Delante de la Cruz, los ojos míos
quédenseme, Señor, así mirando
y, sin ellos quererlo, estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios, que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando
y, sin ellos quererlo, estén rezando
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así, con la mirada en Vos prendida,
y así, con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra Cruz asida,
quédeseme, Señor, el alma entera,
y así clavada en vuestra Cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis me muera .
Rafael Sánchez Mazas
domingo, 8 de marzo de 2009
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