misma actividad: la política. Mientras vociferamos unos contra otros, aguardan arrumbados, en ociosidad que debiera sacudirnos como un remordimiento, los estudios que no se siguen y los trabajos que no se acaban. Mientras nos pelearnos entre nosotros -como dijo Ramón y Cajal, el glorioso maestro de la perseverancia-, la lanzadera duerme en el telar.

Ninguna palabra pudiera decir lo respetuosamente desconsolador que es este espectáculo para quien, apartado un momento de la locura colectiva, lo contempla con ojos de Historia. ¡Un pueblo entero, en cada uno de sus individuos, se resiste a cumplir con el deber! Y ese pueblo es España; justamente el pueblo en que todos los esfuerzos de una generación serían pocos para recuperar el retraso de lustros que debemos a antiguas perezas. Así, mientras nuestras Universidades no producen sino eminencias aisladas y muchedumbres de productos raquíticos, los universitarios (profesores y alumnos) se desgastan en el más díscolo pugilato de derechas e izquierdas. Y mientras en la bibliografía jurídica del mundo apenas se abre un hueco de segunda fila para tal cual nombre español, los juristas españoles cierran los libros de ciencia y redactan proclamas políticas.

Pero lo peor es ver así envenenada, frenética y desquiciada, a la juventud. En tanto que los muchachos de la izquierda (ya hasta los niños se dividen en derechas e izquierdas) escriben periódicos revolucionarios y los de la derecha organizan mítines monárquicos y suman firmas para documentos de protesta, ninguno se recoge, a pesar de que están por hacer innumerables cosas, y que las horas, los minutos que se desperdicien, al no hacerlas nunca, nunca se podrán recuperar.

Por este camino, lo mismo da la Monarquía que la República que la revolución. Con el régimen presente o con otro seguirá España inficionada de su malestar. No hay otro remedio que aplicarse, cada cual en lo suyo, a la dulce esclavitud del trabajo. Sea nuestra oración de todas las mañanas: "Te ofrezco, España, la labor que voy a hacer durante el día; para que te pongas en camino de ser perfecta; yo no regatearé fatiga a mi tarea hasta acabarla con perfección." Si no hacemos eso, no lograremos nada. Todo lo que llegue nacerá traspasado de muerte con ese frío del telar en que duermen las lanzaderas.

JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA
Unión Monárquica, núm. 102, 15 de diciembre de 1930.

sábado, 20 de marzo de 2010

JUAN CARLOS I, INFANTICIDA


Don Juan Carlos de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, quien en la "coronada" democracia atea se llama y es llamado "Juan Carlos Primero", como el Jefe de Estado constitucional, firmó el 5 de marzo del presente año (con fecha del 3 de marzo) una nueva ley del aborto promovida por el gobierno socialista, que aún más que hasta ahora amplía las posibilidades de matar los niños no nacidos en el seno materno.

Con esta decisión D. Juan Carlos (quien aún no intentó resistir ante esa terrible ley, aunque la Constitución de España no le obliga unívocamente a firmar cada ley aprobada por el parlamento) particularmente "adornó" una serie de traiciones, las que ha cometido desde cuando --tras la muerte del General Francisco Franco-- por su voluntad fue proclamado por las Cortes el Rey de España. Recordemos brevemente las más significativas:

- Violación del juramento de fidelidad (hecho como el Príncipe de España designado para tomar el poder) a Las Leyes Orgánicas del estado católico y los Principios del Movimiento Nacional, por el permiso a la transición hasta la monarquía parlamentaria y firma de la Constitución atea en 1978;
- Firma de la ley del divorcio;
- Firma de la primera ley del aborto;
- Firma de la ley de los "matrimonios" entre aberrosexuales;
- Firma de las leyes de educación que han convertido a los colegios e institutos españoles en antros de perversión.

A pesar de todos los delitos contra la Fe, contra la moral, contra el derecho natural, contra los intereses de España y de los españoles, el Jefe de Estado actual todavía utiliza, entre otros títulos que pertenecen a los reyes de España, el título de Rey Católico. En realidad mancha el trono de España y suprime el patrimonio de los reyes verdaderamente católicos, como Recaredo, Pelayo, Alfonso VII, Fernando III El Santo, Alfonso X El Sabio, Isabel la Católica, Carlos I y Felipe II. Con su permiso repetido al mal menosprecia en público la advertencia de la autoridad más grande de la tradición cristiana monárquica, del Doctor de la Iglesia Santo Tomás de Aquino: Hoc igitur officium rex suscepisse cognoscat, ut sit in regno sicut in corpore anima et sicut Deus in mundo, y dum considerat ad hoc se positum ut loco Dei iudicium regno exerceat (De regno, 13.4).
Mientras que a él, quien no se dirige por el derecho divino y la justicia, no se le debe llamar "el rey", sino "el tirano". Ya que los reyes (reges) --como esribió San Isidoro de Sevilla-- "toman su nombre del buen comportamiento (recte agendo), entonces el título de los reyes pertenece a los que hacen bien y no a los pecadores" (Sententiae, III, XLVIII, 7); y el tirano --dice el Aquinate-- es como una bestia, quia homo absque ratione secundum animae suae libidinem praesidens nihil differt a bestia (De regno, 4.12).

Los tiranos anteriores, como el asesino de los Inocentes Herodes o Nerón, se distinguen de los modernos, como Juan Carlos Infanticida, por una cosa: la tiranía de aquellos, los que gobernaron verdaderamente, resultaba de su vanidad; la tiranía de "los reyes títeres" en la democracia resulta de su cobardía. El impulso a las indignidades que aceptan es el miedo, que la oligarquía partidista que gobierna en el nombre del "pueblo soberano" no les quite de los restos de su función simbólica y representativa, que hasta ahora benévolamente les deja.

Tampoco podemos no expresar nuestra extrañeza por la actitud de la Conferencia Episcopal Española, que --por boca de su portavoz, Juan Antonio Martínez Camino-- se apresuró con garantías, que D. Juan Carlos, al contrario de los políticos que votaron a favor de la ley del aborto, no está excomulgado, ya que los reyes no están sometidos a las mismas valoraciones morales. Hay que decir claramente, que la opinión, que expresó el obispo Martínez, no es cristiana, sino que es una visión enteramente pagana de un "rey-dios", quien está presuntamente por encima del bien y del mal. En realidad es totalmente al revés: los reyes no sólo están sometidos, como todos los mortales, a las mismas normas morales y los mismos códigos de derecho canónico, sino que llevan aún una responsabilidad más grande, por causa de su dignidad. "A quien se le encomienda más, más se le exige" (San Isidoro, Sententiae, III, L, 5); ya que la Sagrada Escritura dice: "A los fuertes espera un castigo fuerte" (Sabiduría 6, 6). Firmando la ley que permite matar a sus inocentes, potenciales súbditos, el Jefe de Estado constitucional indubitablemente ha incurrido en una excomunión latae sententiae, y su recepción de la comunión sería un sacrilegio y depravación horrible.

En el mismo orden de la legitimidad de origen dinástica, los derechos de D. Juan Carlos al trono no fueron demasiado fuertes; su entronización agradeció más a la voluntad del General Franco y su equivocación trágica, que el designado no se manifestaría como liberal. Ahora, tras la mencionada serie de traiciones contra las obligaciones del Rey Católico, especialmente en la última participación en el crimen legislativo del infanticidio, debe ser claro, que no tiene moral derecho en el orden de la legitimidad de ejercicio. El único socorro para España sería la concentración de todos los españoles honestos en torno al Príncipe, que no es sólo el depositario del legitimismo monárquico y el Abanderado de la Tradición, sino que continuamente demuestra por su vida, que es el verdadero Príncipe Católico, que seguro no promulgaría la ley infanticida: Don Sixto Enrique de Borbón y Borbón Busset, Duque de Aranjuez, Infante de España, el Regente de la Comunión Tradicionalista.

¡Abajo el Usurpador, Juan Carlos!
¡Viva el Rey legítimo, Sixto Enrique!



El Presidente del Club Conservador de Lodz, Dr. hab. Jacek Bartyzel
El Presidente de la Organización de los Monárquicos de Polonia, Adrian Nikiel


Lodz - Breslavia, el 6 de marzo A.D. 2010

miércoles, 17 de marzo de 2010

EL MEJOR ORADOR DE EUROPA: BLAS PIÑAR

Blas Piñar en la sesión de investidura de Calvo Sotelo en el Congreso de los Diputados.

UNA VOZ CATÓLICA SOBRE EL ABORTO


La mayor de las persecuciones romanas contra los cristianos fue la del emperador Galerio a partir del año 305. Mandó que todos los ciudadanos del imperio ofrecieran un sacrificio a los dioses de Roma, bajo la amenaza de que quien nos sacrificara sería ejecutado. Nuestros hermanos cristianos prefirieron morir antes que adorar a los falsos dioses. Miles de fieles subieron al Cielo con sus palmas del martirio. Otros católicos fueron atormentados y murieron mártires porque no quisieron reconocer la divinidad de los emperadores romanos. “A sólo Dios adorarás a Él sólo servirás”.

Nuestros mártires eran excelentes ciudadanos y daban al César lo que era del César, como mandó nuestro Señor Jesucristo; pero no podían dar al César lo que no era del César. No podían adorar ni a el emperador ni a sus falsos dioses, porque sólo podemos adorar al único Dios verdadero, Creador y Señor de todas las cosas hecho hombre en las purísimas entrañas de la Virgen Santísima y presente perpetuamente en la Eucaristía.

Hoy tampoco se puede dar al César lo que no es del César. No se puede votar a los partidos políticos abortistas porque la vida es un don de Dios y sólo Él tiene poder sobre ella. No se puede votar a ningún partido del actual arco parlamentario español, porque todos ellos son corresponsables del crimen abominable del aborto y de otras leyes anticristianas. No se puede rendir culto a esta democracia agnóstica y atea que está descristianizando los pueblos con leyes y costumbres perversas. No existe un “catolicismo a la carta” como decía Juan Pablo II, o eres cristiano o no lo eres. No se pueden votar a partidos políticos cuyos programas y líderes contradicen al Magisterio de la Iglesia. La Congregación para la Doctrina de la Fe enseñar que “La conciencia bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de un programa político o la aprobación de una ley particular que contenga propuestas alternativas o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral”.

¿Cómo se puede decir que un líder político es católico y mantener con una mayoría absoluta la ley del aborto? En los ocho años de gobierno de José María Aznar se asesinaron, amparados en la ley del aborto, a 511.429 niños y niñas inocentes. En los once años de gobierno de Felipe González se asesinaron por aborto a 359.624 personas inocentes. Los obispos norteamericanos niegan la comunión a los católicos abortistas. Miren los señores obispos españoles si ha llegado de ese momento para los políticos abortistas españoles. Monseñor Guerra Campos afirmó que todos los que colaboraron directamente en la elaboración de la ley del aborto eran pecadores públicos y no se les podía administrar los sacramentos.

Y el Derecho Canónico vigente excomulga a todos los que colaboran directamente en el crimen abominable del aborto. Hoy, como nunca, el pueblo fiel, incluidos sacerdotes, religiosos y monjas, necesita saber por qué los obispos norteamericanos niegan la comunión a los aborteros y porque no se puede votar a partidos políticos abortistas.
Necesitamos urgentemente una catequesis general e intensa de la Doctrina Social de la Iglesia, fundamentada en los últimos documentos de la Conferencia Episcopal Española y en el Magisterio pontifico.

P. Manuel Martínez Cano mCR

martes, 16 de marzo de 2010

EL CATOLICISMO EN NUESTRA HISTORIA


Ese vínculo que une nuestra vida con la vida de la Patria nos obliga a mucho. A lo primero que nos obliga es a conocerla, y no se puede amar lo que se ignora. De aquí voy a deducir una consecuencia: que si es necesario conocer a la nación para amarla, hay que conocer su vida íntima, hay que conocer la directriz de su historia, el principio vital que ha informado su ser y todas las manifestaciones de su genio, y para conocer eso, cuando se trata de España, hay que conocer la Religión Católica.

Pero ¿es verdad que la Religión Católica constituye el elemento predominante y directivo de la Patria y de la nación española? Para negarlo, a fin de eludir la consecuencia de la enseñanza religiosa obligatoria, hay que negar su historia, es decir, negar a España, no tengo más que trazar ante vosotros las líneas más grandes y más generales de esa historia para demostraros que la Religión Católica es la inspiradora de España, la informadora de toda su vida, la que le ha dado el ser, y que sin ella no hay alma, ni carácter, ni espíritu nacional.

Salimos de la unidad externa y poderosa de Roma, que tendió su mano por España, cerca de seis siglos, pero ni con su inmensa red administrativa y militar, ni con la transfusión de su lengua y de su derecho, no con terribles hecatombes que dejaron pavesas y escombros en lo lugares que fueron ciudades heroicas, pudo salvar las diferencias de las razas iberoceltas y de las colonizadoras fenicias y helénicas, que, apoyadas en la diversidad geográfica, latían bajo su yugo, recibiendo su poderosa influencia, pero también devolviéndola y comunicándola en la literatura y en el Imperio. Fué necesaria una unidad más fuerte y más íntima que llegase hasta las conciencias y aunase en un dogma, en una moral y en un culto de almas, y las iluminase con la palabra de los Apóstoles, y las ungiese con sangre de mártires, y las limpiase de la ley pagana en los circos y en los concilios, estrechándolas con una solidaridad interna, que, por ministerio de la Iglesia y del tiempo, se convertirá en alma colectiva. Por eso, cuando el caudillaje militar de los bárbaros se repartió los girones de la púrpura imperial sobre el cadáver de Roma, la Iglesia se interpuso entre el godo, arriano y rudo, y el hispanorromano, católico y culto, y venció a los vencedores, infundiéndoles la fe y el saber de los vencidos.

Cegó en los Concilios Toledanos el abismo que los separaba, formando aquel Código singular, el mejor de su época, el Fuero Juzgo, donde brotaba ya, rompiendo la corteza absolutista, el germen de la Monarquía cristiana, con la diferencia del Rey y del tirano, y se armonizaban los tres grande elementos de la civilización que empezaba: el romanismo, el germanismo y el cristianismo, superior y más poderoso que los dos. Suprimió la ley de castas y la separación familiar, sembrando la semilla de la nacionalidad en un surco tan hondo que podrá crecer y prosperar bajo las olas de la invasión musulmana. Y cuando esa invasión se desborda y las legiones sarracenas se apoderan de las islas y de las grandes ciudades del Mediterráneo, y saltan el Pirineo y hacen temblar a Europa, ¿quien salva la civilización de una catástrofe, organizando la lucha secular de la Reconquista? ¿quién la dirige? ¿de dónde salen los grandes ejércitos que van a pelear desde las montañas hasta las llanuras y de las llanuras hasta el mar? Salen de las cuevas de los eremitas y tienen su base de operaciones en los monasterios de las montañas. Esa reconquista, que es la cruzada de Occidente, no es una serie de guerras como las cruzadas de Oriente, es una sola campaña, un inmenso campo de batalla, donde se dan cita las generaciones y los siglos, guiados por el mismo plan que va trazando la Iglesia con la Cruz en el suelo peninsular. El ejército central sale de la cueva del Auseva; el de la izquierda, baja de los Santuarios de la Burunda y de San Juan de la Peña; el de la extrema izquierda recibe un impulso de los que se extienden por la Marca Hispánica y acampa en Ripoll, y el de la derecha aparecerá en la frontera de Portugal más tarde, sembrando los templos de etapas de su jornada. ¿Y que sucede cuándo los ejércitos avanzan? Alfonso II, apoyándose en algunos núcleos de resistencia que han quedado intactos en Galicia, llevará un día sus fronteras hasta el Miño; Ramiro II, las llevará, después de la memorable batalla de Simancas, hasta el Duero; Alfonso VI, las llevará hasta el Tajo, y Alfonso el Batallador, hasta las Riberas del Ebro, desde Tudela a Zaragoza; y las huestes que recorren la orilla del Mediterráneo, que tendrá que agitarse debajo de sus garras, llegarán con Berenguer IV hasta la desembocadura del Ebro, arrojando a los dominadores más allá de la Rivera de Tortosa; y las que siguen la línea del Atlántico llegaron con Alfonso Enríquez a la desembocadura del Tajo, que los lanzará a la desoladora llanura del Alemtejo. Y cuando una nueva invasión, que parece que trae el desierto y la traslada por encima del estrecho, nos ataca, todos los reyes avanzarán unánimes, porque Alfonso IX de León entrega parte de sus guerreros y se queda de reserva con los demás, y entonces será la Iglesia la que extienda sus mantos de los caballeros de sus órdenes militares para que cubran la tierra empapada con su sangre en el Centro peninsular y puedan pasar sobre ella los reyes confederados alrededor de la Cruz y llevarla en triunfo por el paso del Muradal hasta las colinas de las Navas, y descender después, con un santo que esconde el sayal del armiño, hasta el Guadalquivir, y llegar más tarde a la vega de Granada, y ponerla en sus adarves. Y no se parará allí a dormir el sueño de la victoria realizada, bajo pabellones de laurel; se asomará al mar para cautivarle y educarle con su fe y su genio, y se detendrá un momento a descansar en el pórtico de la Rábida para convertirle en pórtico de un Nuevo Mundo, y, por medio de un sublime terciario, Colón, que anda buscando dinero para una nueva cruzada, protegido por tres frailes, Fray Juan Pérez, fray Antonio de Marchena y fray Diego de Deza, y por una reina que lleva por apellido el de la Iglesia, cruzará por rumbos desconocidos el Océano y podrá el nombre de la Virgen. ofreciéndole su empresa a la carabela que dirige; el de San Salvador a la primera isla que descubre, el de Santa Cruz a la primera nave que construye en la Isabela; y al desembarcar en Cádiz, después del segundo viaje, cubrirá su cuerpo con el sayal del franciscano. Y será entonces cuando los guerreros emularán la fe de la legión de misioneros más heroicos que el mundo ha conocido; y, con el ardor del P. Olmedo o el P. Zumárraga, y Anchieta y Montoya, el gran Cortés, apenas pasado Tabasco, pondrá el nombre de Veracruz a la primera ciudad que levante el continente mejicano. Y cuando aquel glorioso aventurero, cuyo centenario vamos a celebrar, Vasco Núñez de Balboa, saliendo de Santa María de Darién con un puñado de españoles, y dominando tribus indias que le secundan o se dispersan, atraviesa, ante los mismos naturales consternados, ríos que se desbordan, pantanos que tienen la muerte en la superficie y en el aire, y selvas jamás cruzadas, itinerario que produce espanto en el ánimo de los viajeros modernos, cuando, después de exceder las fuerzas humanas, ve tenderse ante sus ojos el inmenso mar del Sur como un espejo que quiere reflejar tanto heroísmo, antes de penetrar en él con la espada en la mano o tomar posesión de sus aguas en nombre de los monarcas españoles, caerá de rodillas al lado de su Capellán Andrés de Vera, y entonará aquel Te Deum que con ellos entonará toda nuestra raza, acompañados por el murmullo solemne de las olas del Océano, que pronto va a quedar cautivo entre los brazos de nuestra costa y estrechado por nuestros genio.

Por la Iglesia fuimos con el P. Urdaneta y Elcano a dar la vuelta la planeta, y con San Francisco Javier a evangelizar millones de hombres más allá de las fronteras donde pasaron las victorias de Alejandro.

Por la Religión fuimos a pelear en los pantanos de Flandes, para contrabalancear el poder de la protesta, que hubiera sucumbido sin la hora trágica en que se hundió la Invencible; por ella hicimos la última cruzada de Lepanto; fué nuestra nació, como se ha dicho muy bien, la amazona que salvó a la raza latina de la servidumbre protestante, y la libertad y la moral del servo arbitrio, de la fe sin obras, de la predestinación necesaria, con los teólogos de Trento y con los tercios que pelearon en todos los campos de batalla de Europa; y nosotros fuimos los que todavía, al comenzar el siglo XIX, en las luchas napoleónicas, salvamos a Europa de la tiranía revolucionaria del Cesar, como se ha reconocido, pues fué un francés, Chateaubriand, quien dijo con razón que los cañones de Bailén habían hecho temblar todos los gabinetes europeos.

Y en las contiendas de los siglos XIX y XX, ¿no es verdad que todo gira alrededor de la Cruz? Nuestras luchas civiles, nuestras contiendas políticas, o por afirmaciones o por negaciones, todas se refieren a la Iglesia; y nuestros enemigos de hoy mismo, si se suprimiera el Catolicismo en España, se quedarían asombrados, se quedarían absortos mirándose unos a otros, al encontrarse sin programa. El grado de odio y de opresión a la Iglesia, lo que se ha de cercenar de sus derechos, lo que se han de limitar sus facultades, ese es el programa de los que se llaman anticlericales, de modo que aún como negaciones viven en esa afirmación soberana, que es el soporte espiritual de la Patria.

Juan Vázquez de Mella
(Discurso en la Real Academia de Jurisprudencia, 17 de mayo de 1913)

martes, 9 de marzo de 2010

BLAS PIÑAR: EL DERECHO A VIVIR



Ponemos a disposición de los lectores la conferencia magistral que bajo el título de "El Derecho a vivir" dictó Blas Piñar en Tenerife el 10 de Noviembre de 1988.

Palabras en plena vigencia por gentileza de Producciones Armada

lunes, 8 de marzo de 2010

CARTA DE DON JOSÉ MIGUEL GAMBRA

Estimado amigo:

Recientemente he sido nombrado Jefe Delegado de la Comunión Tradicionalista. Desearía, en semejante tesitura, ponerme a tu disposición para cuanto redunde en beneficio de nuestra causa que, como sabrás, se resume en el lema Dios, Patria, Fueros y Rey. Como esa causa resulta, para muchos, desconocida y, cuando se conoce, es frecuente tener de ella una visión distorsionada, quisiera aprovechar esta ocasión para hacerte unas breves consideraciones.

Pocas doctrinas políticas habrán sido tan denostadas como el carlismo, en los tiempos que corren. Muchos no ven en él más que una supervivencia atávica de recuerdos obsoletos, cuando no lo identifican con meras cuestiones de preferencias dinásticas; otros, fieles a los manuales de la historia oficial, lo confunden con una caricatura del absolutismo derrocado por el liberalismo y la democracia. No faltan los que mezclan el carlismo con los orígenes del separatismo, ni quienes lo asimilan a doctrinas fascistas, más o menos pasadas por agua; y los hay --o ha habido-- que se dicen carlistas por socialistas autogestionarios o porque confunden el carlismo con cierto clericalismo, de larvadas inclinaciones demócrata-cristianas.

Denostado por tantos y de manera tan contradictoria, ¿no se te ha ocurrido pensar que, precisamente por ello, el carlismo tiene virtudes insoportables para nuestra decadente sociedad? Amañado por tantos otros, y en direcciones tan dispares ¿no te sugiere eso que la doctrina carlista oculta tesoros de sabiduría, de prestigio y arraigo social que merecen ser instrumentalizadas? Y es que el pensamiento carlista no coincide con ninguna de esas doctrinas que vulgarmente se le achacan, aunque de todas tenga un poco.

El carlismo no es fruto de una invención transeúnte de una escuela filosófica, que la haya elaborado para resolver los problemas sociales o políticos de un momento dado. Al contrario, es el resultado de toda la sabiduría política, recogida y depurada por el cristianismo a lo largo de muchos siglos. Sabiduría ya presente en filósofos paganos, como Aristóteles, decantada y perfeccionada por los padres de la Iglesia, como San Agustín, por filósofos, como Santo Tomás y los grandes pensadores de la escolástica española. Decaída y medio olvidada, tras las necedades prerrevolucionarias del s. XVIII y las subsiguientes perversidades revolucionarias, fue lentamente reconstruida y acomodada a las nuevas circunstancias por los pensadores tradicionalistas españoles, en perfecta consonancia con las encíclicas pontificias del s. XIX y principios del s. XX. En otras palabras, el pensamiento carlista no es sino la que se llamaba "doctrina social de la Iglesia", hasta los tiempos en que casi ha logrado destruirla el modernismo eclesiástico. Doctrina social universal e imperecedera, de la que el carlismo constituye su aplicación a las costumbres y tradiciones de nuestra patria, y que sólo la dinastía carlista ha mantenido incólume hasta hoy, sin tolerar en sus miembros que la legitimidad de origen prevalezca sobre la de ejercicio.

Esta egregia doctrina --dije antes-- algo tiene de cuanto le achacan. ¿Absolutista? Algo, pero bien escaso, porque no admite ni la intromisión del poder real en las prerrogativas eclesiásticas, ni forma alguna de despotismo; pero sí reconoce al REY un ámbito de poder exclusivo, limitado, sin embargo, por el poder de las sociedades inferiores y sometido a los dictados de la ley natural y de la Iglesia. ¿Separatista? No en cuanto proponga secesión alguna, pero sí en cuanto reconoce, frente al uniformismo racionalista, las peculiaridades de los reinos, regiones y municipios, cuyos FUEROS debe jurar el rey legítimo. ¿Socialista? No, desde luego porque defienda forma alguna de totalitarismo, pero sí es lo que Mella llamaba "sociedalista": más sociedad y menos estado. ¿Fascista? Misma respuesta en lo que al estatismo se refiere, pero además coincide con él en su declarado amor a nuestra PATRIA, sin necesidad de divinizarla o hipostatizarla, como hace algún falangismo. Más aún, el carlismo comulga con los anteriores en el odio al capitalismo, nacido de la destrucción de los estamentos del antiguo régimen y fuente de innumerables males e injusticias, contra el cual propone no una revolución, sino una restauración ¿Demócrata cristiano? Católico, sin duda; demócrata también, pero no a la manera en que estamos acostumbrados, con elecciones de partidos obsequiosos en los programas y tiránicos en el poder, sino a la manera de las cortes, cuyos miembros son elegidos por estamentos, entre personas conocidas que, a modo de compromisarios, defienden los intereses de municipios, gremios, regiones y reinos, y no los del partido.

Algo de cada cosa tiene, pero no es un amasijo ecléctico de todo ello. Al contrario, son esas doctrinas, erradas por parciales y desmesuradas, las que, desgajadas del tronco lleno de savia y vitalidad del pensamiento social clásico, se han convertido en nocivas ramas muertas, sólo de lejos parecidas a las del árbol. El todo de esta doctrina es infinitamente superior a la suma de sus partes, pues cada pieza se unifica con las otras y se vivifica porque todas han de tender al bien común de la sociedad y, en última instancia, al bien común del hombre que sólo en DIOS reside.

De suyo esta doctrina es imperecedera, porque hunde sus raíces en la naturaleza social del hombre y ha sido refrendada por el magisterio eclesiástico, que no puede cambiar ni corromperse. Pero sí puede desdibujarse en la conciencia humana y desaparecer por completo en una sociedad. El carlismo, derrotado en tres guerras mantuvo, sin embargo, una admirable vitalidad. Paradójicamente, tras su victoria en la Cruzada del 36, su situación ha terminado por serle mucho más desfavorable, en parte por el maltrato que sufrió durante el régimen franquista, pero, sobre todo, por la defección de los eclesiásticos progresistas que, desde la década de los sesenta, han desautorizado sistemáticamente la concepción del estado confesional, han propugnado la libertad de cultos y han tergiversado la doctrina de la realeza social de Nuestro Señor Jesucristo. Ante este desconcertante hecho, que atenta contra el principio fundamental en que confluye todo el pensamiento social de la Iglesia y del tradicionalismo, cada carlista tiró hacia donde se le ocurrió y surgieron así esos absurdos "carlismos" socialistas, separatistas o demócrata-cristianos de que antes hablé.

Hoy, sólo la Comunión Tradicionalista, con su Abanderado, Don Sixto Enrique de Borbón, al frente, mantiene en su integridad la doctrina carlista; sólo desde sus filas se estudia y se propaga, sin rehuir la acción política. De unos años a esta parte, su reduplicada actividad se ha plasmado en innumerables actuaciones de las que hallarás un elenco en la hoja adjunta. También podrás informarte de nuestras próximas convocatorias, empezando por la Misa que se celebrará el próximo 10 de marzo, en la festividad de los Mártires de la Tradición.

Te ofrezco estas simples consideraciones para invitarte a que te unas a nosotros. La Comunión Tradicionalista necesita apoyo, trabajo y todo tipo de ayudas. Y la necesita tanto como a ella la necesitas tú, católico que asqueado tiras al suelo el periódico y estragado apagas el televisor cuando dan las noticias. Porque somos naturalmente sociables y no podemos mantenernos en la verdadera doctrina ni a solas, ni son el solo apoyo del entorno familiar.

Atentamente:


José Miguel Gambra
Jefe de la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón