Homilía del Padre José María Serra mCR el día 21 de enero de 2002 en la Misa funeral celebrada en Castellón de la Plana por el eterno descanso del padre José María Alba Cereceda S.J.
Queridos hermanos:
Estamos celebrando la acción sacerdotal de Jesucristo, que hoy ofrecemos por el alma de nuestro Padre José María Alba, cuando hace diez días que fue llamado por Dios para reunirse con Él.
"Ángel", en hebreo, quiere decir mensajero. Es el nombre con que se designa al que es enviado como apóstol, a favor de los que se han de salvar. Además, Jesucristo dijo que nuestros ángeles están siempre en la presencia de Dios, viendo el rostro de Dios. Por otro lado, los ángeles son modelo insigne de humildad porque, trabajando por la salvación de los elegidos, lo hacen siempre desde la sombra, sin darse a conocer; inspirándonos, empujándonos al bien, pero sin aparecer visiblemente. Así, nos parece tantas veces que hemos tenido una feliz ocurrencia cuando no ha sido sino una inspiración angélica.
Hace veintisiete o veintiocho años que conocí al Padre Alba. Hace algunos menos que la Providencia se dignó llamarme a Su servicio, y el Padre Alba me acogió en la Escuela Apostólica de la Sociedad Misionera. Entonces, alguien de mi familia -que yo no sabía que conociese al Padre- (porque con el Padre Alba siempre ha pasado así: de pronto aparece alguien que inesperada e imprevisiblemente le conoce y te cuenta alguna cosa edificante sobre él) me dijo: "¡Ah! El Padre Alba es un ángel!"
Y tenía razón mi pariente. Porque el Padre Alba ha sido un apóstol; como los ángeles, enviados como mensajeros para completar el número de los elegidos. Un apóstol que trabajó en campos donde no podía esperar un lucimiento pastoral: en los barrios marginales de Barcelona, donde la revolución de unos incitaba al ateísmo, y donde la despreocupación pastoral de otros contribuía a que el pueblo se convirtiera en campo abonado para el crecimiento del odio marxista. Así nació la Asociación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga.
Pero, con miras mucho más amplias, su apostolado se dirige no sólo a aquéllos a quienes el clero abandonaba, sino al clero mismo. Entonces se funda la Asociación de sacerdotes y religiosos de San Antonio María Claret y, después, la Hermandad Sacerdotal Española, para reconstruir aquello que eran las causas mismas que debían evitar la destrucción de la Iglesia. Por ello también, cultiva el apostolado intelectual de aquellos cuyos ángeles están en el cielo viendo el rostro de Dios; y se dedica a los jóvenes en el colegio. Primero, un colegio en Barcelona y después el colegio de Sentmenat. A menudo le oímos decir que el apostolado más importante es el científico; y ello porque evangeliza aquello más característico de la racionalidad humana: su inteligencia. Es entonces cuando el hombre, con razones iluminadas desde la Fe, se hace testigo de Cristo ante la sociedad y ante el mundo. Nuestro Padre manifestó la verdad ante todos, costara lo que costara; fue el hombre del consejo seguro, de la dirección espiritual recta.
Y fue, a semejanza de los ángeles, un hombre de humildad proverbial. Se ha dicho que el mundo necesita "secundadores". Porque no hacen falta tanto ideas grandes cuanto hombres que estén dispuestos a sostenerlas, sacrificarse por ellas, hacerlas crecer. Y, por no apuntarse a lo más, el Padre se mostraba a sí mismo como un secundador. Secundador del P. Piulachs, secundador de la obra del Colegio, secundador del obispo Guerra Campos,... Por su humildad. Porque todo lo que conozco -la Asociación, la Unión Seglar, el Colegio,...-, todo lo había fundado él. Todo era obra de él como inspirador y promotor y alma. Pero, por humildad, siempre lo atribuía a alguien otro.
Su gran obra fue la Sociedad Misionera de Cristo Rey, que recopila sus tres notas más personales: apostolado, ciencia y virtud. Porque es Sociedad Misionera, es decir, apostólica, en el apostolado más necesario, el de la misión. ¡Cuántas veces nos decía que no tenemos que ser tropas de ocupación, sino tropas de conquista! No conformarnos con mantener lo que nuestros antepasados consiguieron, sino conseguir nuevas conquistas para Cristo.
Sociedad Misionera, y de Cristo Rey. Se muestra aquí la luz de la Fe, la formación de las inteligencias bajo el Reinado de Cristo, el Señor. Hace muy poco, en una conferencia, Monseñor Darío Castrillón, prefecto de la Congregación para el Clero -con el cual, precisamente, se había entrevistado el Padre Alba recientemente- hablaba de la urgencia de recuperar la Doctrina sobre Cristo Rey. Y subrayaba, justamente, algo que el Padre Alba había destacado siempre: Cristo no es un Rey cósmico, en el sentido de que no es Rey del Universo, tal como reza el título castellano de la Misa. Cristo es Rex universorum. Ahora bien, Rex universorum significa justamente Rey de todas las cosas. Por eso, Monseñor Castrillón denuncia que un reinado cósmico es absolutamente ineficaz y falso. El sentido de la fiesta y del título de Cristo Rey es el Reinado Social: todas las instituciones y todas las asociaciones, que conforman y edifican una nación, una patria, tienen que estar bajo el dominio de Cristo Rey. Por eso, el mensaje más original y propio del Padre es hoy tan urgente y tan necesario; y es la verdadera herencia que tenemos que conservar y hacer crecer.
El Padre fue un ángel para muchos de nosotros; un verdadero ángel de la guarda que nos llevó al verdadero amor a la Iglesia y al verdadero conocimiento de aquello que la Esposa de Cristo enseña: al verdadero Magisterio de la Iglesia; más allá de las modas de los teólogos. Por eso le pedimos hoy todos nosotros -vosotros, que le conocisteis de modo particular llevados por vuestra devoción a la Cruz del Bartolo, que él siempre tanto animó y fomentó-, le pedimos que nos dé parte de la Caridad de su apostolado; de la Fe de su doctrina, de su pensamiento, de su fidelidad al Magisterio perenne de la Iglesia; y de su humildad, fundamentada en la Esperanza de que, como amigos de Cristo Rey, también un día, como él, todos nosotros participaremos en el gozo de nuestro Señor. Que así sea.
Queridos hermanos:
Estamos celebrando la acción sacerdotal de Jesucristo, que hoy ofrecemos por el alma de nuestro Padre José María Alba, cuando hace diez días que fue llamado por Dios para reunirse con Él.
"Ángel", en hebreo, quiere decir mensajero. Es el nombre con que se designa al que es enviado como apóstol, a favor de los que se han de salvar. Además, Jesucristo dijo que nuestros ángeles están siempre en la presencia de Dios, viendo el rostro de Dios. Por otro lado, los ángeles son modelo insigne de humildad porque, trabajando por la salvación de los elegidos, lo hacen siempre desde la sombra, sin darse a conocer; inspirándonos, empujándonos al bien, pero sin aparecer visiblemente. Así, nos parece tantas veces que hemos tenido una feliz ocurrencia cuando no ha sido sino una inspiración angélica.
Hace veintisiete o veintiocho años que conocí al Padre Alba. Hace algunos menos que la Providencia se dignó llamarme a Su servicio, y el Padre Alba me acogió en la Escuela Apostólica de la Sociedad Misionera. Entonces, alguien de mi familia -que yo no sabía que conociese al Padre- (porque con el Padre Alba siempre ha pasado así: de pronto aparece alguien que inesperada e imprevisiblemente le conoce y te cuenta alguna cosa edificante sobre él) me dijo: "¡Ah! El Padre Alba es un ángel!"
Y tenía razón mi pariente. Porque el Padre Alba ha sido un apóstol; como los ángeles, enviados como mensajeros para completar el número de los elegidos. Un apóstol que trabajó en campos donde no podía esperar un lucimiento pastoral: en los barrios marginales de Barcelona, donde la revolución de unos incitaba al ateísmo, y donde la despreocupación pastoral de otros contribuía a que el pueblo se convirtiera en campo abonado para el crecimiento del odio marxista. Así nació la Asociación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga.
Pero, con miras mucho más amplias, su apostolado se dirige no sólo a aquéllos a quienes el clero abandonaba, sino al clero mismo. Entonces se funda la Asociación de sacerdotes y religiosos de San Antonio María Claret y, después, la Hermandad Sacerdotal Española, para reconstruir aquello que eran las causas mismas que debían evitar la destrucción de la Iglesia. Por ello también, cultiva el apostolado intelectual de aquellos cuyos ángeles están en el cielo viendo el rostro de Dios; y se dedica a los jóvenes en el colegio. Primero, un colegio en Barcelona y después el colegio de Sentmenat. A menudo le oímos decir que el apostolado más importante es el científico; y ello porque evangeliza aquello más característico de la racionalidad humana: su inteligencia. Es entonces cuando el hombre, con razones iluminadas desde la Fe, se hace testigo de Cristo ante la sociedad y ante el mundo. Nuestro Padre manifestó la verdad ante todos, costara lo que costara; fue el hombre del consejo seguro, de la dirección espiritual recta.
Y fue, a semejanza de los ángeles, un hombre de humildad proverbial. Se ha dicho que el mundo necesita "secundadores". Porque no hacen falta tanto ideas grandes cuanto hombres que estén dispuestos a sostenerlas, sacrificarse por ellas, hacerlas crecer. Y, por no apuntarse a lo más, el Padre se mostraba a sí mismo como un secundador. Secundador del P. Piulachs, secundador de la obra del Colegio, secundador del obispo Guerra Campos,... Por su humildad. Porque todo lo que conozco -la Asociación, la Unión Seglar, el Colegio,...-, todo lo había fundado él. Todo era obra de él como inspirador y promotor y alma. Pero, por humildad, siempre lo atribuía a alguien otro.
Su gran obra fue la Sociedad Misionera de Cristo Rey, que recopila sus tres notas más personales: apostolado, ciencia y virtud. Porque es Sociedad Misionera, es decir, apostólica, en el apostolado más necesario, el de la misión. ¡Cuántas veces nos decía que no tenemos que ser tropas de ocupación, sino tropas de conquista! No conformarnos con mantener lo que nuestros antepasados consiguieron, sino conseguir nuevas conquistas para Cristo.
Sociedad Misionera, y de Cristo Rey. Se muestra aquí la luz de la Fe, la formación de las inteligencias bajo el Reinado de Cristo, el Señor. Hace muy poco, en una conferencia, Monseñor Darío Castrillón, prefecto de la Congregación para el Clero -con el cual, precisamente, se había entrevistado el Padre Alba recientemente- hablaba de la urgencia de recuperar la Doctrina sobre Cristo Rey. Y subrayaba, justamente, algo que el Padre Alba había destacado siempre: Cristo no es un Rey cósmico, en el sentido de que no es Rey del Universo, tal como reza el título castellano de la Misa. Cristo es Rex universorum. Ahora bien, Rex universorum significa justamente Rey de todas las cosas. Por eso, Monseñor Castrillón denuncia que un reinado cósmico es absolutamente ineficaz y falso. El sentido de la fiesta y del título de Cristo Rey es el Reinado Social: todas las instituciones y todas las asociaciones, que conforman y edifican una nación, una patria, tienen que estar bajo el dominio de Cristo Rey. Por eso, el mensaje más original y propio del Padre es hoy tan urgente y tan necesario; y es la verdadera herencia que tenemos que conservar y hacer crecer.
El Padre fue un ángel para muchos de nosotros; un verdadero ángel de la guarda que nos llevó al verdadero amor a la Iglesia y al verdadero conocimiento de aquello que la Esposa de Cristo enseña: al verdadero Magisterio de la Iglesia; más allá de las modas de los teólogos. Por eso le pedimos hoy todos nosotros -vosotros, que le conocisteis de modo particular llevados por vuestra devoción a la Cruz del Bartolo, que él siempre tanto animó y fomentó-, le pedimos que nos dé parte de la Caridad de su apostolado; de la Fe de su doctrina, de su pensamiento, de su fidelidad al Magisterio perenne de la Iglesia; y de su humildad, fundamentada en la Esperanza de que, como amigos de Cristo Rey, también un día, como él, todos nosotros participaremos en el gozo de nuestro Señor. Que así sea.
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