Los buenos historiadores, es decir aquellos que sólo desean exponer la verdad de los hechos sin prejuicios, tendrán en años venideros un gran trabajo para, con equilibrio, interpretar y juzgar lo acontecido en los últimos críticos cuarenta años de nuestro catolicismo. Años en los que la “tradición” nunca estuvo excomulgada, aunque sí perseguida, en unos casos, y despreciada en casi todos. Algunas Congregaciones religiosas del espectro tradicional, que iniciaron su andadura en primer lugar, cronológicamente hablando, fueron regularizando su situación y otras, nacidas posteriormente, directamente se insertaron en un marco jurídico canónico. Un grupo importante, la FSSPX, de la corriente “tradicionalista” tuvo sus obispos excomulgados y, todavía, su Sociedad en situación irregular. Esperemos que se continúe el proceso, iniciado hace años pero acelerado en este papado, como reconoce el superior de la citada fraternidad Mons. Fellay: “lo que ha ocurrido ahora no es fruto de una tratativa o de un acuerdo. Es un acto gratuito y unilateral que demuestra que Roma nos quiere realmente bien. (…) todo ha cambiado y eso se lo debemos al Papa”.
Dentro de estas últimas cuatro décadas, en España, no podemos dejar de rendir un sentido homenaje a una asociación, la Hermandad Sacerdotal Española (HSE), y a las Uniones Seglares surgidas a su vera, nacida en el mes de julio del año 1.969, que llegó a tener cerca de ocho mil sacerdotes afiliados, regulares y seculares, entre los cuales muchos conocidos filósofos y teólogos. No se produjo, entre sus filas, ninguna secularización y siendo sus miembros tremendamente críticos con la situación eclesial y con la actitud de gran parte de la jerarquía sin una respuesta adecuada a la misma, jamás dejaron de ser leales a sus promesas de obediencia. Con una fidelidad puesta a prueba continuamente, en medio de un contexto de deserciones al sacerdocio y contestaciones al Magisterio de la Iglesia, dieron un testimonio que les caracterizó durante todas las batallas en defensa de la Verdad en las que se vieron envueltos.
Yo era un adolescente, pero por las revistas a las que estaba suscrito mi padre, aún puedo recordar aquellas jornadas sacerdotales convocadas por la HSE, como las de 1.972, celebradas en Zaragoza, en las que se reunieron tres mil sacerdotes ataviados como tales con el traje talar; las de Cuenca 1974 con 2.400 asistentes que la revista Iglesia-Mundo, en su portada, titulaba “Los curas con sotana dan la cara” y en la que se recogía las palabras de Mons. Guerra Campos “tenemos que transmitir el dogma y no nuestras propias ocurrencias”, jornadas en las que desde su estudio podríamos, después de más de treinta años, entender la situación vivida en aquel momento reflexionando sobre las palabras del entonces presidente de la HSE el franciscano P. Oltra que hacia mención a “aquellos que nos quieren sacar del templo con vilipendio” o, incluso gráficamente, en una foto que se hizo famosa, la escena en la que un canónigo de Málaga, D. Luis Vera, fue alzado en hombros por otros sacerdotes, en la plaza de la Catedral conquense, al terminar su conferencia en la que hizo referencia a los teólogos modernos “que pretenden parir Iglesias nuevas desde hoteles de cuatro estrellas”. Después se organizarían en Santiago de Compostela, Granada 1.978 en las que advirtieron sobre una Constitución que dejaba “la orientación moral de las leyes y de los actos de gobierno a merced de las ideologías imperantes en los poderes públicos”… y hasta el día de hoy, que mermadas sus filas por el fallecimiento de miles de aquellos fieles sacerdotes, siguen celebrándose las correspondientes jornadas.
Simplemente mencionar a los que fueran presidentes de la HSE: el citado P. Miguel Oltra que sería, junto al P. Venancio Marcos, el encargado de iniciar el sufrido recorrido de esta asociación sacerdotal; el Magistral de la Catedral de Vitoria, don Luis Madrid Corchera, que escribiría un libro con parte de las vicisitudes vividas desde la HSE, cuyo título lo dice todo: “Historia de un gran amor a la Iglesia no correspondido”; y, por último, el Padre Antonio Turú Rofes, que, también, es el Superior de los Misioneros de Cristo Rey fundados de la mano del P. José Mª Alba S.I., que, a su vez, fue cofundador de la HSE.
Hoy las palabras de la Jerarquía de la Iglesia hacen justicia a todos aquellos santos sacerdotes, no porque los nombre sino por la razón que dan a las posturas que ellos mantuvieron por amor a Cristo y a la Iglesia entre muchas incomprensiones de los que cerraron sus oídos a todas sus denuncias y afirmaciones.
Luis Joaquín Jaubert, sacerdote
Diario Ya
No hay comentarios:
Publicar un comentario