jueves, 29 de octubre de 2009

HALLOWEEN: FIESTA PAGANA Y ANTICRISTIANA


La costumbre, importada de Estados Unidos vía Hollywood con películas que cosecharon un gran éxito en los años 80 como «La noche de Halloween, de John Carpenter, entró con fuerza en España hace varios años y se celebra en la noche del próximo sábado. Las tiendas de disfraces y de «todo a 100» están haciendo su agosto desde hace varios días, con las estanterías de sus establecimientos repletas de trajes de zombies, vampiros, fantasmas, druidas, esqueletos, diablos y hasta seres extraterrestres.

Ocultismo y anticristianismo
Y, ¿qué hay de malo en una simple fiesta para pasárselo bien? «Que tiene un trasfondo de ocultismo y de anticristianismo», señala Joan María Canals, director del secretariado de la comisión episcopal de liturgia de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El sacerdote es tajante al respecto: «Los padres deben ser conscientes y encauzar el sentido de fiesta hacia lo bueno y la belleza, en vez de hacia el terror, el miedo y la misma muerte».

Pero, además, Halloween ha supuesto el rescate de una fiesta pagana que celebraban los celtas antes de ser evangelizados. Es la fiesta de la muerte y el terror en la víspera, precisamente, de la festividad católica de Todos los Santos (1 de noviembre) y de los Fieles Difuntos (2 de noviembre), instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny, en el año 998.
Pero la fascinación por el ocultismo atrapa a jóvenes y adolescentes, que se suman a esta fiesta. Ante ello, numerosas asociaciones cristianas han decidido ofrecer sus alternativas. Una de ellas ha surgido en la diócesis de Alcalá de Henares, que la Comunidad de Emmanuel dirigirá a partir de las diez de la noche del próximo sábado. Música, adoración eucarística y baile en «clave cristiana» tratarán de llenar la plaza de los Santos niños y la catedral de la diócesis madrileña.

Ángeles y demonios
Al otro lado del Atlántico, en Santiago de Chile, en la noche del 31 de octubre se celebra la «Fiesta de la Primavera». Nada de monstruos, fantasmas y brujas: todos los disfraces que llevan los niños y jóvenes son de ángeles, princesas y hasta de santos. «La demanda ha ido cambiando en los últimos diez años. Antes, los clientes sólo pedían trajes de terror. Ahora llevan de damas antiguas, reinas, cenicientas y ángeles», ha afirmado la encargada de una de las cadenas de tiendas más importante de la capital chilena. «El objetivo de esta fiesta –han señalado sus promotores– es cambiar la muerte y la oscuridad por la vida; el terror y el miedo por la alegría, y la violencia por la paz».

En París nació la iniciativa de «Holywins», que juega con las palabras «holy» («santo») y «wins» («ganar»). Algo así como «lo santo gana». La propia archidiócesis organiza desde hace varios años la campaña, a la que acuden miles de niños y jóvenes todos los 31 de octubre. «En una sociedad que elude la cuestión de la muerte, la fiesta de Haloween tiene el “mérito” de que nos interroguemos sobre este tema, pero sólo hace referencia a los rituales morbosos y macabros», afirman sus organizadores. Por eso, «los jóvenes de París quieren aprovechar la ocasión de la fiesta de Halloween para testimoniar su fe y su esperanza cristiana ante la muerte en la vigilia de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos». Eso sí, sin cuernos ni tridentes ni kilos de siniestro maquillaje...

Su origen
- Halloween significa «Al hallow´s eve», es decir; «víspera de todos los santos», ya que se refiere a la noche del 31 de octubre. Sin embargo, ha robado su sentido religioso para celebrar la noche del terror y de las brujas.
- La celebración de Halloween se inició con los celtas. Entre ellos habitaban los druidas, sacerdotes paganos adoradores de los árboles, especialmente del roble.
- Una antigua leyenda irlandesa narra que la calabaza iluminada sería la cara de un tal Jack O´ Lantern que, en la noche de Todos los Santos, invitó al diablo a beber en su casa, fingiéndose un buen cristiano

Alex Navajas

martes, 27 de octubre de 2009

JORDÁN BRUNO GENTA: A 35 años de su martirio


1974 - 27 de octubre - 2009

- I -

Se llamaba Jordán Bruno Genta, aunque algunos todavía no sepan escribir ni pronunciar su nombre. Y otros -recién llegados curiosamente a su tributo- lo hayan ignorado o rechazado por extremoso; mientras nosotros, nacionalistas y católicos, lo homenajeábamos año tras año, a veces en la soledad de una catacumba eclesial amiga, a veces en algún fogón provinciano siempre hospitalario, y cada día desde la clase, el libro o la conferencia.

Éramos jóvenes cuando lo mataron y cuando despedimos sus restos con nuestro inconfundible estilo. La memoria registra ojivas caudalosas de brazos en alto mientras su féretro avanzaba hacia la tierra postrimera, los gritos multiplicados de ¡Presente! ante su nombre coreado con bravura, y la consigna legionaria lanzada al viento como un desafío: ¡Viva la muerte!

Fuimos envejeciendo, pero por la gracia de Dios, aquellos ideales juveniles no resultaron abandonados ni torcidos.

Jordán, palabra aguda de resonancias graves y luminosas, como el río en el que recibió el bautismo Nuestro Señor Jesucristo. Bruno, fuerte como coraza o armadura, en antigua semántica germana.

Dios se las ingenió para que se cumpliera el poema: mira que al dar un nombre se recibe un destino.

- II -

Enseñó la Verdad Católica, Apostólica y Romana, en plena y continua comunión con la Cátedra de Pedro. Mas no ignoraba la presencia de los lobos revestidos con las apariencias de corderos. Sufría con el Vicario de Cristo el humo de Satán enseñoreado en el lugar sagrado.

No aprobó jamás los procedimientos castrenses irregulares y clandestinos para combatir al marxismo. Clamaba por la guerra justa, limpia, frontal y varonilmente librada: la guerra contrarrevolucionaria, de la que fue su más esclarecido doctrinario.

Distinguía entre el testigo y el verdugo, el partisano y el guerrero, el soldado patrio y el guerrillero apátrida. Nunca se le hubiera ocurrido homologarlos en un sincretismo contrario a la justicia. La unidad de las derechas y las izquierdas no aparecía en sus discursos. O se honraba a los gauchos de Obligado, o se aplaudía -como los unitarios- la usurpación extranjera. Pero gauchos y usurpadores no resultaban materia de forzadas reconciliaciones mediáticas.

Será prudente aclararlo. Guerra fratricida y dolorosa fue la de nuestra Independencia, porque al fin de cuentas eran los contendientes todos hijos de España. Guerra fratricida y tensa, si se quiere, la de nuestra pugna entre los ponchos celestes y las vinchas punzó. Pero la invasión planificada del Marxismo Internacional contra La Argentina, con la anuencia de una clase nativa al servicio del Aparato Subversivo Mundial, no es contienda de hermanos. Es el programa endemoniado que entonces supo lanzar la Unión Soviética y sus satélites contra las naciones cristianas.

Bien está que pidamos para que la clemencia de Dios alcance a Caín, a Ismael y a Esaú. Pero sólo Abel, Isaac y Jacob son figuras de Cristo.

Bien está que la muerte nos llegue a todos y en las cenizas nos iguale, instándonos por eso a la caridad y deponiendo rencores torvos. Pero uno es el "polvo enamorado", y otro el destino de los que tendrán que abandonar toda esperanza cuando les llegue su Juicio. De unos seguirán cantado los versos de Foxá:"para la muerte, hermano, te vestirás de fiesta". De los caínes se apiade el Señor de la Misericordia y nosotros no le dejemos de rezar.

"Allegados son iguales", decía Jorge Manrique respecto de los muertos que se homologaban unánimemente al tener que comparecer ante el Tribunal del Altisimo. Pero también distinguía entre quien se presentaban con villanía y bajeza, y el varón singular que podía ser rotulado como "maestro de esforzados y valientes".

- III -

Genta sostuvo una enemistad firmísima con el comunismo, pero también –y simétricamente- con el liberalismo en todas sus variantes. El liberalismo sigue siendo un pecado, y lo sabía.

No fue democrático. Admiraba a los grandes monarcas santos, a los varones jerárquicos instauradores de gobiernos fuertes, a los jefes aristocráticos, a los Caudillos de la Patria y de Occidente; y hasta respetaba cristianamente a los grandes conductores nacionales a quienes aplastó la conjura aliada en 1945.

La Realeza Social de Jesucristo era su opción política. El Omnia Instaurare in Christo, su lema y su norte. Su divisa flameante e izada bien al tope.

Jamás fundó un partido ni aconsejó formarlo o integrarlo. Jamás creyó en la unidad de los opuestos, ni en la coyunda con liberales y populistas, ni en la acción conjunta con quienes no existe previamente la unidad en el Ser, ni en la concordia entendida como irenismo o rendición. Repetía con Santa Teresa: “es preferible la Verdad en soledad al error en compañía”. Y con Aristóteles: “en toda juntura entre lo malo y lo bueno, sufre lo bueno”. No mixturaba los contrarios, así como evitaba mezclar el agua con el vino.

Se atrevió a decir lo que otros callaban y aún callan: que hay una culpabilidad judeomasónica tras el drama de la Argentina y tras la derrota de la Civilización Cristiana. Ni el pulso ni la voz tremaron en su cuerpo cada vez que fue necesario opugnar con la Sinagoga de Satanás. Pero tampoco faltó la caridad siempre que un prójimo, fuere quien fuese, se aquerenciaba hasta su puerta.

Denunciaba con bizarría al Imperialismo Internacional del Dinero, y con mirada sobrenatural alertaba contra la acción del Anticristo.

- IV -

Señaló la naturaleza crapulosa del peronismo, y una por una marcó a fuego las canalladas múltiples de Perón, artífice de la subversión , cohonestador de sus primeros crímenes, y propugnador hasta el final del mundialismo masónico, previo paso por el continentalismo y el socialismo nacional, como repitió hasta el hartazgo. El mito de la expulsión de la Plaza de Mayo de los montoneros no pasó por su magín. Perón murió carteándose cortésmente con Mao, Castro, Dorticós y Allende. Y los jefes montoneros hicieron la "v" de la victoria ante su féretro. Extraño caso de unos "echados" que rinden honores al "echador" y le prometen proseguir la lucha.

Las tónicos del pasado no son las medias verdades sino la metafísica, la teología y la honesta historiografía.

Expresamente repudió la falsa línea ideológica “San Martín - Rosas - Perón”. Sus arquetipos no eran los incendiarios de iglesias sino los herederos de la estirpe del Cid. Una memoria completa no basta para saberlo. Es necesario una historia veraz.

La teoría de los dos demonios, y la posición de quienes se sienten discriminados porque sólo se ataca a uno de ellos, le hubiera causado repulsión y desprecio. En la patria, no se enfrentaron ni se enfrentan dos demonios sino las dos ciudades agustinianas. Él batalló por la Civitas Dei y cayó en su defensa, heroicamente. No fue la víctima accidental de una refriega terrorista. Fue un combatiente valeroso abatido a mansalva por el enemigo. Su condición de víctima sólo puede señalársele en el más profundo sentido teológico de la palabra. Pero escapa completamente al alcance habitualmente otorgado al término, como sinónimo del que muere por causa eventual o efecto secundario.

No estaba por azar cuando ocurrió el atentado marxista, el 27 de octubre de 1974. Ni recibió una bala casualmente, ni resultó el damnificado de una explosión que buscaba otro destinatario. La substancia antes que los accidentes explican su caída. Lo habían ido a matar a la puerta de su casa. Un domingo, cuando rumbeaba para la Santa Misa, en la tradicional festividad de Cristo Rey, como después escribieron sádicamante sus verdugos.

Tuercen los hechos quienes dicen que lo mataron por pensar diferente. Lo mataron por pensar verdadero y obrar y vivir en consecuencia.

Cayó con muerte previsible, anunciada, esperada. Con la muerte bella y merecida del mártir. Dio su sangre ofrecida en oblación por la Cruz y la Bandera, por la Fe y por la Verdad Crucificada.

Para inteligir lo sucedido el 27 de octubre de 1974, no hay que acudir a “las sórdidas noticias policiales”, sino al misterio de la Comunión de los Santos.

Que lo hayan matado los mismos que antes y después mataron a tantos otros —¡ay!, tantos hombres de bien!— no quiere decir que lo hayan matado por lo mismo. No lo mataron por lo mismo que buscaban segar las cabezas de mercaderes yanquis, de empleados del Club de Roma, de dirigentes radicales, de empresarios usureros o de gremialistas pseudonacionalistas, defensores de Salvador Allende . Su muerte no fue un ajuste de cuentas entre internas peronistas. Los guerrilleros distinguieron en su momento lo que hoy no saben ni quieren distinguir otros.

Y que haya muerto en democracia, bajo un gobierno constitucional, no aumenta las culpas de la guerrilla, por no respetar la voluntad popular. Prueba hasta el cansancio lo que el mismo Genta enseñaba recordando el maquiavelismo marxista-leninista: "la democracia es la vía de acceso más directa al Comunismo".

Lo mataron por ser católico y nacionalista. Lo mató el odio rojo por luchar por el Amor de los Amores.

- V -

En vida, quisimos ser sus discípulos y seguidores.

Desde que lo asesinaron, no hemos dejado de honrarlo, recordarlo, difundirlo, y darlo a conocer entre quienes no habían tenido la gracia de conocerlo. Lo hicimos sin medios y sin los medios. En soledad, con la conspiración de silencio como sombra amenazante y artera. Lo hicimos —corriendo modestos pero concretos riesgos— sin que se enteraran ni nos acompañaran los que hoy, en buena hora, se han percatado de su existencia y se suman a la partida. Bienvenidos si vienen por la victoria pendiente, antes que por la paz gandhiana. Por el perdón tendido al que se arrepienta y enmiende con sinceridad, y la resistencia empecinada contra los herederos sanguinarios del bolchevismo, enseñoreados hoy sobre la nación. Perdonar a los criminales sin arrepentimientos ni compensaciones de sus desmanes no es virtud; es vicio y se llama lenidad. Tender la mano al homicida insolente y amenazante, no es un gesto cristiano sino absurdo.

¿Que importancia tiene que una pseudojusticia mundana —en manos de sodomitas y aborteras— declare alguna vez que el crimen de Genta o el de sus pares en el martirio fue de lesa humanidad? ¿Son acaso las categorías de Nüremberg las que glorificarán a nuestros muertos ilustres? ¿Son acaso los criterios del enemigo los que han de blanquear sus memorias insignes? No fue un crimen de lesa humanidad contra los derechos del Salvador el que se perpetró en el Gólgota. Fue el deicidio. Los deicidas siguen matando a los testigos del Gólgota. Y no hay leguleyería internacionalista que alcance para calificar a los victimarios.

Tampoco estamos pidiendo que un tribunal oportunista y mendaz investigue a los autores del homicidio, ni nos quejamos porque los pastores cobardes de este suelo hayan rechazado la sola posibilidad de introducir su beatificación. Ya dispondrá Dios, en tiempo y forma, príncipes dignísimos de la Iglesia como aquellos que beatificaron a Anacleto González Flores.

Ningún secreto encierra la causalidad formal de su asesinato. Los que lo abatieron gobiernan. Sus nombres y sus rostros, son los nombres y los rostros execrables del Régimen. Caras con muecas sicarias y rictus infames que no logran disimular los avances cosméticos.

- VI -

Dios permita que mañana, por obra de un Caudillo victorioso, se pueda consumar en la Argentina la bella magnanimidad del Valle de los Caídos. El ilustre monumento es una glorificaciòn de la Cruzada, y es a la par el gesto magnificente del vencedor que sabe perdonar y abatir los odios. ¡Qué más quisiéramos que una montaña criolla, burilando en la piedra el fin de las discordias, tras un parte de batalla que diera cuenta de que el ejército rojo está "cautivo y desarmado". Dichosos quienes conservan este sueño. Generosidad ejemplar los impulsa y sostiene.

Pero aquí y ahora, entre nosotros, con los enemigos ultrajando a Dios y a la Patria, activa y ferozmente, no es el tiempo del Valle de los Caídos sino la hora del Valle de Elah. Aquel donde cuentan las Escrituras que David supo tumbar al maléfico Goliath.

Siempre será honesto y legítimo predicar la concordia y bregar por ella. Cuánto más si el objetivo es la libertad de los cautivos, cuyo confinamiento supera el límite de todo oprobio. Pero sépase que la concordia no ha de pedírsele a Luzbel, ni ofrecerla como garantía de conciliaciones a cualquier precio, ni exhibirla como prueba de debilidad. La primavera no volverá a reír porque le roguemos a los tiranos que escuchen nuestras buenas intenciones. Antes habrá que alistarse en una resistencia valiente para que la tiranía no termine por arrasarlo todo.

Jordán Bruno Genta está a la derecha del Padre, gozando del merecido cielo que alcanzó por asalto, al haber caído como mártir de la Fe en el más estricto y cabal sentido de la palabra. Los mártires de los últimos tiempos no serán reconocidos como tales, escribía San Agustín. No serán reconocidos por los heresiarcas. Pero el Dios de los Ejércitos pasa revista en cada alba, y un ángel arcabucero señala su presencia con un centelleo vertical de luces altas.

De eso se trata este homenaje. De decir la verdad entera.

Jordán Bruno Genta: mártir de Cristo Rey. Jordán Bruno Genta: maestro de la Verdad. Jordán Bruno Genta: católico y nacionalista.

Jordán Bruno Genta: ¡Presente!


¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA PATRIA!

ANTONIO CAPONNETTO

jueves, 22 de octubre de 2009

VERDADERAS Y FALSAS APARICIONES

Ahora que se han puesto de moda las "peregrinaciones" a Mendjugorge por la supuestas apariciones de la Virgen, aun con la prohibición y desautorización expresa del Ordinario del lugar, conviene analizar los hechos desde la serenidad para no ser engañados. Un artículo del padre Andrés García Torres, experto en estas cuestiones, arrojará luz para juzgar estos hechos.


Vivimos en una época de gran confusión en muchos de los campos en los que se desarrolla nuestra vida ordinaria y cotidiana. Esta confusión se extiende también a la fe, no por parte de Dios que siempre es fiel, sino por culpa de hombre que todo lo complica por aquel "espíritu malo" que todos llevamos dentro, causa del Pecado Original y que se llama concupiscencia.

En el ámbito espiritual o de la fe hoy asistimos a una verdadera "marejada", por un lado el progresismo que se ha infiltrado o intenta infiltrarse dentro de la Iglesia, las sectas que amenazan como el lobo al cordero la fe de los sencillos, la desobediencia al Magisterio del Papa y de los obispos, las modas que tanto ofenden a Dios (como nos dice Jacinta de Fátima cuando "profetiza" estos tiempos nuestros), y por otro lado un peligro no grave que afecta a muchos sectores de la Iglesia, de buenos católicos: las falsas apariciones que pululan por doquier, muchas veces como algo totalmente extravagante que consigue más el apartar a las almas de Dios y de la Virgen que el llevarlas a Ellos.

No olvidemos que los Santos dicen que el Demonio es "la mona de Dios", pues repite, imita lo que Dios hace para ridiculizarlo y desprestigiarlo. Claros ejemplos tenemos de muchas apariciones supuestas, apariciones que no voy a juzgar aquí pero que están en la mente de todos. Por eso no es extraño escuchar muchas veces en los promotores de estas mentiras y falacias, de estos montajes: "Es la continuación de Fátima..." "Esto es como Fátima". Si analizamos profundamente las verdaderas apariciones que son las aprobadas por la iglesia nos damos cuenta de que es muy distinto todo: los mensajes, las formas, etc.

Quiero afirmar que desde el 1831 cuando la Virgen se aparece a Santa Catalina en París y le entrega la Medalla Milagrosa tenemos como una "Era de María" que parece que culmina con las apariciones de Fátima, donde la Virgen continuando como en entregas su obra, de un lugar a otro, nos da su celestial mensaje para estos tiempos difíciles, como decía el Papa Juan Pablo II en uno de sus viajes Apostólicos a Fátima: "La voz de María es como la de Juan en el desierto que nos invita a la conversión, a la penitencia, al cambio de vida, a estar alertos a la Venida del Señor en cada hombre y en cada acontecimiento, en nuestra vida y en la de la humanidad".

En los mensajes de Fátima, Lourdes, La Salette, la Medalla Milagrosa, Pontmain... La Santísima Virgen habla muy poco, son mensajes muy breves (como las intervenciones de la Virgen en los Evangelios), claros, sencillos. En los mensajes de las "nuevas apariciones" son mensajes larguísimos, aburridos, da la impresión de que no acaban nunca.

En las auténticas apariciones los mensajes son de esperanza, de amor a la Iglesia. En las "nuevas apariciones" son mensajes llenos de temor y de miedo. Ya he conocido en mi labor sacerdotal a más de una persona que vive atemorizada por estos mensajes. Y Dios no es temor, Dios es Amor, Dios es Misericordia y Confianza Infinita sin límites. Dios sólo detesta la soberbia y la autosuficiencia del hombre que no se reconoce pecador y poca cosa ante la Majestad, la Grandeza y la Sublimidad de Dios.

Otro punto importante a la hora de analizar son los videntes o instrumentos. Si analizamos a Santa Catalina Labouré, a Santa Bernardita o a los niños de Fátima vamos a encontrar almas cándidas, sencillas, humildes, personas que huyen de la fama, de la estima, que incluso se esconden cuando alguien va a preguntar por los "afortunados" que han visto a la Virgen. Si analizamos a los "videntes" de hoy, estos recorren todo el mundo, aparecen en todos los medios de comunicación social, dan conferencias, asisten a congresos, etc. ¡Comparen ustedes mis queridos lectores!

Por otro lado podemos examinar los frutos. Como dice el Evangelio: "Por sus frutos los conoceréis". Estas nuevas apariciones no producen más que enredos, líos, problemas de todo tipo, hasta muchas veces enfrentamientos. No quiero aquí poner ejemplos concretos para no ser juez, eso le corresponde a la Iglesia. Pero sí recuerdo que de un numeroso grupo de peregrinos que salían de una población de Madrid cada primer sábado a una conocida y famosa aparición en España, iban en el autocar todo el tiempo enfadados, regañando, compitiendo por los lugares del autocar, incluso pronunciando groserías por sus bocas algunas de estas personas. A este hecho me remito y a otros muchos que podría citar cuando hablo de los "frutos de las nuevas apariciones".

Después de estas observaciones podemos demostrar lo que hemos dicho. El Diablo es la "mona de Dios", que imita a las verdaderas y autenticas apariciones para – ridiculizándolas -, destruirlas y sobre todo desprestigiarlas. Cuántos sacerdotes y cristianos al saber sobre estas "nuevas apariciones" y ver "los frutos" han identificado estas con las verdaderas y aprobadas y por la falta de discernimiento han despreciado a las verdaderas apariciones.

Cuidado con los fenómenos espectaculares

Muchas veces en estos "falsos lugares de apariciones" se realizan fenómenos que no tienen explicación. Esto no es un indicio de que lo que allí sucede es verdadero. El Maligno que es el Padre de la Mentira, el Príncipe de este mundo puede simular signos que aparentemente son de santidad como son el don de lenguas, los estigmas, etc.

En la vida de Santos de la categoría de San Juan de la Cruz (tiene una doctrina muy buena para discernir todas estas sutilezas y engaños del Demonio en las almas); se cuentan por lo menos dos casos que confirman esto que yo estoy diciendo:

1º Cuando San Juan de la Cruz es nombrado por Santa Teresa confesor de la Encarnación, en el convento de las monjas Agustinas de Avila, existe una monja con "fama de santa" que tiene don de lenguas e interpreta la Sagrada Escritura perfectamente junto con otros dones. Alguien manda a San Juan a verla para que la examine y él descubre que todo es engaño del Demonio sobre esta monja a la que tiene posesionada.

2º En el convento de Beas de Segura (Jaén) fundación de Santa Teresa, San Juan de la Cruz descubre que la relación que una monja dice tener con el Niño Jesús, es cosa del Maligno que la está engañando con falsas visiones, revelaciones, todas llenas de aparente virtud. No se trata, pues - según pensaba la monja - del Niño Jesús. San Juan de la Cruz descubre la estratagema del Maligno y se da cuenta del gran peligro de estas cosas.

Engaño especial del Demonio para las almas piadosas

Además de los intereses que muchas veces se pueden esconder en estas falsas apariciones nos encontramos con que el Demonio para la gente y almas piadosas utiliza este engaño que engendra tanta soberbia espiritual (la soberbia es incluso peor pecado que la impureza, es el pecado de los Angeles Rebeldes, es el pecado que ocasiona todos los demás, es un pecado muy sutil que se esconde tras una máscara de "bien" y se infiltra por doquier en la vida espiritual). Con la gente piadosa y de buena voluntad no ataca el Maligno directamente, "para convencerlos se presenta como ANGEL DE LUZ.

El principio general se enuncia así: El demonio estimula fuertemente los actos de religión. Por aquí entra a la gente buena; los entusiasma con sus "trampantojos"; incita la bondad, la generosidad, solidaridad con los desheredados o tercermundistas, para oscurecer el objeto de esos actos de religión; los trabaja inconscientemente y va insinuando y deformando: el sacrificio, el esfuerzo personal, el juicio propio, valen más, agradan más a Dios, tienen más mérito que la obediencia.

Acompaña esto con fenómenos extra, de modo que hace creer que allí está Dios; una vez firme en esta fe, los va apartando de la vida de la iglesia so pretexto de mayor santidad que la de los responsables de la misma Iglesia que -dice- han perdido la fe, (de aquí tantos ataques en mensajes a los obispos, sacerdotes, incluso al mismo Papa, cuántas veces hasta insinuando la venida de un Papa anti-cristo. Con esto consigue el desprestigio de la Iglesia y de una institución tan necesaria y fundamental como el Papado. Algunos de estos mensajes de "supuestas apariciones" los podría firmar sin problemas el mayor anti-clerical o masón de nuestros días y de antaño). Incluso les lleva a ideas de fundar una religión o grupo de "verdadera Iglesia, la Iglesia de los Santos o Carismática, frente a la Iglesia institución o jerárquica".

Con todo lo dicho hasta ahora podemos ver que el Maligno es más inteligente que nosotros, podemos afirmar que incluso ha "utilizado" la misma "arma de Dios": su Madre María la Virgen... Para no caer y ser vencidos necesitamos mucho la humildad y la obediencia a la Iglesia, una vida de oración auténtica, y un abandono en la Santísima Virgen María, Nuestro Socorro y Auxilio.

Auténticos videntes o instrumentos en las manos de Dios

Sabemos por la historia de la Iglesia como el Diablo puede provocar estigmas y fenómenos paranormales para conseguir algún fin, por eso el que en un lugar de apariciones se den "hechos prodigiosos", no quiere decir que sea auténtico. Un ejemplo de esto lo proporciona la misma Escritura en Simón el Mago, quien volaba e imitaba los milagros de los apóstoles. Mas al hacer San Pedro la señal de la cruz, pierde el mago todos sus "dones".

Nos extraña que el Maligno pueda hacer esto, pero él lo hace utilizando del misterioso poder que Dios le ha dado, y tiene mucho poder en cuanto que es un Angel, no más que Dios, claro esta, por eso nosotros lo podemos vencer.

Vamos a discernir sobre las actitudes de los videntes, tema esencial en las apariciones o manifestaciones de Dios, sobre todo en las marianas tan actuales en nuestros días.

Afirmando con esto, que sucesos "prodigiosos" en un lugar de aparición no es criterio de verdad o autenticidad. Sabemos que en Lourdes después de las apariciones a Bernadette, aparecieron grupos de falsos videntes endemoniados que incluso levitaban y que si no hubiera sido por la acción de Dios y la prudencia de la Iglesia hubieran "tirado o destruido" la Obra de la Virgen que tantos grandes frutos ha producido. El Maligno para lograr un gran éxito para su "reino de tinieblas", puede permitir o consentir una pequeña derrota aparente, no olvidemos lo que ya hemos afirmado con la Escritura y la Iglesia: es el "padre de la mentira", es muy astuto y sagaz.

Los dones y carismas son un regalo de Dios a las almas cuando estas son "pequeñas", humildes y sencillas. Son engrandecidas por Dios cuando estas almas corresponden a sus gracias.

No debemos de olvidar que según la doctrina Católica todas las apariciones son revelaciones privadas, con la muerte de San Juan - el último de los Apóstoles - se ha cerrado la Revelación Pública de Dios. (Llama la atención como en muchas de estas apariciones los seguidores nunca o casi nunca meditan o leen la Sagrada Escritura y sin embargo, constantemente están embebidos por los mensajes de estas apariciones. Y que las Iglesias donde está el Santísimo Sacramento Real y Verdaderamente presente se encuentran vacías y los lugares de apariciones están llenos).

Para ser santos uno no necesita tener carismas sobrenaturales, como por ejemplo los estigmas. Muchos santos no han tenido ningún carisma extraordinario. Lo importante es el grado de Caridad y de Unión con Dios, así como de docilidad a los planes y Voluntad de Dios.

El vidente o instrumento tiene que tener unas señales de vocación profética, tiene que percibirse que es un hombre o mujer de Dios, estas señales son principalmente:

- Honestidad natural
- Rectitud moral
- Normalidad natural
- Sinceridad transparente

Señales que suelen verse deformadas en uno u otro punto cuando las apariciones son falsas. La falta de sinceridad, la afectación, la desobediencia, etc., son sólo algunos ejemplos que pueden verse en estos falsos videntes...

Falsos videntes

Frente a los verdaderos videntes como los pastores de Fátima, Bernardita, Catalina, etc. tenemos una gran cantidad y gama de falsos videntes "bufones de Satanás", "altavoces de ellos mismos o del Diablo". Podemos decir de ellos que son "anti-profetas". Siempre con riesgos de transformarse en "marionetas" del Diablo "predicador y rezador". Manipulados y manipuladores al propagar la falsa piedad mariana, supersticiosa, temerosa y tumorosa. Borrosas fronteras con el "Satanismo" místico.

Indicio de todo esto que estamos afirmando son la cantidad de apariciones que surgen hoy por doquier. Como ya decíamos al principio, uno de los fenómenos de nuestros días es la falta de fe en el Dios y en la Iglesia verdaderos, así como en la Virgen verdadera (tal y como nos la presenta el Espíritu Santo por la Iglesia, su Esposa), y esto ocasiona que surjan todos estos lugares.

Indicio de falsa aparición es la soberbia de sus instrumentos o videntes, que atacan a la Iglesia, censuran al Papa, a los obispos o a los sacerdotes con el pretexto de que ellos son santos y no los otros.

Indicio de mentira son los montajes o las grandes ganancias, los enriquecimientos de muchos de los videntes u organizaciones que "despluman" a sus seguidores y los dejan incluso en la calle, no olvidemos que el entusiasmo no controlado en mentes "débiles" ocasiona el que los pícaros se aprovechen bien y saquen buena tajada.

Indicio de falsedad son estos videntes que se contradicen, que no están seguros, que afirman cosas o contra el Magisterio de la Iglesia o contra la práctica multisecular de siempre en la Iglesia (por ejemplo llevando a familias enteras a dejar su hogar e irse todos a vivir en comunidad, donde el núcleo familiar queda anulado y como nos dice la Iglesia: "La familia es la Iglesia doméstica"

Indicio de montaje es el "milagrerismo", la "superstición", "la histeria", tan contrarias al Evangelio y que estas nuevas apariciones fomentan constantemente, "milagros" que unos ven y otros no, o unos más claro que otros. En Fátima, por el contrario, el milagro del sol fue claro y tajante y todos lo vieron. Si Dios hace algo sobrenatural lo hace para que todos lo vean claro. El fin del Milagro es demostrar el poder Divino.

Podría decir muchas más cosas, prefiero que con todo lo dicho juzguen ustedes mismos. Que mediten profundamente y pidan luz y gracia al Espíritu Santo para que nos ayude a entender y a comprender todas estas cosas en las que nos jugamos mucho. Que todo contribuya para que llegue el tan deseado y esperando Triunfo del Inmaculado Corazón de María, prometido y anunciado en Fátima, que llegará sólo cuando Dios quiera, cuando Dios lo designe en su Infinita Providencia y Misericordia. A nosotros sólo nos queda vivir el presente, aprovechar el momento actual que Dios nos ha dado, para santificarnos, santificar a los demás y trabajar por la Gloria de Dios.

P. Andrés García Torres

domingo, 18 de octubre de 2009

LA SANTA SEDE Y LA FRATERNIDAD DE SAN PÍO X

Como información al mundo católico en vísperas del diálogo abierto por la Santa Sede y la Fraternidad de San Pío X, a continuación el resumen de una conferencia de Monseñor Fellay sobre el tema en cuestión. Interesante información. Desde aquí sólo cabe rezar por la exhaltación de la Santa Fe Católica y la Restauración tradicional de la Iglesia para bien de las almas.

Reseña de su conferencia de 15 de Octubre.

En una exposición de casi tres horas, el Superior General de la FSSPX desarrolló minuciosamente la historia de las relaciones con la Santa Sede, desde la fundación de la obra hasta la actualidad. Oscilando entre explicaciones doctrinales y un nutrido anecdotario, el obispo Fellay dejó en los oyentes una impresión muy completa de la situación romana y de la Iglesia en general.

Cuando ya habíamos preparado los elementos técnicos, y aún sorprendiendo a las propias autoridades locales, Mons. Fellay no permitió que se registrara su exposición. Fue muy extensa y no hubo diálogo con el público, sino hasta el final, cuando ya muy entrada la noche, más de las 23 hs. los asistentes que quisieran quedarse fueron agasajados con un refrigerio. Allí el obispo dialogó con quienes se acercaron a él.

Pero, evidentemente, no quería ningún registro para la prensa, lo cual se volvió comprensible al ver la naturaleza de la exposición. Para dar una idea –bastante completa por cierto- de las rocambolescas vicisitudes entre Roma y la FSSPX apeló a un nutrido anecdotario, insistiendo reiteradamente en que de muchos de los hechos relatados no podía aportar pruebas, por tratarse de conversaciones telefónicas o personales.

La audiencia siguió atentamente la exposición -en castellano, serena y pausada-, por momentos con alguna dificultad expresiva dado que el obispo suizo no recurrió a ningún texto escrito durante las casi tres rotundas horas de su charla. El silencio y la atención fueron, al menos desde nuestra posición, muy cercana al expositor, absolutos, solo interrumpidos por algunas risas o comentarios en respuesta a las pintorescas anécdotas con las que pintó la realidad romana.

Desconfianza

Después de una breve exposición teológica sobre la Fe, Mons. Fellay remarcó que no existe posibilidad alguna de discutir los contenidos de la Fe, establecidos por la revelación y custodiados por el Magisterio. Pero la actual situación, una especie de sida intelectual y moral del cuerpo eclesiástico hace que la mayoría de sus miembros lejos de defender la Fe hayan perdido todo instinto o reacción católicos, llevando a la Iglesia a un estado que ningún teólogo previamente había creído posible. Sin embargo los hechos están a la vista, y es tan erróneo negarlos como descreer de las promesas de N.S. Jesucristo sobre su protección constante del Cuerpo Místico. Nadie podía haberlo imaginado, parece excesivo, pero en definitiva es Dios quien lo ha permitido y será El quien lo detenga por medio del instrumento que designe.

Insistió el expositor en la desconfianza que la FSSPX tiene respecto a las intenciones romanas, que se fundamentan históricamente en las persecuciones sufridas a lo largo de su historia. Agregó, además, que el caso de la FSSP es paradigmático: hace algunos años, y estando esta congregación en plena regularidad canónica, fue intervenida durante su Capítulo General por Ecclesia Dei, y se designó a uno de sus miembros de la línea más liberal, el P. Arnauld Devillers, desplazando al líder histórico, el P. Bisig, por motivo de su adhesión excluyente a la misa tradicional.

De allí la necesidad, frente a las ofertas de Roma a partir del año 2000, de establecer ciertas condiciones que reconstruyesen la confianza mínima en la seriedad del diálogo, afirmó el obispo. Dos de las muchas posibilidades que se barajaron fueron finalmente planteadas a Roma y concedidas bajo el Pontificado de Benedicto XVI: a saber, la liberación de la Misa Tradicional y el retiro-levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos supérstites de las consagraciones de 1988. Sobre esto último relató el obispo tradicionalista, que el Card. Re. prefecto de los obispos y autoridad natural en la materia, tuvo en su mano el documento en el despacho papal “para ser firmado de inmediato”. Fue producido por una comisión de plena confianza del pontífice, dejando fuera del trámite a los organismos de gobierno competentes, único modo de lograr que el documento prosperase. El Card. Re debió rubricar el texto muy de mala gana y casi sin leerlo, y en menos de tres horas le fue entregado a Mons. Fellay por el Card. Castrillón. De otro modo nunca habría pasado las trabas de la maquinaria burocrática vaticana.

Un papa con las manos atadas

Del rico anecdotario relatado, llama la atención la admisión en privado de muchos prelados y hasta de los dos últimos papas respecto a la nula fundamentación legal que tenía la prohibición práctica de la celebración de la Misa. Las excusas para no haber aclarado antes el tema, relató Mons Fellay, fueron la oposición de las segundas líneas de los dicasterios romanos (secretarios y subsecretarios) y la de algunas conferencias episcopales, en particular la alemana y la francesa

Le concesión total de la misa y parcial (por no haber utilizado los términos de nulidad sino de revocación) de las excomuniones, reiteró el expositor, siempre han sido pedidas para provecho de los católicos en general, no de la FSSPX. En el primer caso, la misa, no variaría en absoluto la situación de sus miembros y fieles. En el segundo, dijo el obispo, usando una metáfora, “las excomuniones nos hacen lo que el agua al pato: resbalar por sus plumas”. Nunca se tomaron por válidas ni causaban resquemor de conciencia. Sin embargo constituían un enorme obstáculo para el apostolado.

Puertas que se abren

Mons. Fellay ha destacado que la situación de la Iglesia está en un momento de transición, en el cual la ola conciliar va decayendo junto con las generaciones que hicieron posible y luego aplicaron el Concilio, y se ve nacer una ola más conservadora, especialmente en las jóvenes generaciones de seminaristas y sacerdotes. Las turbulencias de esos dos movimientos, uno que muere y otro que nace, son las que se sufren hoy, particularmente en foma gran confusión sobre lo que está pasando, por un lado interesante y esperanzador y por otro tremendo y obstinadamente sostenido.

En tanto, la generación “dura” de las reformas posconciliares, la que ha recibido con entusiasmo los cambios, está ahora en los puestos de comando, tales como obispados o cargos administrativos de la Santa Sede, desde donde obstaculizan los planes de reordenamiento del Papa Benedicto. Comentó casos concretos de esta permanente acción obstaculizadora.

Considera el prelado que las esperanzas de una restauración de la Iglesia, por vías humanas, es decir, no mediando una intervención directa de Dios, pueden comenzar a verse realizadas en un término de unos quince años, cuando la actual generación posvaticano II haya sido desplazada por razones de edad.

Destacó el caso de numerosos seminaristas que enfrentan a sus profesores invocando las encíclicas papales preconciliares y exigiéndoles se definan o expliquen las contradicciones con sus enseñanzas. Esto ha llevado a un grado tal de tensión que en un caso, el Seminario Francés de vocaciones tardías, se llegó a la clausura ante la imposibilidad de lograr que los estudiantes acatasen a ciegas la enseñanza conciliar.

Benedicto XVI

Respecto al Papa, Mons. Fellay destacó su integridad moral, y su deseo de corregir algunos aspectos de la crisis: a saber, la decadencia litúrgica, la vida religiosa, la falta de identidad sacerdotal. Por eso protege a los que le solicitan volver a las reglas monásticas preconciliares o al rito tradicional, de los cuales casos citó Mons Fellay algunos. Insistió, además, en las contradicciones en materia doctrinal, como por ejemplo la insistencia en la reconciliación con el mundo y la libertad religiosa según se entiende modernamente.

Destacó también las graves dificultades del Papa para gobernar: primero por su deseo de consensuar sus decisiones con el sector progresista. En segundo lugar, porque no ha querido o no ha podido relevar a muchos funcionarios de la Curia que ponen piedras permanentemente en su camino. Por fin, marcó muy acentuadamente la complejidad de la personalidad del Pontífice, que adhiere a muchas formulaciones doctrinales que el Magisterio clásico ha condenado: por ejemplo, el asumir los “valores” del liberalismo, su concepción de la relación Iglesia-mundo, el ecumenismo, atenuado ligeramente por la preferencia del Pontífice de un diálogo con los ortodoxos más que con los protestantes y finalmente su concepción de la libertad religiosa como un derecho. En definitiva, su apego a los puntos más cuestionables del Concilo Vaticano II. Lo que sin embargo no le impide trabajar arduamente en la reforma de la liturgia nueva, de la que un allegado al Pontífice le manifestó “debe desaparecer”, aunque de un modo gradual, por medio de cambios que la vuelvan más cercana a la tradicional.

Finalmente, ese mismo día se había anunciado el primer encuentro de las comisiones teológicas en Roma, para el 26 de octubre. La de la FSSPX presidida por Mons. Alfonso de Galarreta y tres sacerdotes. Mons. Fellay aseguró que después de haber recibido múltiples ofertas de regularización canónica, y habiéndolas rechazado a todas por diversos motivos, se produce finalmente un hecho asombroso: Roma acepta discutir la doctrina del Vaticano II, al que no considera dogmático sino pastoral, y por tanto modificables.

Al establecer estas discusiones en el más alto nivel, el Papa da a la FSSPX el rango de interlocutora autorizada de quienes tienen objeciones doctrinales sobre los textos mismos, no meramente sobre abusos o lecturas erroneas, terreno en el que se mueve generalmente el ala conservadora de la Iglesia. Los teólogos designados por Roma son considerados “ultraconservadores” por los progresistas, quienes no dudan en llamar a la rebelión ante el temor de que el Papa caiga bajo la influencia del movimiento tradicionalista. De hecho así lo temen, lo declaran y contra ello actúan en sus permanentes ataques a la FSSPX y al Papa. Los obispos alemanes han pedido reiteradamente al Papa que vuelva a excomulgar a los obispos que confieren órdenes sacerdotales e incluso, uno de los más importantes sugiere que antes de fin de año habrán logrado el documento de excomunión.

Respecto a los resultado de estos encuentros, Mons. Fellay manifestó una prudente cautela. No se busca ningún acuerdo práctico, sino la corrección de los errores del Vaticano II. Lo cual puede producir consecuencias impredecibles. Calificó de “loco” este empeño desde un punto de vista meramente humano, pero cuya necesidad queda avalada por los hechos, visiblemente llevados por la Providencia. En lugar de reclamar desde lejos, y frente a la hasta hace poco impensable invitación romana a las discusiones doctrinales, ha dicho Mons. Fellay, es un deber ir sólidamente preparados para fundamentar los puntos que se pongan en discusión, y encomendar todo a la oración y el sacrificio, particularmente por medio de la campaña de 12 millones de Rosarios.

Humanamente “loco”, el empeño de disuadir a los romanos de sus errores doctrinales ha causado un profundo disgusto de los progresistas, más que disgusto odio, señaló Mons. Fellay, y que cada día más claramente llaman a la rebelión contra el Santo Padre.

Mons. Fellay, finalmente, llamó a la oración, la penitencia y la confianza en Nuestra Señora del Santo Rosario de Fátima, bajo cuyo patrocinio ha quedado el buen suceso de las discuciones.

Marcelo González

jueves, 15 de octubre de 2009

SANTA TERESA DE JESÚS

“Todos los que militáis
debajo de esta bandera
ya no durmáis, no durmáis,
pues que no hay paz en la tierra.

Si como capitán fuerte
quiso nuestro Dios morir,
Comencémosle a seguir
pues que le dimos la muerte.

¡Oh qué venturosa suerte
se le siguió de esta guerra!
Ya no durmáis, no durmáis,
pues Dios falta de la tierra.

¡No haya ningún cobarde!
¡Aventuremos la vida!
Pues no hay quien mejor la guarde
que el que la da por perdida.

Pues Jesús es nuestra guía,
y el premio de aquesta guerra.
Ya no durmáis, no durmáis,
porque no hay paz en la tierra”

Santa Teresa de Jesús

lunes, 12 de octubre de 2009

HONRADA SEA LA HISPANIDAD: LA PROFECÍA DE MAGALLANES

El mar estaba inquieto, el cielo oscuro
por nubes cenicientas apagado,
con fulgor inseguro,
empezaba a asomarse la alborada;
cerrando los Confines de Occidente,
brotaban de las sombras lentamente
las titánicas cumbres de los Andes,
y en toda su hosquedad Naturaleza
mostraba la magnífica fiereza
con que sabe vestir los hechos grandes.

Y entre esa majestad, sobre las olas
que el continuo vaivén tornaba pálidas
las cuatro carabelas españolas
se alzaban atrevidas y gallardas;
sobre la inmensa superficie solas,
las quillas en el mar, la enseña al viento
lanzaban en su arrojo un desafío
al oscuro nublado, al mar bravío,
al ígneo rayo y al ciclón violento.

¡Jamás ante el poder de un elemento
temblaba aquella Raza de titanes!
Hasta el mar cuando fiero se alborota
humilla su poder ante una flota
como aquella de Hernando Magallanes.

El era su Almirante. Sobre el puente
de la nave izadora de la enseña
iba el bravo marino, alta la frente,
la mirada aguileña
escrutando orgullosa el Occidente:
es que allá, separados los pilares
que forman la gigante cordillera,
dejaban paso abierto hacia otros mares,
es que la audaz quimera
que en su mente genial alentó un día
ante la faz de la Creación entera
proclamando su gloria se cumplía...

Magallanes habló; sus ojos de ave
brillaban encendidos de entusiasmo,
los bravos marineros de la nave
le escuchaban hablar, mudos de pasmo,
y aun las nubes que en lo alto se cernían,
y hasta el agua sin fin del mar Atlante
absortas parecían
escuchando la voz del Almirante.

–¡Ya es hora! –dijo–. ¡Un mundo nos espera
tras del que hoy se divide a nuestro paso¡
Sigamos nuestra ruta aventurera
por los mares ignotos al acaso!
Es infinito el mar, la vida corta,
nuestro poder, pequeño,
¡pero no os arredréis! ¿Qué nos importa
que se acabe la vida en el empeño?
¡No importa que muramos! Las estelas
que dejan nuestras raudas carabelas
jamás han de borrarse; por su traza
vendrán para buscar nuevos caminos
otros bravos marinos
de nuestra Religión y nuestra Raza;

De España y Portugal, la raza ibera
cuyos hijos, unidos como hermanos,
a la sombra van hoy de una bandera;
portugueses e hispanos,
bogamos juntos tras la misma suerte...
Españoles, ¡quién sabe si algún día
se unirá vuestra Patria con la mía
en un lazo de amor eterno y fuerte!

Calló; todos callaban
de solemne estupor sobrecogidos;
los bravos corazones palpitaban
con rápidos latidos,
y tendiendo los brazos a Occidente,
por donde un nuevo mundo aparecía,
el marino vidente
acabó la asombrosa profecía:

– Esas costas y esotras cordilleras
también serán iberas
cuando naves de Iberia con sus quillas
surquen aquel Estrecho que allí asoma;
desde las dos orillas
les darán parabienes en su idioma...
¿Qué importa nuestra muerte si con ella
ayudamos al logro de este sueño?
Si la muerte es tan bella,
¿qué importa sucumbir en el empeño?..
¡Adelante, hijos míos!
–gritó transfigurado, el Almirante–.
Y los cuatro navíos
temblaron a las voces de: –¡Adelante!..

Hincháronse las velas;
en el mástil derecho
la enseña tremoló, las carabelas
embocaron audaces el Estrecho...
Y entonces, estallando de repente
la fiera tempestad que amenazaba,
rugió por los espacios imponente


cual monstruo colosal que se destraba;
aullaba el huracán, el mar bramaba
alzándose feroz en ronco estruendo
y la Creación entera parecía
que presa de pavor se estremecía
ante el empuje del ciclón tremendo.

¡Era un himno triunfal que nubes y olas
con su música fiera
cantaban a las naves españolas,
embajadoras de la Raza Ibera!

José Antonio Primo de Rivera

domingo, 11 de octubre de 2009

HOMENAJE A MOSSÉN MARINÉ EN SU 90 CUMPLEAÑOS


El próximo día del Pilar cumplirá 90 años un benemérito sacerdote del clero de Barcelona: mossèn José Mariné Jorba. Este nombre suscita sentimientos de admiración, de afecto y de gratitud. La larga vida de mossèn Mariné ha sido y continúa siendo un constante ejemplo de regularidad, de autodisciplina, de caridad silenciosa, de celo por las almas, de devoción a la Iglesia y de amor a Dios. En todas las iglesias por las que pasó en su vida activa como cura párroco (que lo fue por oposición, conservando el título de párroco emérito en su retiro) dejó una profunda huella, siendo aún recordado por sus feligreses (desde Santa Coloma de Gramenet hasta San Félix Africano) con cariño y nostalgia. Dígalo especialmente la comunidad gitana, que halló siempre en él a un defensor y un solícito padre, muy por encima de los prejuicios de raza y las mezquindades de corazones estrechos.

Nació José Mariné Jorba el 12 de octubre de 1919, año de efervescencia social en Barcelona (recuérdese la famosa vaga de la Canadenca, que provocó la caída del gobierno Romanones), en el seno de una familia relativamente acomodada. Desde pequeño sintió la vocación sacerdotal, ingresando en el seminario menor diocesano, donde en seguida destacó por su inteligencia, su facilidad para los estudios y por su visión práctica de las cosas. A los quince años tuvo una experiencia que lo marcó profundamente: su encuentro con el entonces cardenal Eugenio Pacelli. Fue durante la breve visita que el legado papal y secretario de Estado de Pío XI hizo a la Ciudad Condal a su regreso del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, por invitación del general Batet, gobernador militar de Barcelona. El obispo, monseñor Manuel Irurita y Almandoz (martirizado más tarde durante la Guerra de España), decidió llevar a sus seminaristas para saludar al cardenal Pacelli a su llegada, el 1º de noviembre de 1934. Dejemos que sea el propio interesado quien nos lo cuente:

“Corría el año 1934, cuando el papa Pío XI envió en representación suya al Cardenal secretario de Estado, Eugenio Pacelli, a presidir en su nombre el Congreso Eucarístico de Buenos Aires en Argentina. En su travesía de regreso desde la Argentina el barco en el que viaja el Cardenal hizo una escala en la estación marítima del puerto de Barcelona. Éramos muchos los que fuimos a saludarle: estaban presentes las autoridades civiles y multitud de gente. El seminario en pleno fue a la estación marítima. El Cardenal bajó del barco y fue saludado por todos. Pudimos comprobar el gran prelado que era y su gran dignidad como persona. A mí personalmente me quedó grabado para siempre este maravilloso momento. Yo era tan sólo un adolescente y estaba en el seminario menor. Este acontecimiento marcó mi vida y reafirmó mi vocación sacerdotal. Pasaron los años y ya ordenado sacerdote, durante una peregrinación a Roma, pasando el Papa delante de mí en la silla gestatoria, logré alcanzar su mano. Grande era el gozo y el entusiasmo de la gente pero para mí fue una experiencia única”.

En 1936, con el estallido de la guerra, el Seminario Conciliar fue saqueado y convertido en sede de las llamadas “Juventudes Libertarias”, funcionando también como albergue de refugiados de guerra, hospital y campo de prisioneros. Los seminaristas se dispersaron, lo mismo que sus profesores, aunque varios de ellos, encabezados por el rector, mossèn Josep Maria Peris (hoy beato), sufrirían martirio. El clérigo Mariné se salvó por su juventud y porque sabía conducir, siendo destinado a tareas de transporte. Al llegar la paz en 1939, se reintegró a la vida eclesiástica y reanudó sus estudios, siendo ordenado sacerdote en 1944 por el Dr. Gregorio Modrego Casaus, obispo de Barcelona. Siempre ha conservado un grato recuerdo y una profunda admiración por este prelado, que fue el que restauró la vida católica en la capital catalana y la llevó a su apogeo. Mossèn Mariné recordaría siempre el gran impacto que produjo el XXXV Congreso Eucarístico Internacional de Barcelona de 1952, en el curso del cual sería ordenado el que iba a convertirse años más tarde en amigo y compañero de ruta: mossèn Pedro Muñoz Iranzo (fundador del Oasis de Jesús Sacerdote).

La vida pastoral del que era llamado con afecto el Padre Mariné fue fecunda. Como ya se dijo, fue párroco por oposiciones, lo que da la medida de su mérito y de su ciencia. Se preocupaba no sólo de la salud de las almas, sino también del bienestar material de sus ovejas, a las que muchas veces ayudaba confiando en la Providencia (que nunca le defraudó). Se preocupó especialmente por las vocaciones sacerdotales, que fomentó mediante la creación de becas que sufragaba de su peculio. Ha sido siempre un gran apóstol del sacerdocio católico. Lo fue especialmente en los difíciles tiempos postconciliares, en los que se dio el triste fenómeno de la pérdida de identidad sacerdotal en muchos miembros del clero. Para contrarrestarlo se fundó en julio de 1969 la Hermandad Sacerdotal Española, en la que tomó parte muy activa mossèn Mariné junto al Dr. Ramón Serinanell (autor de un libro con el elocuente título de No podemos claudicar).

La defensa del sacerdocio católico supone naturalmente la de la misa, ya que el sacerdocio es por y para la misa. Por eso, no es de extrañar que el Padre Mariné se constituyera también en defensor del venerable rito de la Tradición, en el cual había sido ordenado. Fue de los pocos en comprender y sostener que Pablo VI, al promulgar su Novus Ordo, no prohibió la misa llamada tridentina (lo que declararía Benedicto XVI cuatro décadas más tarde) y actuó en consecuencia. No dejó de celebrar ésta, pero tampoco se negó a celebrar aquél. En su parroquia de San Félix Africano siempre convivieron los dos ritos: el clásico y el moderno. Por supuesto, el segundo se llevó a cabo siempre con gran dignidad y perfecto respeto de las rúbricas, en lo que hoy llamaríamos “hermenéutica de la continuidad”. A pesar de ser repetidamente denunciado por otros sacerdotes, nunca le fue impedido a mossèn Mariné seguir celebrando de acuerdo con el Misal tradicional, ni bajo el cardenal Jubany (que le apreciaba sinceramente a pesar de sus discrepancias de línea de pensamiento) ni bajo el cardenal Carles (que no le hizo justicia, a pesar de ser más afín a su mentalidad).

Estuvo en contacto con los principales movimientos a favor del mantenimiento de la Tradición Católica, particularmente el encabezado por monseñor Marcel Lefebvre, a quien conoció y trató. Patrocinó algunas vocaciones españolas en el seminario de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X en Ecône (Suiza), pero ello no le impedía hacerlo con otras vocaciones en seminarios que ofrecían, a su juicio, garantías de ortodoxia, como el de Toledo o el de Orihuela. Una gran virtud que ha de reconocérsele es la de no haberse dejado cegar nunca por las instituciones, manteniendo una línea invariable de fidelidad a la Iglesia y al Papa, piedra de toque, para él, del verdadero catolicismo. Ello no le ha impedido proceder con una sana independencia y una exquisita caridad para con todos, incluso cuando ha juzgado que estaban equivocados. Ha sido siempre reprensor del pecado y comprensivo con el pecador.

En la Pascua de 1995, cumplidos los setenta y cinco años de edad, pasó al retiro al aceptársele la carta de dimisión que había enviado por fórmula, en acatamiento del Derecho Canónico, al cardenal Carles, arzobispo de Barcelona. Fue para el Padre Mariné un revés inesperado en su larga carrera, ya que no comprendía cómo, habiendo escasez de sacerdotes y sintiéndose con fuerzas para continuar su apostolado como párroco, se le jubilaba tan rápidamente. No contentándose con una vida vacía de actividades pastorales, se dedicó a atender la Capilla de la Adoración de la Santa Faz en la calle Junqueras de Barcelona, en la que decía la misa diariamente. También se desempeñó –hasta tiempo reciente– como capellán en el Tanatorio de Sancho de Ávila, llevando el consuelo a los deudos de los difuntos mediante misas o responsos en los que brillaba por lo conmovedor y humano de sus homilías, que nunca fueron pretenciosas ni dadas a las florituras oratorias, sino más bien llanas, cercanas y que llegaban al alma. Incluso personas alejadas de la religión han declarado haberse sentido tocadas por el verbo del Padre Mariné.

En 1998 dejó de servir la Capilla de la Santa Faz y pasó a ser rector de la Capilla de Nuestra Señora de la Merced y de San Pedro Apóstol (calle Laforja), oratorio de propiedad privada, al que el entonces obispo auxiliar de Barcelona, monseñor Joan Carrera, concedió –a petición de la Asociación Cultural Roma Aeterna– el indulto previsto por el motu proprio Ecclesia Dei de Juan Pablo II, para que se pudiera decir sin problemas la misa según el Misal Romano tradicional de 1962. Las relaciones con la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, en cuya circunscripción se alza la Capilla de la Merced, fueron siempre cordiales. Barcelona pudo gozar, pues, una de las dos únicas concesiones que se hicieron en España de la celebración del rito romano clásico (la otra fue a favor del Instituto de Cristo Rey en Madrid) durante años, antes de que fuera éste liberalizado por Benedicto XVI en 2007. Gran parte del mérito fue, por supuesto, de mossèn Mariné, quien aseguró el culto diario en la capilla de la calle Laforja (en la foto el altar sobre el que tantas veces ha celebrado su misa) hasta que su delicado estado de salud se lo impidió temporalmente hace pocos meses.

Pero su celo sacerdotal no se ha limitado, en todo este tiempo de su “retiro”, a la misa y a la celebración de exequias. Su dedicación a las confesiones es conocida: nunca ha despachado a nadie con prisas y siempre ha oído pacientemente a sus penitentes, incluso a costa de su descanso. Otro rasgo ejemplar de su labor sacerdotal es la disponibilidad para el auxilio espiritual de enfermos y moribundos. Sea la hora que sea, siempre ha estado dispuesto a acudir al pie del lecho del dolor para musitar unas palabras de reconforto a los oídos dolientes y ayudar a preparar el último y decisivo viaje a los agonizantes. De ello pueden dar fe muchos que han recurrido al Padre Mariné, incluso en horas intempestivas, y nunca han recibido un “no” por respuesta, quedando edificados de la diligencia de un anciano octogenario en atender sus ruegos a favor de sus enfermos. De más está decir que este apostolado de la Buena Muerte ha producido varias conversiones.

Recientemente, la salud del Padre Mariné se ha visto afectada por una dolencia cardíaca que arrastra desde hace años, pero resiste aún, a sus flamantes noventa años, gracias a la fuerza de su ánimo (que permanece siempre joven) y a su inquebrantable fe. Ha debido reducir al mínimo su ministerio, pero todavía celebra la misa, que ha sido siempre el centro de su vida sacerdotal. Honremos en este venerable sacerdote barcelonés a un gran servidor de Dios y de la Iglesia y a un insigne defensor de la misa clásica. Como recuerdo personal, nos viene a propósito a la memoria la imagen del Padre Mariné “plantando su pica en Flandes”, cuando, en el curso de la peregrinación a Roma con motivo del Jubileo del 2000 (de la que formamos parte y que el presidía), celebró la misa (en memoria de Pío XII) según el rito tridentino en el altar de la Madonna Salus Populi Romani (Capilla Paulina) de la basílica de Santa María la Mayor. Y eso que faltaba aún tiempo para el motu proprio Summorum Pontificum. Pero nadie se atrevió a interrumpirlo: con su serenidad y su decisión habituales dijo su misa, que atrajo a multitud de peregrinos de varios países, que sintieron la fascinación de un rito que sabe Dios desde cuándo no se celebraba en la Basílica Liberiana. Que Dios premie al Padre Mariné una vida sacerdotal plena, llevada con gran dignidad y sentido sobrenatural, y que ella redunde en beneficio de nuestras almas. Ad multos annos!

Tomado de Miscellanea Catholica

jueves, 8 de octubre de 2009

DEMOCRATISMOS (I)


Espacio para reflexionar sobre la estimulación intelectual de la democracia. Bajo el título "Democratismos" encontrará el lector varias entregas, cada día más suculentas, del nivel intelectual, cultural y académico que la democracia forja en sus demócratas. Lloren o rían. Es lo que hay.



Publicado en un informe escolar de España. Cómo contestan los exámenes los chavales españoles. Turno para las ciencias:



P.- Movimientos del corazón.
R.- El corazón siempre está en movimiento, solo está parado en los cadáveres.

P..- Movimientos del corazón (otra respuesta).
R.- De rotación alrededor de sí mismo y de traslación alrededor del cuerpo.

P.- Huesos de la pantorrilla.
R.- Está formado por el hueso más largo del cuerpo, que es el fémur, que va desde el omoplato hasta la rótula.

P.- El cerebro.
R.- Las ideas, después de hablar, se van al cerebro.

P.- Ejemplo de parásito interno .
R.- Las vísceras.

P.- Un parásito interno del hombre.
R.- El langostino.

P.- Músculos del cuello.
R.- Electrocleidomésticos.

P.- Capacidad pulmonar.
R.- Es de unos cinco mil litros.

P.- Reproducción sexual.

R.- Para que se provoque la FERMENTACIÓN , tienen que estar el órgano masculino dentro del femenino.

P.- Antibióticos.
R.- El alcohol, algodón y agua oxigenada.

P.- Estimulantes del sistema nervioso.
R.- El café, el tabaco y las mujeres

P.- Odontólogo.
R.- Carnívoro que se alimenta de presas vivas.

P.- Pediatra.
R.- Médico de pies.

P.- Definición de rumiantes.
R.- Son los que eruptan al comer.

P.- Marsupiales.
R.- Los animales que llevan las tetas en una bolsa.

P.- Aves prensoras..
R.- Son las aves que viven en las 'prensas', sitos donde hay mucha agua.

P.- Aves prensoras (otra buena).
R.- Tienen bonitos coloridos, como el cuervo..

P.- Ejemplos de nematoceros (mosquitos).
R.- El 'buo', el 'buo' real y el mochuelo.

P.- El alantoides.
R.- Es una especie de rabo que tiene el pollo para respirar.

P.- Reptiles.
R.- Son animales que se disuelven en el agua.

P.- Ejemplo de reptil.
R.- La serpiente 'Putón'

P.- Anfibios.
R.- La rana tiene una hendidura cloacal, por la cual lanza el típico sonido 'cloac, cloac'.

P.- Moluscos.
R.- Son esos animales que se ven en los bares, por ejemplo el cangrejo.

P.- División de los moluscos.
R.- Gasterópodos, bivalvos y simios.

P.- Partes del insecto.
R.- Son tres: in-sec-to

P.- La abeja.
R.- Se divide en reina, obreras y 'zagales'.

P.- ¿Conoces algún vegetal sin flores?
R.- Si, conozco algunos.

P.- Las algas.
R.- Son animales con caracteres de vegetales.

P.- Fases de la Luna.
R.- Luna llena, luna nueva y menos cuarto.

P.- Formación de las cordilleras.
R.- Las montañas no se forman en uno o dos días, tardan mucho tiempo en formarse.

P.- ¿Qué río pasa por Viena?
R.- El Vesubio azul.

P.- Afluentes del Duero por la derecha.
R.- Son los mismos que por la izquierda.

P.- Glaciares
R.- Pueden ser por erosión y por defunción.

P.- Volcanes.
R.- En Mallorca está el Teide. El agua de mar se solidifica y sale por el cráter.

P..- Productos volcánicos.
R.- Las bombas atómicas.

P.- Cómo se llaman los habitantes de Ceuta.
R.- Centauros..


Continuará...

miércoles, 7 de octubre de 2009

BATALLA: LEPANTO; ARMA: EL ROSARIO.


Aunque ha sido muy célebre esta devoción del Rosario desde el tiempo de Santo Domingo, se hizo más célebre con ocasión de la famosa batalla naval de Lepanto, que se ganó por intercesión de nuestra Señora, y particularmente por la devoción de su santo Rosario, la cual, siendo tan sabida, no hay para qué referirla aquí de propósito, y siendo muy propia de la fiesta de hoy no se puede callar del todo, y por eso diré la suma de ella.

Después que Selim II de este nombre, gran turco, rompió las paces con la república de Venecia, y viéndose señor del mar por la multitud de sus naves y soldados, se señoreó del reino de Chipre, y empezó a hacer hostilidades y estragos en los cristianos, el santísimo Pontífice Pio V procuró unir todas las armas católicas contra el enemigo común de la cristiandad que deseaba dominarlo todo con su poder, y presumía eclipsar con sus lunas las luces clarísimas de nuestra fe. Excusáronse los otros príncipes cristianos, y solamente el rey católico Felipe II se coligó con el Papa y con la república de Venecia para oponerse a tan formidable enemigo. Dispúsose una poderosa armada, de la que iba por general D. Juan de Austria, hijo del invicto emperador Carlos V, en quien parecía herencia el valor y patrimonio el vencer. Buscó la armada católica a la turquesa, que esperaba en el golfo de Lepanto. Los turcos contaban doscientas treinta galeras reales, con otras muchas galeotas y vasos menores; los cristianos llevaban más de doscientas galeras: ochenta y una del rey de España, ciento nueve de Venecia, y doce del Sumo Pontífice, tres de Malta y otras de caballeros particulares. Al llegar nuestra armada a vista de la del enemigo, el viento, que para los turcos era favorable y para los cristianos contrario, amainó casi de repente, empezando ya a desfavorecerles este elemento, y el mar se sosegó, como si pretendiera ver con reposo los dos más poderosos ejércitos del mundo disputarse sobre la posesión de él. El de los turcos era muy superior en número; el de los cristianos era mayor en el valor: los turcos presumían alistarse debajo de sus banderas la fortuna, hinchados con repetidas victorias; los cristianos sabían qué venía con ellos la justicia de la causa; ambas armadas tenían presente la batalla y el riesgo, y esperaban la victoria y el triunfo; pero los infieles lo esperaban de su valor y los fieles del favor divino. Por esto, ya que se acercaban a tiro de cañón, mandó su alteza enarbolar un crucifijo y muchas imágenes de Nuestra Señora, y todos, puestos de rodillas hicieron oración a Dios, poniendo por intercesora a la Virgen, suplicándole que no diese la victoria a sus enemigos por castigar a los que le confesaban y llamaban arrepentidos de sus culpas. Luego, habiendo esforzado los dos capitanes a sus soldados, y dado la señal de aceptar de ambas partes la batalla con dos tiros de bombarda, se acometieron las naves con increíble ímpetu, y se peleó por espacio de dos horas con extraño valor, con diferentes sucesos, ya prósperos, ya adversos, como los lleva la guerra, sin saberse aún dónde estaba la victoria, hasta que se reconoció en nuestra armada, y se fue declarando tanto por los cristianos, que en breve tiempo quedó desbaratada y deshecha la armada de los turcos; treinta mil con su bajá muertos, diez mil cautivos, ciento ochenta naves presas, noventa sumergidas, quince mil cristianos rescatados, casi trescientos tiros de artillería tomados; el despojo de dineros, joyas y armas no tiene precio ni número; y lo principal fue cobrar las armas católicas la reputación perdida, y perder las mahometanas la soberbia y confianza ganadas en muchas victorias. Murieron de nuestra parte seis mil hombres, por lo cual fue esta batalla la más célebre que han conseguido en el mar los cristianos, y no sé si vio antes primera, ha visto después segunda en sus campañas el elemento del agua.

Debióse esta insigne victoria a las oraciones de San Pío V y de la cristiandad, donde el Santo Pontífice les mandó hacer; y fuera del valor de los soldados cristianos, ayudó mucho la devoción y celo con que confesados y bien dispuestos entraron en la batalla, para morir defendiendo la fe, si Dios por nuestras culpas diese a los infieles la victoria; y principalmente se debió a la intercesión de la sacratísima Virgen María nuestra Señora, singular patrona de las batallas, a quien el Sumo Pontífice encomendó esta empresa, y el general y capitanes hicieron diversos votos. Consiguióse esta victoria en el primer domingo de octubre de 1571, día que la religión de Predicadores tenía consagrado, como todos los primeros domingos de cada mes, al culto de nuestra Señora del Rosario; y en éste, especialmente encomendaba a Dios el buen suceso de las armas católicas, por mandado del Sumo Pontífice San Pío V, el cual, en reconocimiento de tan señalada merced como recibió toda la cristiandad de la Madre de Dios, consagró este día a su culto, con título de "Santa María de la Victoria"; y Gregorio XIII, que le sucedió, mandó que se celebrase cada año, en el primer domingo de octubre, en todas las iglesias del orbe cristiano donde hubiese capilla o altar de nuestra Sñora del Rosario, fiesta a nuestra Señora con título del Rosario, por haberse alcanzado esta victoria por su devoción. Confirmó esta fiesta Clemente VIII, y últimamente nuestro Santísimo Padre Clemente X; a instancia de la reina nuestra señora doña Mariana de Austria. Y se fijó definitivamente para el día 7 de octubre, día de la grandiosa victoria de Nuestra Señora con su arma invencible de todos los tiempos: Su Santísimo Rosario.

R. P. Rivadeneira S. I.
"Vida y Misterios de Nuestra Señora"

sábado, 3 de octubre de 2009

LENGUAJE DE CRISTO CLARO Y FUERTE

Cristo habla con autoridad. Es el «Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho»… Es, pues, el Autor de la creación y de la nueva creación, «el Primogénito de toda criatura» (Col 1,15), «el Autor de la vida» (Hch 3,15). Él es eternamente la Palabra del Padre, y lo es también en cuanto hombre: «según me enseña el Padre, así hablo» (Jn 8,28). ¿Cómo el Autor no hablará a los hombres con autoridad absoluta y plena?

Cristo nunca opina, jamás argumenta laboriosamente para fundamentar su enseñanza. Afirma y niega, simplemente. Nunca ofrece su doctrina como «una más», sino como la Verdad y el Camino único que lleva a la vida. «Habéis oído que se dijo a los antiguos… Pero yo os digo…» (Mt 5,21-22). «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mt 24,35). Algunos rabiaban de verle hablar y obrar con tal autoridad (Jn 2,18). Pero en cambio la muchedumbre «se maravillaba de su doctrina, pues la enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas» (Mc 1,22).

Por otra parte, Jesús autoriza sus palabras «increíbles» con sus milagros patentes. «Yo soy el pan vivo bajado del cielo», y multiplica los panes (Jn 6). «Yo soy la Luz del mundo», y da la vista a un ciego de nacimiento (9). «Yo soy la Vida», y resucita a un muerto de cuatro días (11). Por eso dice: «si hago las obras de mi Padre, ya que no me me creéis a mí [a mi palabra], creed a las obras» (10,37-38). En Cristo palabras y obras coinciden y se confirman mutuamente.

Jesús centra en sí mismo la predicación del Evangelio. Y es que propiamente Él es el «evangelio», la buena noticia, «la gran alegría» que los ángeles anuncian por primera vez (Lc 2,10). En su predicación Él se presenta como Cordero de Dios, Enviado del Padre, para quitar el pecado del mundo, Salvador nuestro único, Pastor bueno, Vid santa que vivifica los sarmientos, Camino, Verdad y Vida, luz del mundo, resurrección y causa de vida eterna, Pan vivo bajado del cielo, bebida espiritual, manantial incesante de agua viva, epifanía plena de Dios: «quien me ve a mí, ve al Padre» (Jn 14,9). Su Evangelio es simple: «ésta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo» (17,3).

El lenguaje de Cristo es suave y amoroso porque Él es la epifanía suprema del amor que Dios tiene a los hombres (Tit 3,4). Por eso en su predicación hallamos palabras de infinita dulzura: «hijitos míos» (Jn 13,33), ya no os digo siervos, sino amigos (15,15), sois para mí «como mi madre y mis hermanos» (Lc 8,21; cf. Mt 12,50), «voy a prepararos un lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy, estéis también vosotros» (Jn 14,2-3). Jesús considera a sus discípulos como los hombres que Dios le ha dado: «lo que mi Padre me dió es mejor que todo» (10,29). Y tanto se identifica con ellos que quien les recibe o les rechaza a ellos, le reciben o rechazan a Él mismo (Mt 10,40). Él vive por el Padre, y nosotros vivimos por Él (Jn 5,26; 6,57).

Hago notar, sin embargo, que en el lenguaje de Cristo no son frecuentes las declaraciones verbales de su amor. En el lenguaje de San Pablo, p.ej., estas efusiones afectivas son mucho más frecuentes. Cristo expresa su amor sobre todo por los hechos: Él es el Buen Pastor que «entrega su vida» por quienes ama (Jn 10), y no hay amor posible mayor que éste (Jn 15,14).

La benignidad de Cristo en sus palabras y sus obras se manifiesta especialmente

–hacia los pobres, los enfermos, los pequeños, los niños (Lc 10,31; 18,15-17).

–hacia los pecadores débiles, aquellos que por debilidad han caído y permanecen en graves pecados de fornicación, de avidez de riquezas, etc. La bondad de Cristo es inmensa, indecible, por ejemplo, con la samaritana (Jn 4), con la mujer adúltera (Jn 8,3-11), con el rico Zaqueo (Lc 19,1-10). La delicadeza con que trata a estos pecadores escandalosos es verdaderamente deslumbrante, es algo nuevo –revelación de la Bondad divina–, que desconcierta y causa escándalo entre los hombres: «¿cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores» (Mt 9,11-12).

–en otros actos y enseñanzas. Cristo es el buen Pastor, que conoce por su nombre a cada una de sus ovejas y da la vida por ellas (Jn 10), que busca y trae alegre sobre sus hombros la oveja perdida (Lc 15,5). Él revela en sí mismo la bondad de Dios en la parábola del hijo pródigo y en tantas otras. Él manda no quebrar la caña cascada, ni apagar la mecha vacilante (Mt 12,20). Demora talar una higuera infructuosa (Lc 13,8), frena la ira de Santiago y Juan, que quisieran ver arrasada la aldea samaritana que no los recibe (Lc 9,51-56), etc.

Cristo habla a los hombres con absoluta claridad. Les dice que todos son pecadores, pecadores de nacimiento, y que de ningún modo pueden salvarse por sí mismos (Jn 15, 5). Que precisamente Él ha sido enviado por el Padre «para buscar a los pecadores» (Mc 2,17), para ofrecerles una conversión por gracia divina, por una gracia gratuita que ellos han de recibir. Pero les avisa claramente que si rechazan ese don celestial precioso, se condenarán todos sin remedio.

«Vosotros sois malos» (Lc 11,12). Vosotros sois «una generación mala y adúltera», que exige milagros para creer (Mt 16,4). «Vosotros queréis matarme, a mí, que os ha hablado la verdad que oyó de Dios… Vosotros tenéis por padre al diablo, y queréis hacer los deseos de vuestro padre, que es homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad… A mí no me creéis porque os digo la verdad» (Jn 8,40-45). Yo he venido a buscar los pecadores, y para ofreceros la gracia de la salvación. Os aviso, pues, que camináis hacia una perdición eterna, ya que «ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí» (Mt 7,13). Y os advierto que «si no hiciereis penitencia, todos moriréis igualmente» (Lc 13,3.5).

Lenguaje sencillo. Cristo habla igualmente a letrados o ignorantes, aunque éstos normalmente le entienden mejor, de lo cual él se complace (Lc 10,21-24). A todos habla con absoluta claridad: podréis seguirme y ser mis discípulos si creéis en mí, si renunciáis a vosotros mismos, a vuestros pensamientos y voluntades, si tomáis la cruz, si dais por perdida vuestra vida, si coméis mi carne y bebéis mi sangre, si permanecéis en mi amor cumpliendo mis mandatos, si me recibís como verdad, camino único y vida. Pero sabed que, de otro modo, todos os perderéis temporal y eternamente sin remedio.

Lenguaje fascinante. «Jamás hombre alguno habló como éste» (Jn 7,46). «Todos le aprobaban, y se asombraban de las palabras llenas de gracia que salían de su boca» (Lc 4,22). «La muchedumbre, al verle, quedó maravillada, y en seguida corrió a saludarle» (Mc 9,15). Acude a él un gentío enorme, procedentes de todas partes (3,7-10; 6,34-44; Lc 12,1). Y la muchedumbre, escuchando su palabra, se olvida hasta de comer, sin darse cuenta de que se echa la noche encima. Es Él quien lo advierte (Mt 14,14-16).

La dialéctica de Jesús es muy fuerte, irresistible, tanto que sus mismos contradictores le temían, porque les hacía caer en las mismas trampas que ellos le ponían, de manera que «ya no se atrevían a proponerle ninguna cuestión» (Lc 20,40). Y por otra parte, así como los antiguos profetas se reían de los ídolos para ridiculizarlos y desprestigiarlos –«tienen ojos y no ven, pies y no andan»–, Cristo usaba con cierta frecuencia el arma potentísima de la ironía, ridiculizando públicamente a los soberbios, especialmente a los letrados y fariseos: «coláis un mosquito y os tragáis un camello» (Mt 23,24). ¡Lo hacía en público! para desprestigiarlos ante el pueblo, que los veneraba.

El lenguaje de Cristo es muy duro con los soberbios, con los letrados, sacerdotes y ricos, precisamente con los tres grupos sociales que componían el Sanedrín, el Tribunal supremo que tenía poder para juzgarle y que un día había de condenarle a muerte. Al hablarles Cristo a los tres como les hablaba, ya se entiende que Él sabía desde el principio que le iban a matar de todos modos, y daba su vida por perdida. El capítulo 23 de San Mateo (Mc 12,38-40; Lc 20,41-44), resulta verdaderamente sorprendente por su extrema dureza verbal. Algunos teólogos heréticos de hoy, que reclaman ser tratados por sus críticos con «lenguaje evangélico», no saben lo que dicen. Cristo, con algunas variaciones –pues los errores actuales son muy distintos–, vendría a decirles hoy lo que sigue ¡y lo haría en público!:

–Los letrados, escribas y fariseos, ay de ellos, son hipócritas, guías ciegos, insensatos, que dan el diezmo de la menta y olvidan lo más grave de la Ley, son sepulcros blanqueados, limpios por fuera, podridos por dentro, se tienen a sí mismos por justos y desean ser tenidos por tales, pero están llenos de hipocresía e iniquidad, son asesinos de todos los profetas, serpientes, raza de víboras, presumen con sus togas e innumerables filacterias, aman siempre los primeros puestos, devoran los bienes de las viudas, son simuladores de largas oraciones, falsificadores de la religiosidad revelada por Dios, y la sustituyen por preceptos humanos, son hijos del diablo, impugnadores de la verdad y difusores de la mentira, y están decididos a matar al Mesías (son anti-cristos). Ni entran en el Reino, ni dejan que el pueblo entre.

–Los sacerdotes, dice Cristo en público, ofrecen al Señor un culto vacío, puramente externo, y profanan el Templo, la Casa de Dios, «convirtiéndola en cueva de ladrones» (Mt 21,13).

–A los ricos les amenaza Cristo con una condenación eterna, si no se convierten, si continúan ignorando a los pobres. ¡Ay de los ricos! (Lc 6,24-26): su salvación es tan difícil como que un camello pase por el ojo de una aguja (Mt 19,23-24). La semilla de la verdad, sembrada entre espinas, es ahogada por la seducción de las riquezas (13,23). Y en la parábola del pobre Lázaro dice Jesús que los ricos, si no hacen caso ni de Moisés ni de los profetas, tampoco recibirán la verdad aunque resucite un muerto (Lc 16,27-31). Más aún: Jesús no habla cautelosamente ni siquiera del Rey: «id a decirle a ese zorro» (Lc 13,33)…

Pero también el lenguaje de Jesús es muy fuerte con el pueblo y con sus discípulos. Como tenía horror a que alguno se perdiese, fuera rico y letrado, o pobre y pequeño, a todos los sacudía en su predicación con un electroshock fortísimo. Una mitad de sus parábolas son suaves, pero la otra mitad son tremendas, y terminan con ciudades incendiadas, enemigos degollados, hundimiento definitivo en un fuego que no se apaga, y en unas tinieblas donde no hay sino tormento y rechinar de dientes. A las ciudades que, habiendo sido testigos de sus milagros, no creen en él ni hacen penitencia les anuncia que tendrán un final más terrible que el de Sodoma y Gomorra (Mt 10,15; 11,20-24). Y llega a decir: «¡generación incrédula y perversa, ¿hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿hasta cuándo habré de soportaros?» (Mt 17,17)

Con sus mismos discípulos y seguidores emplea a veces en lenguaje muy fuerte. Y llama la atención que no les reprocha tanto su poca caridad, como su poca fe: «¿qué andáis cavilando, hombres de poca fe? ¿Aún no entendéis y caéis en la cuenta? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?» (Mc 8,16-21). «¡Hombres duros de entendimiento y torpes de corazón para creer todo lo que vaticinaron los profetas!» (Lc 24,25). Y al propio Simón Pedro le dice: «apártate de mí, Satanás, tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23).

El lenguaje de Cristo es nuestro modelo. «Yo os he dado el ejemplo para que vosotros hagáis también como yo he hecho» (Jn 13,15). Ciertamente, Él habla siempre por amor, nunca por odio, y busca solo la salvación de los hombres. Y si a nuestro Señor Jesucristo hemos de imitarle en todo, en su amor y su obediencia al Padre, en su oración, en su entrega de amor a los hermanos, también hemos de imitarle en su lenguaje, tanto en su contenido como en su tono –«c’est le ton qui fait la chanson»–, haciendo así audible en todos los siglos y naciones su propia voz. «La fe es por la predicación, y la predicación es por la palabra de Cristo» (Rm 10,17).

Cuando uno considera la predicación hoy predominante en tantas Iglesias locales y la compara con la predicación de Cristo, no puede menos de sentir vergüenza y una muy grande alarma. Reforma o apostasía.

José María Iraburu, sacerdote
Infocatolica.com

jueves, 1 de octubre de 2009

1º DE OCTUBRE: ¡FRANCO!

Caudillo de la nueva Reconquista,
Señor de España, que en su fe renace,
sabe vencer y sonreír, y hace
campo de pan la tierra de conquista.

Sabe vencer y sonreír… Su ingenio
militar campa en la guerrera gloria
seguro y firme. Y, para hacer Historia,
Dios quiso darle mucho más: el genio.

Inspira fe y amor. Doquiera llega
el prestigio triunfal que lo acompaña,
mientras la Patria ante su impulso crece,
para un mañana que el ayer no niega,
para una España más y más España,
¡la sonrisa de Franco resplandece!

Manuel Machado