viernes, 11 de diciembre de 2009

SANTA MARAVILLAS DE JESÚS, ¡RUEGA POR NOSOTROS!

"Lo que Dios quiera... Como Dios quiera... Cuando Dios quiera..."

María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, la menor de cuatro hermanos; fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián a los ocho días y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en 1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal. Don Luis había sido Ministro de Fomento y en aquellas fechas era Embajador de España ante la Santa Sede. Fue educada en sus primeros años especialmente por su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña experimentó una llamada a consagrarse al Señor en virginidad. Mientras estudiaba en casa, durante su adolescencia y juventud, se dedicó a obras de caridad ayudando a muchas familias necesitadas.

Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) donde ingresó el 12 de octubre de 1919 recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús. Con este motivo D. Pedro Poveda -que fue canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera profesión en 1921. Allí mismo, detrás de la celosía que da al sagrario de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración de fundar un Carmelo en el centro geográfico de España, El Cerro de los Ángeles, donde se había levantado el monumento al Sagrado Corazón de Jesús justamente el año en que ella había carmelita descalza.

El obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay acogió y se entusiasmó con la idea y en 1924 la Hermana Maravillas y otras tres monjas carmelitas de El Escorial se instalaron provisionalmente en una casa de Getafe para atender desde allí la edificación del Convento. En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de mayo de ese mismo año. En 1926 fue nombrada, por el obispo Eijo, priora de la comunidad y el 31 de Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El Cerro de los Ángeles.

Como ya entonces acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una señal de Dios para fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del obispo, misionero carmelita, Mons. Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India).
Durante la persecución religiosa en España, a partir de 1931, pasaba todas las noches muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón y solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en caso de ser profanada.

Desde entonces y en muy pocos años realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos.
Desde el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce años, continuó atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e, incluso desde la clausura, realizó una labor social como la construcción de viviendas prefabricadas y la ayuda en la construcción de una barriada de doscientas viviendas. A sus expensas hizo edificar también una Iglesia y un colegio. Sostuvo económicamente a distintos seminaristas para que pudieran llegar a ser sacerdotes, realizó una fundación benéfica para sostener a religiosas enfermas, compró una casa en Madrid para alojar a las carmelitas que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo en tratamientos médicos y costeó al Instituto Claune la edificación de una clínica para religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo de estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios económicos, confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.

Se sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra santa madre Teresa” y consideraba un tesoro la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

Irradiaba paz y dulzura en sus palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron salieron siempre agraciados con su testimonio de amor Dios y de disponibilidad a la Iglesia como fiel hija suya.

La Madre Maravillas de Jesús es una de las grandes místicas de nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia de su unión con Dios, con una rica vida interior como se refleja en las cartas íntimas a sus directores espirituales, que sólo se han conocido después de su muerte. Pasó por la vivencia de “las noches” y por el gozo del amor profundo de Dios y de su respuesta de amor a Él. La capacidad de contagiar el amor de Dios le provenía de su unión con Él y de su gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me abraso en deseos de que las almas vayan a Dios”. Durante toda su vida se entregó amorosamente al cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir a sus hijas. Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente, infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también por su fidelidad al ideal teresiano.

Ya en 1962 había tenido un trastorno circulatorio del que se repuso. En 1972 sufrió un paro cardíaco del que se recuperó, pero su salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y el santo Viático. Murió, a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué felicidad morir carmelita!”.
Fue beatificada en Roma por el Papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998, sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica se viene celebrando el 11 de diciembre.

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