Tú que elegiste el encierro
en el portal de Belén,
que de Herodes fuiste rehén
y marchaste perseguido.
Tú a quien daban por perdido
con dolor,y al fin te hallaron,
porque a Dios mismo confiaron
el precio de tu rescate.
Tú al que en el pecho le late
las penas del sojuzgado,
o al que yace confinado
te entregas como Pan Vivo.
Mi Niño Jesús Cautivo
danos el alba en tu prado.
Tú que tendrías las manos
sangrantes por los cerrojos,
que ofenderían tus ojos
presos del odio y la afrenta.
Tú que un día a la tormenta
ordenarías sosiego,
porque cesara el trasiego
de las almas que dormían.
Tú al que en la cruz izarían
movidos de iniquidad.
Tú, Divina Majestad,
por cuya entrega pervivo.
Mi Niño Jesús Cautivo
danos ya tu libertad.
Tú al que los Magos, de ofrenda,
oro, por Rey, te entregaron,
y con sus rezos labraron
misterios de epifanía.
Tú al que en alta alegoría
Ángel uniste y lucero,
por marcar el derrotero
que conduce al paraíso.
Tú que eres Sol indiviso
de la Ciudad desterrada,
de la noche desvelada
sin la gloria del olivo.
Mi Niño Jesús Cautivo
salva esta tierra llagada.
Si acaso desde el pesebre
vieras mi patria en exilio,
negando tu luz, tu auxilio
y a tu Madre nazarena.
Si vieras llorar de pena
al rebaño devorado,
de su pastor traicionado,
solo en un páramo hostil.
Señor, te queda un redil
con armígeros dispuestos,
que no abandonan sus puestos,
—frente en alto, brazo altivo—
Mi Niño Jesús Cautivo:
tus sables siguen enhiestos.
Antonio Caponnetto
miércoles, 30 de diciembre de 2009
lunes, 21 de diciembre de 2009
CARIDAD: JÓVENES DE SAN JOSÉ EN CAMPAÑA
LA ASOCIACIÓN BENÉFICA JÓVENES DE SAN JOSÉ REALIZA CADA AÑO UNA CAMPAÑA DE NAVIDAD DESTINADA A LA AYUDA DE NIÑOS HUÉRFANOS DE LA CIUDAD DE BARCELONA.
PEDIMOS VUESTRA COLABORACIÓN. PEDIMOS VUESTRO DONATIVO.
OS RUEGO, POR FAVOR, NOS AYUDÉIS A REPARTIR UN POCO DE FELICIDAD ENTRE ESTOS POBRES NIÑOS.
ESTÁ EN TU MANO COLABORAR.
LA ENTREGA DE REGALOS A LOS NIÑOS TENDRÁ LUGAR EN EL MES DE ENERO, SI ALGUIEN ESTÁ INTERESADO EN ASISTIR PUEDE PONERSE EN CONTACTO CON NOSOTROS POR MEDIO DE ESTE CORREO ELECTRÓNICO: marcosvpr2d2@hotmail.com o bien a info@jovenesdesanjose.es
SI ALGUNO ESTÁ INTERESADO EN REALIZAR UN DONATIVO ECONÓMICO PUEDE HACERLO EN ESTA CUENTA DE LA CAIXA: 2100-0153-16-0101743861.
Información sobre la Asociación Jóvenes de San José:
VIDEO 1: http://www.youtube.com/watch?v=zXKLoqGp_FM
VIDEO 2: http://www.youtube.com/watch?v=et6it_InpZk&feature=fvw
VIDEO 3: http://www.youtube.com/watch?v=tJoxSnqvYNs&feature=related
NOTICIA DE ZENIT: http://www.zenit.org/article-26803?l=spanish
NOTICIA DE ALBA: http://www.albadigital.es/2009/05/28/historias/la-historia-vida/de-misiones-por-la-gran-ciudad/
PEDIMOS VUESTRA COLABORACIÓN. PEDIMOS VUESTRO DONATIVO.
OS RUEGO, POR FAVOR, NOS AYUDÉIS A REPARTIR UN POCO DE FELICIDAD ENTRE ESTOS POBRES NIÑOS.
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SI ALGUNO ESTÁ INTERESADO EN REALIZAR UN DONATIVO ECONÓMICO PUEDE HACERLO EN ESTA CUENTA DE LA CAIXA: 2100-0153-16-0101743861.
Información sobre la Asociación Jóvenes de San José:
VIDEO 1: http://www.youtube.com/watch?v=zXKLoqGp_FM
VIDEO 2: http://www.youtube.com/watch?v=et6it_InpZk&feature=fvw
VIDEO 3: http://www.youtube.com/watch?v=tJoxSnqvYNs&feature=related
NOTICIA DE ZENIT: http://www.zenit.org/article-26803?l=spanish
NOTICIA DE ALBA: http://www.albadigital.es/2009/05/28/historias/la-historia-vida/de-misiones-por-la-gran-ciudad/
domingo, 20 de diciembre de 2009
jueves, 17 de diciembre de 2009
LA UNIDAD RELIGIOSA, ENCRUCIJADA DE LA TEOLOGÍA Y DE LA POLÍTICA
A lo largo de la historia, los españoles siempre tuvimos a honra la preservación de nuestra Unidad religiosa católica, desde que la juró Recaredo en el III Concilio de Toledo -año 589- hasta la ley todavía cercana de 1968 (que, como consecuencia del II Concilio Vaticano, proclamó la "libertad religiosa") y más propiamente hasta la vigente Constitución laica de 1978, con la solo excepción de los cinco años de la II República. Incluso las Constituciones liberales del siglo pasado, por más que afirmasen como origen del poder el propio pacto constitucional, establecían la Unidad religiosa y la confesionalidad católica del Estado como punto primero de esa convención. Es decir, el Rey y las leyes reconocieron siempre a la religión católica como religión oficial, y los cultos públicos, la enseñanza y las costumbres se regularon dentro de los supuestos básicos de la fe católica.
Los sucesivos centenarios de aquel concilio toledano fueron siempre celebrados como una gloria nacional, símbolo de fidelidad y de paz espiritual. Distinto será el caso en este centenario, el decimocuarto. Ya no se recordará como el origen gozoso de algo vigente, sino, por vez primera, como algo pretérito, superado. Tampoco las autoridades lo conmemorarán -si es que lo conmemoran- como un bien pasado, añorable, sino, todo lo más, como una situación "cultural" que tuvo su razón de ser en otras épocas, pero que ha sido ya sustituida por nuevas formas de convivencia civil y religiosa "pluralistas", "laicas" o "humanistas". Ya lo ha dicho el Cardenal Primado ante una pregunta de los periodistas sobre cómo habrá de tratarse esa efemérides. "No queremos darle de ninguna manera aires apologéticos ni triunfalistas -ha sido su respuesta- subrayaremos su significado cultural y humano a la luz del más cercano de los concilios, el Vaticano II".
Un principio objetado
A quienes afirmamos hoy que es moralmente obligatorio y prácticamente necesario restablecer en España la confesionalidad del Estado y la unidad católica se nos suelen oponer tres objeciones aparentemente de peso:
La primera es de carácter a la vez teológico y psicológico: ¿Por qué la Iglesia defendió siempre (hasta el Concilio Vaticano II) como necesaria la confesionalidad del Estado y valoró sobre toda otra situación la unidad religiosa de un pueblo? ¿Por qué se opuso en todo tiempo a la libertad religiosa en el fuero externo y a la laicidad del Estado? Si la fe es una virtud teologal, infusa, y la profesión religiosa es lo más intimo o personal del hombre, ¿por qué no ha de disponer éste de la más absoluta libertad de conciencia, de práctica y de expresión religiosas? ¿Por qué no admitir una completa independencia entre el orden civil y el religioso, entre el Estado y la Iglesia?
La segunda objeción es de carácter fáctico, existencial o histórico: de hecho la unidad religiosa no existe ya en la sociedad, ni siquiera en España; una gran parte de la población es ajena a la práctica del catolicismo sea por indiferencia, sea por adhesión al marxismo ateo, sea por la propaganda reciente de otras religiones.
La tercera objeción se basa en un argumento de autoridad eclesiástica: la propia Iglesia en la Declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II ha decretado la libertad religiosa en el fuero externo de las conciencias y ha presionado sobre los gobiernos católicos para que la establezcan legalmente.
Para responder a estas objeciones parece preciso aclarar previamente lo que entendemos por unidad religiosa. La unidad religiosa y la confesionalidad del Estado no suponen imponer a nadie una fe religiosa (lo que es moral y físicamente imposible) ni menos, su práctica. Ni siquiera prohibir el culto privado de otras religiones. Supone si que las leyes se atengan a una moral inmutable cuyo cimiento religioso se hallará, en último término, en los Mandamientos de la ley de Dios. Y que el Estado profesará y protegerá la religión católica como única exteriorizable públicamente.
Aclarado esto, nos cumple responder a aquellas tres objeciones.
Objeción teológica y psicológica
El primer y fundamental de los Mandamientos, que obligan al hombre es el de amar a Dios sobre todas las cosas, y esto tanto en el plano personal como en el colectivo o social. Porque el hombre es social por naturaleza y no cabe distinguir una naturaleza individual sujeta al deber religioso y otra social exenta de tal vinculo, es decir, religiosamente neutra. El cristiano debe formar una sociedad cristiana, con leyes, instituciones y costumbres inspiradas en su fe o, al menos, no hostiles a ella. Y lo mismo que en el plano individual tiene el cristiano obligación de preservar su fe, de no exponerla a peligros, así también asiste al gobernante católico el deber de preservar la fe ambiental, de promover las condiciones idóneas para su mantenimiento y expansión. Al igual que el hombre no puede subsistir físicamente en estado de aislamiento, sin ayuda de la sociedad, así tampoco la fe y la virtud pueden conservarse ambientalmente sin el apoyo de un medio adecuado que está formado por la estructura familiar, las costumbres y las instituciones cristianas. Si este deber de formar sociedad religiosa fuera susceptible de más o de menos reconoceríamos un caso cumbre en la génesis de nuestra propia patria, nacida de los reductos primeros de la Reconquista cuyo factor diferencial fue precisamente el cristianismo, y religioso fue el sentido de su lucha.
Pero esto, además de un deber religioso es para el hombre una necesidad práctica en el orden político: si la vida social y las leyes dejan de apoyarse en unos principios inmutables para convertirse en opinión y sufragio, todo queda sometido a discusión, y el desorden moral y civil crece hasta hacerse incontenible. Como aconteció a los romanos en su última decadencia, llega un momento en que la sociedad no soporta ni sus males ni sus remedios.
No puede subsistir en efecto, un gobierno estable que no se asiente en lo que se ha llamado una "ortodoxia pública". Es decir, un punto de referencia que permita apelar a un criterio superior de autoridad y obligatoriedad, base de las instituciones, las leyes, las sentencias. Y un consenso ambiental -más o menos consciente- sobre las normas de conducta y los valores vigentes en esa sociedad, normas que trasciendan la mera voluntad humana o la utilidad pública. Al igual que toda civilización histórica se ha formado siempre en torno a una vivencia religiosa (piénsese en la Cristiandad o en el Islam), el gobierno de los hombres ha de poseer una referencia última a ese cimiento religioso o sacral. Cuando éste falta o se niega -como en la democracia moderna- se cae en el puro positivismo legal, y se vive de lo que quede de fe ambiental en las conciencias, en las familias y en las costumbres. Cuando nada queda ya todo se hace incierto y discutible y la sociedad se desmorona. La pérdida de una unidad religiosa es el origen de la actual disolución -más o menos rápida- de las nacionalidades y civilizaciones.
La democracia moderna -el régimen nacido de la Revolución cuyo bicentenario se celebra también este año- elimina del mundo moral y político cuanto trascienda al hombre mismo: ya no existirán principios superiores, ni imperativos de validez absoluto; todo será relativo al hombre y a las mayorías, meras opiniones computables en el sufragio y cambiantes por su misma naturaleza.
Este régimen "de opinión", antropocéntrico y relativista, excluye de la política al cristiano consciente. Sólo podrá participar en ella desde partidos de oposición, no ya al gobierno, sino al sistema mismo; es decir, desde partidos marginales de carácter meramente testimonial. Porque, por principio, el católico no puede admitir la voluntad general como fuente de la ley y del poder.
En rigor, excluye también al hombre mismo, a todo hombre, al destruir la consistencia de la política como obra humana. ¿Quién edificará, con fe y empeño si sabe que construye sobre arena movediza? ¿Qué cuanto afirme o establezca no posee más vigencia ni validez que la opinión mudable de las mayorías? El régimen de partidos o de opinión elimina en la político el sentido de la acción al negar objetivos y referencias válidas por si mismas, y elimina la estabilidad o consistencia que toda obra humana requiere al menos en su intención. La política deja así de ser empresa humana para convertirse en juego de partidos y profesión de políticos.
Cuando se establece la democracia moderna como sistema y se acepta la "libertad religiosa" (y el consecuente laicismo de Estado) resulta ya imposible mandar o prohibir cosa alguna. ¿En nombre de qué se preservará en una tal sociedad el matrimonio monógamo e indisoluble? ¿Bajo qué titulo se prohibirá el aborto, la eutanasia o el suicidio? ¿Qué se podrá oponer al nubismo, a la objeción de conciencia militar, a las drogas o a la promiscuidad de las comunas? Bastará con que el afectado por el mandato o la prohibición apele a una religión cualquiera -incluso inventada o individual- que autorice tal práctica o la prohiba. ¿Qué límite podrá poner el Estado a esa libertad religiosa si se la supone basada en "el derecho de la persona".
Quien desee divorciarse o vivir en poligamia no tendrá sino declararse adepto a múltiples religiones orientales o al Islam o a los mormones. Quien desee practicar la eutanasia o inducir al suicidio, podrá declararse sintoísta. El que quiera practicar el nudismo público alegará su adscripción a la religión de los bantúes, y los objetores al servicio militar buscarán su apoyo en los Testigos de Jehová. En fin, los que vivan en promiscuidad o se droguen hallarán un recurso en los antiguos cultos dionisiacos o báquicos. La inviabilidad última de cualquier gobierno humano (que no recurra simplemente al voluntarismo y la fuerza) se hace así patente. la "libertad religiosa" es, por su misma esencia, la muerte de toda autoridad y gobierno.
Mientras esto llega -y está a la vista en el horizonte histórico- la religión verdadera pierde rápidamente audiencia al verse privada del apoyo de las leyes y las costumbres, al ser relegada a la condición de una opción entre mil, y enfrentada al estallido de las pasiones. Y otras religiones -sobre todo las ocultistas e hinduistas- ocupan en el corazón de los hombres el puesto que ha dejado, por su propia abdicación, la religión de sus padres y de su civilización.
De donde se deduce que ni una religiosidad ambiental o popular puede subsistir sin el apoyo de una sociedad religiosamente constituida, ni el poder público puede ejercerse con autoridad y estabilidad si se prescinde de una instancia superior, religiosa, de común aceptación.
Objeción fáctica y existencial
La segunda objeción se refería, como vimos, a la imposibilidad de restablecer la unidad religiosa en España porque, de hecho, esta unidad se ha perdido en la sociedad contemporánea y sobre una sociedad "plural" no se puede gobernar confesionalmente.
A ello cabe responder: cuando decimos que el pueblo español sigue siendo, no sólo histórica, sino básica y visceralmente católico, no ignoramos el gran proceso de descristianización que ha sufrido de un siglo a esta parte, ni cómo hoy ese proceso se ve intensamente reforzado. No obstante lo cual:
a) Ninguna otra religión se ha afianzado en nuestro suelo desde tiempos de Recaredo ni ha obtenido más que adhesiones de localización mínima y pasajera. Tampoco ha brotado de nuestro suelo ninguna otra religión ni aun herejía, por más que algunas de éstas hayan encontrado cierto eco.
b) Si en una hipótesis, un inmenso cataclismo (un terremoto generalizado, una guerra atómica, como ejemplos) se abatiera sobre nuestro suelo, el ochenta por ciento de sus habitantes recurrirían al Cielo bajo el nombre de Cristo y de su Santísima Madre. Y el veinte por ciento restante lo haría cuando el peligro fuera para ellos inminente. Nadie, por supuesto, invocaría a otro Dios ni bajo otros nombres, y casi ninguno moriría conscientemente sin esa invocación. Por más que esta reacción respondiera en muchos casos al miedo, no deja por eso de revelar la mentalidad religiosa profunda de la totalidad de la población.
Caso distinto seria si estos hechos no fueran ciertos y coexistieran entre nosotros varias confesiones, como sucede en otros países. En tal caso la prudencia política del gobernante exigiría una libertad religiosa dentro de los limites en que esas confesiones convengan entre si, pero nunca una completa laicidad del Estado.
Objeción eclesiástica
La tercera objeción, en fin, esgrimía la autoridad del Concilio Vaticano II que, en su Declaración Dignitatis Humanae, parece consagrar como derecho humano respetable jurídicamente la libertad religiosa y el consiguiente "pluralismo político".
A lo cual cabe replicar: es cierto que ese documento elude más o menos claramente a la libertad religiosa en el fuero externo, y también que el sector progresista dominante hoy en la Iglesia lo ha utilizado para procurar el desmantelamiento de la unidad católica y de la confesionalidad del Estado en los países en que existían. Sin embargo, ese Concilio se declaró a si mismo como meramente "pastoral" y "no dogmático". Y su doctrina se opone en este punto a la de todos los concilios anteriores (éstos si dogmáticos) y a todas las encíclicas papales. Por otra parte, una declaración es el rango menor entre las disposiciones de que consta el Concilio. Cabría interpretarla como una mera directiva circunstancial, táctica de "pastoral", que, como toda táctica, ha de probar en la práctica su eficacia y validez.
Y, al cabo de veinticinco años, los frutos de la misma son tan patentes y desastrosos que puede aplicársele la norma de juicio que el mismo Cristo nos enseñó: por sus frutos los conoceréis.
Los sucesivos centenarios de aquel concilio toledano fueron siempre celebrados como una gloria nacional, símbolo de fidelidad y de paz espiritual. Distinto será el caso en este centenario, el decimocuarto. Ya no se recordará como el origen gozoso de algo vigente, sino, por vez primera, como algo pretérito, superado. Tampoco las autoridades lo conmemorarán -si es que lo conmemoran- como un bien pasado, añorable, sino, todo lo más, como una situación "cultural" que tuvo su razón de ser en otras épocas, pero que ha sido ya sustituida por nuevas formas de convivencia civil y religiosa "pluralistas", "laicas" o "humanistas". Ya lo ha dicho el Cardenal Primado ante una pregunta de los periodistas sobre cómo habrá de tratarse esa efemérides. "No queremos darle de ninguna manera aires apologéticos ni triunfalistas -ha sido su respuesta- subrayaremos su significado cultural y humano a la luz del más cercano de los concilios, el Vaticano II".
Un principio objetado
A quienes afirmamos hoy que es moralmente obligatorio y prácticamente necesario restablecer en España la confesionalidad del Estado y la unidad católica se nos suelen oponer tres objeciones aparentemente de peso:
La primera es de carácter a la vez teológico y psicológico: ¿Por qué la Iglesia defendió siempre (hasta el Concilio Vaticano II) como necesaria la confesionalidad del Estado y valoró sobre toda otra situación la unidad religiosa de un pueblo? ¿Por qué se opuso en todo tiempo a la libertad religiosa en el fuero externo y a la laicidad del Estado? Si la fe es una virtud teologal, infusa, y la profesión religiosa es lo más intimo o personal del hombre, ¿por qué no ha de disponer éste de la más absoluta libertad de conciencia, de práctica y de expresión religiosas? ¿Por qué no admitir una completa independencia entre el orden civil y el religioso, entre el Estado y la Iglesia?
La segunda objeción es de carácter fáctico, existencial o histórico: de hecho la unidad religiosa no existe ya en la sociedad, ni siquiera en España; una gran parte de la población es ajena a la práctica del catolicismo sea por indiferencia, sea por adhesión al marxismo ateo, sea por la propaganda reciente de otras religiones.
La tercera objeción se basa en un argumento de autoridad eclesiástica: la propia Iglesia en la Declaración Dignitatis humanae del Concilio Vaticano II ha decretado la libertad religiosa en el fuero externo de las conciencias y ha presionado sobre los gobiernos católicos para que la establezcan legalmente.
Para responder a estas objeciones parece preciso aclarar previamente lo que entendemos por unidad religiosa. La unidad religiosa y la confesionalidad del Estado no suponen imponer a nadie una fe religiosa (lo que es moral y físicamente imposible) ni menos, su práctica. Ni siquiera prohibir el culto privado de otras religiones. Supone si que las leyes se atengan a una moral inmutable cuyo cimiento religioso se hallará, en último término, en los Mandamientos de la ley de Dios. Y que el Estado profesará y protegerá la religión católica como única exteriorizable públicamente.
Aclarado esto, nos cumple responder a aquellas tres objeciones.
Objeción teológica y psicológica
El primer y fundamental de los Mandamientos, que obligan al hombre es el de amar a Dios sobre todas las cosas, y esto tanto en el plano personal como en el colectivo o social. Porque el hombre es social por naturaleza y no cabe distinguir una naturaleza individual sujeta al deber religioso y otra social exenta de tal vinculo, es decir, religiosamente neutra. El cristiano debe formar una sociedad cristiana, con leyes, instituciones y costumbres inspiradas en su fe o, al menos, no hostiles a ella. Y lo mismo que en el plano individual tiene el cristiano obligación de preservar su fe, de no exponerla a peligros, así también asiste al gobernante católico el deber de preservar la fe ambiental, de promover las condiciones idóneas para su mantenimiento y expansión. Al igual que el hombre no puede subsistir físicamente en estado de aislamiento, sin ayuda de la sociedad, así tampoco la fe y la virtud pueden conservarse ambientalmente sin el apoyo de un medio adecuado que está formado por la estructura familiar, las costumbres y las instituciones cristianas. Si este deber de formar sociedad religiosa fuera susceptible de más o de menos reconoceríamos un caso cumbre en la génesis de nuestra propia patria, nacida de los reductos primeros de la Reconquista cuyo factor diferencial fue precisamente el cristianismo, y religioso fue el sentido de su lucha.
Pero esto, además de un deber religioso es para el hombre una necesidad práctica en el orden político: si la vida social y las leyes dejan de apoyarse en unos principios inmutables para convertirse en opinión y sufragio, todo queda sometido a discusión, y el desorden moral y civil crece hasta hacerse incontenible. Como aconteció a los romanos en su última decadencia, llega un momento en que la sociedad no soporta ni sus males ni sus remedios.
No puede subsistir en efecto, un gobierno estable que no se asiente en lo que se ha llamado una "ortodoxia pública". Es decir, un punto de referencia que permita apelar a un criterio superior de autoridad y obligatoriedad, base de las instituciones, las leyes, las sentencias. Y un consenso ambiental -más o menos consciente- sobre las normas de conducta y los valores vigentes en esa sociedad, normas que trasciendan la mera voluntad humana o la utilidad pública. Al igual que toda civilización histórica se ha formado siempre en torno a una vivencia religiosa (piénsese en la Cristiandad o en el Islam), el gobierno de los hombres ha de poseer una referencia última a ese cimiento religioso o sacral. Cuando éste falta o se niega -como en la democracia moderna- se cae en el puro positivismo legal, y se vive de lo que quede de fe ambiental en las conciencias, en las familias y en las costumbres. Cuando nada queda ya todo se hace incierto y discutible y la sociedad se desmorona. La pérdida de una unidad religiosa es el origen de la actual disolución -más o menos rápida- de las nacionalidades y civilizaciones.
La democracia moderna -el régimen nacido de la Revolución cuyo bicentenario se celebra también este año- elimina del mundo moral y político cuanto trascienda al hombre mismo: ya no existirán principios superiores, ni imperativos de validez absoluto; todo será relativo al hombre y a las mayorías, meras opiniones computables en el sufragio y cambiantes por su misma naturaleza.
Este régimen "de opinión", antropocéntrico y relativista, excluye de la política al cristiano consciente. Sólo podrá participar en ella desde partidos de oposición, no ya al gobierno, sino al sistema mismo; es decir, desde partidos marginales de carácter meramente testimonial. Porque, por principio, el católico no puede admitir la voluntad general como fuente de la ley y del poder.
En rigor, excluye también al hombre mismo, a todo hombre, al destruir la consistencia de la política como obra humana. ¿Quién edificará, con fe y empeño si sabe que construye sobre arena movediza? ¿Qué cuanto afirme o establezca no posee más vigencia ni validez que la opinión mudable de las mayorías? El régimen de partidos o de opinión elimina en la político el sentido de la acción al negar objetivos y referencias válidas por si mismas, y elimina la estabilidad o consistencia que toda obra humana requiere al menos en su intención. La política deja así de ser empresa humana para convertirse en juego de partidos y profesión de políticos.
Cuando se establece la democracia moderna como sistema y se acepta la "libertad religiosa" (y el consecuente laicismo de Estado) resulta ya imposible mandar o prohibir cosa alguna. ¿En nombre de qué se preservará en una tal sociedad el matrimonio monógamo e indisoluble? ¿Bajo qué titulo se prohibirá el aborto, la eutanasia o el suicidio? ¿Qué se podrá oponer al nubismo, a la objeción de conciencia militar, a las drogas o a la promiscuidad de las comunas? Bastará con que el afectado por el mandato o la prohibición apele a una religión cualquiera -incluso inventada o individual- que autorice tal práctica o la prohiba. ¿Qué límite podrá poner el Estado a esa libertad religiosa si se la supone basada en "el derecho de la persona".
Quien desee divorciarse o vivir en poligamia no tendrá sino declararse adepto a múltiples religiones orientales o al Islam o a los mormones. Quien desee practicar la eutanasia o inducir al suicidio, podrá declararse sintoísta. El que quiera practicar el nudismo público alegará su adscripción a la religión de los bantúes, y los objetores al servicio militar buscarán su apoyo en los Testigos de Jehová. En fin, los que vivan en promiscuidad o se droguen hallarán un recurso en los antiguos cultos dionisiacos o báquicos. La inviabilidad última de cualquier gobierno humano (que no recurra simplemente al voluntarismo y la fuerza) se hace así patente. la "libertad religiosa" es, por su misma esencia, la muerte de toda autoridad y gobierno.
Mientras esto llega -y está a la vista en el horizonte histórico- la religión verdadera pierde rápidamente audiencia al verse privada del apoyo de las leyes y las costumbres, al ser relegada a la condición de una opción entre mil, y enfrentada al estallido de las pasiones. Y otras religiones -sobre todo las ocultistas e hinduistas- ocupan en el corazón de los hombres el puesto que ha dejado, por su propia abdicación, la religión de sus padres y de su civilización.
De donde se deduce que ni una religiosidad ambiental o popular puede subsistir sin el apoyo de una sociedad religiosamente constituida, ni el poder público puede ejercerse con autoridad y estabilidad si se prescinde de una instancia superior, religiosa, de común aceptación.
Objeción fáctica y existencial
La segunda objeción se refería, como vimos, a la imposibilidad de restablecer la unidad religiosa en España porque, de hecho, esta unidad se ha perdido en la sociedad contemporánea y sobre una sociedad "plural" no se puede gobernar confesionalmente.
A ello cabe responder: cuando decimos que el pueblo español sigue siendo, no sólo histórica, sino básica y visceralmente católico, no ignoramos el gran proceso de descristianización que ha sufrido de un siglo a esta parte, ni cómo hoy ese proceso se ve intensamente reforzado. No obstante lo cual:
a) Ninguna otra religión se ha afianzado en nuestro suelo desde tiempos de Recaredo ni ha obtenido más que adhesiones de localización mínima y pasajera. Tampoco ha brotado de nuestro suelo ninguna otra religión ni aun herejía, por más que algunas de éstas hayan encontrado cierto eco.
b) Si en una hipótesis, un inmenso cataclismo (un terremoto generalizado, una guerra atómica, como ejemplos) se abatiera sobre nuestro suelo, el ochenta por ciento de sus habitantes recurrirían al Cielo bajo el nombre de Cristo y de su Santísima Madre. Y el veinte por ciento restante lo haría cuando el peligro fuera para ellos inminente. Nadie, por supuesto, invocaría a otro Dios ni bajo otros nombres, y casi ninguno moriría conscientemente sin esa invocación. Por más que esta reacción respondiera en muchos casos al miedo, no deja por eso de revelar la mentalidad religiosa profunda de la totalidad de la población.
Caso distinto seria si estos hechos no fueran ciertos y coexistieran entre nosotros varias confesiones, como sucede en otros países. En tal caso la prudencia política del gobernante exigiría una libertad religiosa dentro de los limites en que esas confesiones convengan entre si, pero nunca una completa laicidad del Estado.
Objeción eclesiástica
La tercera objeción, en fin, esgrimía la autoridad del Concilio Vaticano II que, en su Declaración Dignitatis Humanae, parece consagrar como derecho humano respetable jurídicamente la libertad religiosa y el consiguiente "pluralismo político".
A lo cual cabe replicar: es cierto que ese documento elude más o menos claramente a la libertad religiosa en el fuero externo, y también que el sector progresista dominante hoy en la Iglesia lo ha utilizado para procurar el desmantelamiento de la unidad católica y de la confesionalidad del Estado en los países en que existían. Sin embargo, ese Concilio se declaró a si mismo como meramente "pastoral" y "no dogmático". Y su doctrina se opone en este punto a la de todos los concilios anteriores (éstos si dogmáticos) y a todas las encíclicas papales. Por otra parte, una declaración es el rango menor entre las disposiciones de que consta el Concilio. Cabría interpretarla como una mera directiva circunstancial, táctica de "pastoral", que, como toda táctica, ha de probar en la práctica su eficacia y validez.
Y, al cabo de veinticinco años, los frutos de la misma son tan patentes y desastrosos que puede aplicársele la norma de juicio que el mismo Cristo nos enseñó: por sus frutos los conoceréis.
miércoles, 16 de diciembre de 2009
LA HISTORIA, MAESTRA DE LA VIDA
No pretendo ser profeta, ni mucho menos. Pero quiero analizar brevísimamente, de manera telegráfica, algunas similitudes preocupantes entre la situación política actual de España y la de la II República. Desde luego, el error puede estar a la hora de establecer las causas, pero si se acierta en ellas, los efectos necesariamente son predecibles. ¿A dónde nos conducirá la dialéctica guerracivilista del gobierno ZP? Aquí pongo de manifiesto mi tesis al respecto”.
Hace poco más de un año, escribía un correo electrónico dirigido a un grupo de amigos en el que reflexionaba sobre las jornadas que acabábamos de vivir después del atentado terrorista del 11 de Marzo de 2004. Reconocía haber experimentado unas sensaciones raras, haber constatado un enrarecimiento del ambiente, me parecía haber “olido” (casi físicamente, pues yo creo que los libros tienen a veces la capacidad de hacernos experimentar de manera sensible hechos pretéritos) la España de 1931. Tenía esa impresión de que “España se había acostado monárquica y se había levantado republicana” aquel 14 de Marzo. Pensaba asimismo en voz alta que nunca en España desde 1939 había existido la posibilidad real de un conflicto armado interno, por una razón que posiblemente había desaparecido: ¿reaccionaría en un momento crítico el Ejército al unísono o se dividiría como en 1936?
Un año después, el devenir de los acontecimientos, y los hechos sucedidos en Madrid en los últimos días han hecho que mi cabeza rescatase aquella intuición primigenia y la acabase racionalizando en los moldes de inquietantes paralelismos, siempre salvando distancias y adaptándose a los tiempos que corren. Veamos algunos de ellos:
Radicalidad legislativa:
Hoy ya no hace falta echar a los jesuitas, fundamentalmente porque muchos han cambiado de trinchera. Caídos y abandonados los baluartes exteriores, se asedia directamente la ciudadela. Se le da validez jurídica a la nefanda sodomía, se asesina al no-nacido, se disuelve el vínculo matrimonial por vía “exprés”, se destruye el sustrato cultural y racial hispánico, se pervierte la educación de la juventud, se ningunea a la Religión Católica y se la equipara, como máximo, con las religiones falsas, mientras que subrepticiamente se la ataca permanentemente desde las tribunas mediáticas, por ínfimas que sean, subvencionando la blasfemia. Muchas de estas cosas les habrían parecido barbaridades a los miembros del Frente Popular de 1936 o incluso a los “padres” de la Constitución de 1978, pero son, en realidad, la evolución lógica de su postura doctrinal. Es el relativismo que sólo se ve frenado por el sentido común mientras el poso cultural perdura; a medida que éste se mina, aquél se distorsiona y el relativismo impone su lógica aplastante. Por eso, abominaciones para el relativista medio de hoy, como la legislación de la zoofilia o la ejecución de las personas una vez que lleguen a determinada edad, son realidades a las que se llegará en pocas generaciones, si nada cambia.
División polar “izquierda-derecha”:
En unos términos y con una intensidad que seguramente sólo recuerdan nuestros abuelos. La izquierda cierra filas en torno a un gobierno que ya parece prácticamente de coalición y aísla sistemáticamente en toda actividad política al PP, a quien pretenden identificar con la derecha. Bien es cierto que poco se parece el PP a las derechas de los años 30, cuestión esta que merecería un análisis aparte, pues se corresponde con precisión absoluta a la diferente posición de la Iglesia, de la firmeza de los grandes Papas y la contundencia de las encíclicas de entonces, a la ambigüedad postconciliar.
Sectarismo creciente:
Se comprueba en cómo se están empezando a reprimir manifestaciones contrarias a la política gubernamental, como las de los días 16 y 17 de Marzo en Madrid. Cargas policiales contra ancianos antiabortistas o contra grupos espontáneos y no violentos que simplemente querían rendir homenaje al anterior Jefe del Estado tras la retirada de su estatua. ¿No eran ellos los de “la voz del pueblo no es ilegal” hace un año? La persecución y el silenciamiento de los que no estén alineados se está recrudeciendo. Veremos qué dimensión alcanza de aquí a unos meses. Cierto es que el gusto por la violencia física no es el mismo en el populacho que en los años 30, tras sesenta años de propaganda masónica, pero simplemente es una versión “light”, al menos de momento. No se asesina, sino que se increpa y se boicotea, pero el fin es el mismo, despertar el atavismo y los instintos primarios.
La “derecha” no sabe a qué juega:
Acepta el nuevo régimen, y llega a condenar el anterior, aún a sabiendas de que de ahí provienen sus apoyos. No tiene horizonte, no sabe lo que quiere, y en el interludio, simplemente le hace el juego a la izquierda. Pero poco a poco, y aunque muy minoritarias, cada vez se oyen más voces y más importantes que abogan por otro tipo de postura, caracterizada por unos principios claros y un modelo diferente. Las bases en este sentido van por delante de los dirigentes, y pueden obligarles a un giro si quieren mantener su poder político.
Peso específico del separatismo:
Tanto en Cataluña como en Vascongadas no gozaba de tanta fuerza desde hace 70 años. Y, en el caso del vasco, todavía mucha más, por el desplome religioso y la cuasi-desaparición del Carlismo. Con el gobierno formado a partir del 14 de Marzo, el plan Ibarreche ha dejado de ser un guión de Hollywood; ha pasado de ser un inadmisible engendro de pesadilla a una negociación encima de la mesa: y nadie ha dicho nada, se ha asumido tranquilamente. No sé si aún hay quien lo dude, pero, salvo milagro, ese plan es el futuro de Vascongadas y Navarra, o, al menos, de Vizcaya y Guipúzcoa a corto o medio plazo. El caso catalán no es menos significativo; los excesos y el sectarismo del nacionalismo presuntamente moderado le han hecho esfumarse para que resucite el separatismo puro y duro. La secesión está a la vuelta de la esquina, contemplada con sonrisa benevolente de comprensivo padre progre desde el gobierno de España. Hoy por ti, mañana por mí: esa es la alianza rojo-separatista. Y el precio, la Patria.
Evolución del PSOE:
Bien podríamos comparar el PSOE de Alfonso XIII con el de la “Transición”, colaborador con Primo de Rivera o con el sucesor de Franco a título de Rey, posibilista, moderado salvo exabruptos verbales… A día de hoy, creo que es evidente la posición netamente jacobina del gobierno Zapatero, quien ha pasado de Julián Besteiro a Largo Caballero con una rapidez asombrosa. Obviamente, hoy en día no van a pedir la dictadura del proletariado. Su modelo ya no es el bolchevismo de Lenin; como hoy en día todo es más “light”, insisto en el anglicismo, se reflejan en Fidel Castro y Hugo Chávez. Desentierran discursos pretéritos y cometen tropelías como la retirada de la estatua del Caudillo, inexplicable más allá de un revanchismo enfermizo.
Mitificación de la mentira:
Repitiéndola hasta que todo el mundo se la cree y haciendo iconos de ella. Al margen de la falsificación institucional de la Historia del siglo XX en España, convirtiéndola en propaganda panfletaria, el simbolismo del “Prestige” o del “No a la guerra” me traen a la memoria el caso de Ferrer Guardia o de la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos. Se la da la vuelta a la tortilla: “la mentira es verdad”, como denunciaba Orwell en “1984”; rescoldos comportamentales del marxismo.
Instrumentalización por parte de la extrema izquierda:
Relacionada con los dos puntos anteriores. Apoyándose en la escora del PSOE y en la nueva iconografía, la izquierda más radical parece tener mucho más peso del real, y condiciona las políticas del gobierno. Como durante la República, en la que el microscópico Partido Comunista se fue apoderando de toda la izquierda, gracias fundamentalmente a la estulticia y el seguidismo de los republicanos burgueses y los socialdemócratas. En lugar de bolcheviques, hoy hay ácratas, “okupas”, ecolorrojos, antiglobalización, sodomitas de ofensiva, etc., tremendamente minoritarios pero que parecen llevar la voz cantante.
Situación internacional:
El mundo no está más lejos en este momento de un conflicto a escala mundial de lo que lo estaba en 1932. ¿Alguien se atrevería hoy a decir que es imposible que de aquí a siete años estalle definitivamente una guerra a gran escala entre un Occidente judeomasónico y el cada vez más fanatizado Islam? ¿Con quién se aliará Rusia? ¿Puede ocurrir que juegue China el papel de Estados Unidos en 1941, entrando en la partida para inclinar la balanza y saliendo como el principal vencedor? Todo esto, que parece ciencia-ficción, a mí no me parece tan improbable; una posibilidad más a tener en cuenta, y quizá no la menor. Volveríamos a ver el enfrentamiento entre dos cosmovisiones anticristianas, la lucha entre dos “malos”, en la que costaría ver las ventajas de la victoria de uno u otro (especialmente si China se alía con el sionismo y la masonería). La pregunta es: si se diese ese caso, ¿volverá a ser España el preludio? Quizás un enfrentamiento sangriento entre españoles, vigilado con lupa desde fuera y con la presencia en nuestro territorio de elementos extranjeros, vuelva a ser la antesala de la explosión bélica generalizada.
Hay dos elementos de importancia que no encajan en este “déjà vu”: el primero es la inexistencia de modelos alternativos en el panorama internacional, como fueron en la década de los años 30 el fascismo y el nacionalsocialismo, lo que tiene la vertiente negativa de dificultar la reacción y la positiva de facilitar que ésta sea netamente española; el segundo es la Unión Europea. Veremos si llega a tiempo de hacer variar el rumbo de los acontecimientos, o si, incapaz de seguir el ritmo impuesto, se volatiliza cuando llegue la hora de la verdad. Pero que nadie infiera de estas palabras que estoy pensando que la Unión Europea sería la salvación. Nada más lejos de la realidad. El triunfo europeísta implicaría la evaporación de España, su anulación ontológica, y el triunfo definitivo del orden social masónico y relativista. Victoria alcanzada así sin necesidad de alambradas y trincheras. Pero victoria efímera, por la debilidad intrínseca generada, y que haría a Occidente sucumbir ante aquellos que escapan, al menos parcialmente, al control del mundialismo en la sombra, a saber, China y el Islam. Al margen de estas últimas consideraciones, mi tesis es, pues, que el 14 de Marzo de 2004 no tuvo lugar únicamente un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen apenas encubierto. Al igual que a partir del 14 de Abril de 1931, sólo la izquierda puede arrogarse el derecho a dar cartas de legitimidad “democrática”, sólo ellos dicen lo que está bien y está mal, reaccionando de una manera que roza el histerismo cuando ello no es así.
El paralelismo puede seguir de la siguiente manera. La “derecha” se reorganiza, sus elementos despiertan del sopor y la perplejidad, y gana las siguientes elecciones. No cambia prácticamente nada, pero se ralentiza la descomposición social y se detienen en parte las reformas jurídicas anticristianas y antiespañolas. La izquierda aúlla y desmiente en la práctica su supuesto ideal democrático, voceando la ilegitimidad de cualquiera que no sea de los suyos, como hace cuando juzga la instauración democrática del III Reich o cuando tacha de inmaduro al pueblo austriaco que vota a Haider.
No tengo ni idea de cómo se puede plantear en el siglo XXI un Octubre del 34, pero si todo sigue así, no dudo de que algo muy grave sucederá. Y en ese caso, creo que estaríamos inevitablemente abocados a un nuevo 18 de Julio. Ahora mismo, es lógico ser pesimista en ese caso: ¿cuántos se iban a levantar por Dios y por España? La situación general, y muy en particular la de la Iglesia Católica, nos hace dudar de que cualquier intento por restablecer un orden social cristiano y por salvar a nuestra Patria de la desaparición pudiese tener éxito. Pero la Providencia juega con su propia baraja y no sabemos cómo se repartirán las cartas en esa última mano. A nosotros sólo nos queda velar, estar preparados y mantenernos en nuestro puesto de combate, sea el que sea, hasta que el Capitán nos reclame. Bien fácil y bien difícil lo tenemos. Lo único que quisiera, es que, en caso de que Él quiera darnos otra vez la Victoria, no volvamos a ser tan estúpidos de dilapidarla pocos años después, y señalemos claramente con el dedo al conservadurismo vacuo y al liberalismo como enemigos y culpables, en no menor medida que el marxismo y el jacobinismo. Que así sea.
Arturo Fontangordo
Hace poco más de un año, escribía un correo electrónico dirigido a un grupo de amigos en el que reflexionaba sobre las jornadas que acabábamos de vivir después del atentado terrorista del 11 de Marzo de 2004. Reconocía haber experimentado unas sensaciones raras, haber constatado un enrarecimiento del ambiente, me parecía haber “olido” (casi físicamente, pues yo creo que los libros tienen a veces la capacidad de hacernos experimentar de manera sensible hechos pretéritos) la España de 1931. Tenía esa impresión de que “España se había acostado monárquica y se había levantado republicana” aquel 14 de Marzo. Pensaba asimismo en voz alta que nunca en España desde 1939 había existido la posibilidad real de un conflicto armado interno, por una razón que posiblemente había desaparecido: ¿reaccionaría en un momento crítico el Ejército al unísono o se dividiría como en 1936?
Un año después, el devenir de los acontecimientos, y los hechos sucedidos en Madrid en los últimos días han hecho que mi cabeza rescatase aquella intuición primigenia y la acabase racionalizando en los moldes de inquietantes paralelismos, siempre salvando distancias y adaptándose a los tiempos que corren. Veamos algunos de ellos:
Radicalidad legislativa:
Hoy ya no hace falta echar a los jesuitas, fundamentalmente porque muchos han cambiado de trinchera. Caídos y abandonados los baluartes exteriores, se asedia directamente la ciudadela. Se le da validez jurídica a la nefanda sodomía, se asesina al no-nacido, se disuelve el vínculo matrimonial por vía “exprés”, se destruye el sustrato cultural y racial hispánico, se pervierte la educación de la juventud, se ningunea a la Religión Católica y se la equipara, como máximo, con las religiones falsas, mientras que subrepticiamente se la ataca permanentemente desde las tribunas mediáticas, por ínfimas que sean, subvencionando la blasfemia. Muchas de estas cosas les habrían parecido barbaridades a los miembros del Frente Popular de 1936 o incluso a los “padres” de la Constitución de 1978, pero son, en realidad, la evolución lógica de su postura doctrinal. Es el relativismo que sólo se ve frenado por el sentido común mientras el poso cultural perdura; a medida que éste se mina, aquél se distorsiona y el relativismo impone su lógica aplastante. Por eso, abominaciones para el relativista medio de hoy, como la legislación de la zoofilia o la ejecución de las personas una vez que lleguen a determinada edad, son realidades a las que se llegará en pocas generaciones, si nada cambia.
División polar “izquierda-derecha”:
En unos términos y con una intensidad que seguramente sólo recuerdan nuestros abuelos. La izquierda cierra filas en torno a un gobierno que ya parece prácticamente de coalición y aísla sistemáticamente en toda actividad política al PP, a quien pretenden identificar con la derecha. Bien es cierto que poco se parece el PP a las derechas de los años 30, cuestión esta que merecería un análisis aparte, pues se corresponde con precisión absoluta a la diferente posición de la Iglesia, de la firmeza de los grandes Papas y la contundencia de las encíclicas de entonces, a la ambigüedad postconciliar.
Sectarismo creciente:
Se comprueba en cómo se están empezando a reprimir manifestaciones contrarias a la política gubernamental, como las de los días 16 y 17 de Marzo en Madrid. Cargas policiales contra ancianos antiabortistas o contra grupos espontáneos y no violentos que simplemente querían rendir homenaje al anterior Jefe del Estado tras la retirada de su estatua. ¿No eran ellos los de “la voz del pueblo no es ilegal” hace un año? La persecución y el silenciamiento de los que no estén alineados se está recrudeciendo. Veremos qué dimensión alcanza de aquí a unos meses. Cierto es que el gusto por la violencia física no es el mismo en el populacho que en los años 30, tras sesenta años de propaganda masónica, pero simplemente es una versión “light”, al menos de momento. No se asesina, sino que se increpa y se boicotea, pero el fin es el mismo, despertar el atavismo y los instintos primarios.
La “derecha” no sabe a qué juega:
Acepta el nuevo régimen, y llega a condenar el anterior, aún a sabiendas de que de ahí provienen sus apoyos. No tiene horizonte, no sabe lo que quiere, y en el interludio, simplemente le hace el juego a la izquierda. Pero poco a poco, y aunque muy minoritarias, cada vez se oyen más voces y más importantes que abogan por otro tipo de postura, caracterizada por unos principios claros y un modelo diferente. Las bases en este sentido van por delante de los dirigentes, y pueden obligarles a un giro si quieren mantener su poder político.
Peso específico del separatismo:
Tanto en Cataluña como en Vascongadas no gozaba de tanta fuerza desde hace 70 años. Y, en el caso del vasco, todavía mucha más, por el desplome religioso y la cuasi-desaparición del Carlismo. Con el gobierno formado a partir del 14 de Marzo, el plan Ibarreche ha dejado de ser un guión de Hollywood; ha pasado de ser un inadmisible engendro de pesadilla a una negociación encima de la mesa: y nadie ha dicho nada, se ha asumido tranquilamente. No sé si aún hay quien lo dude, pero, salvo milagro, ese plan es el futuro de Vascongadas y Navarra, o, al menos, de Vizcaya y Guipúzcoa a corto o medio plazo. El caso catalán no es menos significativo; los excesos y el sectarismo del nacionalismo presuntamente moderado le han hecho esfumarse para que resucite el separatismo puro y duro. La secesión está a la vuelta de la esquina, contemplada con sonrisa benevolente de comprensivo padre progre desde el gobierno de España. Hoy por ti, mañana por mí: esa es la alianza rojo-separatista. Y el precio, la Patria.
Evolución del PSOE:
Bien podríamos comparar el PSOE de Alfonso XIII con el de la “Transición”, colaborador con Primo de Rivera o con el sucesor de Franco a título de Rey, posibilista, moderado salvo exabruptos verbales… A día de hoy, creo que es evidente la posición netamente jacobina del gobierno Zapatero, quien ha pasado de Julián Besteiro a Largo Caballero con una rapidez asombrosa. Obviamente, hoy en día no van a pedir la dictadura del proletariado. Su modelo ya no es el bolchevismo de Lenin; como hoy en día todo es más “light”, insisto en el anglicismo, se reflejan en Fidel Castro y Hugo Chávez. Desentierran discursos pretéritos y cometen tropelías como la retirada de la estatua del Caudillo, inexplicable más allá de un revanchismo enfermizo.
Mitificación de la mentira:
Repitiéndola hasta que todo el mundo se la cree y haciendo iconos de ella. Al margen de la falsificación institucional de la Historia del siglo XX en España, convirtiéndola en propaganda panfletaria, el simbolismo del “Prestige” o del “No a la guerra” me traen a la memoria el caso de Ferrer Guardia o de la sublevación de Jaca y Cuatro Vientos. Se la da la vuelta a la tortilla: “la mentira es verdad”, como denunciaba Orwell en “1984”; rescoldos comportamentales del marxismo.
Instrumentalización por parte de la extrema izquierda:
Relacionada con los dos puntos anteriores. Apoyándose en la escora del PSOE y en la nueva iconografía, la izquierda más radical parece tener mucho más peso del real, y condiciona las políticas del gobierno. Como durante la República, en la que el microscópico Partido Comunista se fue apoderando de toda la izquierda, gracias fundamentalmente a la estulticia y el seguidismo de los republicanos burgueses y los socialdemócratas. En lugar de bolcheviques, hoy hay ácratas, “okupas”, ecolorrojos, antiglobalización, sodomitas de ofensiva, etc., tremendamente minoritarios pero que parecen llevar la voz cantante.
Situación internacional:
El mundo no está más lejos en este momento de un conflicto a escala mundial de lo que lo estaba en 1932. ¿Alguien se atrevería hoy a decir que es imposible que de aquí a siete años estalle definitivamente una guerra a gran escala entre un Occidente judeomasónico y el cada vez más fanatizado Islam? ¿Con quién se aliará Rusia? ¿Puede ocurrir que juegue China el papel de Estados Unidos en 1941, entrando en la partida para inclinar la balanza y saliendo como el principal vencedor? Todo esto, que parece ciencia-ficción, a mí no me parece tan improbable; una posibilidad más a tener en cuenta, y quizá no la menor. Volveríamos a ver el enfrentamiento entre dos cosmovisiones anticristianas, la lucha entre dos “malos”, en la que costaría ver las ventajas de la victoria de uno u otro (especialmente si China se alía con el sionismo y la masonería). La pregunta es: si se diese ese caso, ¿volverá a ser España el preludio? Quizás un enfrentamiento sangriento entre españoles, vigilado con lupa desde fuera y con la presencia en nuestro territorio de elementos extranjeros, vuelva a ser la antesala de la explosión bélica generalizada.
Hay dos elementos de importancia que no encajan en este “déjà vu”: el primero es la inexistencia de modelos alternativos en el panorama internacional, como fueron en la década de los años 30 el fascismo y el nacionalsocialismo, lo que tiene la vertiente negativa de dificultar la reacción y la positiva de facilitar que ésta sea netamente española; el segundo es la Unión Europea. Veremos si llega a tiempo de hacer variar el rumbo de los acontecimientos, o si, incapaz de seguir el ritmo impuesto, se volatiliza cuando llegue la hora de la verdad. Pero que nadie infiera de estas palabras que estoy pensando que la Unión Europea sería la salvación. Nada más lejos de la realidad. El triunfo europeísta implicaría la evaporación de España, su anulación ontológica, y el triunfo definitivo del orden social masónico y relativista. Victoria alcanzada así sin necesidad de alambradas y trincheras. Pero victoria efímera, por la debilidad intrínseca generada, y que haría a Occidente sucumbir ante aquellos que escapan, al menos parcialmente, al control del mundialismo en la sombra, a saber, China y el Islam. Al margen de estas últimas consideraciones, mi tesis es, pues, que el 14 de Marzo de 2004 no tuvo lugar únicamente un cambio de gobierno, sino un cambio de régimen apenas encubierto. Al igual que a partir del 14 de Abril de 1931, sólo la izquierda puede arrogarse el derecho a dar cartas de legitimidad “democrática”, sólo ellos dicen lo que está bien y está mal, reaccionando de una manera que roza el histerismo cuando ello no es así.
El paralelismo puede seguir de la siguiente manera. La “derecha” se reorganiza, sus elementos despiertan del sopor y la perplejidad, y gana las siguientes elecciones. No cambia prácticamente nada, pero se ralentiza la descomposición social y se detienen en parte las reformas jurídicas anticristianas y antiespañolas. La izquierda aúlla y desmiente en la práctica su supuesto ideal democrático, voceando la ilegitimidad de cualquiera que no sea de los suyos, como hace cuando juzga la instauración democrática del III Reich o cuando tacha de inmaduro al pueblo austriaco que vota a Haider.
No tengo ni idea de cómo se puede plantear en el siglo XXI un Octubre del 34, pero si todo sigue así, no dudo de que algo muy grave sucederá. Y en ese caso, creo que estaríamos inevitablemente abocados a un nuevo 18 de Julio. Ahora mismo, es lógico ser pesimista en ese caso: ¿cuántos se iban a levantar por Dios y por España? La situación general, y muy en particular la de la Iglesia Católica, nos hace dudar de que cualquier intento por restablecer un orden social cristiano y por salvar a nuestra Patria de la desaparición pudiese tener éxito. Pero la Providencia juega con su propia baraja y no sabemos cómo se repartirán las cartas en esa última mano. A nosotros sólo nos queda velar, estar preparados y mantenernos en nuestro puesto de combate, sea el que sea, hasta que el Capitán nos reclame. Bien fácil y bien difícil lo tenemos. Lo único que quisiera, es que, en caso de que Él quiera darnos otra vez la Victoria, no volvamos a ser tan estúpidos de dilapidarla pocos años después, y señalemos claramente con el dedo al conservadurismo vacuo y al liberalismo como enemigos y culpables, en no menor medida que el marxismo y el jacobinismo. Que así sea.
Arturo Fontangordo
Nota: artículo aparecido en la Revista Arbil hace más de cuatro años y que tras su lectura sigue estando plénamente vigente.
sábado, 12 de diciembre de 2009
NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE, PATRONA Y EMPERATRIZ DE AMÉRICA, PROTECTORA DE LOS NIÑOS NO NACIDOS
Nuestra Señora de Guadalupe, protege y ampara a los niños que aún no han nacido. Fortalece a las madres con tu amor, convierte a los asesinos de niños inocentes despertando su coinciencia y haz que se acabe el terrible genocidio oficial y el holocausto de estado del abominable aborto.
A nosotros, pobres e indignos hijos tuyos, concédenos la gracia de la perseverancia en la Fe para mantenernos al servicio de Tu Hijo, Cristo Rey, hasta el final de nuestros días. Así mismo, junto a Él, ansiamos la restauración del orden cristiano tradicional hasta ver a Sus enemigos, legisladores de leyes injustas, puestos como estrado de Sus pies.
viernes, 11 de diciembre de 2009
SANTA MARAVILLAS DE JESÚS, ¡RUEGA POR NOSOTROS!
"Lo que Dios quiera... Como Dios quiera... Cuando Dios quiera..."
María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, la menor de cuatro hermanos; fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián a los ocho días y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en 1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal. Don Luis había sido Ministro de Fomento y en aquellas fechas era Embajador de España ante la Santa Sede. Fue educada en sus primeros años especialmente por su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña experimentó una llamada a consagrarse al Señor en virginidad. Mientras estudiaba en casa, durante su adolescencia y juventud, se dedicó a obras de caridad ayudando a muchas familias necesitadas.
Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) donde ingresó el 12 de octubre de 1919 recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús. Con este motivo D. Pedro Poveda -que fue canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera profesión en 1921. Allí mismo, detrás de la celosía que da al sagrario de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración de fundar un Carmelo en el centro geográfico de España, El Cerro de los Ángeles, donde se había levantado el monumento al Sagrado Corazón de Jesús justamente el año en que ella había carmelita descalza.
El obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay acogió y se entusiasmó con la idea y en 1924 la Hermana Maravillas y otras tres monjas carmelitas de El Escorial se instalaron provisionalmente en una casa de Getafe para atender desde allí la edificación del Convento. En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de mayo de ese mismo año. En 1926 fue nombrada, por el obispo Eijo, priora de la comunidad y el 31 de Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El Cerro de los Ángeles.
Como ya entonces acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una señal de Dios para fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del obispo, misionero carmelita, Mons. Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India).
Durante la persecución religiosa en España, a partir de 1931, pasaba todas las noches muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón y solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en caso de ser profanada.
Desde entonces y en muy pocos años realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos.
Desde el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce años, continuó atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e, incluso desde la clausura, realizó una labor social como la construcción de viviendas prefabricadas y la ayuda en la construcción de una barriada de doscientas viviendas. A sus expensas hizo edificar también una Iglesia y un colegio. Sostuvo económicamente a distintos seminaristas para que pudieran llegar a ser sacerdotes, realizó una fundación benéfica para sostener a religiosas enfermas, compró una casa en Madrid para alojar a las carmelitas que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo en tratamientos médicos y costeó al Instituto Claune la edificación de una clínica para religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo de estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios económicos, confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.
Se sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra santa madre Teresa” y consideraba un tesoro la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Irradiaba paz y dulzura en sus palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron salieron siempre agraciados con su testimonio de amor Dios y de disponibilidad a la Iglesia como fiel hija suya.
La Madre Maravillas de Jesús es una de las grandes místicas de nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia de su unión con Dios, con una rica vida interior como se refleja en las cartas íntimas a sus directores espirituales, que sólo se han conocido después de su muerte. Pasó por la vivencia de “las noches” y por el gozo del amor profundo de Dios y de su respuesta de amor a Él. La capacidad de contagiar el amor de Dios le provenía de su unión con Él y de su gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me abraso en deseos de que las almas vayan a Dios”. Durante toda su vida se entregó amorosamente al cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir a sus hijas. Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente, infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también por su fidelidad al ideal teresiano.
Ya en 1962 había tenido un trastorno circulatorio del que se repuso. En 1972 sufrió un paro cardíaco del que se recuperó, pero su salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y el santo Viático. Murió, a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué felicidad morir carmelita!”.
Fue beatificada en Roma por el Papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998, sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica se viene celebrando el 11 de diciembre.
María de las Maravillas Pidal y Chico de Guzmán nació en Madrid el día 4 de noviembre de 1891, la menor de cuatro hermanos; fue bautizada en la Parroquia de San Sebastián a los ocho días y confirmada en 1896. Hizo su primera comunión en 1902. Sus padres, don Luis y doña Cristina, eran los marqueses de Pidal. Don Luis había sido Ministro de Fomento y en aquellas fechas era Embajador de España ante la Santa Sede. Fue educada en sus primeros años especialmente por su abuela materna, Patricia Muñoz, y ya desde niña experimentó una llamada a consagrarse al Señor en virginidad. Mientras estudiaba en casa, durante su adolescencia y juventud, se dedicó a obras de caridad ayudando a muchas familias necesitadas.
Leía frecuentemente las obras de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz y, cautivada por sus vidas y experiencias espirituales, decidió entrar en las Carmelitas Descalzas de El Escorial (Madrid) donde ingresó el 12 de octubre de 1919 recibiendo el nombre de Maravillas de Jesús. Con este motivo D. Pedro Poveda -que fue canonizado juntamente con ella- le escribió una carta de felicitación, a la que contestó agradecida. Tomó el hábito en 1920 e hizo su primera profesión en 1921. Allí mismo, detrás de la celosía que da al sagrario de la Iglesia conventual, recibió en 1923 la inspiración de fundar un Carmelo en el centro geográfico de España, El Cerro de los Ángeles, donde se había levantado el monumento al Sagrado Corazón de Jesús justamente el año en que ella había carmelita descalza.
El obispo de Madrid-Alcalá, Mons. Eijo y Garay acogió y se entusiasmó con la idea y en 1924 la Hermana Maravillas y otras tres monjas carmelitas de El Escorial se instalaron provisionalmente en una casa de Getafe para atender desde allí la edificación del Convento. En esa casa hizo su profesión solemne el 30 de mayo de ese mismo año. En 1926 fue nombrada, por el obispo Eijo, priora de la comunidad y el 31 de Octubre se inauguraba el nuevo Carmelo de El Cerro de los Ángeles.
Como ya entonces acudieron muchas vocaciones, la Madre Maravillas vio en ello una señal de Dios para fundar nuevas “casas de la Virgen”. En 1933, a petición del obispo, misionero carmelita, Mons. Arana, fundó otro Carmelo en Kottayam (India).
Durante la persecución religiosa en España, a partir de 1931, pasaba todas las noches muchas horas orando desde su Carmelo, contemplando el monumento al Sagrado Corazón y solicitó y obtuvo permiso del papa Pío XI para salir con su comunidad, exponiendo sus vidas, si llegara el momento de defender la sagrada imagen, en caso de ser profanada.
Desde entonces y en muy pocos años realizó las fundaciones de otros muchos Carmelos.
Desde el Carmelo de La Aldehuela, la Madre Maravillas, donde pasó sus últimos catorce años, continuó atendiendo las necesidades de todos esos Carmelos e, incluso desde la clausura, realizó una labor social como la construcción de viviendas prefabricadas y la ayuda en la construcción de una barriada de doscientas viviendas. A sus expensas hizo edificar también una Iglesia y un colegio. Sostuvo económicamente a distintos seminaristas para que pudieran llegar a ser sacerdotes, realizó una fundación benéfica para sostener a religiosas enfermas, compró una casa en Madrid para alojar a las carmelitas que tuvieran necesidad de permanecer algún tiempo en tratamientos médicos y costeó al Instituto Claune la edificación de una clínica para religiosas de clausura. En la iniciativa y desarrollo de estos servicios caritativos, que solía empezar sin medios económicos, confiaba siempre en la Providencia de Dios, que nunca le faltó.
Se sentía feliz de ser carmelita descalza, “hija de nuestra santa madre Teresa” y consideraba un tesoro la vida y los textos de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
Irradiaba paz y dulzura en sus palabras y gestos, de tal forma que quienes la trataron salieron siempre agraciados con su testimonio de amor Dios y de disponibilidad a la Iglesia como fiel hija suya.
La Madre Maravillas de Jesús es una de las grandes místicas de nuestro tiempo. Vivió una maravillosa experiencia de su unión con Dios, con una rica vida interior como se refleja en las cartas íntimas a sus directores espirituales, que sólo se han conocido después de su muerte. Pasó por la vivencia de “las noches” y por el gozo del amor profundo de Dios y de su respuesta de amor a Él. La capacidad de contagiar el amor de Dios le provenía de su unión con Él y de su gran capacidad y disposición para la oración. Expresaba: “Me abraso en deseos de que las almas vayan a Dios”. Durante toda su vida se entregó amorosamente al cumplimiento de la voluntad de Dios, y en la última etapa, ofreciendo su enfermedad y dando testimonio: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera” solía repetir a sus hijas. Amó y vivió la pobreza y humildad heroicamente, infundiendo este espíritu en sus hermanas. Destacó también por su fidelidad al ideal teresiano.
Ya en 1962 había tenido un trastorno circulatorio del que se repuso. En 1972 sufrió un paro cardíaco del que se recuperó, pero su salud quedó ya muy quebrantada. En la solemnidad de la Inmaculada de 1974, recibió la Unción de los enfermos y el santo Viático. Murió, a los 83 años, en el Carmelo de La Aldehuela, el 11 de diciembre de 1974, rodeada de sus hijas y repitiendo: “¡Qué felicidad morir carmelita!”.
Fue beatificada en Roma por el Papa Juan Pablo II el día 10 de mayo de 1998, sus reliquias permanecen en la Iglesia del Carmelo de La Aldehuela (Madrid) y su memoria litúrgica se viene celebrando el 11 de diciembre.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
IN MEMORIAM: FRAY ANTONIO DE LUGO
Hoy, 9 de diciembre, ha fallecido a los 91 años de edad el Reverendo Padre Fray Antonio de Lugo.Monje Jerónimo, llevó a cabo tras la Cruzada la refundación de la Orden iniciada por Fray Manuel de la Sagrada Familia, asesinado en Paracuellos.
Fué Superior de la Orden de San Jerónimo, Prior del Monasterio de Yuste, autor de numerosos libros y artículos en prensa, conferenciante y director espiritual.
A la espera de una semblanza acertada que tribute su memoria, desde este humilde blog suplicamos oraciones por su alma. En su recuerdo, reproducimos uno de tantos artículos que escribió sobre controversias actuales.
LAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO EN EL PENSAMIENTO DE JOSE ANTONIO PRIMO DE RIVERA
Para entender rectamente el pensamiento de José Antonio acerca de esta cuestión, es necesario fijarse con detenimiento en el entorno religioso de su vida, así en el plano personal como en el profesional y político. El ambiente familiar de su educación, netamente piadoso, hizo de él, como afirma su hermana, la Condesa del Castillo de la Mota, “un verdadero y entero católico “, y como tal se mostró siempre en público y en privado; a su amigo y camarada Francisco Bravo la declaró en una ocasión que “ era católico convencido”. Su vida de piedad, sin alardes ni espiritualidades, era sincera, sólida; sabemos que, en repetidas ocasiones, practicó los ejercicios espirituales, en retiro, al estilo de San Ignacio, y entre sus lecturas religiosas le eran preferidas y habituales la Sagrada Biblia, San Agustín, Santo Tomás y San Pablo. Sería muy largo citar hechos que ponen de manifiesto, bien a las claras, el talante religioso de José Antonio en su actuación personal, familiar y social. Como profesional del Derecho, se ajustó siempre a los dictados de su conciencia moral cristiana. Siendo, a pesar de su juventud, abogado de prestigio y en ejercicio, nunca aceptó defender pleitos de divorcio, legal en España durante el quinquenio republicano. El 4 de Julio de 1935 escribía en “Arriba “ : “ Los autores de la ley del divorcio, cautos, sabían muy bien que las instituciones profundas y fuertes, como la familia, no se las puede combatir de frente, sino que hay que ablandarlas con el halago de la sensualidad y minarlas por procedimientos insidiosos..... Desde el punto de vista religioso, el divorcio, para los españoles, no existe. Ningún español casado, con sujeción al rito católico, que es el de casi todos los nacidos en nuestras tierras, se considerará desligado del vínculo porque una Audiencia dicte fallo de divorcio. Para quienes, además, entendemos la vida como milicia y servicio, nada puede haber más repelente que una institución llamada a dar salida cobarde a lo que, como todas las cosas profundas y grandes, sólo debe desenlazarse en maravilla de gloria, o en fracaso, sufrido en severo silencio”.
Es en su actividad política donde encontramos mayor abundancia de datos que demuestran el sentir altamente espiritual y católico de José Antonio ; rechaza, de plano, “la interpretación materialista de la historia “ y afirma que “ lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos “, y que “ aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso “, y para quien “ la interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es, además, históricamente, la española...”.Así pues, “ toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico “ ; expresiones todas ellas que brotan del fecundo hontanar de sus nobles ideales, y fruto de una robusta fe católica. En Cáceres, el año 1934, en un discurso declaró con valentía y convicción: “ España fue a América no por plata, sino a decirles a los indios que todos eran hermanos, lo mismo los blancos que los negros, todos, puesto que siglos antes, en otras tierras lejanas, un Mártir derramaba su Sangre por el Sacrificio, para que esa sangre estableciera el amor y la hermandad entre los hombres de la tierra “ . Por sus convicciones cristianas, se aparta del liberalismo filosófico y, como consecuencia, del liberalismo estatal. El materialismo ateo está en abierta oposición con José Antonio, que concibe al hombre como “portador de valores eternos “ y no duda en proclamar que “ ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá “.
Cuando José Antonio trata el asunto de las relaciones del Estado con la Iglesia lo hace en términos que no contradicen sus ideas, sino más bien en perfecta coherencia con su fe. Su tesis es perfectamente ortodoxa. No es partidario de la separación, tal
como la propone el liberalismo, y que ha sido repetidamente condenada por el Magisterio eclesiástico. Quizá donde aparece más evolucionado su pensamiento es en el siguiente texto: “ Queremos que el espíritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra historia, sea respetado y amparado como se merece, sin que, por eso, el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias, ni comparta, como hacía tal vez por otros intereses que los de la verdadera religión, funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo “, que se completa con el siguiente párrafo de los “Puntos Iniciales “ : “Quiero decir que el Estado nuevo se inspirará en el espíritu religioso católico tradicional en España y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos “. La doctrina de separación no admite inspiración alguna religiosa, al tiempo de gobernar; sólo contempla los deseos de la mayoría del pueblo, único soberano. La tesis joseantoniana, católica, es bien distinta, y afirma que el Estado ha de inspirar su actuación en la doctrina de la Iglesia católica; las razones las ha expuesto repetidísimas veces, al hablar del valor del espíritu en la vida de los hombres y de los pueblos. El Estado español, forjado en una Cruzada, hace suya la idea de José Antonio y la incorpora a la Ley de Principios del Movimiento Nacional, que, en su número ll, dice : “ La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación “.
El pensamiento de José Antonio está contenido en los “Puntos Iniciales “, en los siguientes términos, que son perfectamente compatibles con la doctrina católica más exigente, sin que por ello se le pueda tildar de favorecer la separación de la Iglesia y el Estado al modo liberal : “Tampoco quiere decir que el Estado vaya a asumir directamente funciones religiosas que correspondan a la Iglesia. Ni menos que vaya a tolerar intromisiones o maquinaciones de la Iglesia, con daño posible para la dignidad del Estado, o para la integridad nacional “. Como se ve, una vez más, lo que repudia son las enojosas intromisiones, así por parte de la Iglesia como del Estado.
Para entender rectamente el pensamiento de José Antonio acerca de esta cuestión, es necesario fijarse con detenimiento en el entorno religioso de su vida, así en el plano personal como en el profesional y político. El ambiente familiar de su educación, netamente piadoso, hizo de él, como afirma su hermana, la Condesa del Castillo de la Mota, “un verdadero y entero católico “, y como tal se mostró siempre en público y en privado; a su amigo y camarada Francisco Bravo la declaró en una ocasión que “ era católico convencido”. Su vida de piedad, sin alardes ni espiritualidades, era sincera, sólida; sabemos que, en repetidas ocasiones, practicó los ejercicios espirituales, en retiro, al estilo de San Ignacio, y entre sus lecturas religiosas le eran preferidas y habituales la Sagrada Biblia, San Agustín, Santo Tomás y San Pablo. Sería muy largo citar hechos que ponen de manifiesto, bien a las claras, el talante religioso de José Antonio en su actuación personal, familiar y social. Como profesional del Derecho, se ajustó siempre a los dictados de su conciencia moral cristiana. Siendo, a pesar de su juventud, abogado de prestigio y en ejercicio, nunca aceptó defender pleitos de divorcio, legal en España durante el quinquenio republicano. El 4 de Julio de 1935 escribía en “Arriba “ : “ Los autores de la ley del divorcio, cautos, sabían muy bien que las instituciones profundas y fuertes, como la familia, no se las puede combatir de frente, sino que hay que ablandarlas con el halago de la sensualidad y minarlas por procedimientos insidiosos..... Desde el punto de vista religioso, el divorcio, para los españoles, no existe. Ningún español casado, con sujeción al rito católico, que es el de casi todos los nacidos en nuestras tierras, se considerará desligado del vínculo porque una Audiencia dicte fallo de divorcio. Para quienes, además, entendemos la vida como milicia y servicio, nada puede haber más repelente que una institución llamada a dar salida cobarde a lo que, como todas las cosas profundas y grandes, sólo debe desenlazarse en maravilla de gloria, o en fracaso, sufrido en severo silencio”.
Es en su actividad política donde encontramos mayor abundancia de datos que demuestran el sentir altamente espiritual y católico de José Antonio ; rechaza, de plano, “la interpretación materialista de la historia “ y afirma que “ lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos “, y que “ aspecto preeminente de lo espiritual es lo religioso “, y para quien “ la interpretación católica de la vida es, en primer lugar, la verdadera; pero es, además, históricamente, la española...”.Así pues, “ toda reconstrucción de España ha de tener un sentido católico “ ; expresiones todas ellas que brotan del fecundo hontanar de sus nobles ideales, y fruto de una robusta fe católica. En Cáceres, el año 1934, en un discurso declaró con valentía y convicción: “ España fue a América no por plata, sino a decirles a los indios que todos eran hermanos, lo mismo los blancos que los negros, todos, puesto que siglos antes, en otras tierras lejanas, un Mártir derramaba su Sangre por el Sacrificio, para que esa sangre estableciera el amor y la hermandad entre los hombres de la tierra “ . Por sus convicciones cristianas, se aparta del liberalismo filosófico y, como consecuencia, del liberalismo estatal. El materialismo ateo está en abierta oposición con José Antonio, que concibe al hombre como “portador de valores eternos “ y no duda en proclamar que “ ningún hombre puede dejar de formularse las eternas preguntas sobre la vida y la muerte, sobre la creación y el más allá “.
Cuando José Antonio trata el asunto de las relaciones del Estado con la Iglesia lo hace en términos que no contradicen sus ideas, sino más bien en perfecta coherencia con su fe. Su tesis es perfectamente ortodoxa. No es partidario de la separación, tal
como la propone el liberalismo, y que ha sido repetidamente condenada por el Magisterio eclesiástico. Quizá donde aparece más evolucionado su pensamiento es en el siguiente texto: “ Queremos que el espíritu religioso, clave de los mejores arcos de nuestra historia, sea respetado y amparado como se merece, sin que, por eso, el Estado se inmiscuya en funciones que no le son propias, ni comparta, como hacía tal vez por otros intereses que los de la verdadera religión, funciones que sí le corresponde realizar por sí mismo “, que se completa con el siguiente párrafo de los “Puntos Iniciales “ : “Quiero decir que el Estado nuevo se inspirará en el espíritu religioso católico tradicional en España y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos “. La doctrina de separación no admite inspiración alguna religiosa, al tiempo de gobernar; sólo contempla los deseos de la mayoría del pueblo, único soberano. La tesis joseantoniana, católica, es bien distinta, y afirma que el Estado ha de inspirar su actuación en la doctrina de la Iglesia católica; las razones las ha expuesto repetidísimas veces, al hablar del valor del espíritu en la vida de los hombres y de los pueblos. El Estado español, forjado en una Cruzada, hace suya la idea de José Antonio y la incorpora a la Ley de Principios del Movimiento Nacional, que, en su número ll, dice : “ La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación “.
El pensamiento de José Antonio está contenido en los “Puntos Iniciales “, en los siguientes términos, que son perfectamente compatibles con la doctrina católica más exigente, sin que por ello se le pueda tildar de favorecer la separación de la Iglesia y el Estado al modo liberal : “Tampoco quiere decir que el Estado vaya a asumir directamente funciones religiosas que correspondan a la Iglesia. Ni menos que vaya a tolerar intromisiones o maquinaciones de la Iglesia, con daño posible para la dignidad del Estado, o para la integridad nacional “. Como se ve, una vez más, lo que repudia son las enojosas intromisiones, así por parte de la Iglesia como del Estado.
Siguiendo la línea de su pensamiento y de su actuación, José Antonio es partidario del Estado confesional; más aún, encuentra en ello el modo normal de relaciones entre la Iglesia y el Estado, de acuerdo con las tradiciones españolas más antiguas, en perfecta concordancia con la autonomía y separación de funciones específicas; independencia que considera necesaria dentro de un estatuto de mutua colaboración y respeto. Ya en los “ Puntos Iniciales “ había escrito, el año 1933,: “Quiere decir que el Estado nuevo se inspirará en el espíritu religioso católico tradicional en España, y concordará con la Iglesia las consideraciones y el amparo que le son debidos “. Quiere para la Iglesia, por parte del Estado, un trato de respeto y cuantas consideraciones sean necesarias, por ser la Iglesia católica la única verdadera e históricamente la española. A quien juzgaba su postura en esta materia como menos conforme con la doctrina católica le contesta: “ Estos (los católicos falangistas), sin embargo, son inteligentes de sobra para saber, primero, que la declaración sobre el problema religioso contenido en el punto 25 del programa de Falange Española y de las JONS coincide exactamente con la manera de entender el problema que tuvieron nuestros más preclaros y católicos reyes......”.
Fray Antonio de Lugo , O.S.H.
martes, 8 de diciembre de 2009
INMACULADA CONCEPCIÓN: PATRONA DE ESPAÑA
Señora Inmaculada de las gentes de España.
De victoria en Lepanto, de dolor en Rocroi,
rezada a flor de espadas desde el mar de Corinto
a la ribera virgen del río Paraná.
¡Señora Inmaculada de los indios ingenuos
y del hidalgo altivo y de la Inquisición!
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España, de rodillas, te ofrece el corazón.
¡Señora Inmaculada del Pilar Jacobeo!
Consuelo de amarguras en empresas de amar.
El fruto que sembraste para la fe de Cristo
salido de tus manos, ¿no había de granar?.
¡Señora Inmaculada del apóstol del Trueno,
de la hazaña difícil y la tribulación!.
Viniste a Zaragoza para salvar a España,
y España, desde entonces, parece una oración.
¡Señora Inmaculada de los Picos de Europa!
¡Cuántos te parecían pues cuanta era su fe!
Y vino de los cielos tu auxilio y la victoria
del Dios de las batallas, del Santo, de Yahvé.
¡Señora Inmaculada de esperanzas de patria!
Se eleva una plegaria de Asturias a Aragón.
Sus ecos en las rocas, los bosques y los muertos
hablaron en romance y hablaron en canción.
¡Señora Inmaculada de la Santa María,
de los vientos propicios y de la tempestad!
Temblando amor de madre llegaste al nuevo mundo
y el indio fue el hermano y Cristo la verdad.
¡Señora Inmaculada del santo misionero,
de los conquistadores y del emperador!
Resuena aun el Caribe las voces de Triana
y rezan todavía los indios al Señor.
¡Señora Inmaculada del indio mejicano!
América es España, y España es para ti.
El inca y el azteca cayeron de rodillas
y fue el Ave María caricia en guaraní.
¡Señora Inmaculada de la Rosa de Lima,
de García Moreno, de la persecución!
Son hijos de españoles, amándote nacieron:
no saben de mentira, ni saben de traición.
¡Señora Inmaculada del Valle de los Muertos,
del niño asesinado y el viejo requeté!
Ganaron la victoria, la sangre y el martirio
de la España de Cristo por la España sin fe.
¡Señora Inmaculada del muerto por la vida!
En tus brazos de madre morir es salvación.
Y la semilla santa rebrota en patria nueva
con ecos del Prudente y voz de Calderón.
¡Señora Inmaculada de la historia de España!
Tu misma nos la hiciste y huele a santidad.
Derrotas son honores, que las guerras de Cristo,
se ganan en el cielo y allí está la verdad.
¡Señora Inmaculada!. Somos aquellos mismos
que siglos defendieron tu pura Concepción.
Como ayer, como siempre, como cuando hizo falta,
España de rodillas, te ofrece el corazón.
Francisco José Fernández de la Cigoña
domingo, 6 de diciembre de 2009
DÍA DE LA CONS(PROS)TITUCIÓN ESPAÑOLA
- Uno de los padres de la constitución trabajando en su elaboración.
Desde este blog felicitamos a los padres de la Constitución española de 1978 que han logrado su objetivo: más divorcios, más abortos, más asesinatos, más robos, más corrupción, más políticos, más separatismo, más confrontación, más mentiras, más revanchismo, más paro, más pobres, más drogas, más prostitución, más violencia "electrodoméstica", más ancianos que sobran, más inmigracción sin papeles, más mezquitas, más sectas... más constitución.
viernes, 4 de diciembre de 2009
NUEVA PRUEBA HISTÓRICA PARA "NUESTROS HERMANOS MAYORES": JESUCRISTO ES EL MESÍAS.
Científicos israelíes analizaron cuidadosamente una losa de piedra (foto), con cerca de 100 centímetros de altura con 87 líneas en hebreo. Data de varios lustros antes del nacimiento de Jesucristo.
El descubrimiento sacudió los círculos de la arqueología bíblica hebrea porque prueba que los judíos alimentaban la esperanza de que el Mesías que vendría, resucitaría después de tres días de muerto.
La placa fue encontrada cerca del Mar Muerto y es un raro ejemplo de una inscripción en piedra de tinta en dos columnas, como en la Torah (el equivalente en hebreo a las Escrituras Pentateuco, es decir, los cinco primeros libros de la Biblia).
Para Daniel Boyarin, profesor de Talmud en la Universidad de Berkeley, la pieza es una prueba más de que Cristo Jesús es el Mesías tradicionalmente esperado por los judíos. Ada Yardeni y Binyamin Elitzur, expertos israelíes en escritura en hebreo, después de un análisis detallado, concluyen que data de fin del primer siglo antes de Cristo. El profesor de arqueología en la Universidad de Tel Aviv, Yuval Goren hizo un análisis químico y considera que no se puede dudar de su autenticidad.
Se comprende que entre los judíos haya sido causa de controversia, ya que simplemente apunta a la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y deja en incómoda situación a la sinagoga que lo crucificó y a quienes aprueben el deicidio.
El descubrimiento sacudió los círculos de la arqueología bíblica hebrea porque prueba que los judíos alimentaban la esperanza de que el Mesías que vendría, resucitaría después de tres días de muerto.
La placa fue encontrada cerca del Mar Muerto y es un raro ejemplo de una inscripción en piedra de tinta en dos columnas, como en la Torah (el equivalente en hebreo a las Escrituras Pentateuco, es decir, los cinco primeros libros de la Biblia).
Para Daniel Boyarin, profesor de Talmud en la Universidad de Berkeley, la pieza es una prueba más de que Cristo Jesús es el Mesías tradicionalmente esperado por los judíos. Ada Yardeni y Binyamin Elitzur, expertos israelíes en escritura en hebreo, después de un análisis detallado, concluyen que data de fin del primer siglo antes de Cristo. El profesor de arqueología en la Universidad de Tel Aviv, Yuval Goren hizo un análisis químico y considera que no se puede dudar de su autenticidad.
Se comprende que entre los judíos haya sido causa de controversia, ya que simplemente apunta a la divinidad de nuestro Señor Jesucristo y deja en incómoda situación a la sinagoga que lo crucificó y a quienes aprueben el deicidio.
miércoles, 2 de diciembre de 2009
lunes, 30 de noviembre de 2009
A 71 AÑOS DE SU ASESINATO: RECUERDO Y HOMENAJE AL CAPITÁN CODREANU
Hubo un tiempo de gloria en que la Fe formaba los cimientos de toda milicia y la milicia era la prolongación de una vida consagrada a la Fe. Un tiempo que jamás puede ser exclusivo del pasado y, si así lo fuera, nada valdría el presente y menos aún el futuro que está por venir.
A quien armoniza en su vida la Fe y la milicia es justo llamarle héroe. El heroísmo es la milicia extrema al servicio de la Fe y la esencia de la vocación juvenil que el hombre abraza. Y cuando el héroe, encarnando la Fe en la milicia, entrega la vida y la sangre testimoniando ese compromiso inalterable, decimos que ha pasado a ser mártir. Es entonces cuando culmina, con letras de oro en el libro de la Historia, el paradigma sempiterno del combatiente cristiano.
Setenta y un años después, recordamos con profunda emoción, la vida y la obra de Cornelio Zelea Codreanu, maestro y capitán.
Maestro, siendo todavía universitario, de estudiantes y profesores. Predicó a los suyos con la elocuencia propia de quien domina la palabra, porque la palabra le poseía. Nadie como él supo analizar, primero, y dinamitar después, el saqueo judeo-bolchevique en que se vio envuelto el pueblo rumano. Porque no sólo les fueron robados los bolsillos, causa ya justa para levantarse, sino algo más profundo y superior. Les arrebataron la Fe y la Patria, lo más valioso, la Santa Causa por la que el hombre está dispuesto a ofrecer su vida e incluso a batirse hasta el final en el campo de batalla.
Enseñó, por todos los rincones de Rumanía el amor que se debe tributar al semejante, a la familia, a la nación; y sobretodo, amor sin fisuras a Dios. Cumplió, intachablemente, su misión de maestro, alzando la bandera, jamás arriada, de la Verdad, “oportuna e inoportunamente predicada”. La vida de Codreanu, imagen perfecta de su palabra, nos hace llamarle, justamente, héroe. Como consecuencia de su palabra y su vida, fue asesinado, junto con trece de sus legionarios, la noche del treinta de noviembre de mil novecientos treinta y ocho. Justo es, también, llamarle mártir.
Capitán. Capitán Codreanu, al frente de la Legión de San Miguel Arcángel, que él mismo fundó, donde se forjaba la mejor juventud rumana. La Fe era la exigencia necesaria para formar parte de la Guardia de Hierro junto al compromiso militante de aceptar el puesto de mayor abnegación, el más austero y sacrificado, el último y más servicial. Muchas veces, también, el más arriesgado. Supo fundar y ordenar, era, el Capitán, la referencia de todo acto y pensamiento, el líder indiscutible al que tantos siguieron hasta el final. Guía y líder del pueblo, adalid y caudillo con tan pocos años y con tanta jefatura que jóvenes y mayores, obreros y catedráticos, agricultores y abogados, se cuadraban ante él en espera de un consejo, una orden o una consigna.
La Religión frente al paganismo que estaba disolviendo el componente espiritual del hombre y el pueblo. La Patria, amada, ensalzada y defendida, contra el comunismo internacionalista, que mediante las garras de Sión, despedazaba la conciencia nacional y hasta la tierra misma de Rumanía. La verticalidad de cada acto, que tendía a la perfección, pues todo se hacía como ofrecimiento a Dios por el bien de la Patria. Héroe, sí, justamente, “combatiendo los nobles combates de la Fe” que nos describiera San Pablo. Héroe, pues la exigencia de ese espíritu empezaba por él mismo. Héroe, forjador de héroes cristianos y combatientes, y por eso le mataron. Es de justicia, otra vez, llamarle mártir.
Habiendo pasado setenta años de su martirio se sigue escuchando sus férreas palabras, en forma de arenga, que con el eco poético de su admirable vida nos sigue repitiendo: “antes que nuestros cuerpos se consuman y se agote nuestra sangre es preferible morir en los montes peleando por nuestra Fe”.
Miguel Menéndez Piñar
2008
A quien armoniza en su vida la Fe y la milicia es justo llamarle héroe. El heroísmo es la milicia extrema al servicio de la Fe y la esencia de la vocación juvenil que el hombre abraza. Y cuando el héroe, encarnando la Fe en la milicia, entrega la vida y la sangre testimoniando ese compromiso inalterable, decimos que ha pasado a ser mártir. Es entonces cuando culmina, con letras de oro en el libro de la Historia, el paradigma sempiterno del combatiente cristiano.
Setenta y un años después, recordamos con profunda emoción, la vida y la obra de Cornelio Zelea Codreanu, maestro y capitán.
Maestro, siendo todavía universitario, de estudiantes y profesores. Predicó a los suyos con la elocuencia propia de quien domina la palabra, porque la palabra le poseía. Nadie como él supo analizar, primero, y dinamitar después, el saqueo judeo-bolchevique en que se vio envuelto el pueblo rumano. Porque no sólo les fueron robados los bolsillos, causa ya justa para levantarse, sino algo más profundo y superior. Les arrebataron la Fe y la Patria, lo más valioso, la Santa Causa por la que el hombre está dispuesto a ofrecer su vida e incluso a batirse hasta el final en el campo de batalla.
Enseñó, por todos los rincones de Rumanía el amor que se debe tributar al semejante, a la familia, a la nación; y sobretodo, amor sin fisuras a Dios. Cumplió, intachablemente, su misión de maestro, alzando la bandera, jamás arriada, de la Verdad, “oportuna e inoportunamente predicada”. La vida de Codreanu, imagen perfecta de su palabra, nos hace llamarle, justamente, héroe. Como consecuencia de su palabra y su vida, fue asesinado, junto con trece de sus legionarios, la noche del treinta de noviembre de mil novecientos treinta y ocho. Justo es, también, llamarle mártir.
Capitán. Capitán Codreanu, al frente de la Legión de San Miguel Arcángel, que él mismo fundó, donde se forjaba la mejor juventud rumana. La Fe era la exigencia necesaria para formar parte de la Guardia de Hierro junto al compromiso militante de aceptar el puesto de mayor abnegación, el más austero y sacrificado, el último y más servicial. Muchas veces, también, el más arriesgado. Supo fundar y ordenar, era, el Capitán, la referencia de todo acto y pensamiento, el líder indiscutible al que tantos siguieron hasta el final. Guía y líder del pueblo, adalid y caudillo con tan pocos años y con tanta jefatura que jóvenes y mayores, obreros y catedráticos, agricultores y abogados, se cuadraban ante él en espera de un consejo, una orden o una consigna.
La Religión frente al paganismo que estaba disolviendo el componente espiritual del hombre y el pueblo. La Patria, amada, ensalzada y defendida, contra el comunismo internacionalista, que mediante las garras de Sión, despedazaba la conciencia nacional y hasta la tierra misma de Rumanía. La verticalidad de cada acto, que tendía a la perfección, pues todo se hacía como ofrecimiento a Dios por el bien de la Patria. Héroe, sí, justamente, “combatiendo los nobles combates de la Fe” que nos describiera San Pablo. Héroe, pues la exigencia de ese espíritu empezaba por él mismo. Héroe, forjador de héroes cristianos y combatientes, y por eso le mataron. Es de justicia, otra vez, llamarle mártir.
Habiendo pasado setenta años de su martirio se sigue escuchando sus férreas palabras, en forma de arenga, que con el eco poético de su admirable vida nos sigue repitiendo: “antes que nuestros cuerpos se consuman y se agote nuestra sangre es preferible morir en los montes peleando por nuestra Fe”.
Miguel Menéndez Piñar
2008
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A MONSEÑOR REIG ¡LAUS DEO!
¡Impresionante! Y más aun por lo inesperado del hecho, por ser un hecho singular que no se daba desde hacía décadas. Ayer, en la sacrosanta tierra de Paracuellos del Jarama, donde yacen silenciosos los restos gloriosos de los miles de asesinados en 1936 por la vesania roja, revolucionaria, marxista, atea y antiespañola, un rayo de luz apostólica irrumpió con fuerza desmedida abriéndose paso no sólo entre el espeso muro de nubes plomizas que encapotaban el cielo, sino más aun entre la cobardía y la traición del clero, de los militares, de los civiles y vulgares españoles que olvidando su más reciente y magnífica historia, hunde a España cada día un poco más en el lodazal.
Allí, en aquella tierra sacrosanta empapada aun por la sangre que mana de las viles heridas inferidas a tantos españoles de pro que un día dieron generosos su último adiós, por España y por Dios, ayer, 29 de Noviembre de 2009, un rayo de luz fulgurante se expandió brillando esplendoroso sobre la faz de aquel campo que lo es de vida y de honor.
Ayer, el nuevo obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig, hombre adusto, de rostro tranquilo, sereno en sus gestos, firme en sus hechos, que viene de Murcia doliente, repleta su alma de dolor tras haber sido injustamente expulsado no sólo por los “kikos” mentecatos, sino, lo que es peor, por sus homólogos de apostolado, tuvo el gesto valiente, después de que hace décadas que nadie se atreviera a tener tanto valor, de celebrar una Misa especial por el eterno y glorioso descanso de los miles de españoles de pro que Carrillo y sus secuaces --esos mismos a los que el PP, Rouco y los militares aplauden desde hace años con vigor--, les diera muerte vilmente previo atarles las manos a la espalda de dos en dos, pues libres les daban pavor.
Ayer, por fin y al fin, un prelado español se sacudió el sueño, la pereza, el acomodo, el indolente sopor, la soberbia, la ambición, la premeditada distracción, y elevándose por encima de esa legión de pseudoapóstatas que sólo buscan el aplauso de los necios y la alabanza de los sin Dios, piso tierra sagrada, la más sagrada de España, como él mismo en su homilía la definió, y alzó la voz firme, henchida y llena de emoción al cielo de la España que no muere, ni se rinde, ni traiciona, ni se entrega, ni busca “equilibrios”, ni componendas, y dijo lo que hay que decir, que aquellos cuyos cuerpos allí yacen, tienen sus almas con Dios; que son ejemplo de españoles; que dieron su vida por Él y por su amor; que en esta tierra sagrada hay que levantar la basílica más grande y afamada, la mayor de toda la cristiandad, porque no hay lugar que se le parezca, no tiene rival, no hay catedral más hermosa que la propia que forma aquella tierra donde reposan los mártires de la Cruzada española más gloriosa que los siglos vieron ni verán nunca jamás.
¡Qué emoción, señores! ¡Qué emoción! No se pueden imaginar lo que fue ayer en aquel lugar. Estaba Paracuellos como nunca desde hace décadas. Allí no cabía un alfiler. El sacrosanto lugar estaba atestado de vivos, que eran contemplados por los muertos que desde el Paraíso les miraban llenos también de emoción. Allí, en torno al obispo --el único obispo que hoy hay en España, pues los demás no valen nada--, miles de familiares, amigos y españoles, los de la gran tribulación, agradecidos participaron del Santo Sacrificio que en acción de gracias se elevó hacia el eterno trono del Todopoderoso Dios.
Allí, mayores y pequeños --pues ya germina vigorosa la semilla regada con la sangre de tanta injusticia y dolor--, varias generaciones juntas, como aquellas que acudieron al sonar de la trompeta el 18 de Julio de 1936, rezaron con el obispo, con él los himnos entonaron y no dejarán ya de acudir a la cita que será a partir de ahora obligada --como siempre debió ser-- para todo español de buen nacer.
Si el abad del Valle de los Caídos nos ha cerrado las puertas de aquel mausoleo magnífico donde reposan los restos del nuestro siempre invicto Caudillo, del siempre presente José Antonio, de miles de gloriosos caídos por España y por Dios, y de los que lo hicieron para su desgracia y deshonor por la mísera república revolucionaria, este obispo de Alcalá nos ha abierto de par en par la cancela del sacrosanto lugar, ese cementerio de Paracuellos desde el que no dejan de gritar a nuestras conciencias los allí sepultados exigiendo, no venganza, pero sí justa compensación.
Los que no asistieron no se pueden hacer una idea de lo que ayer se realizó en Paracuellos. Junto a las tumbas inertes una aglomeración de gentes, un gentío, una manifestación, un mar de españoles valientes y agradecidos llenos de emoción, apretados al señor obispo que sin cubrirse bajo la lluvia, sin arrugarse bajo el dolor, cual apóstol de Cristo y mártir de Nuestro Señor, igual que aquellos que antes y hace años dieron atados esos mismos pasos, recorrió en gesto sin par cada osario, cada fosa, cada tumba, bendiciéndolas de una en una, esparciendo sobre ellas el agua milagrosa, dando así a los que allí yacen un abrazo consolador y al tiempo reparador de la terrible injusticia que con ellos han hecho estos curas, militares, civiles y españoles de la “traición”, de la democracia, del aborto enaltecido y de la corrupción; y con dicha agua bendita les infundió de nuevo el valor que todos tuvieron aquel día en que atados de dos de dos fueron conducidos a Paracuellos para recibir en el altar del holocausto la corona inmarcesible, sublime, divina del martirio y con ella el beso más amoroso que puede ser humano recibir de Dios, Nuestro Padre y Señor.
Ayer, españoles de pro, fue un día grande, tan grande como el que más, pues después de décadas de vil silencio, de villana traición, de olvido repugnante, de cobardes canalladas, un obispo, por fin un prelado, un apóstol de la Iglesia por la que tantos dieron su vida, fuera en Paracuellos, en la tenebrosa checa o en el campo del honor, alzó su voz potente y dijo lo que hay que decir: que clama al cielo tanta injusticia, tanto miedo, cobardía y traición.
¡Españoles de pro! Españoles que sentís a España con cada latido de vuestro corazón. Españoles que sabéis que España es imposible sin Dios. Españoles que sabéis que España sólo puede ser Una entre un millón; Grande como el Sol y Libre de los antiDios, alzad vuestros brazos al cielo, levantad la cara al Sol, mirad que los de Paracuellos os miran desde los luceros impasible el ademán, y corred en ayuda de este obispo de Alcalá que ha dado el primer paso al frente, paso que ya no tiene rival ni vuelta atrás, y quemando junto a él las naves gritad hasta enronquecer ¡Viva Cristo Rey! ¡Arriba España! ¡Viva siempre España! y arropad con las obras más que con las palabras a este valiente apóstol que camina entre lobos y en peligro está. No os importe que el peor enemigo esté dentro, que ya lo sabemos, y con fe, fe y fe, pues el que la tiene puede mover montañas, salid a su encuentro seguros que junto a él está esa legión de mártires ya eternos, indestructibles, intocables como ángeles, pues España empieza a despertar, se atisba el amanecer, suenan ya de nuevo las trompetas que nos llaman a la eternidad, que no hay forma mejor de vivir ni de morir que hacerlo por Dios y por España, que lo demás nada vale, nada importa y no es nada.
Paco Berrocal
Alto y Claro
sábado, 28 de noviembre de 2009
CARTA DE UN DESCENDIENTE DE VIRIATO A BESLUSCONI
Carta de un descendiente de Viriato a Berlusconi pidiendo una reparación por la invasión romana de España
Ilmo. Sr. Primer Ministro de Italia Sr. Silvio Berlusconi. Estoy plenamente seguro de la extrañeza y perplejidad que esta misiva le pueda ocasionar, por ello considero primordial ponerle en antecedentes.
Hace pocos días el Grupo Socialista español, en su afán revisionista de la historia ha presentado una proposición, en el Congreso de los Diputados, por la que se pide una reparación a los descendientes de los moriscos expulsados de España en el siglo XVII. A esta propuesta se ha sumado Izquierda Unida, que dando un pasito más, demanda una compensación.
Ante estos hechos tengo a bien solicitarle a V.I, como legítimo descendiente y sucesor en el poder de aquellos romanos que invadieron la Península Ibérica, una reparación e indemnización.
Soy descendiente de Viriato, que como conocerá fue un valiente guerrero que luchó contra los ejércitos imperialistas provenientes de la Península Itálica. Viendo los generales romanos la imposibilidad de vencer a Viriato el cónsul Cepión sobornó a tres de sus lugartenientes: Ditalcón, Audax y Minuro, con el fin de asesinarle, como así lo hicieron. Cometido el vil crimen los traidores asesinos fueron a cobrar lo convenido, a lo que las autoridades sobornadoras les espetaron la famosísima y lapidaria frase: "Roma no paga traidores."
Resumiendo, Roma asesinó a mi combativo antepasado y tampoco pagó lo estipulado por el crimen.
Por todo lo expuesto solicito de V.I, que siguiendo la línea marcada por los políticos españoles, se me compense con una doble indemnización: una por el asesinato en sí, otra por el soborno que en su día sus antepasados se ahorraron al incumplir la palabra dada.
Manuel Villena Lázaro.
Ilmo. Sr. Primer Ministro de Italia Sr. Silvio Berlusconi. Estoy plenamente seguro de la extrañeza y perplejidad que esta misiva le pueda ocasionar, por ello considero primordial ponerle en antecedentes.
Hace pocos días el Grupo Socialista español, en su afán revisionista de la historia ha presentado una proposición, en el Congreso de los Diputados, por la que se pide una reparación a los descendientes de los moriscos expulsados de España en el siglo XVII. A esta propuesta se ha sumado Izquierda Unida, que dando un pasito más, demanda una compensación.
Ante estos hechos tengo a bien solicitarle a V.I, como legítimo descendiente y sucesor en el poder de aquellos romanos que invadieron la Península Ibérica, una reparación e indemnización.
Soy descendiente de Viriato, que como conocerá fue un valiente guerrero que luchó contra los ejércitos imperialistas provenientes de la Península Itálica. Viendo los generales romanos la imposibilidad de vencer a Viriato el cónsul Cepión sobornó a tres de sus lugartenientes: Ditalcón, Audax y Minuro, con el fin de asesinarle, como así lo hicieron. Cometido el vil crimen los traidores asesinos fueron a cobrar lo convenido, a lo que las autoridades sobornadoras les espetaron la famosísima y lapidaria frase: "Roma no paga traidores."
Resumiendo, Roma asesinó a mi combativo antepasado y tampoco pagó lo estipulado por el crimen.
Por todo lo expuesto solicito de V.I, que siguiendo la línea marcada por los políticos españoles, se me compense con una doble indemnización: una por el asesinato en sí, otra por el soborno que en su día sus antepasados se ahorraron al incumplir la palabra dada.
Manuel Villena Lázaro.
DiarioYa
jueves, 26 de noviembre de 2009
PRÓXIMO DOMINGO: SOLEMNE MISA EN PARACUELLOS DEL JARAMA
El próximo domingo, 29 de Noviembre, el obispo de Alcalá de Henares Don Juan Antonio Reig celebrará una Misa solemne por todos los asesinados cuyos restos descansan en el Cementerio de Mártires de Paracuellos del Jarama. La Santa Misa tendrá lugar en el mismo cementerio a las 12:00.
Señor, Dios de los Ejércitos, cuya mano da a los hombres la vida o la muerte, en la victoria o en la derrota.
Acuérdate, Señor, de los que, defendiendo Tu fe, cayeron envueltos con Tu nombre en los campos del honor.
Señor, Dios de los Cielos, esencia de amor y de paz, acuérdate de quienes en la lucha por el triunfo de Tu amor entre los humanos, dejaron sus cuerpos rotos en el camino del martirio, ofreciendo sus vidas con serenidad y resignación.
Señor, Dios de Justicia, principio y fin de todas las cosas, acuérdate de quienes imitaron el sacrificio de Tu Hijo, muerto en la Cruz, por la redención del mundo, ofrendando el sagrado tributo de su juventud generosa, para hacer mejores a los que quedemos.
Señor, Tú que sabes lo efímero de esta vida, bendice los sueños de los que cayeron. Ten en Tu divina presencia a los que tanto te amaron, amando tanto a la Humanidad. Guíalos por Tu Reino para que desde los luceros inspiren nuestros actos y Tu nombre sea bendecido y alabado por los siglos de los siglos. Así sea.
¡Gloria a nuestros mártires!
Caídos por Dios y por España, ¡presentes!
miércoles, 25 de noviembre de 2009
LA BANDERA NACIONAL Y LA GUARDIA CIVIL. LOS MARINES Y LOS PICOLETOS
No es un trabalenguas. La relación es sencilla: ambos son iguales, sino peores, a la hora de atacar la bandera de España. De todos es sabido que los infantes de marina de su graciosa majestad hacen prácticas de tiro sobre los colores nacionales en Gibraltar, de cuyas aguas se permiten expulsar a la Guardia Civil (a la Armada ni se la conoce ni se la espera).
Pero no es este el único punto de relación entre los picoletos y nuestros impagables aliados los guiris, porque la Guardia Civil también ofende la Bandera Española, ordenando su retirada y denunciando a los que pretendieron pasarla, en forma de lazo (colores nacionales, sin escudo de ningún tipo) unido a un ramo de flores, al interior de la basílica del Valle de los Caídos.
Así están las cosas, puesto que al presunto abuso de autoridad, dado que la ley de la memoria histórica no ampara tamaña aberración, se une el que el Instituto Armado, cuyo honor es su principal divisa, ataca y denigra a la Bandera.
A continuación se ponen dos referencias legales al tema antedicho, de forma que ustedes mismos pueden formase adecuado juicio
- El artículo 8.1 y 8.2 de la Ley Orgánica 12/2007, de 22 de octubre, de régimen disciplinario de la Guardia Civil, según los cuales constituye falta grave (i) la comisión de actos que atenten a la dignidad de los símbolos del Estado, (ii) la observancia de conductas gravemente contrarias a la dignidad de la Guardia Civil y (iii) el abuso de autoridad en el ejercicio del cargo. La Bandera es el primero de los símbolos del Estado.
- Valle de los Caídos Artículo 16.
El Valle de los Caídos se regirá estrictamente por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y a los cementerios públicos.
En ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo.
Por el contrario a ninguna de las múltiples banderas republicanas que se exhibieron a la entrada del Valle de los Caídos fue retirada por los guardias civiles.
Hoy es de completa aplicación la frase de los defensores de los cuarteles de Gijón, pues estamos invadidos.
Desde que Alfonso Guerra, en los años ochenta, “descubriera la Guardia Civil”, ha llovido mucho … y siguen encantados de conocerse.
José María M. García.
DiarioYa
Pero no es este el único punto de relación entre los picoletos y nuestros impagables aliados los guiris, porque la Guardia Civil también ofende la Bandera Española, ordenando su retirada y denunciando a los que pretendieron pasarla, en forma de lazo (colores nacionales, sin escudo de ningún tipo) unido a un ramo de flores, al interior de la basílica del Valle de los Caídos.
Así están las cosas, puesto que al presunto abuso de autoridad, dado que la ley de la memoria histórica no ampara tamaña aberración, se une el que el Instituto Armado, cuyo honor es su principal divisa, ataca y denigra a la Bandera.
A continuación se ponen dos referencias legales al tema antedicho, de forma que ustedes mismos pueden formase adecuado juicio
- El artículo 8.1 y 8.2 de la Ley Orgánica 12/2007, de 22 de octubre, de régimen disciplinario de la Guardia Civil, según los cuales constituye falta grave (i) la comisión de actos que atenten a la dignidad de los símbolos del Estado, (ii) la observancia de conductas gravemente contrarias a la dignidad de la Guardia Civil y (iii) el abuso de autoridad en el ejercicio del cargo. La Bandera es el primero de los símbolos del Estado.
- Valle de los Caídos Artículo 16.
El Valle de los Caídos se regirá estrictamente por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y a los cementerios públicos.
En ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo.
Por el contrario a ninguna de las múltiples banderas republicanas que se exhibieron a la entrada del Valle de los Caídos fue retirada por los guardias civiles.
Hoy es de completa aplicación la frase de los defensores de los cuarteles de Gijón, pues estamos invadidos.
Desde que Alfonso Guerra, en los años ochenta, “descubriera la Guardia Civil”, ha llovido mucho … y siguen encantados de conocerse.
José María M. García.
DiarioYa
martes, 24 de noviembre de 2009
AL SERVICIO DE INFORMACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL
Por su bochornosa y denigrante actuación en el día de ayer en el Valle de los Caídos no dejando depositar ramos de flores engalanados con la cinta de la bandera española. Alegar obediencia a lo que es vil complicidad con el crimen de lesa patria es cosa indigna y sólo excusable a los que militan bajo la bandera de Judas. Con total desprecio e indignación:
LA BANDERA ESPAÑOLA
¡Salve, gloriosa bandera hispana; tú eres el alma de nuestras espléndidas glorias y abnegados desvelos del pasado, de nuestros vehementes afanes del presente y de nuestras legítimas aspiraciones del mañana! ¡Salve, bandera rojo y gualda! ¡Salve, bandera de sangre y oro!
La bandera es el vínculo que enlaza las generaciones de antaño con las de hogaño, y éstas con las venideras. Todos le juramos lealtad con un beso filial. Es la insignia que hermana a los habitantes de la nación en la paz y en la guerra, en el campo y en la ciudad. Bendito estandarte de amor, de libertad, de justicia y de cultura. Lábaro que prohíja al pueblo, que lo ovaciona y lo reverencia; los niños, con sus himnos; las mujeres, con su ternura, y los hombres, con su viril emoción. Al paso de la enseña vibran los corazones y se inclinan las cabezas. Es el altar de la Patria, que representa al inmaculado honor y a la gloriosa tradición.
¡Victoriosa bandera española, que desfilaste triunfante por los mares y las tierras de todas las latitudes ante el respeto y la admiración del mundo entero, yo te saludo con unción y hago voto de defenderte con mi vida para que jamás seas abatida!
Tercio Católico
LA BANDERA ESPAÑOLA
¡Salve, gloriosa bandera hispana; tú eres el alma de nuestras espléndidas glorias y abnegados desvelos del pasado, de nuestros vehementes afanes del presente y de nuestras legítimas aspiraciones del mañana! ¡Salve, bandera rojo y gualda! ¡Salve, bandera de sangre y oro!
La bandera es el vínculo que enlaza las generaciones de antaño con las de hogaño, y éstas con las venideras. Todos le juramos lealtad con un beso filial. Es la insignia que hermana a los habitantes de la nación en la paz y en la guerra, en el campo y en la ciudad. Bendito estandarte de amor, de libertad, de justicia y de cultura. Lábaro que prohíja al pueblo, que lo ovaciona y lo reverencia; los niños, con sus himnos; las mujeres, con su ternura, y los hombres, con su viril emoción. Al paso de la enseña vibran los corazones y se inclinan las cabezas. Es el altar de la Patria, que representa al inmaculado honor y a la gloriosa tradición.
¡Victoriosa bandera española, que desfilaste triunfante por los mares y las tierras de todas las latitudes ante el respeto y la admiración del mundo entero, yo te saludo con unción y hago voto de defenderte con mi vida para que jamás seas abatida!
Tercio Católico
viernes, 20 de noviembre de 2009
20 DE NOVIEMBRE: AGRADECIMIENTO A FRANCISCO FRANCO
“No voy a detenerme en la exposición de mis sentimientos personales ante la muerte de Francisco Franco. He comprobado, en mi asiduo contacto con el pueblo llano, cómo la persona de Franco, a través, precisamente, de su dedicación a la política en servicio de la Patria, ha echado raíces en los corazones. Son numerosísimas las familias en que se llora a Franco como a un padre. Y me refiero, en la mayoría de los casos, a personas y familias de condición económica modesta, que no se han beneficiado con cargos ni emolumentos especiales, sino que agradecen, sencillamente, el marco espiritual y social que Franco ha asegurado para todos los ciudadanos. Y no son sólo personas de cuya juventud sintetizó con la gesta liberadora de 1936; es como una tradición familiar asegurada por nuevas generaciones.
Personas llenas de emoción, gratitud y compenetración cariñosa. Para ellas no tiene aplicación a Franco el supuesto desgaste de los políticos: cuanto más pasaba el tiempo, más encariñados se sentían con él y más confianza ponían en su gestión de gobernante. Esas personas están traspasadas por la emoción de haber vivido bajo un caudillaje culminante en la Historia de España.
En lo que a mí toca, baste decir que no me avergüenzo de compartir esos sentimientos ni de que por ese motivo estas mejillas se hallen emocionadas con frecuencia.
Pero acaso sea más significativo que diga algo como representante de la Iglesia.
En septiembre de 1974, tras la enfermedad que Franco padeció aquel verano, coincidiendo con el declive y la proximidad del final de su vida, publiqué una exposición sobre «La Iglesia y Francisco Franco». En aquel reportaje incluía unas pocas, entre las muchas, manifestaciones laudatorias de Papas y obispos, que van desde Pío XII y los obispos contemporáneos de la Guerra de España ( de la que sólo sobrevive uno) hasta el Papa Pablo VI, (en una comunicación personal, hecha pública por otras fuentes eclesiásticas) y a prelados españoles vivientes, como, por ejemplo, los cardenales Bueno Monreal, Enrique Tarancón, González Martín (cuyas manifestaciones son, en unos, de ahora mismo; en otros, no lejanas en el tiempo).
Los elogios para la actitud y obra de Franco emitidos por esos prelados, tanto si se atiende a su contenido como a su unanimidad y persistencia a través de decenios, difícilmente los habrá recibido durante su vida ninguna otra persona en los últimos siglos.
A estos testimonios y a tantos otros ya publicados se podía unir uno quizá inédito y muy esclarecedor de tantas cosas raras. Confío en quienes puedan atestiguarlo lo hagan público en su integridad y con toda exactitud. Se trata de que un día el Papa Juan XXIII encargó expresamente a un cardenal de la Curia Romana que en su visita a Franco le trasmitiese una bendición especial y le asegurase la gran estima y cariño que el Papa le tenía, añadiendo que, por ciertas circunstancias, el Papa no podía decir públicamente su sentir. Franco escuchó este mensaje en posición militar de firme y con lágrimas de emoción".
Monseñor Guerra Campos
Personas llenas de emoción, gratitud y compenetración cariñosa. Para ellas no tiene aplicación a Franco el supuesto desgaste de los políticos: cuanto más pasaba el tiempo, más encariñados se sentían con él y más confianza ponían en su gestión de gobernante. Esas personas están traspasadas por la emoción de haber vivido bajo un caudillaje culminante en la Historia de España.
En lo que a mí toca, baste decir que no me avergüenzo de compartir esos sentimientos ni de que por ese motivo estas mejillas se hallen emocionadas con frecuencia.
Pero acaso sea más significativo que diga algo como representante de la Iglesia.
En septiembre de 1974, tras la enfermedad que Franco padeció aquel verano, coincidiendo con el declive y la proximidad del final de su vida, publiqué una exposición sobre «La Iglesia y Francisco Franco». En aquel reportaje incluía unas pocas, entre las muchas, manifestaciones laudatorias de Papas y obispos, que van desde Pío XII y los obispos contemporáneos de la Guerra de España ( de la que sólo sobrevive uno) hasta el Papa Pablo VI, (en una comunicación personal, hecha pública por otras fuentes eclesiásticas) y a prelados españoles vivientes, como, por ejemplo, los cardenales Bueno Monreal, Enrique Tarancón, González Martín (cuyas manifestaciones son, en unos, de ahora mismo; en otros, no lejanas en el tiempo).
Los elogios para la actitud y obra de Franco emitidos por esos prelados, tanto si se atiende a su contenido como a su unanimidad y persistencia a través de decenios, difícilmente los habrá recibido durante su vida ninguna otra persona en los últimos siglos.
A estos testimonios y a tantos otros ya publicados se podía unir uno quizá inédito y muy esclarecedor de tantas cosas raras. Confío en quienes puedan atestiguarlo lo hagan público en su integridad y con toda exactitud. Se trata de que un día el Papa Juan XXIII encargó expresamente a un cardenal de la Curia Romana que en su visita a Franco le trasmitiese una bendición especial y le asegurase la gran estima y cariño que el Papa le tenía, añadiendo que, por ciertas circunstancias, el Papa no podía decir públicamente su sentir. Franco escuchó este mensaje en posición militar de firme y con lágrimas de emoción".
Monseñor Guerra Campos
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miércoles, 18 de noviembre de 2009
EL ALCÁZAR
Si algo no entra en el hábito de los militares es la mentira. Un militar mentiroso no es un militar. Y si la mentira, además, se viste de manipulación, sesgo y majadería, se llega a la conclusión de que no viene de la decencia uniformada, sino de la falta de respeto a la verdad de nuestros actuales gobernantes. Ignoro quién es el manipulador que pretende, con setenta años de retraso, borrar un largo episodio de heroísmo que ha sido reconocido como tal unánimemente. La heroica resistencia de los defensores del Alcázar de Toledo en la Guerra Civil fue reconocida y admirada por los propios sitiadores. Pero llega el tonto setenta años más tarde, y quiere triunfar donde la victoria y la derrota son páginas de la Historia. Que lo intente el tonto, su superiora y el superior de la superiora. No lo van a conseguir.
Creo que hay dos ministerios, Interior y Defensa, que por su carácter institucional merecen más reflexión ante las críticas que otros departamentos. He sido, y siempre lo seré, más prudente con un ministro de Defensa que con el titular de una cartera más cercana al partido gobernante que a la totalidad de los españoles. Pero lo que pretende el tonto que tiene por ahí suelto la ministra Chacón , además de una villanía histórica –o mejor, contrahistórica–, es una soberana imbecilidad. Este Gobierno no sabe qué hacer para reescribir un pasado inmutable. El asedio al Alcázar de Toledo, donde un grupo de soldados valientes del Ejército Nacional, resistió durante más de setenta días a las fuerzas republicanas infinitamente más poderosas, está no sólo en la Historia de España, sino en la de los grandes hechos militares de todo el mundo. Eliminar del Alcázar la Historia del Alcázar sólo se le ocurre a un ceporro sesgado y mentiroso. Es de esperar que sea un ceporro y no una ceporrra, dado que el titular actual de la cartera de Defensa es una mujer.
La Historia se asume. El Alcázar resistió con heroísmo. Allí había además de soldados, mujeres y niños. El general Moscardó no entregó el Alcázar ni a cambio de la vida de su hijo, que fue cobardemente ejecutado. Han pasado más de setenta años, y el ceporro pretende borrar el fracaso de los sitiadores y el triunfo de los sitiados. No tiene sentido. Y lo hace desde el ministerio que agrupa a quienes no saben mentir. Lo dice César Vidal: «Los héroes no se discuten». Son de todos. Setenta años más tarde, aquel heroísmo no puede herir a nadie. Sólo a los mentirosos y los manipuladores. A los cretinos, a los rencorosos. Apenas quedan protagonistas vivos de la victoria en la Guerra Civil. Lo mismo que derrotados. Los hijos de los que ganaron han renunciado hace mucho a seguir ganando.. Pero muchos descendientes de los que perdieron –en gran parte, por su culpa-, quieren ganar una Guerra con setenta años de retraso. Una necedad y un despropósito. Eliminar el Museo del Asedio del Alcázar los vestigios y muestras de aquel episodio heroico es una prueba de resentimiento impotente. Lo que se suponía fácil lo convirtieron en imposible unos héroes. Respétenlos y no mientan.. Si la ministra no rectifica el plan del ceporro, lo siento señora ministra, pero la ceporra será usted.
Alfonso USSÍA
Nota: la inserción de este artículo no hace que este blog comparta la totalidad del artículo y mucho menos la línea general del autor.
martes, 17 de noviembre de 2009
EL ABORTO TIENE MUCHOS CÓMPLICES
Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Buscar titulares de impacto, suele tener el riesgo de la simplificación caricaturesca. Lo hemos comprobado en el modo en que nos fue servida la noticia de las declaraciones del Secretario de la Conferencia Episcopal Española, referente a la responsabilidad de los políticos católicos en la votación de la Ley del Aborto. Esa misma sensación la he tenido yo al leer en un titular, las siguientes palabras puestas en mis labios: “Quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato”. Ciertamente…, es así… Pero, las afirmaciones tienen un contexto explicativo que no puede ser ignorado.
La mujer no es la única responsable
La doctrina moral católica aborda la cuestión de la responsabilidad moral en los actos en que hay una cooperación con el mal. La culpabilidad no recae exclusivamente en quien realiza materialmente el mal, sino también, en mayor o menor grado, en aquellos que han cooperado con él. En el caso del aborto: aquellos que han incitado, o incluso, presionado para que la mujer aborte; el médico y el personal sanitario que realiza la operación; el dueño de la clínica abortista que se enriquece con el “negocio”; la clase política que ha dado amparo legal a la eliminación de la vida inocente…
La responsabilidad moral del político
La vocación política tiene la finalidad de buscar el bien común, poniendo un especial énfasis en la defensa de los más débiles. Como es obvio, cualquier legislación proabortista es totalmente contradictoria con esta vocación política. Es un absurdo que existan más respaldos legales para acabar con la vida humana, que para ayudar a sacarla adelante.
Así se entienden las declaraciones que hemos realizado los obispos: Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Tampoco estará de más recordar que existe una complicidad por “omisión”, es decir, por dejación de las responsabilidades políticas. Me refiero al caso de aquellos que, aunque no voten a favor de una ley del aborto, no cumplen con su obligación moral de derogarla cuando posteriormente alcanzan el poder.
Acordémonos de Mandela
Sorprende comprobar las reacciones producidas ante este posicionamiento de la Iglesia. Parece como si el problema estribase en una agresión de la Iglesia hacia la clase política… Sin embargo, lo único cierto es que los agredidos son los niños a los que no se les permite ver la luz, por la única razón de que no son “deseados”.
No olvidemos que Mandela pasó veintisiete años en la cárcel porque pensaba (y no se callaba) que los negros son iguales que los blancos. Nosotros afirmamos que los niños que están en el seno de sus madres, tienen la misma dignidad que los que están fuera… No sé si tendrán que pasar otros veintisiete años para que una afirmación tan “atrevida” pueda ser expresada públicamente, sin caer por ello en el ostracismo…
¡¡Cómo nos duele a todos que nos recuerden nuestras responsabilidades morales!! Sin embargo, como dijo Jesucristo: “La Verdad nos hace libres”. Y yo añado: “¡aunque escueza!”.
+ José Ignacio Munilla, obispo de Palencia
Buscar titulares de impacto, suele tener el riesgo de la simplificación caricaturesca. Lo hemos comprobado en el modo en que nos fue servida la noticia de las declaraciones del Secretario de la Conferencia Episcopal Española, referente a la responsabilidad de los políticos católicos en la votación de la Ley del Aborto. Esa misma sensación la he tenido yo al leer en un titular, las siguientes palabras puestas en mis labios: “Quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato”. Ciertamente…, es así… Pero, las afirmaciones tienen un contexto explicativo que no puede ser ignorado.
La mujer no es la única responsable
La doctrina moral católica aborda la cuestión de la responsabilidad moral en los actos en que hay una cooperación con el mal. La culpabilidad no recae exclusivamente en quien realiza materialmente el mal, sino también, en mayor o menor grado, en aquellos que han cooperado con él. En el caso del aborto: aquellos que han incitado, o incluso, presionado para que la mujer aborte; el médico y el personal sanitario que realiza la operación; el dueño de la clínica abortista que se enriquece con el “negocio”; la clase política que ha dado amparo legal a la eliminación de la vida inocente…
La responsabilidad moral del político
La vocación política tiene la finalidad de buscar el bien común, poniendo un especial énfasis en la defensa de los más débiles. Como es obvio, cualquier legislación proabortista es totalmente contradictoria con esta vocación política. Es un absurdo que existan más respaldos legales para acabar con la vida humana, que para ayudar a sacarla adelante.
Así se entienden las declaraciones que hemos realizado los obispos: Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Tampoco estará de más recordar que existe una complicidad por “omisión”, es decir, por dejación de las responsabilidades políticas. Me refiero al caso de aquellos que, aunque no voten a favor de una ley del aborto, no cumplen con su obligación moral de derogarla cuando posteriormente alcanzan el poder.
Acordémonos de Mandela
Sorprende comprobar las reacciones producidas ante este posicionamiento de la Iglesia. Parece como si el problema estribase en una agresión de la Iglesia hacia la clase política… Sin embargo, lo único cierto es que los agredidos son los niños a los que no se les permite ver la luz, por la única razón de que no son “deseados”.
No olvidemos que Mandela pasó veintisiete años en la cárcel porque pensaba (y no se callaba) que los negros son iguales que los blancos. Nosotros afirmamos que los niños que están en el seno de sus madres, tienen la misma dignidad que los que están fuera… No sé si tendrán que pasar otros veintisiete años para que una afirmación tan “atrevida” pueda ser expresada públicamente, sin caer por ello en el ostracismo…
¡¡Cómo nos duele a todos que nos recuerden nuestras responsabilidades morales!! Sin embargo, como dijo Jesucristo: “La Verdad nos hace libres”. Y yo añado: “¡aunque escueza!”.
+ José Ignacio Munilla, obispo de Palencia
domingo, 15 de noviembre de 2009
CRUZ DE PIEDRA
Las crines encrespadas de la sierra
se bañan en nube y en espuma.
La luz del sol besa la tierra,
mientras el verde pino la perfuma.
Cantan los ríos su canción eterna,
como venas de savia entre la piedra
y se siente latir la fuerza interna,
que se alza en oración, como la hiedra.
Estatuas colosales, impasibles,
vigilan el Valle con su espada
y cantan en silencios inaudibles,
que bajan del monte a la cañada;
recortada en el Cielo, a contra luz,
se extienden como brazos protectores,
los pétreos brazos de una Cruz,
que demanda, de nuevo, redentores.
La sonrisa de Dios, sobre las losas,
acaricia las tumbas de los héroes,
transformando, con su efluvio, en rosas
las marchitas coronas de laurel.
¡Suene el clarín de nuevo!
¡Redoblen sin descanso los tambores!
Que en los hombres de España aún queda fuego,
y aún existen en la Patria redentores.
Mas si todo es traición, todo mentira,
que se rompa esa cruz en mil pedazos,
que nos arrase la divina ira,
que nos niegue la tierra su regazo,
que se levanten los muertos de sus fosas,
que abandonen los caídos sus luceros,
que se confundan las vidas y las cosas
y que se parta en dos el universo entero.
Comandante Ricardo Sáenz de Ynestrillas Martinez
viernes, 13 de noviembre de 2009
NUEVO LIBRO SOBRE EL VALLE DE LOS CAÍDOS
ElNuevoAlcázar.es El próximo miércoles día 18 de noviembre, la Universidad San Pablo CEU acogerá la presentación del libro histórico “Valle de los Caídos, ni presos políticos ni trabajos forzados”, publicado por Fuerza Nueva Editorial.
El libro del autor Juan Blanco, pretende poner luz sobre una de las tergiversaciones históricas más descaradas del antifranquismo, desgranando las mentiras generalizadas y extendidas sobre la construcción del Valle de los Caídos en el Cuelgamuros de Madrid.
La presentación contará como ponentes con Luis Fernández-Villamea por Fuerza Nueva, Gonzalo Altozano del semanario Alba, Luis Togores en representación de la Universidad San Pablo CEU, y el propio autor Juan Blanco.
La presentación, abierta a todos los que deseen asistir, tendrá lugar a las 19:30 horas del miércoles 18 de noviembre en el Aula Magna de la facultad de económicas del CEU, en la calle Julián Romea 23.
El libro del autor Juan Blanco, pretende poner luz sobre una de las tergiversaciones históricas más descaradas del antifranquismo, desgranando las mentiras generalizadas y extendidas sobre la construcción del Valle de los Caídos en el Cuelgamuros de Madrid.
La presentación contará como ponentes con Luis Fernández-Villamea por Fuerza Nueva, Gonzalo Altozano del semanario Alba, Luis Togores en representación de la Universidad San Pablo CEU, y el propio autor Juan Blanco.
La presentación, abierta a todos los que deseen asistir, tendrá lugar a las 19:30 horas del miércoles 18 de noviembre en el Aula Magna de la facultad de económicas del CEU, en la calle Julián Romea 23.
lunes, 9 de noviembre de 2009
DE NUEVO EL 20-N
Un año más, D.m., nos encontramos a las puertas de un nuevo 20-N, aniversario ya mítico donde los haya. Desde aquél de 1976 en que se celebrara el primer aniversario del fallecimiento de nuestro sin par Caudillo, Francisco Franco Bahamonde --coincidiendo providencialmente tal hecho con el del 39º aniversario del vil asesinato a manos de revolucionarios rojos al servicio de la República de José Antonio Primo de Rivera, quien fuera fundador de la Falange--, hace ya 34 años que viene celebrándose ininterrumpidamente en el Valle de los Caídos una Misa funeral por el eterno y glorioso descanso de sus almas; monumento, por otro lado, construido por Franco para mayor gloria, alabanza y agradecimiento a Nuestro Señor por la victoria concedida sobre los enemigos de Dios y de España.
Como es de sobra conocido, desde que la perniciosa, corrupta y corruptora democracia se asentara de la mano de Juan Carlos I --quien todo se lo debe a ellos--, cada año han sido más y más las trabas que desde todas las instancias se han venido interponiendo para dificultar lo que sin duda es un milagro, el milagro del Valle de los Caídos por el cual cada año el Sábado más próximo a tal fecha miles de españoles acuden a dicho lugar a honrar su memoria. Incluso el último año fuerzas antidisturbios de la otrora honorable Guardia Civil --hoy ni la sombra de lo que fue-- se emplearon a fondo para expulsar de tan sagrado y memorable lugar a los patriotas y españoles de pro que con sus hijos acudieron a dicha ceremonia, en un acto de villanía que por sí solo, y en su momento, justificará la disolución de tal Cuerpo que en otras épocas prefirió morir antes que rendirse y menos aun venderse por un vulgar salario mensual.
Este año, de no ser por la postura adoptada tanto por el todavía abad del Valle de los Caídos, como por la Fundación Francisco Franco, ambos vergonzosos claudicantes sin combatir ante las nuevas y abusivas imposiciones de parte de las autoridades democráticas, el Sábado 21 de Noviembre se hubiera celebrado como todos los años desde 1976 en la Basílica la acostumbrada Misa a las cinco de la tarde por el alma de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera.
Aunque dicha Misa no va a tener lugar, sí se ha conseguido que uno de los concelebrantes de la Misa del Sábado, día 21 de Noviembre, a las 11 de la mañana --el Rvdo. P. D. Eufrasio Carretón--, aplique su intención en sufragio por el eterno descanso de sus almas.
Por tales motivos; por el inmenso agradecimiento que debemos a tales personajes; porque el milagro del Valle de los Caídos no puede interrumpirse ni cesar; porque debemos crecernos, como ellos nos enseñaron, ante la adversidad; porque en los tiempos difíciles es donde se demuestra lo que se es o lo que no se es; porque poseemos fe, fe y fe ante todo y sobre todo; porque España no admite, ni paga, ni perdona traidores; porque no arriamos la bandera; porque la sangre de tantos y tantos caídos por Dios y por España, fuera en el recio combate o en la lúgubre checa nos lo demandan; porque debemos dar a nuestros hijos un ejemplo continuo de españolidad y enseñarles a seguir nuestro ejemplo, a saberse españoles, que es lo más y lo único serio e importante que se puede ser en esta vida,
ANIMAMOS E INVITAMOS
A todos los españoles que sigan sintiéndose agradecidos a Franco y a José Antonio por haber entregado sus vidas al servicio de España y de todos los españoles sin distinción, y por haberla engrandecido moral, espiritual y materilamente hasta niveles nunca imaginados y que jamás serán igualados, a que asistan a dicha Misa y, a su término, cubran sus benditos sepulcros con miles de ramos de flores trenzados con los colores rojo y gualda de nuestra única enseña nacional.
RECORDAD
¡Todos al Valle el Sábado 21 de Noviembre,
a la Misa de las 11 de la mañana,
a rezar por Franco, por José Antonio y, sobre todo, por España! ¡Caídos por Dios y por España, presentes!
¡Arriba España! ¡Viva España!
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Valle de los Caídos
AÑO TRAS AÑO, LA MISMA MENTIRA - Profanan la Iglesia de Santa Catalina
La Noche de los Cristales Rotos
El próximo lunes 9 de noviembre —si la ira justiciera de Dios no dispone lo contrario— la Iglesia de Santa Catalina de Siena, de nuestra Ciudad de Buenos Aires, sufrirá un gravísimo agravio, como lo padeciera la Catedral Metropolitana en años anteriores, ante las mismas circunstancias. Para que el dolor resulte aún más lacerante, los primeros responsables de tamaña profanación serán nuestros propios pastores.
Se trata de una falsa celebración ritual que se ha vuelto pecaminosa e impune costumbre. La Arquidiócesis de Buenos Aires, por un lado, mediante su Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso; y la tenebrosa B’Nai B’rith por otro, co-celebrarán una “liturgia de conmemoración” en el “un nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos”. Tamaño oficio religioso —según lo anuncia regularmente la invitación oficial de rigor— suma, además, los auspicios y las adhesiones de una diversidad de instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para “honrar y recordar” a las víctimas de “los nazis” que “en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando] negocios y empresas”. El convite oficial correspondiente al 2009, por su parte, agrega que el episodio recordado “significó el inicio de la Shoa […] que llevó a la muerte a más de seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños” (Cfr.AICA, 3-XI-09); esto es, el mito completo y canonizado, presentado con la misma categorizacion dogmática de siempre, contra las más elementales reglas de la estadística demográfica objetiva.
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo.
Sucesión de imposturas
Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche del Cristal, repitiendo por enésima vez la versión institucionalizada por la propaganda sionista, el aparato soviético y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en sólidos trabajos como los de Ingrid Weckert, “Crystal Night 1938 ”, o “Flash Point, Kristallnacht 1938. Instigators, victims and beneficiaries”.
Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel Grynszpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía —sumada a otras acciones judaicas de similar tono— motivó la reacción violenta contra los israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la evidente responsabilidad —tanto en el crimen de otro funcionario alemán, Wilhelm Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes— de la siniestra Ligue Internationale Contre l’Antisémitisme (LICA), sobre cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.
Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación intencional de este pogrom por la mencionada LICA, eligiéndose cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen arteramente los repudios públicos y privados, enérgicos todos, de los principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Friedrich de Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre. Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.
Mentira es que se hable de “1000 sinagogas destruidas”, cuando no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de “30.000 judíos encarcelados en campos de concentración”, cuando 20.000 fueron los detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de noviembre de 1938, aceptado en el "juicio" de Nuremberg. Mentira canallesca,al fin, la que se asienta en el anuncio oficial de la invitación al recordatorio, y según la cual “el mundo se mantuvo en silencio”. En el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana, movilizándose más de 1500 diarios en 165 países, como bien lo relata Salvador Borrego. Hasta tal punto que con razón pudo decir Schopenhauer que “si se le pisa un pie a un judío en Francfort, toda la prensa, desde Moscú hasta San Francisco, levanta vivas manifestaciones de dolor”.
Como consecuencia de la trágica noche –cuyo vilipendio no dejamos de subrayar- consiguiéronse ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un número aproximado de 117.000 hebreos. El mismo Hitler envió a Hjalmar Schacht a Londres para que gestionara la recepción de 150.000 judíos, mientras el presidente Roosevelt reunió en Evian-les-Baine a representantes de 32 naciones para organizar la preservación de los hebreos.
Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamante el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y fuego? ¿Quiénes la tramaron realmente, si los más destacados jerarcas del Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato cese?
Defendamos la Verdad
Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas, legítimas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones —sí, decenas de millones— no hay un solo obispo viril que quiera rezar un sencillo responso.
Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama la cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo con la Parusía.
En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B’nai Brith sea sinónimo documentado de malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido y castigado otrora por su flagrante inmoralidad. Nada les importa que uno de los co-celebrantes de la parodia ritual, junto con el inefable Padre Rafael Braun, sea el Rabino Alejandro Avruj, Diretor Ejecutivo de Judaica, organización que se exhibe ostensiblemente “en red” junto con JAG (Judíos Argentinos Gays) para propiciar públicamente las uniones “maritales” entre degenerados (cfr. http://jagargentina.blogspot.com , y Agencia Judía de Noticias, 30-6-08). Nada les importa a estos pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina Católica.
La herejía judeo-cristiana
No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana, convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas. Bergoglio el primero, y tras él sus diversos heresiarcas —más o menos activos o pasivos, acoquinados o movedizos— no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente, empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.
Dolorosamente hemos de acotar —como hijos sufrientes y perplejos de la Santa Madre Iglesia— que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma, desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.
Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos —victoriosos en su metanoia— ante la majestad de Cristo Rey.
Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores eclesiásticos —ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe neotestamentaria— no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz uno de los templos más emblemáticos de la Ciudad, otrora llamada de la Santísima Trinidad. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del Dios Vivo y Verdadero.
Decírselo en la cara
En la Homilía pronunciada durante la Misa Arquidiocesana de Niños en el Parque Roca, el pasado 24 de octubre, entre murgas y marionetas gigantes -según la noticia oficial- el Cardenal Primado, con esa facilidad ilimitada que posee de aplebeyarlo todo, les dijo a los pequeños:"Nunca le saquen el cuero a nadie. Si ustedes le tienen que decir algo a alguien, se lo dicen en la cara".
Se lo estamos diciendo en la cara, Eminencia, pero ¿cuál es la parte que no entiende? ¿Qué no se puede cometer sacrilegio, que no se debe homenajear una mentira, que no es posible la unidad de los opuestos y la coyunda con los enemigos de la Cruz, que no se debe permitir la concelebración de un ritual mendaz entre un modernista cripto judío y un hebreo promotor de la contranatura, que es inadmisible profanar un antiguo templo porteño para cultivar la obsecuencia con el poder judaico? ¿Cuánto más cara a cara tenemos que seguir proclamando estas dolientes verdades para que sean inteligidas?
Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del lunes 9 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás periclitada: “¡Matásteis al Autor de la Vida, crucificásteis al Señor de la Gloria!”.
Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente callan: el único holocausto de la historia, lo tuvo a los judíos por víctimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por víctima inmolada.
Con palabras de Santa Catalina de Siena –la dueña de casa del Convento que profanarán estos malditos- repetiremos en alta voz: “Gracias, gracias sean dadas al Dios Soberano y Eterno, que nos ha colocado en el campo de batalla para luchar como valientes caballeros por Su Esposa, con el escudo de la Santa Fe”
Con palabras del martirologio seguiremos proclamando:Cristo Vence, Cristo Reina Cristo Impera.¡Viva Cristo Rey!
Antonio Caponnetto
El próximo lunes 9 de noviembre —si la ira justiciera de Dios no dispone lo contrario— la Iglesia de Santa Catalina de Siena, de nuestra Ciudad de Buenos Aires, sufrirá un gravísimo agravio, como lo padeciera la Catedral Metropolitana en años anteriores, ante las mismas circunstancias. Para que el dolor resulte aún más lacerante, los primeros responsables de tamaña profanación serán nuestros propios pastores.
Se trata de una falsa celebración ritual que se ha vuelto pecaminosa e impune costumbre. La Arquidiócesis de Buenos Aires, por un lado, mediante su Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso; y la tenebrosa B’Nai B’rith por otro, co-celebrarán una “liturgia de conmemoración” en el “un nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos”. Tamaño oficio religioso —según lo anuncia regularmente la invitación oficial de rigor— suma, además, los auspicios y las adhesiones de una diversidad de instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para “honrar y recordar” a las víctimas de “los nazis” que “en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando] negocios y empresas”. El convite oficial correspondiente al 2009, por su parte, agrega que el episodio recordado “significó el inicio de la Shoa […] que llevó a la muerte a más de seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños” (Cfr.AICA, 3-XI-09); esto es, el mito completo y canonizado, presentado con la misma categorizacion dogmática de siempre, contra las más elementales reglas de la estadística demográfica objetiva.
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo.
Sucesión de imposturas
Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche del Cristal, repitiendo por enésima vez la versión institucionalizada por la propaganda sionista, el aparato soviético y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en sólidos trabajos como los de Ingrid Weckert, “Crystal Night 1938 ”, o “Flash Point, Kristallnacht 1938. Instigators, victims and beneficiaries”.
Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel Grynszpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía —sumada a otras acciones judaicas de similar tono— motivó la reacción violenta contra los israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la evidente responsabilidad —tanto en el crimen de otro funcionario alemán, Wilhelm Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes— de la siniestra Ligue Internationale Contre l’Antisémitisme (LICA), sobre cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.
Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación intencional de este pogrom por la mencionada LICA, eligiéndose cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen arteramente los repudios públicos y privados, enérgicos todos, de los principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Friedrich de Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre. Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.
Mentira es que se hable de “1000 sinagogas destruidas”, cuando no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de “30.000 judíos encarcelados en campos de concentración”, cuando 20.000 fueron los detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de noviembre de 1938, aceptado en el "juicio" de Nuremberg. Mentira canallesca,al fin, la que se asienta en el anuncio oficial de la invitación al recordatorio, y según la cual “el mundo se mantuvo en silencio”. En el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana, movilizándose más de 1500 diarios en 165 países, como bien lo relata Salvador Borrego. Hasta tal punto que con razón pudo decir Schopenhauer que “si se le pisa un pie a un judío en Francfort, toda la prensa, desde Moscú hasta San Francisco, levanta vivas manifestaciones de dolor”.
Como consecuencia de la trágica noche –cuyo vilipendio no dejamos de subrayar- consiguiéronse ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un número aproximado de 117.000 hebreos. El mismo Hitler envió a Hjalmar Schacht a Londres para que gestionara la recepción de 150.000 judíos, mientras el presidente Roosevelt reunió en Evian-les-Baine a representantes de 32 naciones para organizar la preservación de los hebreos.
Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamante el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y fuego? ¿Quiénes la tramaron realmente, si los más destacados jerarcas del Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato cese?
Defendamos la Verdad
Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas, legítimas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones —sí, decenas de millones— no hay un solo obispo viril que quiera rezar un sencillo responso.
Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama la cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo con la Parusía.
En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B’nai Brith sea sinónimo documentado de malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido y castigado otrora por su flagrante inmoralidad. Nada les importa que uno de los co-celebrantes de la parodia ritual, junto con el inefable Padre Rafael Braun, sea el Rabino Alejandro Avruj, Diretor Ejecutivo de Judaica, organización que se exhibe ostensiblemente “en red” junto con JAG (Judíos Argentinos Gays) para propiciar públicamente las uniones “maritales” entre degenerados (cfr. http://jagargentina.blogspot.com , y Agencia Judía de Noticias, 30-6-08). Nada les importa a estos pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina Católica.
La herejía judeo-cristiana
No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana, convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas. Bergoglio el primero, y tras él sus diversos heresiarcas —más o menos activos o pasivos, acoquinados o movedizos— no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente, empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.
Dolorosamente hemos de acotar —como hijos sufrientes y perplejos de la Santa Madre Iglesia— que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma, desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.
Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos —victoriosos en su metanoia— ante la majestad de Cristo Rey.
Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores eclesiásticos —ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe neotestamentaria— no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz uno de los templos más emblemáticos de la Ciudad, otrora llamada de la Santísima Trinidad. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del Dios Vivo y Verdadero.
Decírselo en la cara
En la Homilía pronunciada durante la Misa Arquidiocesana de Niños en el Parque Roca, el pasado 24 de octubre, entre murgas y marionetas gigantes -según la noticia oficial- el Cardenal Primado, con esa facilidad ilimitada que posee de aplebeyarlo todo, les dijo a los pequeños:"Nunca le saquen el cuero a nadie. Si ustedes le tienen que decir algo a alguien, se lo dicen en la cara".
Se lo estamos diciendo en la cara, Eminencia, pero ¿cuál es la parte que no entiende? ¿Qué no se puede cometer sacrilegio, que no se debe homenajear una mentira, que no es posible la unidad de los opuestos y la coyunda con los enemigos de la Cruz, que no se debe permitir la concelebración de un ritual mendaz entre un modernista cripto judío y un hebreo promotor de la contranatura, que es inadmisible profanar un antiguo templo porteño para cultivar la obsecuencia con el poder judaico? ¿Cuánto más cara a cara tenemos que seguir proclamando estas dolientes verdades para que sean inteligidas?
Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del lunes 9 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás periclitada: “¡Matásteis al Autor de la Vida, crucificásteis al Señor de la Gloria!”.
Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente callan: el único holocausto de la historia, lo tuvo a los judíos por víctimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por víctima inmolada.
Con palabras de Santa Catalina de Siena –la dueña de casa del Convento que profanarán estos malditos- repetiremos en alta voz: “Gracias, gracias sean dadas al Dios Soberano y Eterno, que nos ha colocado en el campo de batalla para luchar como valientes caballeros por Su Esposa, con el escudo de la Santa Fe”
Con palabras del martirologio seguiremos proclamando:Cristo Vence, Cristo Reina Cristo Impera.¡Viva Cristo Rey!
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