viernes, 31 de julio de 2009

31 DE JULIO: SAN IGNACIO

En el día de San Ignacio, insigne español, paradigma del combatiente cristiano, mitad monje mitad soldado, traemos la oración a Santa María Reina que recitó el padre José María Alba Cereceda S.I., a los pies del Moncayo donde forjó su vocación sacerdotal.

SÚPLICA ANTE LA VIRGEN DE VERUELA

Ante el Moncayo blanco que al cielo sube erguido
está tu humilde trono de piedra y soledad
cercado de colinas y crestas militares,
hayedos, encinares y tierras de labrar.

Azules horizontes en las cumbres lejanas,
noches limpias, profundas, con estrellas sin fin,
marco espléndido y único de Virgen coronada,
Madre de juventudes que enseñaste a vivir.

Vivir para la gloria, la gloria de tu Hijo,
y extender por el mundo los campos del amor,
rotos los diques secos de humanos egoísmos,
sembrar hombro con hombro el Reino del Señor.

¿Qué torbellino ciego de odios y rencores,
de infamantes políticas, de traiciones a Ti
ha dispersado el ímpetu de los jóvenes ríos,
ha hecho yermo su paso, vano, incoloro, gris?

¡Oh Virgen de Veruela que fuiste Capitana
de aquella Compañía dispuesta a bien luchar,
hoy solitaria y lejos, distante de esta hora
de la moda burguesa y el cómodo yantar!

¡Oh Virgen de Veruela, diminuta en tu Alcázar,
que aquellos caballeros que quisiste formar,
mientras el frío azota los chopos del camino,
vuelvan su rostro al viento, dispuestos a empezar!

Dejen atrás lo viejo, cadáver insepulto
de mentiras actuales, modernas y de ayer.
Vivan nueva aventura de Compañía nueva,
pobre, graciosa, humilde, de verdad en su ser.

¡Oh virgen de Veruela, Reina desde de tu Alcázar
que enseñaste a tus hijos bravura y santa guerra,
haz que con las cruces que ungieron nuestros votos
volvamos con Ignacio a conquistar la tierra!

Y si por felonías farisaicas, hipócritas,
el humo del infierno ya envolvió tus majadas,
¡concédenos la sangre martirial que redima,
y que en manos de santos brillen cruces de espadas!


Padre José María Alba Cereceda S.I.

ATENTADOS DE ETA EN BURGOS Y MALLORCA

Aún humea la casa cuartel de Burgos y los edificios de los alrededores. Aún se discutía anoche, en tertulias, reuniones de camaradas, de amigos, de compañeros de trabajo, la verdadera intención del atentado de Burgos. Hubo quien adjudicó preparación suficiente para asustar sin matar; quien elucubró sobre la intención última de esta recua de miserables asesinos, tratando de mostrar su cara más poderosa, pero más “amable”. Quién especuló sobre el alcance de su ”campaña” de verano. Hay quien se indigna porque algunos medios se refieren a ellos como banda separatista, cuando en la opinión de estos, debería llamarse sólo banda asesina.

Pero la banda asesina, miserable, terrorista, marxista y separatista - sí, separatista – permanece ajena a todas estas disquisiciones. Hasta me parece intuir que les divierte la polémica, que ironizan con las especulaciones hechas desde mentes más o menos racionales, acerca de alimañas incapaces de obrar con criterio humano alguno.

Ellos tienen trazado su macabro aniversario, su rosario de muerte y destrucción; harán daño – nada más fácil que hacer daño cobarde y miserablemente sin más riesgo que el auto-accidente – y lo seguirán haciendo sin dedicar un solo segundo a ver el alcance de su putrefacta maldad. Lo harán consultando las estadísticas de los periódicos del día siguiente o sintonizando una emisora - mientras marchan hacia el lugar del próximo asesinato - de las que tendrán que entresacar la evaluación de daños, entre condena repetitiva y condena repetitiva. Lo harán mientras oyen - entre carcajadas - que “toda la sociedad española está convencida de que acabarán en la cárcel” y de que las fuerzas democráticas los pondrán ante la justicia, como si ponerlos ante los tribunales en algún momento fuera sinónimo de ponerlos ante la justicia, y como si a esa caterva de excrementos humanoides les preocupara lo más mínimo el “terrible” futuro que les espera.

La realidad es que matar por la espalda mientras sólo disparan los asesinos es muy fácil y muy barato. La realidad es que dos nuevos guardias civiles – o dos costureras que tanta hubiera dado – han vuelto a regar con sangre nuestro ajado suelo mientras desde todas las regiones se disputan un cacho de lo que antes fue España como si en realidad fuera un motivo distinto el que les mueve. Porque nuestra sociedad enferma, aún distingue a los buenos separatistas de los malos. Aún creen que se puede hablar, que están dispuestos a hablar y que hablando – ahí sí – las cosas pueden ser de otra manera.

Mientras no lo entienda nuestra sociedad, mientras no aprenda que la muerte cobarde es la consecuencia y no la causa. Mientras no se revele contra la causa con todas sus fuerzas - con todas sus armas - y comprenda que aquí no hay demócratas o no demócratas; fascistas o no fascistas; que aquí sólo hay asesinos marxistas-separatistas y sufridos españoles en silencio, las cosas no cambiarán.

Mientras se reitera desde los medios, desde el gobierno y desde la oposición que España lo que quiere es la paz, como si España estuviera en guerra con no se sabe quién; mientras no se comprenda que no hay más guerra que la guerra contra el terror separatista y que sólo puede acabar con la firmeza, con la actuación militar sin fisuras y con el paredón, esta sociedad nuestra seguirá lamiéndose las heridas entre condenas vacuas y reiterativas, mientras sigue acudiendo a derribos, entierros y – tristemente - a nuevos procesos de negociación jamás interrumpidos totalmente.

Quizá algunas de las víctimas habrán entendido una vez más que sí hay mucho por lo que luchar, que sí hay mucho que reivindicar y que esta “guerra” que estamos perdiendo, aún tiene una solución digna, definitiva y victoriosa. Quizá se empiece a entender la diferencia entre la víctima de un atentado - hoy dos guardias civiles y sus familias - y las víctimas del terrorismo que no somos sino el conjunto de los españoles.

Dios os tenga en la gloria, beneméritos guardias civiles, y os conceda un lucero bien luminoso en el cielo desde el que orientar los pasos perdidos de esta sociedad enferma. Dios os permita formar junto a los mejores.

Martín Ynestrillas
En mi opinión

jueves, 30 de julio de 2009

VALLE DE LOS CAÍDOS. ELLOS SI QUE... ¡NO PASARÁN!


CARTA APOSTÓLICA SALUTIFERAE CRUCIS DE SU SANTIDAD JUAN XXIII CON LA QUE SE ELEVA AL HONOR Y DIGNIDAD DE BASÍLICA MENOR LA IGLESIA DE SANTA CRUZ DEL VALLE DE LOS CAÍDOS

Yérguese airoso en una de las cumbres de la sierra de Guadarrama, no lejos de la Villa de Madrid, el signo de la Cruz Redentora, como hito hacia el cielo, meta preclarísima del caminar de la vida terrena, y a la vez extiende sus brazos piadosos a modo de alas protectoras, bajo las cuales los muertos gozan el eterno descanso.

Este monte sobre el que se eleva el signo de la Redención humana ha sido excavado en inmensa cripta, de modo que en sus entrañas se abre amplísimo templo, donde se ofrecen sacrificios expiatorios y continuos sufragios por los Caídos en la guerra civil de España, y allí, acabados los padecimientos, terminados los trabajos y aplacadas las luchas, duermen juntos el sueño de la paz, a la vez que se ruega sin cesar por toda la nación española. Esta obra, única y monumental, cuyo nombre es Santa Cruz del Valle de los Caídos, la ha hecho construir Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España, agregándola una Abadía de monjes benedictinos de la Congregación de Solesmes, quienes diariamente celebran los Santos Misterios y aplacan al Señor con sus preces litúrgicas. Es un monumento que llena de no pequeña admiración a los visitantes: acoge en primer lugar a los que a él se acercan un gran pórtico, capaz para concentraciones numerosas; en el frontis ya del templo subterráneo se admira la imagen de la Virgen de los Dolores que abraza en su seno el cuerpo exánime de su Divino Hijo, obra en que nos ha dejado el artista una muestra de arte maravilloso. A través del vestíbulo y de un segundo atrio, y franqueando altísimas verjas forjadas con suma elegancia, se llega al sagrado recinto, adornado con preciosos tapices historiados; se muestra en él patente la piedad de los españoles hacia la Santísima Virgen en seis grandes relieves de elegante escultura, que presiden otras tantas capillas. En el centro del crucero está colocado el Altar Mayor, cuya mesa, de un solo bloque de granito pulimentado, de magnitud asombrosa, está sostenida por una base decorada con bellas imágenes y símbolos. Sobre este altar, y en su vértice, se eleva, en la cumbre de la montaña, la altísima Cruz de que hemos hecho mención. Ni se debe pasar por alto el riquísimo mosaico en que aparecen Cristo en su majestad, la piadosísima Madre de Dios, los apóstoles de España Santiago y San Pablo y otros bienaventurados y héroes que hacen brillar con luz de paraíso la cúpula de este inmenso hipogeo. Es, pues, este templo, por el orden de su estructura, por el culto que en él se desarrolla y por sus obras de arte, insigne entre los mejores, y lo que es más de apreciar, noble sobre todo por la piedad que inspira y célebre por la concurrencia de los fieles.

Por estos motivos, hemos oído con agrado las preces que nuestro amado hijo, el Abad de Santa Cruz del Valle de los Caídos, nos ha dirigido, rogándonos humildemente que distingamos este tan prestigioso templo con el nombre y los derechos de Basílica Menor. En consecuencia, consultada la Sagrada Congregación de Ritos, con pleno conocimiento y con madura deliberación y con la plenitud de nuestra potestad apostólica, en virtud de estas Letras y a perpetuidad, elevamos al honor y dignidad de Basílica Menor la iglesia llamada de Santa Cruz del Valle de los Caídos, sita dentro de los límites de la diócesis de Madrid, añadiéndola todos los derechos y privilegios que competen a los templos condecorados con el mismo nombre. Sin que pueda obstar nada en contra. Esto mandamos, determinamos, decretando que las presentes Letras sean y permanezcan siempre firmes, válidas y eficaces y que consigan y obtengan sus plenos e íntegros efectos y las acaten en su plenitud aquellos a quienes se refieran actualmente y puedan referirse en el futuro; así se han de interpretar y definir; y queda nulo y sin efecto desde ahora cuanto aconteciere atentar contra ellas, a sabiendas o por ignorancia, por quienquiera o en nombre de cualquiera autoridad.

Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día siete del mes de abril del año mil novecientos sesenta, segundo de nuestro Pontificado.

miércoles, 29 de julio de 2009

ENTREVISTA AL DR. ANTONIO CAPONNETTO

Interesante entrevista al Dr. Antonio Caponnetto, Director de la Revista Cabildo. Se puede leer, escuchar y ver íntegramente en La Hora de Juan Cruz.

martes, 28 de julio de 2009

¿INTEGRISTAS?


¡INTEGRISTAS! Si, Señores míos, y a mucha honra. Y en tanto es así que deseando dirigiros hoy la palabra en esta nuestra querida Academia, tras tanto tiempo de no haberos hablado en ella, ciertamente no por falta de voluntad, parecióme bien escoger por tema de mi familiar Conferencia el presente mote o apodo con que quieren, según se ve, infamarnos de algún tiempo acá nuestros enemigos. Con él quisiera yo os mostráseis vosotros santamente altivos y cristianamente orgullosos, como os aseguro lo estoy yo, por la gracia de Dios, como lo estoy de mi fe y de mi bautismo y de mi educación católica y de mi católico sacerdocio y de todo cuanto constituye, gracias al cielo, mi modo de ser en el orden sobrenatural y cristiano. Sí, amigos míos; integrista soy e integristas deseo que seáis todos los de esta Sociedad, e integrista creo yo a todo hombre de quien tengo favorable concepto en sus costumbres y creencias, e integrista quisiera yo fuese todo el mundo, única manera de que fuese todo el hijo reconocido y súbdito sumiso de Dios Nuestro Señor. Apropiémonos, pues, y muy en alta voz declaremos nuestra esta calificación, que quiere ser denigrativa y que no es sino gloriosísima. Repitámosla, sí, y alcémosla en alto, muy en alto, como inmortal bandera que simboliza todas nuestras aspiraciones, recuerda todos nuestros deberes, eleva y maravillosamente dignifica nuestra condición en la vida social moderna, y nos separa con distintivo característico de todo lo demás que mira como suyo, en mayor o menor grado, el reinante Liberalismo. Hablemos, pues, de integrismo, y con rostro varonil y pecho firme aceptémoslo con todas sus consecuencias.

Manía constante ha sido de los enemigos del Catolicismo la de buscar siempre disfraces y apodos con que atacara los hijos de el, a fin de que pareciese que no por católicos los atacaba, sino por algo muy independiente y ajeno a este carácter suyo esencial. Casi todas las herejías han inventado un mote con que apostrofara los católicos, suponiendo que no los combatían por tales, sino por aquel otro concepto que con aquel mote o apodo pretendían expresar. Ha dado, sin embargo, la casualidad de que el mote escogido ha sido siempre una como revelación inconsciente e involuntaria de algo glorioso para los motejados. Al consignarlo la historia, basta eso por lo común para que se falle con toda rectitud el proceso entre motejados y motejadores. A sí, por no dar una ojeada más que sobre los últimos siglos, los anglicanos creyeron haber puesto una pica en Flandes, apodando de papistas a los que no quisieron aceptar el escandaloso cisma de Enrique VIII. Y a veis, Señores, si era caso de que se avergonzasen de esta injuria aquellos esforzadas ingleses que tan generosamente sabían dar su vida por guardar inviolable fidelidad a la Santa Sede. Posteriormente, jansenistas, galicanos y regalistas, que todos pueden ser llamados con el común denominador de avanzadas más o menos francas del actual Liberalismo, inventaron en Francia el apodo ultramontanos, para significara los fieles de la otra parte Pirineo y del Apenino, o sea a los españoles e italianos, más opuestos que otra nación alguna a las tendencias novadoras de aquella artera secta. Y hoy mismo no se persigue a los católicos de Francia por ser católicos, ¡ya se guardara bien el diablo, que es malo, pero no tonto, de caer en semejante majaderia! no por católicos se les persigue, sino por clericales, pues sabida es la frase o grito de guerra: «El clericalismo es el enemigo». Pues lo mismo sucede en España y en la hora presente, alabado sea Dios. Atacar por católica la hueste que más anhela distinguirse en el celo y ardimiento por la defensa del Catolicismo, impugnar por católicas sus empresas y publicaciones, que sólo en el ardiente Catolicismo desean inspirarse; combatir sañuda y rencorosamente por católicos a hombres, que con otro dictado no quieren distinguirse ni otra divisa admiten en su bandera que la de puro y limpio Catolicismo, ¡oh! seria candidez infantil o desusada franqueza, faltas en que nunca caerán nuestros hábiles impugnadores. No, señor, nada de eso: no se nos impugna ni se nos denigra por ser católicos, antes eso se nos respetaría siquiera por consideración, como dicen ellos, a los llamados inviolables fueros de la conciencia humana. Lo que ferozmente se nos denigra y sin tregua ni descanso se nos combate, es por integristas .Ya se ve, el Catolicismo, han convenido todos, hasta no pocos anticatólicos, en que es una cosa muy seria y muy respetable, o por lo menos muy pasadera. En lo que, empero convienen igualmente todos, así anticatólicos como católicos a medias, es en que los males y perversos son los integristas . D iríase que es la hora de levantar hoy en España, como bandera de defensa social, lema análogo al que levantó en su día la Francia de Gambetta: «El integrismo, sí, el Integrismo, ese es el enemigo».

Está bien, Señores míos; y podemos darnos por muy honrados con que de esta manera se nos señale al público desprecio y execración. Mas esto mismo nos da derecho a que recogiendo el glorioso insulto y analizándolo a sangre fría concluyamos, no por convencernos a nosotros mismos, que por la misericordia de Dios estamos ya convencidos, sino para convencer a nuestros contrarios de que realmente es este para nosotros nuestro primer blasón y titulo de gloria.

V eámoslo . B lasfemia parecerá a alguno de nuestros desdichados contrincantes el que les digamos que es el primer integrista Dios Nuestro Señor. Y no obstante así empezamos por sentarlo, y así nos lo enseñan de acuerdo la filosofía y la teología cristianas . E n Dios se halla la íntegra plenitud del ser y la suma íntegra perfección. La integridad esencial de sus soberanos atributos no la menoscaba deficiencia alguna, ni la coarta clase alguna de limitación. Como decimos que es Dios el ser puro y absoluto, sin mezcla alguna de no ser, así podemos afirmar que es la Divina Esencia el integrismo puro en su más alta y filosófica y trascendental significación. No cabe en Dios más que un infinito y eterno amor al bien, a la par que un infinito y eterno odio al mal; odio y amor que se identifican en un solo atributo suyo, que es el de su soberana y eterna justicia . Y de tal suerte ama Dios lo bueno y odia lo malo, que no puede en manera alguna dejar de tener aquel odio y aquel amor, o tenerlos mas remisos o atenuados . N o, sino que su propia Divina Esencia le fuerza, por decirlo así, a infinitamente amar lo amable ya infinitamente odiar lo aborrecible, hasta el punto de que dejaría de ser Dios si dejasen de existir en El ese integrismo del amor a lo bueno y ese integrismo del odio a lo malo . S uena en este sentido la palabra integrismo como expresión de lo absolutamente perfecto . B ien podemos asegurar que, cuando con divino llamamiento nos convida el divino Redentora emular, en lo compatible con nuestra flaca naturaleza, la perfección misma del Padre celestial, con aquel Estote perfectus sicut et Pater vester coelestis perfectus est, nos convida ni más ni menos que a ser buenos y perfectos integristas. Y si necesitase yo apoyar esta interpretación con el comentario autorizado de algún grave Doctor de la Iglesia, me lo daría de suma autoridad el insigne hermano de nuestro glorioso Apóstol de las Españas, que nos encarga en su Canónica ut sitis perfecti et integri un nullo deficientes, que seamos «íntegros y perfectos sin faltar en cosa alguna». Y aun podríamos sacar a colación aquel otro texto de San Pablo a Tito, en que le dice «que se muestre a todos como ejemplo de buenas obras en doctrina, integridad y en gravedad». Te ipsum præbe exemplim bonorum perum in doctrina, in integritate, in gravitate . L as ideas de integridad y de santidad son, no análogas sino perfectamente idénticas. El Diccionario de la Academia define la santidad: integridad de vida . Si, como hemos dicho, el integrista por esencia es Nuestro Señor, son después de El los Santos los grandes integristas del género humano, y al frente de ellos la Reina gloriosísima de todos, María Madre de Dios. Es esta inmaculada integridad la que más de cerca y con más vivos resplandores refleja la de la Trinidad Beatísima y la de la Humanidad de su Santísimo Hijo, integridad admirable, integridad incomparable, integridad de la que en algún modo podríamos decir con el poeta:

Muestra de lo que el hombre ser podía,
Muestra de lo que fue sin el pecado.

Pues qué, ¿acaso a nuestra primitiva naturaleza manchada todavía por la culpa original, no la llaman los teólogos naturaleza íntegra? Vean, pues, los adversarios del integrismo a qué ideas o conceptos podría creerse se oponen cuando tanto asco y aun quizá horror afectan hacer de esta palabra con que creen los infelices rebajarnos.

Mas pongamos, Señores míos, este asunto en el mero terreno del buen sentido natural, que es donde mas fácilmente se confunde a cierta clase de enemigos. Ese abominable integrismo que a todas horas se nos echa en rostro como un crimen o como una idea sectaria contra la cual son muy merecidos todos los anatemas; ese integrismo, aplicado a otro orden de ideas distinto de las que constituyen el derecho público cristiano, que es únicamente donde horripila, paréceles a nuestros enemigos cosa muy digna y honrosa y hasta indispensable. Veamos de ese algunos ejemplos, que los tenemos como quien dice ahí al ojo, vivos y palpitantes.

S ois comerciante, amigo mío, y creéis que debe procederse en todos los negocios con la más exquisita rectitud y buena fe . N o os permitís en eso transacción alguna con la conciencia, ni la toleráis en vuestros gerentes y subordinados. Lleváis la rigidez hasta el escrúpulo, y en vuestros libros, como en vuestra correspondencia, como en vuestro trato verbal, os subleva la idea de que pueda encontrárseos borrón alguno que obscurezca vuestra limpia fama de cumplido caballero. Decidme ahora, ¿sabéis lo que sois con esas ajustadas ideas de escrupulosa conciencia mercantil? Pues sabedlo, aunque os asombre. Sois un integrista. Lo que profesáis y practicáis es sencillamente el integrismo comercial. Administráis cargos públicos, sois por ejemplo alcalde de vuestra ciudad o aldea; desempeñáis el elevado ministerio de juez de partido o simplemente el más modesto de juez municipal. Y tan alta idea tenéis de estos oficios (realmente muy altos en la república cristiana), que os esmeráis y andáis desvelado día y noche por el más exacto cumplimiento en ellos, y no solamente no torcéis derecho ni lleváis cohecho como dice la antigua frase castellana, sino que, mirando como sagrados los intereses de vuestros administrados, veis en cada uno de ellos y en sus bienes y honra un depósito de que se os pedirá cuenta gravísima ante Dios. Por tanto, ni se os ocurre que pueda ser lícita defraudación alguna de el por culpa vuestra, ni que deje de seros imputable hasta la menor negligencia o tibieza en atender a su defensa. Con lo cual realizáis en vos el tipo hermosísimo del buen funcionario público, padre de sus subordinados, y viva imagen sobre la tierra de la justicia y de la Providencia de Dios. Os llamarán, pues, a boca llena un buen alcalde, un probo magistrado, un recto juez. ¿Sabéis, empero, lo que seréis en realidad? Pues ni más ni menos que un pícaro integrista. Profesáis y practicáis muy noblemente el integrismo administrativo y judicial.

Pocas carreras hay tan nobles y caballerosas como la militar. El ciudadano que por defender a su patria ya las leyes se hace, por la profesión de la disciplina, esclavo de los más austeros deberes, jura perder, antes que faltar a ellos, no solamente la propia libertad, que a esa ya renunció desde el principio para hacerse siervo de la Ordenanza, sino el sosiego de toda su existencia, los halagos y afectos más santos de la familia, la propia salud, la vida misma . A sí se le ve impávido arrostrar los mayores peligros, endurecerse en las más rudas fatigas, imponerse, como ordinaria y usual, la práctica de los mayores sacrificios. Vive por su bandera y muere por ella. Este hombre, a quien llamará todo el mundo un buen soldado, ya quien tal vez saludará con el dictado de héroe la historia, ¿qué habrá sido al fin? ¡Ah! Sencillamente un integrista, un fanático sectario de lo que podríamos llamar el integrismo de la conciencia y del honor militar .

S agradas son las leyes de la sociedad conyugal y doméstica. Dios y la Iglesia exigen en eso moral muy apretada, mucho más apretada de la que suele autorizar el mundo, que por desgracia es en eso como en todo muy sospechoso moralista. Conformes vosotros a esas ideas, guardáis y exigís que se guarden la honra y decoro de vuestro hogar con el inviolable respeto de un santuario. No solamente celáis por lo que podríamos llamar orden material de vuestra casa y familia, sino que por su mismo prestigio moral os imponéis e imponéis a los vuestros toda clase de recatos y privaciones. El buen nombre de vuestra esposa, la limpia aureola de la inocencia de vuestras hijas, la intachable reputación de vuestros hijos, os son como prendas que por nada de este mundo permitiréis ver comprometidas. A todo os expondréis, a todo os resignaréis con tal de evitar que mancille la honra de vuestro apellido, no ya solamente una grosera acusación, pero ni una murmuración siquiera, ni la más velada reticencia .Ahora bien, ¿sabéis lo que sois con eso? Pues no pasáis de ser un perfecto integrista, un celador intransigente del integrismo de vuestro hogar.

Salgamos ya, Señores míos, de la esfera de las ideas generales en que hasta ahora hemos colocado la cuestión, y concretémonos al punto de vista especialísimo en que la colocan nuestros impugnadores. No son adversarios ni pueden serlo del integrismo esencial y absoluto, que es el ser de Dios. Ni lo son del integrismo participado y relativo, que lo constituyen las virtudes y perfección de sus Santos. N i hacen asco al integrismo comercial, ni desprecian el integrismo de la magistratura, ni apostrofan de absurdo el integrismo de la disciplina militar, ni aun difaman y escarnecen el sencillo y usual integrismo de los honrados esposos y padres de familia . A ntes bien, si se encuentra cualquiera de ellos en alguna de esas últimas categorías, a gran loor tiene ser calificado en ella de perfecto y cumplido integrista. Todo eso lo hallan muy bien y muy ajustado a razón y muy conforme a buena lógica nuestros adversarios. Todos esos integrismos parécenles de perlas. Sólo ¡oh asombro! reservan sus iras y santa indignación y horrendos anatemas contra otro integrismo, que es precisamente el fundamental y sin el cual viven al aire, o mejor, caen miserablemente derrumbados por falta de base todos los demás integrismos de que hemos hecho mérito hasta ahora. Si, Señores míos, el integrismo que aborrecen y de continuo denuestan es el integrismo de los derechos sociales de Cristo-Dios, el integrismo de su soberanía divina sobre los Estados como sobre los individuos . P redicar ese integrismo y defenderlo a todo trance y propagarlo por todos los medios, este es nuestro pecado, de eso se hace contra nosotros a todas horas formar denuncia, y por eso se anda pidiendo contra nosotros rigurosa sentencia. ¡Diríase que Cristo-Dios y su Evangelio tienen menos derecho a ser respetados en la integridad de sus fueros divinos, que las leyes del mercado o de la Bolsa, o las del Código o de la Ordenanza, o simplemente las de la más casera y familiar honradez natural!

Y esa excepción que hacen contra los derechos integristas de la verdad religioso-social, los que por otra parte tan conformes se muestran en respetar los derechos de los demás integrismos arriba mencionados, resulta más injustificada ya todas luces más absurda, si se considera la idea que hace poco hemos solamente apuntado y que ahora nos permitiremos desarrollar con alguna mayor amplitud. Hemos dicho que el integrismo de los derechos sociales de Dios y de su santa Iglesia es lo que podríamos llamar integrismo fundamental. Este es base y alma y vida de todos los demás integrismos subordinados, y que sin el no tienen razón de ser. Es, por tanto, ridículo y es ilógico sostener toda otra integridad pública o privada en las relaciones de los ciudadanos entre si, si antes no se deja bien sentada como principio inconcuso esa otra integridad de los derechos de la ley de Dios y de su Iglesia, motejada hoy día por la escuela liberal y transaccionista con el nombre de Integrismo. Sí, dígase lo que se quiera y discúrrase por donde más plazca, lo eterno, lo incontestable, lo fundamental en sana filosofía, será siempre la verdad de que todos los derechos humanos, por respetables que sean, derivan del reconocimiento de un supremo derecho divino. Si no hay Dios, o si no tengo yo el deber de reconocer y acatar en toda su extensión la autoridad de Dios, tampoco hay hombre alguno que pueda ejercer sobre mí clase alguna de autoridad o en quien deba yo reconocérsela. y si esta autoridad de Dios puede serle regateada por la humana criatura, o puede serle mutilada en obsequio a humanos intereses y pasajeras conveniencias, o puede ser desatendida en lo que no se acomode al particular criterio o inclinación de cada cual, no veo yo ciertamente razón alguna para que mi libre albedrío no aplique igual regateo a todas las otras autoridades de orden inferior. No, no veo yo razón alguna por la cual hayan de ser más intransigentes e intolerantes conmigo los derechos del integrismo comercial, llamado Código de Comercio, o del integrismo judicial, llamado ley de Enjuiciamiento, o del integrismo militar llamado Ordenanza, o del integrismo doméstico, llamado fidelidad conyugal . A sí, pues, los anti-integristas en el orden de los derechos sociales de Dios, no pueden en buena lógica ser integristas en el terreno de los derechos sociales del hombre. O se renuncia, de consiguiente, a esos integrismos humanos y subordina dos, o debe reconocerse como bueno aquel otro integrismo fundamental y divino. Para salirse de este dilema no hay otra escapatoria que la de la inconsecuencia. No creo acepten como buena esta retirada nuestros contradictores, porque la inconsecuencia, aceptada y reconocida como tal, no es más que la pérdida de todo último resto de pudor en la controversia.

Hoy más que nunca son de gran interés estas consideraciones, porque hoy más que nunca tiende la Revolución al radicalismo, y por tanto al radicalismo debe tender también toda reacción anti-revolucionaria. El egoísmo, la cobardía, el amor a las conveniencias personales procuran, cuanto es posible, favorecer y prolongar el reinado de los términos medios, que es el que, como en todo período de transición, ha prevalecido durante los últimos cien años . E sta suerte de interinidad va a acabarse, Señores míos, y bendigamos a Dios y pidámosle se acabe cuanto antes. Hemos llegado ya al principio del fin, y presto será precise aceptar del Liberalismo hasta las mas duras consecuencias. La última palabra del Liberalismo europeo es gráfica por todo extremo, y de crudeza sin igual. Llámase Nihilismo. Advertidlo bien. No se trata ya de escatimarle derechos a Dios en obsequio a la falsa emancipación del hombre; ni se trata solamente de que queden más o menos contrapesados estos derechos absolutos de la soberanía divina por la soberanía de los mal llamados derechos del hombre . N ada de esto; se aborda francamente el problema, y se dice: Nada de Dios en la organización social; Nada de Dios en el régimen de la familia; Nada de Dios como base y salvaguardia de la propiedad; Nada de Dios como fuente y regla de la moral; Nada de Dios como principio y fin del alma humana; Nada de Dios como esperanza para la otra vida y freno de la presente. ¡Nada! esta palabra es breve, pero compendiosa, y vale por cien programas. Es la tabla rasa del Liberalismo, y es la negación, epílogo y consecuencia definitiva, espantosa si, pero lógica y racional, de todas sus precedentes negaciones. Esto es, Señores míos, el Nihilismo. A hora bien, a esta negación absoluta, ¿que puede oponerse mejor que una afirmación absoluta? a ese nada audaz de la Revolución, ¿qué otra respuesta decisiva puede dársele, sino el todo de la cristiana restauración? ¿Por qué no ha de decirse de análoga manera: En todo , los derechos de Dios . E n todo , todos los derechos de Dios. En todo, todos los derechos de Dios, con todas sus aplicaciones y todas sus consecuencias? Más claro. Si la Revolución hoy día se proclama y es ya el Nihilismo, ¿qué debe ser ya la verdadera contra-revolución, sino el Integrismo ?

Admírome, a fe, de que no lo vea todo el mundo de esta manera, y de que sean tantos los claros talentos y los corazones que hemos de suponer bien intencionados, a quienes cieguen y seduzcan, como por desgracia vemos tan a menudo, los falsos atractivos del viejo ya y gastado y desacreditado moderantismo. Forzoso será que, muy a pesar suyo, despierten un día de su sueno esos bienaventurados mortales, ciegos de conveniencia y sordos de voluntad, pues afectan no ver ni oír lo que tan claro aparece en el horizonte social, y lo que tan fijos y seguros derroteros marca a la Propaganda católica de nuestros días. ¡Ah! Señores míos, abramos de una vez los ojos al resplandor de la incendiaria tea con que se prepara a alumbrarnos el infierno; apliquemos atento oído al no ya lejano, sino muy inmediato rugir del huracán que amenaza envolvernos, y siquiera eso bueno nos traiga al fin la perversidad revolucionaria, esto es, tenernos muy sobre aviso y recelosos y advertidos.

Por eso más funestos que la Revolución, y, si consecuentemente obran, son más criminales que los revolucionarios mismos, aquellos católicos que ante la gravedad de esta crisis social, que no la han visto parecida jamás los pasados siglos, rehuyen por exagerados los movimientos de alarma y los procedimientos de defensa del radicalismo católico, o sea del integrismo, al que califican los infelices de no menos perturbador que el radicalismo de la demagogia. ¡Ah! Nuestros enemigos han acertado también esta vez con la palabra, y también en eso hemos de hacer justicia a su feliz inventiva y a la exacta propiedad de su diccionario . S í, es verdad; somos perturbadores, y perturbador e inquieto y molesto en demasía es nuestro integrismo. Perturbador de la falsa paz que anhelan como suprema dicha los hijos del siglo, perturbador de los malhadados ocios de la carne y sangre que rehuyen hoy como han rehuído siempre las asperezas del combate cristiano; perturbador de conciencias dormidas, de corazones aletargados, de enmollecidas energías, como perturbadores son del descuidado caminante o del aletargado enfermo el grito saludable del amigo, que le advierte a aquél la proximidad del abismo, o el cauterio o revulsivo que a este le abrasa la piel para despertarle la sensibilidad y devolverle la vida. ien hace en llamarnos de esta manera el católico a medias, pero quizá no advierte el servicio que con esto presta a la fiera revolucionaria, de la cual se convierte en el mejor aliado y auxiliar. Porque, en realidad, aliado parece ser del ladrón el que, viéndole forzar la puerta, no grita recio y no alborota, por no turbar el pacífico descanso del dueño de la casa; cómplice parece ser del incendiario, el que viendo las primeras llamaradas del incendio, no rompe a gritar: ¡Fuego! ¡fuego! por no perturbar con estos sus clamores la paz del vecindario.

¡Ah! Señores míos, se arde la casa por los cuatro costados, ¿y se quiere que no gritemos ni toquemos siquiera el pito de alarma?. Todo lo invade y asuela y saquea feroz irrupción de nuevas hordas berberiscas, ¿y se pretende que es mejor hacer del que no ve, a fin de que con la alarma no se turbe la bienaventurada paz de los dormidos? Llámese a eso prudencia, llámese moderación, llámese desea de evitar un mal mayor: en el lenguaje del buen sentido de todos los pueblos nunca se llamó más que o traición o cobardía.

Ni traidores a la santa bandera de los íntegros derechos sociales de Dios, ni cobardes en su defensa, queréis ser vosotros, amigos míos y fervorosos socios de esta religiosa Academia . M ás que en otra parte alguna ha echado profundas raíces en nuestra nación el Integrismo, porque menos que en otra nación alguna se conocen en España la deslealtad y la cobardía . A póstoles tiene hoy día este ideal bendito en todas las naciones del globo, donde con este mismo o parecido apodo es motejado por la Revolución y por otros complacientes con ella . L os tiene Francia, los tiene Suiza, los tienen Bélgica y Alemania y Austria e Italia e Inglaterra: los tienen nuestras hermanas las Repúblicas del continente americano, al frente de las cuales ha hecho ondear el Ecuador esta bandera, tinta en sangre de García Moreno, que murió por ella. Mas creedlo: si en ninguna de estas naciones le quedase un soldado a la soberanía integra de Cristo Nuestro Señor, quedaríanle muchos todavía en esta su fiel España, donde con mayor esplendor que en otra nación alguna ha reinado en los pasados siglos, y donde con más veneración que en otra alguna del globo ha prometido volver a reinar. Y si por nuestros pecados aún en esta privilegiada tierra quedase un día completamente avasallado el espíritu íntegramente católico por la malhadada corriente liberal o transaccionista, no lo dudéis, la muerte del integrismo católico en España sería la de nuestra vigorosa nacionalidad, y el último español digno de este nombre sería... el último integrista.

R. P. Félix Sardá y Salvany

(Conferencia en la Academia Católica de Sabadell, publicada en la Revista “Propaganda Católica”, Tomo XI, año 1910, ed. Librería y Tipografía Católica, Barcelona)

Tomado de STAT VERITAS

lunes, 27 de julio de 2009

PATRÓN DE LAS ESPAÑAS, AMIGO DEL SEÑOR

“La tentación de ahora no es urgir al Señor para que instaure un reino temporal, ni pedirle los primeros puestos. La tentación es más bien invitarle a que se retire, a que nos deje concentrar toda nuestra esperanza y todo nuestro corazón en el reino que nosotros mismo intentamos construir en el tiempo”


Estaba pensando qué decir en la fiesta de Santiago y mi sacristán (esto son cosas que solamente recuerdan los de edad más avanzada) me ha hecho evocar unas palabras que pronunció el entonces Obispo auxiliar de Madrid, don José Guerra Campos, en el programa de Televisión Española “El Octavo Día", el 24 de julio de 1972.

Comenzaba don José recordando cómo en la ciudad de Santiago de Compostela -precisamente su diócesis de origen y en la que él había sido Canónigo- nacida en torno al sepulcro del Apóstol, confluyen desde hace más de mil años innumerables peregrinos procedentes de toda la cristiandad.

Y me pregunto qué nos mueve a emprender una peregrinación, al menos espiritual, y a situarnos en presencia de Santiago. La respuesta de Monseñor Guerra Campos era doble: visitar a un testigo del Señor y confirmar y autentificar la fe apostólica que profesamos.

Porque a veces, nos empeñamos en suplantar el Reino de Dios por un reino a la medida de nuestras pretensiones inmediatas, subordinado al logro egoísta de la independencia y del bienestar. Así, Santiago y Juan solicitaban para sí los primeros puestos mientras que Jesús encauza su ambición hacia lo esencial: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz?", es decir, “¿podéis asociaros incondicionalmente a la cruz? Y la respuesta es decidida: “Possumus” - “Podemos". Movido por esta santa ambición Santiago será el primero de los apóstoles en llevar el Evangelio fuera de los límites de Palestina y en dar su vida por Cristo.

Santiago, patrono de España, nos ha inspirado siempre este aprecio de la fe como valor primario. Con su protección se ha dado en nuestra patria un prodigio histórico: que, a través de siglos, se haya conservado la continuidad de un pueblo cristiano, sin diluirse. Y no fue una conservación meramente defensiva: la fe impulsó en su momento a España a una expansión misionera que le dio a la Iglesia su universalidad geográfica.

“En las actuales condiciones de la historia, vuelve Jesús a preguntarnos, como a Santiago, si estamos dispuestos a seguirle. La tentación de ahora no es urgir al Señor para que instaure un reino temporal, ni pedirle los primeros puestos. La tentación es más bien invitarle a que se retire, a que nos deje concentrar toda nuestra esperanza y todo nuestro corazón en el reino que nosotros mismo intentamos construir en el tiempo". La tentación es decirle a nuestros antepasados que han dado demasiada importancia a la fe al tiempo que se implanta un modo prácticamente ateo, como forma de convivencia y como forma de vida.

Pidamos al Apóstol que vele sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre todo el pueblo de España, para que se reavive el gozo y el compromiso de la fe. Y como la fe, que es don continuamente ofrecido por Dios a cada uno, nos ha venido ligada a una tradición, que también es don de Dios, haga el Apóstol que las generaciones sucesivas hereden de nosotros la fidelidad al Evangelio.

Santo Adalid, Patrón de las Españas,
Amigo del Señor;
defiende a tus discípulos queridos,
protege a tu nación.

Las armas victoriosas del cristiano
venimos a templar
en el sagrado y encendido fuego
de tu devoto altar.

Firme y segura
como aquella Columna
que te entregó la Madre de Jesús
será en España
la santa Fe cristiana,
bien celestial que nos legaste Tú.

El texto completo de Monseñor Guerra Campos en:
http://personales.ya.com/meridiano/obispo15-santiago.htm
Ángel David Martín Rubio

viernes, 24 de julio de 2009

SEÑOR SANTIAGO...



Hijo del trueno, apóstol y mártir, patrón de España por siempre, a ti acudimos en esta tu gran fiesta anual, en nombre de España, los que hacemos y los que leen esta publicación.

Señor Santiago: como en otros años desde hace varias décadas, también acudirán a ti otros que aun siendo españoles, reniegan de ello con palabras, obras y tremendas omisiones y silencios, convirtiendo tu fiesta y la tradición de tu ofrenda en un acto vulgar, uno más de los muchos que organizan sólo para salir en la foto; no les hagas caso en esta ocasión, como tampoco lo has hecho en la anteriores, pues son hijos de la oscuridad.

Señor Santiago: conoces perfectamente hasta qué punto España ha vuelto a ser aquella tierra inhóspita, salvaje, bárbara y brutal, idolatría y sometida al Maligno que tú encontraste cuando llegaste a ella, al Finis Terrae, anunciando el Evangelio cumplimiento el mandato de Nuestro Señor Jesucristo, y te desesperaste de tal forma, tal fue tu intención de abandonar, que tuvo que ser Nuestra Madre Santísima la que, en persona, apareciéndosete en Zaragoza, te hiciera cambiar de opinión. Hoy, como en aquel momento, ruega a la Virgen Santísima, refugio de pecadores, que no nos abandone por más tiempo, pues el trance en que nos encontramos es peor, mucho peor que nunca.

Señor Santiago: destruye la democracia y a todos sus partidos y sindicatos; disuelve las autonomías y expulsa de España a los profesionales de la política; borra hasta la última letra de la pérfida Constitución; destituye al Rey y mándalo, junto con su maldita estirpe, al exilio en algún lugar del que jamás puedan regresar; elimina de raíz todo vestigio de ese estúpido, grosero e injustificable independentismo; arroja al abismo a sodomitas, abortistas, divorcistas, corruptos y demás gentes de mal vivir; devuelve a sus países de origen a todos los inmigrantes que hoy pululan por aquí.

Señor Santiago: tú conoces a la perfección que desde hace algunas décadas, los españoles han perdido el juicio, se han envilecido, horterizado y convertido en necios cuyos actos son continuos y mayúsculos despropósitos que, además de dejarles en ridículo y ser causa de escarnio y mofa, les llevan al precipicio de la perdición.

Señor Santiago: tú sabes de la cobardía, corrupción, dejadez e indignidad que aqueja a aquellos que por sus profesiones y puestos de responsabilidad --la mayoría de su clero, especialmente sus obispos; militares, sobre todo de Comandante para arriba; jueces y magistrados, todos--, deberían dar un ejemplo especial y conducir a los demás. Pues bien, precisamente por esa responsabilidad incomparablemente superior a la del pueblo llano, tú, “hijo del trueno”, “Santiago matamoros”, blande tu espada y no dejes títere con cabeza, no tengas piedad de ellos como ellos, sumidos en la más vil traición, no la tienen de España.

Señor Santiago: ten piedad de esta sagrada tierra española que tanto dio y sufrió a lo largo de su Historia en defensa de Dios y de la única Fe verdadera y no dejes de atender las peticiones que hoy te hacemos.

Señor Santiago: los buenos y honrados españoles te rogamos encarecidamente que, tras concedernos lo anterior, vuelvas a convertir a España en Una sola tierra y pueblo sin fisuras, ni diferencias, ni particularidades, ni distinciones por mínimas que sean de ninguna clase; Grande en trabajo, progreso, justicia, equidad, dignidad y prestigio en el mundo y Libre de influencias extranjeras, vicios, villanías y miserias. Repón en el lugar que le corresponde a aquellos que en nuestra última Cruzada de Liberación Nacional lo dieron todo por Dios y por España, así como a los que también igualmente lo hicieron en los años posteriores ganando la paz y la prosperidad. Devuelve a nuestra juventud la ilusión, la mirada clara y limpia de cara al sol, y la voluntad para ser, realmente, el futuro de la única y verdadera España. Haz que reine sobre toda ella y en cada bravo corazón español la Cruz; que nos rijamos según la voluntad de Dios cumpliendo sus santos mandamientos; que sea Cristo nuestro rey y nuestras leyes las sociales y morales de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana; que España vuelva a ser martillo de herejes, motor de evangelización, reserva espiritual inagotable del mundo y brazo armado de Dios.

Señor Santiago, patrón por siempre de España, no te desesperes, pues sabes que este pueblo de dura cerviz es capaz, bien mandado, de realizar las mayores hazañas que jamás vieron los siglos y de ello tú mismo puedes dar fe. Así pues, te invocamos y a tus pies nos postramos, rogándote intercedas por España y los españoles ante Dios Nuestro Señor, y pidas a Nuestra Madre Santísima que, como en aquella ocasión, se apiade de nosotros, pues las horas que se viven son las peores en toda nuestra historia, España está, por primera vez, en trance cierto de desaparecer para siempre víctima de sus propios pecados y estupidez. Pero, señor Santiago, también hay españoles que, de pro y de buena fe, luchan y dan la cara, sufren y no se resignan, como hace ahora 73 años cuando, bajo la marea atea de los sin Dios y sin Patria, también había muchos que demostraron estar dispuestos a los máximos sacrificios con tal de que un caudillo los condujera a triunfar o morir por la única causa por la que ello merece la pena: por Dios y por España.

Señor Santiago: gracias.


jueves, 23 de julio de 2009

¡VOLVERÁ!: HOMENAJE A SMC CARLOS VII EN EL CENTENARIO DE SU MUERTE


"Si España es sanable, a ella volveré aunque haya muerto. Volveré con mis principios, únicos que pueden devolverle su grandeza; volveré con mi Bandera que no rendí jamás y que he tenido el honor y la dicha de conservaros sin una sola mancha, negándome a toda componenda, para que podáis tremolarla muy alto".

"Nuestra monarquía es superior a las personas. El Rey no muere. Aunque dejeis de verme a vuestra cabeza, seguireis como en mi tiempo aclamando al Rey Legítimo, tradicional y español, y defendiendo los principios fundamentales de nuestro programa.

"Gobernar no es transigir...Gobernar es resistir, a la manera que la cabeza resiste a las pasiones en el hombre bien equilibrado".

¡Adelante mis queridos carlistas!
¡Adelante por Dios y Por España!

Mantened intacta nuestra FE y el culto a nuestras tradiciones y el amor a nuestra bandera".

(Fragmentos del testamento político de SMC Carlos VII)

TRADICIÓN

¡Ay del pueblo que olvida su pasado
y a ignorar su prosapia se condena!
¡Ay del que rompe la fatal cadena
que al ayer el mañana tiene atado!

¡Ay del que sueña comenzar la Historia
y, amigo de inauditas novedades,
desoye la lección de las edades
y renuncia al poder de la memoria!

¡Honra a los padres! ¡Goza de su herencia
gloriosa…! El sol es viejo, y cada día
joven renace y nuevo en su alborada…

Reniega de la vana seudociencia.
¡Vuelve a tu tradición, España mía!
¡Solo Dios hace mundos de la nada!

Manuel Machado

martes, 21 de julio de 2009

GIBRALTAR, ¡ESPAÑOL!


Despues de leer esta noticia "Moratinos, primer ministro español que visitará Gibraltar" sólo se me ocurre, de momento, cantar esta hermosa canción. Canción e himno. Himno, por supuesto, de amor y de guerra. Porque sobre la roca del Peñón, sobre Gibraltar, territorio querido y español, afecta el amor a España. Y si preciso es defenderla allí, así sea. A los acordes de:

¡Gibraltar!, ¡Gibraltar!,
avanzada de nuestra nación.
¡Gibraltar!, ¡Gibraltar!,
punta amada de todo español.

A mi Patria le robaron,
tierra hispana del Peñón,
y sus rocas hoy hollaron
con el asta de un extraño pabellón

Pero suenan los clarines
y se escucha ya el redoble del tambor,
y por todos los confines
se oye el grito de que seas español.

¡Adelante, por España!,
que si en Rusia ya triunfó mi División,
no es bastante nuestra hazaña
si es inglesa la bandera del Peñón.

¡A la líd!, ¡Con valor!
¡Empuñemos de nuevo el fusil!
¡A luchar!, ¡Con valor!,
Que en tus rocas sabremos morir.

Las escuadras falangistas
de mi heroica División
lucharán porque tu existas
al amparo de mi santo pabellón.

Si en trincheras comunistas
la bandera roja y negra yo planté,
aunque muera en tu conquista
en tus rocas mi estandarte clavaré.

¡Adelante, por España!,
Que si en Rusia ya triunfó mi División,
no es bastante nuestra hazaña
si es inglesa la bandera del Peñón.

lunes, 20 de julio de 2009

VIOLACIÓN DE UNA NIÑA DE 13 AÑOS

Leo en “El País” la espantosa noticia de la violación de una niña de 13 años en Baena (Córdoba). En el relato hay varias afirmaciones que llaman la atención:

1.- “Un conocido suyo, con el que al parecer había tenido una relación, la llamó y le pidió que saliera.”

¿Es adecuado que una niña de 13 años tenga relaciones con un chico? Decididamente no. Es edad para estudiar, practicar deporte ó prepararse para la Confirmación, no para amoríos.

Los culpables: ¿la filosofía romántica?, ¿la coeducación?, ¿los padres?, ¿el cine?, ¿la literatura?, ¿las revistas para adolescentes?,…

2.- “La cría accedió”

¿Nadie le enseñó a guardar distancias con los individuos del sexo opuesto y a “no aceptar caramelos de desconocidos”?

Los culpables: ¿los padres?, ¿los maestros?,…

3.- “Su amigo le mostró imágenes grabadas en un móvil”

¿Para qué necesitan móvil los adolescentes?

Los culpables: ¿el consumismo?, ¿los padres?,…

4.- “en la que aparecía ella manteniendo relaciones sexuales con él”

¿No es una aberración que se tengan relaciones sexuales con 13 años?

Los culpables: ¿el relativismo?, ¿el permisivismo?, ¿el naturalismo?, ¿mayo de 1968?, ¿los políticos progres y sus votantes?, ¿la educación sexual?, ¿los maestros?, ¿los padres?, ¿los medios de comunicación?, ¿los subvencionados del cine?, ¿las revistas para adolescentes?, ¿los eclesiásticos que no predican el concepto de pecado ni la existencia del infierno?, ¿la malicia de la niña y del niño?,…

5.- “una mujer de edad avanzada, fue testigo de la primera de las agresiones y llamó a la Policía Local horas después de lo ocurrido”

¿Hay que esperar cinco horas para avisar a la policía de que están violando a una persona?

Los culpables: ¿la negligente?

6.- “Un cuarto fue puesto en libertad, aunque con orden de alejamiento, al no poder ser imputado, ya que sólo tiene 13 años.”

¿A los trece años se puede no castigar la malicia de una violación?

Los culpables: ¿la criminología progre?, ¿el sentimentalismo de la falsa piedad”, ¿los políticos progres y sus votantes?, ¿mayo de 1968?, ¿los medios de comunicación?,…

7.- “durante su interrogatorio, los chavales “no parecían ser consientes (sic) de la gravedad de los hechos” de los que se les acusaban.”

Los culpables: ¿el naturalismo?, ¿mayo de 1968?, ¿los medios de comunicación¿, ¿el cine, ¿los padres?, los educadores?, ¿la Iglesia?…

8.- “La madre de la chica de 13 años violada en Baena (Córdoba) ha narrado de forma desgarradora como su hija le contó lo que le habían hecho y cómo abusaron de ella”

Mientras ha sido ejemplar la denuncia delito a las autoridades, ¿es normal que la madre cuente la violación de su hija a los medios de comunicación? No. Es una falta abominable de pudor y de respeto a la propia hija.

Los culpables: ¿los medios de comunicación?, ¿la madre?, ¿la sádica opinión pública?,

Todo esto quizá no hubiese sucedido con “una bofetada a tiempo”, pero ZP lo prohibió. Está niña quedará destrozada para el resto de su vida. La sociedad está corrupta hasta las entrañas. Pero si la niña hubiese quedado embarazada, toda la legión de culpables que ha propiciado que esta atrocidad haya ocurrido estará de acuerdo en mostrar gran “humanidad” y cargar con el único inocente de la situación. Para eso tenemos barra libre de aborto.

Padre Apeles
Minuto Digital

domingo, 19 de julio de 2009

LA ÚLTIMA CRUZADA


El 18 de Julio de 1936 sigue siendo una fecha clave y, a la vez, desencadenante. La hoja del calendario que señalaba el día, el mes y el año, fue desprendida, pero el acontecimiento que enmarcaba continúa vivo, porque fue trascendente, saltando la frontera temporal de unas horas fugitivas.

Se iniciaba un Alzamiento militar en España. Tenía un respaldo civil importante. Respondía a una exigencia biológica nacional. Contaba con una doctrina y un programa político entrañado en la Historia y con proyección de futuro.

No fue un pronunciamiento castrense al estilo decimonónico, ni una lucha entre facciones que aspiraban a la conquista del poder. No fue una guerra civil químicamente pura. Fue el planteamiento beligerante y castrense de un combate ideológico en el que se debatía lo sustancial, en el que se había hecho necesario y urgente, como había dicho José Antonio, dar la existencia para salvar la esencia.

Por eso la contienda española quedó “ab initio” desbordada. Desbordada, porque adquirió dimensiones universales; y no sólo por la presencia en uno y otro frente de voluntarios no españoles, sino porque en cada nación del planeta el enfrentamiento se produjo a nivel de la simpatía y hasta de la ayuda a uno u otro bando contendiente. Desbordada, porque los valores en juego, los que habían informado la Cristiandad, como manifestación política del Cristianismo, elevaron la lucha a la categoría de Cruzada, como la Iglesia la calificó reiteradamente.

Fe y Patria, Altar y Hogar, fueron, en síntesis, las ideas que movilizaron a una de las mejores generaciones españolas de todos los tiempos a empuñar las armas o a morir, sin una queja, victimada en parte por los enemigos, en las tapias de los cementerios, en las bodegas de los buques de carga, en las escolleras de los puertos, en lo profundo de las minas, al borde de los caminos.

Esos ideales hicieron posible mantener nuestras constantes históricas, como la resistencia de Numancia y Sagunto, renovadas en el Santuario de la Virgen de la Cabeza y en el Alcázar de Toledo, o la del patriotismo sacrificado que ahoga la voz y el instinto de la sangre, como el de Guzmán el Bueno, actualizado por el coronel Moscardó.

Con esa armadura espiritual se explican los héroes y los mártires, y los procesos de beatificación y canonización de las Carmelitas de Guadalajara y los Pasionistas de Daimiel, entre tantos otros. Y a ellos siguen y seguirán los miles que aguardan aún la pública y solemne proclamación oficial de sus virtudes ejemplares.

El Estado que comenzó a construirse a partir del Alzamiento, que fue gestándose en la tensión guerrera de la Cruzada y que se perfeccionó a raíz de la victoria del 1º de Abril de 1939, quiso inspirar su ordenamiento jurídico en el Evangelio, y transformar el talante del español de tal manera, que olvidara aquella frase decadente y pesimista de Cánovas del Castillo, “español es el que no puede ser otra cosa”, y asimilar hasta el tuétano la de José Antonio: “ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo”. Una y otra frase simbolizan a la generación resignada y plañidera del '98 —por muchos que fuesen sus méritos literarios— y a la generación optimista y emprendedora de 1936.

España surgió de la miseria material y moral. El país fue reconstruido y “cambió de piel”. La revolución industrial se hizo con éxito, no obstante su retraso y el cerco exterior, injusto e impuesto por el triunfo aliado y su debilidad ante la presión comunista. Los españoles se reconciliaron y un largo período de paz interior, poco corriente en nuestra Historia, sorprendía a un mundo que miraba con asombro —amor, envidia, odio— la fuerza operativa de una España que se había reencontrado a sí misma.

No quiero comparar esa España con la España de hoy. El análisis de un cambio profundo a peor, como el que ahora se está produciendo, y que incide por su gravedad en la subsistencia de España como ser colectivo, el estudio de las causas que han conducido a este cambio y la contemplación de los grupos y fuerzas —no sólo políticas— que lo han respaldado y lo respaldan, exigiría un trabajo más extenso que no pasa, sin embargo, a la tierra del olvido.

La Cruzada española, la última Cruzada, está ahí —pese a la manipulación intencionada— como un punto de reflexión intelectual, pero también como una bandera alzada o una convocatoria viril para los hombres que no quieren convertirse en marionetas o las patrias que se niegan a convertirse en colonias.

Blas Piñar

viernes, 17 de julio de 2009

¿QUÉ HACER? ALGO MUY CONCRETO Y EFICAZ

REZAR EL ROSARIO CON AMOR Y CON DEVOCIÓN

San Juan Eudes, gran apóstol y devoto del Corazón Inmaculado de María escribía así en el siglo XVII: "Yo cedo gustosamente a todos la delantera en espíritu y talento, en ciencia y en todo lo demás, pero no sabría soportar que alguno me aventajare en el respeto, en la confianza y en el amor a la Madre de Dios".

Ese ha de ser el grito de toda la familia de AVE MARÍA. Los primeros en el sacrificio por la Virgen Santísima. Los primeros en propagar su devoción acendrada. Ahora, en el mes dedicado al Rosario, una vez más debemos insistir en lo que la Santísima Virgen dijo a san Antonio María Claret: "Antonio, en el Rosario está cifrada la salvación de tu Patria".

Frente a la artillería satánica que está hundiendo nuestra pobre España en el materialismo más brutal y en la inmoralidad, con el desprecio de los mandamientos, ¿qué hacer?, se preguntan miles de almas buenas, desconcertadas ante el silencio de pastores y dirigentes de la sociedad. ¿Qué hacer cuando se contemplan los crímenes espantosos de la ETA? ¿Qué hacer cuando se venden en España cincuenta millares de ejemplares de revistas pornográficas? ¿Qué hacer ante el abominable infanticidio del aborto, la permisividad de las autoridades, la destrucción de la familia por el divorcio, la siembra de odio entre los españoles por obra de los separatismos y de las fracciones políticas?

Nada y mucho. Al demonio no se le combate con asambleas, con manifestaciones, con encuestas, con lazos por las calles. La lucha de estos últimos tiempos es un combate espiritual. Solamente los cruzados que lleven el rosario en su manos y recen el Rosario con el sentido pedido por la Virgen a san Antonio María Claret, con el mismo fervor que nos enseñó el beato padre Pío, darán respuesta adecuada a los males que esclavizan nuestra Patria.

Es evidente que no se deben dejar por pereza todas las acciones y obras buenas, tendentes a atajar los terribles males que nos aquejan. Pero el alma de todo ha de ser el Rosario. Si no hay Rosario, todo es inútil.

¡Devotos de María a lo san Juan Eudes: Rosario en mano para que venga el triunfo del Corazón Inmaculado de María!

Padre José María Alba Cereceda S.J.

RECOMENDACIÓN

Se añade a los enlaces el blog del padre José María Iraburu, faro de buena doctrina y magisterio. Allí encontraréis artículos sobre temas totalmente silenciado u olvidados. El adulterio, el pudor, la salvación...

Padre José María Iraburu

jueves, 16 de julio de 2009

NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN

SALVE MARINERA

¡Salve! Estrella de los mares, de los mares
Iris de eterna ventura;
¡Salve! Fénix de hermosura
Madre del Divino Amor.

De tu pueblo a los pesares
Tu clemencia dé consuelo.
Fervoroso llegue al cielo
Y hasta Ti, y hasta Ti nuestro clamor

¡Salve! ¡Salve! Estrella de los mares
¡Salve! Estrella de los mares.
Si, fervoroso, llega al Cielo
hasta Ti, hasta Ti, nuestro clamor.

¡Salve! ¡Salve!, Estrella de los mares,
Estrella de los mares,
¡Salve! ¡Salve! ¡Salve! ¡Salve!


Nuestra Señora del Carmen, que tus hijos españoles volvamos practicar la consigna que tú enseñaste a nuestros antepasados: más vale honra sin barcos que barcos sin honra.

martes, 14 de julio de 2009

SOBRE LOS CURAS VASCOS Y ROJOS HOMENAJEADOS POR LOS OBISPOS

Jose María Domenech podrá decir que "los fariseos criticaban también a los obispos por sacar grano de las espigas de trigo en sábado". Como si los obispos fueran infalibles y perfectísimos en todos sus actos. Quizá se le olvide a José María la obligación moral que nos asiste a los súbditos de celo y libertad, para que no teman corregir a los prelados, especialmente si el crimen es público y corre peligro la mayoría de los fieles. Es enseñanza de Santo Tomás de Aquino (In Gal.2,11,nº 76-77).

Yo, querido José María, no quiero ser fariseo y por eso denuncio el escándalo público. Es obra de misericordia, es deber impuesto por la virtud de la caridad.

Abundando en la memoria chekista, los obispos amigos de la ETA (¡cuánto debe la ETA a la iglesia que pastorean esos bergantes!) "piden perdón por el silencio de la Iglesia ante el fusilamiento de 14 religiosos durante la Guerra Civil" por los franquistas. Ni la Iglesia ni nadie ha guardado silencio sobre esos fusilamientos, que han sido cien veces más aireados, internacionalmente, en el Vaticano y en España, que el medio centenar de religiosos fusilados en Vizcaya bajo el PNV y el Frente Popular. Y ahora vuelven a airearlo estos golfos. Pues bien, hay una diferencia entre esos curas y los otros: los catorce ultrafamosos fueron fusilados por sus actividades político-bélicas en pro del separatismo, el cual se compinchó con las izquierdas que asesinaban por millares a sacerdotes por el simple hecho de ser sacerdotes. Cuando los catorce fusilamientos llegaron a conocimiento de Franco, este prohibió seguir por esa vía. El PNV nunca impidió los asesinatos de religiosos en Vizcaya ("Euzkadi", la llamaban), porque estos no eran separatistas.

Esos catorce fusilados no son mártires de la Iglesia. Lo son del separatismo y del ultra racismo que inspiraba al PNV (y lo sigue inspirando, aunque con más disimulo). Así como no hay peor enemigo de los vascos que sus turbios nacionalistas, así no hay allí peores enemigos de la Iglesia que estos farisaicos obisparras.

PÍO MOA http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/

lunes, 13 de julio de 2009

EL DERECHO A LA RESISTENCIA


No es la lucha contra un individuo la que estamos proponiendo, ni siquiera contra un partido o facción determinada. No es una pugna privada por bienes o puestos, o por obtener algún espacio en el mecanismo de reajuste del sistema. Hemos aprendido con los clásicos que la democracia es la profanación de la política, con el magisterio auténtico de la Iglesia, que no se puede convalidar la aberración de la soberanía del pueblo ni el mito absurdo del sufragio universal; y hemos aprendido por experiencia histórica que era cierto aquello que enseñaba Maurras: no es que la democracia esté enferma, la enfermedad es la democracia. La enfermedad es el régimen, y todo empeño por reconquistar la salud de la Patria debe empezar por impugnarlo sin concesiones, y combatirlo coherentemente hasta las últimas consecuencias.

Pero esta lucha contra la tiranía democrática, contra este mando ilícito por su origen y por su ejercicio, contra este despotismo subversivo que todo lo corroe, compromete además —y prioritariamente— nuestra fidelidad de bautizados. En efecto, es doctrina segura de la Fe Católica, transmitida hasta hoy sin mengua ni desgaste, que los fieles de una nación cristiana poseen el derecho a desobedecer a los gobernantes ilegítimos; a desacatar sus propuestas primero; a rebelarse después gradualmente en forma pasiva y activa, hasta llegar a la resistencia franca, física, obstinada y heroica, cuando la tiranía no deja otra posibilidad más que su muerte para que pueda restituirse la vida de la nación.

Mas no se trata sólo de un derecho que puede ejercerse o no según los casos. Bajo determinadas circunstancias —precisamente cuando las fuerzas subversivas y sediciosas ocupan el poder y destruyen el bien común completo— la resistencia activa integral es un deber colectivo de los cristianos, que nadie puede rehusar mientras dure el estado de agresión permanente; es una obligación moral inesquivable, es un imperativo que reclama concreción y respuesta, es una reconquista que no perdona excusas ni tardanzas.

Lo enseñaron los Padres y la mejor escolástica, los teólogos de nota y los sabios moralistas de todos los siglos. Hay exigencia de plantear batalla en defensa de la Realeza Social de Jesucristo, cuando ella es agredida, befada, escarnecida y traicionada con anuencia del tirano y de sus sicarios. Exigencia que llega, como lo entendió ese pueblo jerarquizado de 1806-1807, a los civiles capaces —varones y varonas—, a los sacerdotes indoblegables en su ministerio, a quienes sientan náuseas de permanecer neutrales en tan decisivo trance, y a los guerreros genuinos, para quienes la Patria es un Grial reluciente por el que cabe andar de vigilia en vigilia hasta el derramamiento de la sangre. Por eso, el Cardenal Bellarmino hablaba de la Santa Intolerancia, y Urbano VIII absolvió del juramento de fidelidad a los soldados que se lo habían prestado al Conde Hugo, ratificando así el principio de que la fidelidad de las tropas de un país cristiano se debe primero a Dios que a los hombres, y que no tiene por qué prestarse a los gobernantes cuando ellos se comportan como sacrílegos, apóstatas e impíos consumados.

No nos será posible esta contienda si no forjamos en nosotros y en nuestros camaradas y amigos, el modelo de militante que imponen estos tiempos.

El nacionalismo no podrá ser una ocasión para los frívolos, ni un refugio para los cómodos, ni un punto de reunión para los derrotados. Tampoco será sitial para fugaces activistas ni para esos falsos predicadores que creen querer a Dios porque a ninguno quieren y menoscaban todo henchidos de soberbia y de autosuficiencia estéril. Vengan a nuestras filas los que han depuesto la intriga y el interés personal, el sarcasmo vacío, el personalismo soberbio y las aventuras inconducentes. Vengan a nuestros cuadros —pobres en cifras y medios, plenos en verdades— los que mantengan la firmeza de las convicciones absolutas y el coraje de sostenerlas oportuna e inoportunamente.

El militante que necesitamos no es el espectador de una función, es el antagonista de una reyerta justa. No es el que se pliega a la comedia de la participación democrática, sino el testigo de un drama que espera revertir con su esfuerzo en jornada de júbilo. No es el agitador de banderines estridentes, sino el portador silencioso del lábaro de gloria. No es el candidato que se prosterna suplicante ante los hombres, sino el hombre que entiende que la jerarquía se funda en el servicio. Y no será tal vez, el que recorra los peldaños del éxito en las campañas publicitarias, pero sí aquel que se abrazó a la cruz, enamorado de su lumbre y de su gracia.

El militante que necesitamos no es el que pregunta cuál es el programa. Bien decía Codreanu que el país agoniza por la falta de hombres enteros y no por ausencia de programas. El nuestro, no obstante, fue expuesto por maestros mártires y personalidades eminentes del pensamiento católico nacionalista. Pero su mejor legado sigue siendo el recuerdo vivo de sus hombrías de bien.

No nos faltan propuestas, como se dice por allí con ignorancia o malicia. No nos faltan soluciones concretas para los problemas reales. Pero pedimos primero para nosotros, disciplina y trabajo, ayuda mutua y honor, confianza y sacrificio, formación y acción, oración y adoración permanente por sobre todas las cosas. Lo demás —como la prometida añadidura— sobrevendrá cuando menos lo esperemos.

El militante que necesitamos es el que sabe que cuando no hay bien no hay que elegir, y que entre el mal y el mal menor —que es siempre un mal— está el bien posible. El bien pendiente y realizable: la Reconquista y la Restauración de la soberanía plena en el nombre de Dios y de la Patria.

Se trata de vencer las conductas resignadas, y ese dolor ingrato que es fatalismo y desolación. Marchar sin esperanza no podemos, porque ella es nuestra fuerza. Y si fuera cierto lo de Péguy, que dice que “Dios dijo: la fe que yo más quiero es la esperanza”, ella nos llevará a la fe y a la caridad, que es la única trilogía que no ha sido capitulada…

“Caigamos de rodillas,
¡oh hermanas iguales!
Santas Teologales
velad por nosotros…”

El militante que necesitamos ha de amar a la Patria como persona viva. Con amor de hijo, hecho de gratitud por lo recibido; con amor de esposo, sostenido en la fidelidad indisoluble; y con amor de padre, que es amor de servicio y de sacrificio, de porvenir y de gozo.

El militante que necesitamos ha de encontrarse con nosotros. Que sume su presente a nuestro coro, que acerque mano y brazos, palma al cielo, sin dar ni pedir tregua. Que traiga su insistencia en no rendirse. Que venga sin regreso y con el corazón crispado de promesas. Que suba la bandera hasta la cima, que se aliste en las guardias sin relevo, que Rosario en el pecho y Cristo en jefe pronuncie sin temores el nombre de Argentina, porque así —lo juramos— ¡Argentina es quien vence!

Antonio Caponnetto

domingo, 12 de julio de 2009

jueves, 9 de julio de 2009

DOS EMPRESAS DECISIVAS


La entrada en el nuevo milenio no es para el católico un simple cambio de fechas de calendario. Es la agobiante reflexión de que a los dos mil años de nuestra Redención solamente una pequeña parte de la Humanidad conoce a Cristo, invoca a María. La mayoría de los seis mil millones que pueblan la tierra está fuera de la Iglesia. Espantosa realidad.

En estos dos milenios ha habido santidad, heroísmo, apostolado, generosidad misionera a raudales. Las más preclaras inteligencias, los más grandes corazones han estado al servicio de Cristo Rey. Europa fue la cuna de la Cristiandad. Desde ella se extendió la fe cristiana hasta donde ha llegado hoy. Pero al mismo tiempo Satanás ha ido trabajando para envenenar las inteligencias, crear falsas religiones, corromper las costumbres. Mas no ha parado aquí. Han sido los hijos de la Santa Iglesia los que, igual que nuestro Señor Jesucristo en el desierto –y especialmente en los últimos siglos–, han sufrido a lo largo de las generaciones humanas las tentaciones de las riquezas, de las divisiones, del poder mundano, de la pérdida de la identidad sobrenatural. De hecho, en el siglo XX, aparentemente las fuerzas del infierno han conseguido que se haya reducido más y más la minoría de los que siguen fielmente a nuestro Señor Jesucristo.

En este ambiente de descristianización, el Papa ha convocado frente al nuevo milenio, a los obispos de los cinco continentes, para espolear a toda la Iglesia a dos empresas decisivas: la unión de todos los cristianos con Roma y la nueva evangelización del mundo. Concretamente en el último sínodo de los obispos, que ha sido el de los de Europa, se ha puesto en carne viva el hecho del paganismo ambiental, la apostasía, la invasión de las sectas y de las falsas religiones, sobre todo del islamismo, que llenan el vacío que ha producido la pérdida de la fe. Es vital detener esta marcha suicida, es preciso recobrar la identidad católica y lanzarse de nuevo a la conquista de los hombres para Cristo Rey. Éste es el grito del Papa que, como un nuevo Urbano II, nos convoca a una cruzada más difícil aún que la de los siglos gloriosos de la no menos gloriosa edad de fe, que fue la Edad Media.

La respuesta es muy sencilla, en medio de lo arduo de la tarea. Hemos de ponernos todos bajo la protección de la Santísima Virgen, consagrar nuestras personas, nuestras familias, nuestros trabajos, nuestra Patria, la Iglesia y el mundo al Corazón Inmaculado de María. Sería precioso a los ojos de Dios que todos los lectores de AVE MARÍA empleáramos la fórmula de la consagración del mundo al Corazón Inmaculado de María que escribió el Papa Pío XII, incluyendo especialmente la consagración de Rusia, según los deseos de la Virgen.

El milenio empieza con graves amenazas para nuestra fe en todo el mundo, fruto de tantas décadas de materialismo e impiedad. No temamos, sin embargo. En medio de la tempestad en que vivimos y que se aproxima con mayor violencia, miremos a la Estrella, e invoquemos a María. Ella vencerá una vez más a la serpiente infernal seductora de las naciones, e instauraurá, tras la purificación, el reinado de su Corazón Inmaculado. María nos llama a vivir como cristianos auténticos, dispuestos a morir por la salvación de nuestros prójimos. Testigos de Cristo hasta la muerte. Eso han de ser los hijos de la Virgen que Ella ha congregado en nuestra AVE MARÍA. Que Cristo reine en nuestras familias, en nuestra patria, en una cristiandad de pueblos de toda la tierra, bajo el amor de la Virgen Santísima.

Que el fuego que vino a traer a la tierra nuestro Señor Jesucristo nos devore. Que el mundo sea de Cristo.Y si ello exige el derramamiento martirial de nuestra sangre, dichosos seremos si, de la mano de María subimos al Calvario. La nueva era será de Cristo. Esa es nuestra oración. FIAT! FIAT!

José María Alba Cereceda S.J.
Ave María, Enero 2000

martes, 7 de julio de 2009

COMENTARIO SOBRE EL NUEVO DIRECTOR DEL CNI

VUELVE EL LAMECULOS

Aunque había pasado a un segundo plano como asesor personal de Zapatero, el general Félix Sanz Roldán, antaño Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), vuelve como nuevo encargado del servicio de espionaje español trás la dimisión de su antecesor en el cargo por un escándalo de corrupción.

El general, viva imagen del lameculismo y el rastrerismo de las Fuerzas Armadas a los traidores, es famoso por callar "el ruído de sables" en el Ejército en los tiempos en los que la desmembración y la ruptura de España estaban candentes en los medios de comunicación y en los círculos políticos con la aprobación del nuevo estatuto separatista catalán.

Queda lejos en el recuerdo aquella arenga del capitán de Navio, Camilo Menéndez Vives, cuando vivían día sí y día también el zarpazo del terrorismo, que llegó a decir a Gutierréz Mellado, alter ego de Sanz Roldán, ¡ANTES QUE LA DISCIPLINA ESTÁ EL HONOR!. Arenga que retumbo en los muros de todos los cuarteles de España.

Ahora ya los antaño soldados de España a los que se refería José Antonio Primo de Rivera no son más que meros peleles del funcionariado estatal y zapaterista, fiel imagen representada por el ahora director el CNI y deshonroso Jefe del Estado Mayor de la Defensa.

Tomado de ¡Prietas las Filas!

CARTA A LOS LECTORES JULIO/2009


Los promotores del aborto son ciegos guías de ciegos; fundamentalistas irracionales que niegan los datos más elementales de la ciencia. Algo de luciferino hay en estas campañas a favor del asesinato de niños inocentes. Y, como la Iglesia ha defendido siempre la vida humana, al ministro de Sanidad y Consumo no se le ocurre más que decir que el camino emprendido por la Conferencia Episcopal Española “es distinto del que sigue la sociedad”. Como argumento de autoridad, aporta las palabras del socialista y presidente de la Junta de Andalucía: “La cúpula de la Iglesia va en contra de los tiempos, del progreso de la sociedad”. Para el partido socialista, matar a niños inocentes es progreso, para mí, el aborto provocado es un crimen abominable.

El manifiesto de los mil intelectuales españoles apoyando la campaña a favor de la vida de los niños concebidos de la Conferencia Episcopal Española, afirma enérgicamente: “Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la concepción. Un aborto no es solo la interrupción voluntaria del embarazo, sino un acto simple y cruel de interrupción de una vida humana.” Lo que el socialismo llama progreso de la sociedad no es más que el retroceso de volver a rendir culto al dios Moloc, sacrificándole niños inocentes.

Ninguna institución humana ha promovido más el progreso de la humanidad que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Ningún partido político de izquierdas o de derechas puede presentar una lista de afiliados científicos semejante a la lista de científicos cristianos. Como telón de fondo de las campañas abortistas aparece la soberbia humana enfrentada al Creador al que pretende arrancar el derecho a la vida y a la muerte. El “seréis como dioses” luciferino resuena sibilinamente en el oído de los proabortistas.

El reciente testimonio del Dr. Taberé Varour, presidente de Uruguay, que ha vetado la ley de despenalización del aborto ha puesto de manifiesto el quid de la cuestión. Estas son sus palabras: “La legislación no puede desconocer la realidad de la existencia humana en su etapa de gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. El verdadero grado de civilización (progreso) de una nación se mide por cómo protege a los más necesitados”. Y el más necesitado es el bebé en el vientre de su madre. Como ha dicho Mónica López Barahona, catedrática de Bioética “el embrión celular, el cigoto es vida humana y por tanto objeto de los mismos derechos que cualquier otro individuo de la especie.”

El primer derecho de toda persona humana es el derecho a la vida, derecho que niegan y combaten todas las legislaciones fundamentalistas demócratas. Ese es el quid de la cuestión. La ley del aborto es aberrante y perversa. La verdad y el bien no dependen de lo que digan los partidos políticos. Hay un orden natural establecido por Dios que deben acatar las personas y los partidos políticos. La vida personal, familiar, laboral, económica y política debe regirse por la ley Natural grabada por el Creador de todas las cosas en las personas. No. La democracia liberal-socialista no es el menos malo de los ordenamientos políticos, es el más salvaje porque está realizando el más terrible y monstruoso de los holocaustos de todos los tiempos: millones de personas inocentes son sacrificadas en los abortorios y laboratorios democráticos. Es un crimen que clama al Cielo. El espíritu fundamentalista democrático es una perversión del entendimiento. Establece leyes que permiten matar a personas inocentes y suprime la pena de muerte de asesinos culpables.

Los católicos tenemos el sagrado derecho y deber de luchar hasta conseguir un orden político fundamentado en la doctrina católica, un Estado católico que vele por el bien común de las naciones. Porque “no es la ley de Cristo la que debe acomodarse al mundo, sino el mundo el que hay que acomodar a la ley de Cristo” (Juan Pablo II). “Lograr que la ley divina quede gravada en la ciudad terrena” (Vaticano II).

P. Manuel Martínez Cano, mCR
Revista Meridiano Católico

lunes, 6 de julio de 2009

CASTELLANI (II): DIOS NO ES UN CANTOR DE TANGO

Reportaje al Padre Leonardo Castellani en revista Siete Días 1980 SEGUNDA PARTE

Opinar y a fondo, fue siempre un saludable hábito del padre Castellani. A los 80 años, mientras, como el dice, se prepara para morir, afronta todas las preguntas. No titubea en asumir los temas trascendentes y los más inmediatos, los referidos a la Argentina de hoy.

DE PROFESIÓN PENSADOR. A pocos se les puede decir eso. Al padre Castellani sí. En la foto, con SIETE DÍAS. “No es verdad que al pueblo haya que defenderlo aun contra su voluntad, como a los chicos. A los pueblos hay que enseñarles, en todo caso, a no ser chicos…”

No hay nada que hacerle: somos pedantes o ilusos. Cuando escribimos un reportaje en entregas, al final damos por hecho que el lector ya leyó lo anterior. Pero casi nunca es así. Por eso sacrificamos nuestra pedantería o nuestra ilusa ilusión y hacemos de cuenta lo más probable, que el lector pasó por alto lo anterior. Desandamos rápidamente lo andado.

El padre Leonardo Castellani tiene 80 años, casi 60 libros y una erudición, humor y espíritu crítico que muy pocos argentinos de este siglo han tenido. Peleó con todos, menos con Dios.

Padeció cesantías. Vivió desterrado, enfermo y al borde de la locura, por sus conflictos dentro de la Iglesia.

Juan XXIII le devolvió sus facultades sacerdotales y la celebración de la misa. Escribió cuentos policiales, teología, poesía, teatro, ensayos, periodismo. Aunque en veredas muy opuestas, lo comparamos por su volumen al mismísimo Borges, y por esa forma frontal de asumir todos los asuntos a su muy aborrecido Jean Paul Sartre. En la actualidad este pensador vive arrinconado. Es un enorme desconocido. Otro lujo que nos damos los argentinos, en medio del desierto y la chatura.

A la primera charla de esta serie el padre Castellani la cerró con una dulce frase, que nos viene muy al caso: "La aguja pasa y queda el hilo. Lo político pasa y queda lo moral. Pero si la aguja no tiene hilo, la aguja pasa y no queda nada."

De la segunda charla memorizamos otras dos frases. La primera: "Dado que el periodista tiene que decir algo, ¿por qué no dice la verdad de vez en cuando?" La segunda: "Si esto sigue así lo mejor que podemos hacer es entrar en la Sociedad Protectora de Animales no como protectores sino como protegidos." Después de esa "sugerencia" el padre Castellani hizo lo que varias veces durante nuestra entrevista: volcó la cabeza y se dispuso a dormir un rato.

El rato otra vez pasó. Y la charla prosigue con la palabra que viene de la voz o a veces de la palabra ya escrita del padre Castellani, que comete un delito que muy pocos pueden cometer: “se afana a sí mismo”.

-Usted, padre, ha hecho teología y periodismo, ¿cómo es posible?

-Yo creo, como Kirkegord, que el periodismo de hoy es una gran porquería, pero una porquería necesaria, buena. Yo depuse mi pedantería y prediqué el Evangelio mediante él. Pero sé que a medida que aumentan las noticias disminuyen las verdades y así se promueve una especie cada vez más difundida, la del lector analfabeto. No puedo negarlo, soy periodista y lo reconozco como una actividad tan frívola como febril y un poco sucia, aunque nada impide que un hombre honrado, ayudando a Dios, pueda ejercerla, eso sí, vestido de limpiachimeneas, o cloaquero de tercera clase.

-Como periodista o predicador del Evangelio, ¿usted qué cosas ha repiqueteado, qué conclusiones tiene a esta altura del siglo o del baile?

-Demasiada pregunta para mi cansancio, pero le respondo con lo que alguna vez escribí... somos una nación degradada, subvertida en sus valores, sin fundamento, sin asiento, sin seriedad... por causa de una educación que ni siquiera ha sido mala educación, nos hemos convertido en una sementera de tilingos, en el paraíso de los ladrones y, en ciertos momentos grotescos, en la polichinela del mundo. Muchas veces me pregunto si, para ser eso que progresivamente somos no hubiese sido mejor ser una colonia como Canadá. Digo esto por algo bien concreto y que sería maula callar los pueblos distorsionados y corrompidos no pueden ser independientes, ni les conviene tampoco.

-¿Usted no cree, padre, ni siquiera en eso que se llama “patriotismo”?

-Creo demasiado en el patriotismo, ¡pero cuidado con la endemoniada palabra! Es buen momento para recordar que no todo patriotismo es una virtud. Muchas veces puede ser un vicio o una alharaca. Hay preguntas para hacer: “sí no amas al prójimo, al que ves, ¿cómo amarás a la patria, a la que no ves?” Por otra parte tenemos que reconocer que a veces a la patria no se la puede amar, sólo se la puede compadecer. Creo que es legítimo preguntarse: cuando Jesucristo lloraba sobre Jerusalén, ¿lloraba porque la amaba? Yo digo que no: no podía amar a esa gran porquería en que se había convertido un estado que estaba bajo la dirección del hipócrita Caifás, el payaso Herodes y el poder efectivo de una potencia extranjera.

Se produce una pausa. El padre Castellani toma un té con una vainilla. Duerme unos diez minutos. Despierta.

-Padre Castellani, usted tiene "fama" de muchas cosas. Por ejemplo, fama de admirar a los dictadores. ¿Qué dice de eso?

-Tengo fama de cosas peores, pero no me aflige, Dios me está esperando. Le digo qué sí, pero con una leve advertencia para maulas de café... los nacionalistas y no nacionalistas muchas veces han querido imponer dictatorialmente la moral a toda esta nación, pero han fracasado. Porque no eran dictadores de verdad...

-¿Cómo debe ser un “dictador de verdad”?

-Es necesario que sea santo. “Porque el grado de violencia que un hombre tiene derecho de infligir a otros hombres corresponde, por lo menos, al grado de amor que les tiene. La violencia infligida por el odio es siempre contagiosa y volvedora: rebota sobre el violento.”

-Otras de sus famas, padre Castellani, es que usted, cosa rara en un intelectual, aprueba la pena de muerte.

-Sobre esto escribí, y me repito: bien mirada la pena de muerte es más “cristiana” que la prisión perpetua, que no hace sino pudrir al criminal y no lo convierte ni mejora. Jesucristo no reprobó la pena de muerte. Al fin y al cabo para un cristiano es preferible la salvación del alma del injusto que la conservación de su vida para que la pierda. Ahora bien, aquí ahora en la Argentina la pena de muerte me parece discutible y peligrosa. Puede servir para cualquier cosa. Para aplicarla hace falta poseer el sentido de lo sagrado, cosa disminuida y pereciente entre nosotros.

Pausa. Pero no para dormir, sino para caminar. Vamos hasta parque Lezama. Y allí caminamos unos metros con el padre Castellani. Caminamos muy lentamente. A pasitos. Después de los 40 metros, me dice casi implorando: “Las pantorrillas, me duelen las pantorrillas. ¿Nos podremos sentar?” Eso hacemos. La gente pasa. Nadie sabe quién es este anciano sacerdote, de gran capa. Evidentemente, el padre Castellani no tiene “rating”. Nadie lo conoce. Será porque, como dijimos, carga el estigma de no haber almorzado nunca por televisión. Y eso es más o menos como no haber nacido.

Pero este hombre, que, ahora tose y tose y acude al aire para doblegar a su creciente fatiga, este hombre nació, y vive, y vivirá porque ha escrito, y en castellano. Ha escrito por ejemplo: “Al pueblo hay que defenderlo aun contra su voluntad - dijo uno-, como a los chicos. No es verdad, a los pueblos hay que enseñarles, en todo caso, a no ser chicos.” Este hombre, que ahora ya ha sosegado su tos, cuenta que una vez su confesor le dijo: “Castellani, usted no piense más en el petróleo. Usted es religioso y debe pensar en Dios. Dios no come petróleo.” Y él le contestó: "Dios no come petróleo, pero el diablo sí." En el banco del parque el diálogo continúa, mientras afuera la vida y el país prosiguen, y los pajaritos cantan:

Lo que puede ver de nuestro presente, ¿qué le parece, padre Castellani?

-Yo no creo que todo tiempo pasado fue mejor, a mí me sigue pareciendo igual... igual de malo.
-¿De dónde proviene esto que califica así?

-De la escuela. No es lo peor de nuestra escuela que sea irreligiosa; lo peor es que sea ineficaz, no es escuela. Los argentinos no salimos del bachillerato maduros. La mayoría sale mentalmente averiado, predestinados para ser tilingos incurables. Así es que desembocamos en esta queja nacional, la de no tener clase dirigente. No la hay en ningún sector, no sólo en el sector político. Es una lamentable y llorable realidad. O irrealidad: es un vacío. Y como la naturaleza no. soporta el vacío, este vacío es llenado por una seudo clase dirigente. En cuanto a lo político, hay pocas vocaciones y las que hay se malogran. No hay cómo entrenarse de estadista. Los estadistas no nacen de los repollos.

-Y más allá o más acá de la clase dirigente, ¿qué ve?

-No veo al héroe que sea capaz de dar el golpe de timón, no veo los grupos unidos capaces de secundar al héroe; no veo ni siquiera la masa consciente por lo menos del mal... veo una comunidad satisfecha de su degeneración cuyo ideal sería una esclavitud confortable.

-Usted a Dios lo nombra como alguien corporal, ¿en este minuto puede decir algo sobre El?

-Que Dios está faltando, nos está faltando. Además, lo confundimos, Dios es un hidalgo, no es un cantor de tango.

Descamina muy lentamente lo caminado. Al llegar a su ámbito el padre CasteIlani sufre una descompostura, se recupera. Seguimos:

-¿Usted está lejos o cerca de la santidad?

-He conocido pocos santos, ninguno. En cuanto a mi, lejos estoy de serlo. Por lo demás, a mi no me van a canonizar, aunque lo quiera Jesucristo; en serio, porque la maquinaria canonizadora puede resistir a Jesucristo. A mi me han aporreado mucho, será por aquello de "porque te quiero, te aporreo. Mejor que no me quisieran tanto. Ahora aguardo, aguardo y procuro vivir con serenidad nuestra desesperanza, aunque siempre hay algo que se puede hacer. En fin, estoy viviendo una de las peores culpas que hay, que es la de ser viejo. Contra los años nadie es valiente.

-Usted está por comer, le hago la pregunta más tonta, la de siempre: ¿Quiere agregar algo más?

-Lo mismo que escribí cuando cerré la revista "Jauja". Si hay perdón para decir la verdad, aunque decirla sea peligroso, que Dios me perdone; pero ya con una pata en el sepulcro, ¿qué puedo hacer de provecho sino decir la verdad? Eso es para mí hacer penitencia. Así preparo una buena muerte.

El padre Castellani, en una mesita en la que sólo cabe un plato, empieza a comer. Ahí está el pensador. Ahí está el hombre que, por haber sido agraciado con el Gran Premio de Consagración Nacional, recibe una pensión mensual de ocho millones y medio de pesos viejos, muy viejos.
No, "en fin" no. Nos queda, muy pendiente, una pregunta inevitable: ¿Qué le pasa a un país que ignora y arrincona tan alevosamente a sus hombres que piensan?

“Ya con una pata en el sepulcro ¿qué puedo hacer de provecho si no decir la verdad? Así hago penitencia”

AÑO 1955. DE CIVIL. La foto, extraña, corresponde a un documento de identidad. Había sido cesanteado como profesor. Optó por el periodismo para comentar el Evangelio.

LA "MESA" DEL PENSADOR. El padre Castellani atendido por la profesora Caminos. Así almuerza. Come poquito. Esto es una suerte, ante sus magros ingresos.

Rodolfo E. Braceli.

domingo, 5 de julio de 2009

HOY CELEBRAN EL ¿ORGULLO GAY?

CARTA A UN HOMOSEXUAL

En estos días en España, desde donde te escribo, y en el mundo, se esta hablando mucho del tema que a ti tanto te preocupa: la homosexualidad.

Tú desde hace tiempo sientes atracción hacia las personas de tu mismo sexo. Eso te hace sentirte raro y distinto ante los demás. Seguramente que has luchado para salir, pero al final no has podido.

Yo con este escrito quiero darte ánimos para que sigas luchando y consigas salir de esa situación.

En primer lugar te invito a que no te dejes llevar por el ambiente o la moda que hoy te quieren hacer ver que esa situación tuya es normal. No es una situación normal ya que el cuerpo del hombre y de la mujer están hechos para realizar la unión sexual los dos sexos opuestos y no los dos del mismo sexo. Los órganos genitales y otros órganos son diferentes y complementarios del hombre a la mujer y viceversa.

En segundo lugar te animo a que si vas a un Psicólogo para que te ayude, no vayas a uno que te pervierta, es decir, que te diga que eso es normal, incluso que te anime a que practiques relaciones homosexuales e incluso te lleve a lugares de “ambiente”.

Esto producirá en ti una tendencia terriblemente viciosa, te creará un hábito y los hábitos crean costumbre y la costumbre una segunda naturaleza que te hará esclavo del sexo.

Al principio puede que tengas experiencias esporádicas. Esto te dejará “hecho polvo” ya que nunca descubrirás amor, si esto es lo que buscas. Verás sólo placer, morbo y en el fondo encontrarás una gran insatisfacción que te irá llevando a un pozo sin fondo y a una depresión terrible. Cada vez querrás tener nuevas experiencias y esto te creará una obsesión viciosa terrible.

En el caso de que encuentres una pareja estable. Pasados los primeros momentos, la rutina y vuestra convivencia que psicológicamente os está destrozando, ya que no es natural un “matrimonio” de dos personas del mismo sexo; os irá llevando hacia una rutina terrible, una desconfianza mutua. De hecho las parejas homosexuales son muy celosas, terriblemente celosas...

Y esto mismo, si no es otro u otra que a tu pareja o a ti, se os cruce en el camino, hará que vuestra relación se rompa. Entonces la parte que se queda sola entrará en una profunda depresión que le llevará al intento o deseo de suicidio…

Y al final, si el SIDA, no te ha matado y te haces viejo, encontrarás un vacío existencial terrible, un sin sentido a la vida, una nausea que no te dejará vivir.

Frente a la presión sociológica, ambiental, etc, que te invita a “salir del armario” y vivir como Gay yo te invito a que luches para intentar ver las causas de tu tendencia: pudo ser una violación o abuso que sentiste de pequeño, una madre que te dominó en exceso, una desviación que sentiste en tu adolescencia y que no fue corregida, una experiencia negativa sexual que tuviste, etc.

Lucha e intenta salir de este mundo...

Busca una buena amistad con una muchacha, a la que sí te pido que no engañes y cuando tengas mucha confianza con ella se lo dices y tal vez te pueda ayudar.

Tal vez si descubres el amor limpio y puro todo cambie...

Si eres creyente te invito a que acudas a Dios, frecuenta los Sacramentos, la devoción a la Virgen, busca un buen confesor que te conozca pero con el que no tengas mucha relación fuera de su ministerio, y sobre todo huye de las ocasiones.

Haz oración ante el Santísimo Sacramento y pídele que te sane de tu enfermedad.

Si esto haces vivirás feliz y esto será para ti una prueba que te llevará al Cielo.

Lo otro hará de tu vida un infierno. Y no te engañes ni engañes a nadie diciendo que en ese mundo de los Gays eres feliz, sabes que es todo lo contrario.

Tu amigo.

Andrés García Torres, sacerdote