Hubo un tiempo de gloria en que la Fe formaba los cimientos de toda milicia y la milicia era la prolongación de una vida consagrada a la Fe. Un tiempo que jamás puede ser exclusivo del pasado y, si así lo fuera, nada valdría el presente y menos aún el futuro que está por venir.
A quien armoniza en su vida la Fe y la milicia es justo llamarle héroe. El heroísmo es la milicia extrema al servicio de la Fe y la esencia de la vocación juvenil que el hombre abraza. Y cuando el héroe, encarnando la Fe en la milicia, entrega la vida y la sangre testimoniando ese compromiso inalterable, decimos que ha pasado a ser mártir. Es entonces cuando culmina, con letras de oro en el libro de la Historia, el paradigma sempiterno del combatiente cristiano.
Setenta y un años después, recordamos con profunda emoción, la vida y la obra de Cornelio Zelea Codreanu, maestro y capitán.
Maestro, siendo todavía universitario, de estudiantes y profesores. Predicó a los suyos con la elocuencia propia de quien domina la palabra, porque la palabra le poseía. Nadie como él supo analizar, primero, y dinamitar después, el saqueo judeo-bolchevique en que se vio envuelto el pueblo rumano. Porque no sólo les fueron robados los bolsillos, causa ya justa para levantarse, sino algo más profundo y superior. Les arrebataron la Fe y la Patria, lo más valioso, la Santa Causa por la que el hombre está dispuesto a ofrecer su vida e incluso a batirse hasta el final en el campo de batalla.
Enseñó, por todos los rincones de Rumanía el amor que se debe tributar al semejante, a la familia, a la nación; y sobretodo, amor sin fisuras a Dios. Cumplió, intachablemente, su misión de maestro, alzando la bandera, jamás arriada, de la Verdad, “oportuna e inoportunamente predicada”. La vida de Codreanu, imagen perfecta de su palabra, nos hace llamarle, justamente, héroe. Como consecuencia de su palabra y su vida, fue asesinado, junto con trece de sus legionarios, la noche del treinta de noviembre de mil novecientos treinta y ocho. Justo es, también, llamarle mártir.
Capitán. Capitán Codreanu, al frente de la Legión de San Miguel Arcángel, que él mismo fundó, donde se forjaba la mejor juventud rumana. La Fe era la exigencia necesaria para formar parte de la Guardia de Hierro junto al compromiso militante de aceptar el puesto de mayor abnegación, el más austero y sacrificado, el último y más servicial. Muchas veces, también, el más arriesgado. Supo fundar y ordenar, era, el Capitán, la referencia de todo acto y pensamiento, el líder indiscutible al que tantos siguieron hasta el final. Guía y líder del pueblo, adalid y caudillo con tan pocos años y con tanta jefatura que jóvenes y mayores, obreros y catedráticos, agricultores y abogados, se cuadraban ante él en espera de un consejo, una orden o una consigna.
La Religión frente al paganismo que estaba disolviendo el componente espiritual del hombre y el pueblo. La Patria, amada, ensalzada y defendida, contra el comunismo internacionalista, que mediante las garras de Sión, despedazaba la conciencia nacional y hasta la tierra misma de Rumanía. La verticalidad de cada acto, que tendía a la perfección, pues todo se hacía como ofrecimiento a Dios por el bien de la Patria. Héroe, sí, justamente, “combatiendo los nobles combates de la Fe” que nos describiera San Pablo. Héroe, pues la exigencia de ese espíritu empezaba por él mismo. Héroe, forjador de héroes cristianos y combatientes, y por eso le mataron. Es de justicia, otra vez, llamarle mártir.
Habiendo pasado setenta años de su martirio se sigue escuchando sus férreas palabras, en forma de arenga, que con el eco poético de su admirable vida nos sigue repitiendo: “antes que nuestros cuerpos se consuman y se agote nuestra sangre es preferible morir en los montes peleando por nuestra Fe”.
Miguel Menéndez Piñar
2008
lunes, 30 de noviembre de 2009
A MONSEÑOR REIG ¡LAUS DEO!
¡Impresionante! Y más aun por lo inesperado del hecho, por ser un hecho singular que no se daba desde hacía décadas. Ayer, en la sacrosanta tierra de Paracuellos del Jarama, donde yacen silenciosos los restos gloriosos de los miles de asesinados en 1936 por la vesania roja, revolucionaria, marxista, atea y antiespañola, un rayo de luz apostólica irrumpió con fuerza desmedida abriéndose paso no sólo entre el espeso muro de nubes plomizas que encapotaban el cielo, sino más aun entre la cobardía y la traición del clero, de los militares, de los civiles y vulgares españoles que olvidando su más reciente y magnífica historia, hunde a España cada día un poco más en el lodazal.
Allí, en aquella tierra sacrosanta empapada aun por la sangre que mana de las viles heridas inferidas a tantos españoles de pro que un día dieron generosos su último adiós, por España y por Dios, ayer, 29 de Noviembre de 2009, un rayo de luz fulgurante se expandió brillando esplendoroso sobre la faz de aquel campo que lo es de vida y de honor.
Ayer, el nuevo obispo de Alcalá de Henares, monseñor Reig, hombre adusto, de rostro tranquilo, sereno en sus gestos, firme en sus hechos, que viene de Murcia doliente, repleta su alma de dolor tras haber sido injustamente expulsado no sólo por los “kikos” mentecatos, sino, lo que es peor, por sus homólogos de apostolado, tuvo el gesto valiente, después de que hace décadas que nadie se atreviera a tener tanto valor, de celebrar una Misa especial por el eterno y glorioso descanso de los miles de españoles de pro que Carrillo y sus secuaces --esos mismos a los que el PP, Rouco y los militares aplauden desde hace años con vigor--, les diera muerte vilmente previo atarles las manos a la espalda de dos en dos, pues libres les daban pavor.
Ayer, por fin y al fin, un prelado español se sacudió el sueño, la pereza, el acomodo, el indolente sopor, la soberbia, la ambición, la premeditada distracción, y elevándose por encima de esa legión de pseudoapóstatas que sólo buscan el aplauso de los necios y la alabanza de los sin Dios, piso tierra sagrada, la más sagrada de España, como él mismo en su homilía la definió, y alzó la voz firme, henchida y llena de emoción al cielo de la España que no muere, ni se rinde, ni traiciona, ni se entrega, ni busca “equilibrios”, ni componendas, y dijo lo que hay que decir, que aquellos cuyos cuerpos allí yacen, tienen sus almas con Dios; que son ejemplo de españoles; que dieron su vida por Él y por su amor; que en esta tierra sagrada hay que levantar la basílica más grande y afamada, la mayor de toda la cristiandad, porque no hay lugar que se le parezca, no tiene rival, no hay catedral más hermosa que la propia que forma aquella tierra donde reposan los mártires de la Cruzada española más gloriosa que los siglos vieron ni verán nunca jamás.
¡Qué emoción, señores! ¡Qué emoción! No se pueden imaginar lo que fue ayer en aquel lugar. Estaba Paracuellos como nunca desde hace décadas. Allí no cabía un alfiler. El sacrosanto lugar estaba atestado de vivos, que eran contemplados por los muertos que desde el Paraíso les miraban llenos también de emoción. Allí, en torno al obispo --el único obispo que hoy hay en España, pues los demás no valen nada--, miles de familiares, amigos y españoles, los de la gran tribulación, agradecidos participaron del Santo Sacrificio que en acción de gracias se elevó hacia el eterno trono del Todopoderoso Dios.
Allí, mayores y pequeños --pues ya germina vigorosa la semilla regada con la sangre de tanta injusticia y dolor--, varias generaciones juntas, como aquellas que acudieron al sonar de la trompeta el 18 de Julio de 1936, rezaron con el obispo, con él los himnos entonaron y no dejarán ya de acudir a la cita que será a partir de ahora obligada --como siempre debió ser-- para todo español de buen nacer.
Si el abad del Valle de los Caídos nos ha cerrado las puertas de aquel mausoleo magnífico donde reposan los restos del nuestro siempre invicto Caudillo, del siempre presente José Antonio, de miles de gloriosos caídos por España y por Dios, y de los que lo hicieron para su desgracia y deshonor por la mísera república revolucionaria, este obispo de Alcalá nos ha abierto de par en par la cancela del sacrosanto lugar, ese cementerio de Paracuellos desde el que no dejan de gritar a nuestras conciencias los allí sepultados exigiendo, no venganza, pero sí justa compensación.
Los que no asistieron no se pueden hacer una idea de lo que ayer se realizó en Paracuellos. Junto a las tumbas inertes una aglomeración de gentes, un gentío, una manifestación, un mar de españoles valientes y agradecidos llenos de emoción, apretados al señor obispo que sin cubrirse bajo la lluvia, sin arrugarse bajo el dolor, cual apóstol de Cristo y mártir de Nuestro Señor, igual que aquellos que antes y hace años dieron atados esos mismos pasos, recorrió en gesto sin par cada osario, cada fosa, cada tumba, bendiciéndolas de una en una, esparciendo sobre ellas el agua milagrosa, dando así a los que allí yacen un abrazo consolador y al tiempo reparador de la terrible injusticia que con ellos han hecho estos curas, militares, civiles y españoles de la “traición”, de la democracia, del aborto enaltecido y de la corrupción; y con dicha agua bendita les infundió de nuevo el valor que todos tuvieron aquel día en que atados de dos de dos fueron conducidos a Paracuellos para recibir en el altar del holocausto la corona inmarcesible, sublime, divina del martirio y con ella el beso más amoroso que puede ser humano recibir de Dios, Nuestro Padre y Señor.
Ayer, españoles de pro, fue un día grande, tan grande como el que más, pues después de décadas de vil silencio, de villana traición, de olvido repugnante, de cobardes canalladas, un obispo, por fin un prelado, un apóstol de la Iglesia por la que tantos dieron su vida, fuera en Paracuellos, en la tenebrosa checa o en el campo del honor, alzó su voz potente y dijo lo que hay que decir: que clama al cielo tanta injusticia, tanto miedo, cobardía y traición.
¡Españoles de pro! Españoles que sentís a España con cada latido de vuestro corazón. Españoles que sabéis que España es imposible sin Dios. Españoles que sabéis que España sólo puede ser Una entre un millón; Grande como el Sol y Libre de los antiDios, alzad vuestros brazos al cielo, levantad la cara al Sol, mirad que los de Paracuellos os miran desde los luceros impasible el ademán, y corred en ayuda de este obispo de Alcalá que ha dado el primer paso al frente, paso que ya no tiene rival ni vuelta atrás, y quemando junto a él las naves gritad hasta enronquecer ¡Viva Cristo Rey! ¡Arriba España! ¡Viva siempre España! y arropad con las obras más que con las palabras a este valiente apóstol que camina entre lobos y en peligro está. No os importe que el peor enemigo esté dentro, que ya lo sabemos, y con fe, fe y fe, pues el que la tiene puede mover montañas, salid a su encuentro seguros que junto a él está esa legión de mártires ya eternos, indestructibles, intocables como ángeles, pues España empieza a despertar, se atisba el amanecer, suenan ya de nuevo las trompetas que nos llaman a la eternidad, que no hay forma mejor de vivir ni de morir que hacerlo por Dios y por España, que lo demás nada vale, nada importa y no es nada.
Paco Berrocal
Alto y Claro
sábado, 28 de noviembre de 2009
CARTA DE UN DESCENDIENTE DE VIRIATO A BESLUSCONI
Carta de un descendiente de Viriato a Berlusconi pidiendo una reparación por la invasión romana de España
Ilmo. Sr. Primer Ministro de Italia Sr. Silvio Berlusconi. Estoy plenamente seguro de la extrañeza y perplejidad que esta misiva le pueda ocasionar, por ello considero primordial ponerle en antecedentes.
Hace pocos días el Grupo Socialista español, en su afán revisionista de la historia ha presentado una proposición, en el Congreso de los Diputados, por la que se pide una reparación a los descendientes de los moriscos expulsados de España en el siglo XVII. A esta propuesta se ha sumado Izquierda Unida, que dando un pasito más, demanda una compensación.
Ante estos hechos tengo a bien solicitarle a V.I, como legítimo descendiente y sucesor en el poder de aquellos romanos que invadieron la Península Ibérica, una reparación e indemnización.
Soy descendiente de Viriato, que como conocerá fue un valiente guerrero que luchó contra los ejércitos imperialistas provenientes de la Península Itálica. Viendo los generales romanos la imposibilidad de vencer a Viriato el cónsul Cepión sobornó a tres de sus lugartenientes: Ditalcón, Audax y Minuro, con el fin de asesinarle, como así lo hicieron. Cometido el vil crimen los traidores asesinos fueron a cobrar lo convenido, a lo que las autoridades sobornadoras les espetaron la famosísima y lapidaria frase: "Roma no paga traidores."
Resumiendo, Roma asesinó a mi combativo antepasado y tampoco pagó lo estipulado por el crimen.
Por todo lo expuesto solicito de V.I, que siguiendo la línea marcada por los políticos españoles, se me compense con una doble indemnización: una por el asesinato en sí, otra por el soborno que en su día sus antepasados se ahorraron al incumplir la palabra dada.
Manuel Villena Lázaro.
Ilmo. Sr. Primer Ministro de Italia Sr. Silvio Berlusconi. Estoy plenamente seguro de la extrañeza y perplejidad que esta misiva le pueda ocasionar, por ello considero primordial ponerle en antecedentes.
Hace pocos días el Grupo Socialista español, en su afán revisionista de la historia ha presentado una proposición, en el Congreso de los Diputados, por la que se pide una reparación a los descendientes de los moriscos expulsados de España en el siglo XVII. A esta propuesta se ha sumado Izquierda Unida, que dando un pasito más, demanda una compensación.
Ante estos hechos tengo a bien solicitarle a V.I, como legítimo descendiente y sucesor en el poder de aquellos romanos que invadieron la Península Ibérica, una reparación e indemnización.
Soy descendiente de Viriato, que como conocerá fue un valiente guerrero que luchó contra los ejércitos imperialistas provenientes de la Península Itálica. Viendo los generales romanos la imposibilidad de vencer a Viriato el cónsul Cepión sobornó a tres de sus lugartenientes: Ditalcón, Audax y Minuro, con el fin de asesinarle, como así lo hicieron. Cometido el vil crimen los traidores asesinos fueron a cobrar lo convenido, a lo que las autoridades sobornadoras les espetaron la famosísima y lapidaria frase: "Roma no paga traidores."
Resumiendo, Roma asesinó a mi combativo antepasado y tampoco pagó lo estipulado por el crimen.
Por todo lo expuesto solicito de V.I, que siguiendo la línea marcada por los políticos españoles, se me compense con una doble indemnización: una por el asesinato en sí, otra por el soborno que en su día sus antepasados se ahorraron al incumplir la palabra dada.
Manuel Villena Lázaro.
DiarioYa
jueves, 26 de noviembre de 2009
PRÓXIMO DOMINGO: SOLEMNE MISA EN PARACUELLOS DEL JARAMA
El próximo domingo, 29 de Noviembre, el obispo de Alcalá de Henares Don Juan Antonio Reig celebrará una Misa solemne por todos los asesinados cuyos restos descansan en el Cementerio de Mártires de Paracuellos del Jarama. La Santa Misa tendrá lugar en el mismo cementerio a las 12:00.
Señor, Dios de los Ejércitos, cuya mano da a los hombres la vida o la muerte, en la victoria o en la derrota.
Acuérdate, Señor, de los que, defendiendo Tu fe, cayeron envueltos con Tu nombre en los campos del honor.
Señor, Dios de los Cielos, esencia de amor y de paz, acuérdate de quienes en la lucha por el triunfo de Tu amor entre los humanos, dejaron sus cuerpos rotos en el camino del martirio, ofreciendo sus vidas con serenidad y resignación.
Señor, Dios de Justicia, principio y fin de todas las cosas, acuérdate de quienes imitaron el sacrificio de Tu Hijo, muerto en la Cruz, por la redención del mundo, ofrendando el sagrado tributo de su juventud generosa, para hacer mejores a los que quedemos.
Señor, Tú que sabes lo efímero de esta vida, bendice los sueños de los que cayeron. Ten en Tu divina presencia a los que tanto te amaron, amando tanto a la Humanidad. Guíalos por Tu Reino para que desde los luceros inspiren nuestros actos y Tu nombre sea bendecido y alabado por los siglos de los siglos. Así sea.
¡Gloria a nuestros mártires!
Caídos por Dios y por España, ¡presentes!
miércoles, 25 de noviembre de 2009
LA BANDERA NACIONAL Y LA GUARDIA CIVIL. LOS MARINES Y LOS PICOLETOS
No es un trabalenguas. La relación es sencilla: ambos son iguales, sino peores, a la hora de atacar la bandera de España. De todos es sabido que los infantes de marina de su graciosa majestad hacen prácticas de tiro sobre los colores nacionales en Gibraltar, de cuyas aguas se permiten expulsar a la Guardia Civil (a la Armada ni se la conoce ni se la espera).
Pero no es este el único punto de relación entre los picoletos y nuestros impagables aliados los guiris, porque la Guardia Civil también ofende la Bandera Española, ordenando su retirada y denunciando a los que pretendieron pasarla, en forma de lazo (colores nacionales, sin escudo de ningún tipo) unido a un ramo de flores, al interior de la basílica del Valle de los Caídos.
Así están las cosas, puesto que al presunto abuso de autoridad, dado que la ley de la memoria histórica no ampara tamaña aberración, se une el que el Instituto Armado, cuyo honor es su principal divisa, ataca y denigra a la Bandera.
A continuación se ponen dos referencias legales al tema antedicho, de forma que ustedes mismos pueden formase adecuado juicio
- El artículo 8.1 y 8.2 de la Ley Orgánica 12/2007, de 22 de octubre, de régimen disciplinario de la Guardia Civil, según los cuales constituye falta grave (i) la comisión de actos que atenten a la dignidad de los símbolos del Estado, (ii) la observancia de conductas gravemente contrarias a la dignidad de la Guardia Civil y (iii) el abuso de autoridad en el ejercicio del cargo. La Bandera es el primero de los símbolos del Estado.
- Valle de los Caídos Artículo 16.
El Valle de los Caídos se regirá estrictamente por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y a los cementerios públicos.
En ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo.
Por el contrario a ninguna de las múltiples banderas republicanas que se exhibieron a la entrada del Valle de los Caídos fue retirada por los guardias civiles.
Hoy es de completa aplicación la frase de los defensores de los cuarteles de Gijón, pues estamos invadidos.
Desde que Alfonso Guerra, en los años ochenta, “descubriera la Guardia Civil”, ha llovido mucho … y siguen encantados de conocerse.
José María M. García.
DiarioYa
Pero no es este el único punto de relación entre los picoletos y nuestros impagables aliados los guiris, porque la Guardia Civil también ofende la Bandera Española, ordenando su retirada y denunciando a los que pretendieron pasarla, en forma de lazo (colores nacionales, sin escudo de ningún tipo) unido a un ramo de flores, al interior de la basílica del Valle de los Caídos.
Así están las cosas, puesto que al presunto abuso de autoridad, dado que la ley de la memoria histórica no ampara tamaña aberración, se une el que el Instituto Armado, cuyo honor es su principal divisa, ataca y denigra a la Bandera.
A continuación se ponen dos referencias legales al tema antedicho, de forma que ustedes mismos pueden formase adecuado juicio
- El artículo 8.1 y 8.2 de la Ley Orgánica 12/2007, de 22 de octubre, de régimen disciplinario de la Guardia Civil, según los cuales constituye falta grave (i) la comisión de actos que atenten a la dignidad de los símbolos del Estado, (ii) la observancia de conductas gravemente contrarias a la dignidad de la Guardia Civil y (iii) el abuso de autoridad en el ejercicio del cargo. La Bandera es el primero de los símbolos del Estado.
- Valle de los Caídos Artículo 16.
El Valle de los Caídos se regirá estrictamente por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y a los cementerios públicos.
En ningún lugar del recinto podrán llevarse a cabo actos de naturaleza política ni exaltadores de la Guerra Civil, de sus protagonistas, o del franquismo.
Por el contrario a ninguna de las múltiples banderas republicanas que se exhibieron a la entrada del Valle de los Caídos fue retirada por los guardias civiles.
Hoy es de completa aplicación la frase de los defensores de los cuarteles de Gijón, pues estamos invadidos.
Desde que Alfonso Guerra, en los años ochenta, “descubriera la Guardia Civil”, ha llovido mucho … y siguen encantados de conocerse.
José María M. García.
DiarioYa
martes, 24 de noviembre de 2009
AL SERVICIO DE INFORMACIÓN DE LA GUARDIA CIVIL
Por su bochornosa y denigrante actuación en el día de ayer en el Valle de los Caídos no dejando depositar ramos de flores engalanados con la cinta de la bandera española. Alegar obediencia a lo que es vil complicidad con el crimen de lesa patria es cosa indigna y sólo excusable a los que militan bajo la bandera de Judas. Con total desprecio e indignación:
LA BANDERA ESPAÑOLA
¡Salve, gloriosa bandera hispana; tú eres el alma de nuestras espléndidas glorias y abnegados desvelos del pasado, de nuestros vehementes afanes del presente y de nuestras legítimas aspiraciones del mañana! ¡Salve, bandera rojo y gualda! ¡Salve, bandera de sangre y oro!
La bandera es el vínculo que enlaza las generaciones de antaño con las de hogaño, y éstas con las venideras. Todos le juramos lealtad con un beso filial. Es la insignia que hermana a los habitantes de la nación en la paz y en la guerra, en el campo y en la ciudad. Bendito estandarte de amor, de libertad, de justicia y de cultura. Lábaro que prohíja al pueblo, que lo ovaciona y lo reverencia; los niños, con sus himnos; las mujeres, con su ternura, y los hombres, con su viril emoción. Al paso de la enseña vibran los corazones y se inclinan las cabezas. Es el altar de la Patria, que representa al inmaculado honor y a la gloriosa tradición.
¡Victoriosa bandera española, que desfilaste triunfante por los mares y las tierras de todas las latitudes ante el respeto y la admiración del mundo entero, yo te saludo con unción y hago voto de defenderte con mi vida para que jamás seas abatida!
Tercio Católico
LA BANDERA ESPAÑOLA
¡Salve, gloriosa bandera hispana; tú eres el alma de nuestras espléndidas glorias y abnegados desvelos del pasado, de nuestros vehementes afanes del presente y de nuestras legítimas aspiraciones del mañana! ¡Salve, bandera rojo y gualda! ¡Salve, bandera de sangre y oro!
La bandera es el vínculo que enlaza las generaciones de antaño con las de hogaño, y éstas con las venideras. Todos le juramos lealtad con un beso filial. Es la insignia que hermana a los habitantes de la nación en la paz y en la guerra, en el campo y en la ciudad. Bendito estandarte de amor, de libertad, de justicia y de cultura. Lábaro que prohíja al pueblo, que lo ovaciona y lo reverencia; los niños, con sus himnos; las mujeres, con su ternura, y los hombres, con su viril emoción. Al paso de la enseña vibran los corazones y se inclinan las cabezas. Es el altar de la Patria, que representa al inmaculado honor y a la gloriosa tradición.
¡Victoriosa bandera española, que desfilaste triunfante por los mares y las tierras de todas las latitudes ante el respeto y la admiración del mundo entero, yo te saludo con unción y hago voto de defenderte con mi vida para que jamás seas abatida!
Tercio Católico
viernes, 20 de noviembre de 2009
20 DE NOVIEMBRE: AGRADECIMIENTO A FRANCISCO FRANCO
“No voy a detenerme en la exposición de mis sentimientos personales ante la muerte de Francisco Franco. He comprobado, en mi asiduo contacto con el pueblo llano, cómo la persona de Franco, a través, precisamente, de su dedicación a la política en servicio de la Patria, ha echado raíces en los corazones. Son numerosísimas las familias en que se llora a Franco como a un padre. Y me refiero, en la mayoría de los casos, a personas y familias de condición económica modesta, que no se han beneficiado con cargos ni emolumentos especiales, sino que agradecen, sencillamente, el marco espiritual y social que Franco ha asegurado para todos los ciudadanos. Y no son sólo personas de cuya juventud sintetizó con la gesta liberadora de 1936; es como una tradición familiar asegurada por nuevas generaciones.
Personas llenas de emoción, gratitud y compenetración cariñosa. Para ellas no tiene aplicación a Franco el supuesto desgaste de los políticos: cuanto más pasaba el tiempo, más encariñados se sentían con él y más confianza ponían en su gestión de gobernante. Esas personas están traspasadas por la emoción de haber vivido bajo un caudillaje culminante en la Historia de España.
En lo que a mí toca, baste decir que no me avergüenzo de compartir esos sentimientos ni de que por ese motivo estas mejillas se hallen emocionadas con frecuencia.
Pero acaso sea más significativo que diga algo como representante de la Iglesia.
En septiembre de 1974, tras la enfermedad que Franco padeció aquel verano, coincidiendo con el declive y la proximidad del final de su vida, publiqué una exposición sobre «La Iglesia y Francisco Franco». En aquel reportaje incluía unas pocas, entre las muchas, manifestaciones laudatorias de Papas y obispos, que van desde Pío XII y los obispos contemporáneos de la Guerra de España ( de la que sólo sobrevive uno) hasta el Papa Pablo VI, (en una comunicación personal, hecha pública por otras fuentes eclesiásticas) y a prelados españoles vivientes, como, por ejemplo, los cardenales Bueno Monreal, Enrique Tarancón, González Martín (cuyas manifestaciones son, en unos, de ahora mismo; en otros, no lejanas en el tiempo).
Los elogios para la actitud y obra de Franco emitidos por esos prelados, tanto si se atiende a su contenido como a su unanimidad y persistencia a través de decenios, difícilmente los habrá recibido durante su vida ninguna otra persona en los últimos siglos.
A estos testimonios y a tantos otros ya publicados se podía unir uno quizá inédito y muy esclarecedor de tantas cosas raras. Confío en quienes puedan atestiguarlo lo hagan público en su integridad y con toda exactitud. Se trata de que un día el Papa Juan XXIII encargó expresamente a un cardenal de la Curia Romana que en su visita a Franco le trasmitiese una bendición especial y le asegurase la gran estima y cariño que el Papa le tenía, añadiendo que, por ciertas circunstancias, el Papa no podía decir públicamente su sentir. Franco escuchó este mensaje en posición militar de firme y con lágrimas de emoción".
Monseñor Guerra Campos
Personas llenas de emoción, gratitud y compenetración cariñosa. Para ellas no tiene aplicación a Franco el supuesto desgaste de los políticos: cuanto más pasaba el tiempo, más encariñados se sentían con él y más confianza ponían en su gestión de gobernante. Esas personas están traspasadas por la emoción de haber vivido bajo un caudillaje culminante en la Historia de España.
En lo que a mí toca, baste decir que no me avergüenzo de compartir esos sentimientos ni de que por ese motivo estas mejillas se hallen emocionadas con frecuencia.
Pero acaso sea más significativo que diga algo como representante de la Iglesia.
En septiembre de 1974, tras la enfermedad que Franco padeció aquel verano, coincidiendo con el declive y la proximidad del final de su vida, publiqué una exposición sobre «La Iglesia y Francisco Franco». En aquel reportaje incluía unas pocas, entre las muchas, manifestaciones laudatorias de Papas y obispos, que van desde Pío XII y los obispos contemporáneos de la Guerra de España ( de la que sólo sobrevive uno) hasta el Papa Pablo VI, (en una comunicación personal, hecha pública por otras fuentes eclesiásticas) y a prelados españoles vivientes, como, por ejemplo, los cardenales Bueno Monreal, Enrique Tarancón, González Martín (cuyas manifestaciones son, en unos, de ahora mismo; en otros, no lejanas en el tiempo).
Los elogios para la actitud y obra de Franco emitidos por esos prelados, tanto si se atiende a su contenido como a su unanimidad y persistencia a través de decenios, difícilmente los habrá recibido durante su vida ninguna otra persona en los últimos siglos.
A estos testimonios y a tantos otros ya publicados se podía unir uno quizá inédito y muy esclarecedor de tantas cosas raras. Confío en quienes puedan atestiguarlo lo hagan público en su integridad y con toda exactitud. Se trata de que un día el Papa Juan XXIII encargó expresamente a un cardenal de la Curia Romana que en su visita a Franco le trasmitiese una bendición especial y le asegurase la gran estima y cariño que el Papa le tenía, añadiendo que, por ciertas circunstancias, el Papa no podía decir públicamente su sentir. Franco escuchó este mensaje en posición militar de firme y con lágrimas de emoción".
Monseñor Guerra Campos
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miércoles, 18 de noviembre de 2009
EL ALCÁZAR
Si algo no entra en el hábito de los militares es la mentira. Un militar mentiroso no es un militar. Y si la mentira, además, se viste de manipulación, sesgo y majadería, se llega a la conclusión de que no viene de la decencia uniformada, sino de la falta de respeto a la verdad de nuestros actuales gobernantes. Ignoro quién es el manipulador que pretende, con setenta años de retraso, borrar un largo episodio de heroísmo que ha sido reconocido como tal unánimemente. La heroica resistencia de los defensores del Alcázar de Toledo en la Guerra Civil fue reconocida y admirada por los propios sitiadores. Pero llega el tonto setenta años más tarde, y quiere triunfar donde la victoria y la derrota son páginas de la Historia. Que lo intente el tonto, su superiora y el superior de la superiora. No lo van a conseguir.
Creo que hay dos ministerios, Interior y Defensa, que por su carácter institucional merecen más reflexión ante las críticas que otros departamentos. He sido, y siempre lo seré, más prudente con un ministro de Defensa que con el titular de una cartera más cercana al partido gobernante que a la totalidad de los españoles. Pero lo que pretende el tonto que tiene por ahí suelto la ministra Chacón , además de una villanía histórica –o mejor, contrahistórica–, es una soberana imbecilidad. Este Gobierno no sabe qué hacer para reescribir un pasado inmutable. El asedio al Alcázar de Toledo, donde un grupo de soldados valientes del Ejército Nacional, resistió durante más de setenta días a las fuerzas republicanas infinitamente más poderosas, está no sólo en la Historia de España, sino en la de los grandes hechos militares de todo el mundo. Eliminar del Alcázar la Historia del Alcázar sólo se le ocurre a un ceporro sesgado y mentiroso. Es de esperar que sea un ceporro y no una ceporrra, dado que el titular actual de la cartera de Defensa es una mujer.
La Historia se asume. El Alcázar resistió con heroísmo. Allí había además de soldados, mujeres y niños. El general Moscardó no entregó el Alcázar ni a cambio de la vida de su hijo, que fue cobardemente ejecutado. Han pasado más de setenta años, y el ceporro pretende borrar el fracaso de los sitiadores y el triunfo de los sitiados. No tiene sentido. Y lo hace desde el ministerio que agrupa a quienes no saben mentir. Lo dice César Vidal: «Los héroes no se discuten». Son de todos. Setenta años más tarde, aquel heroísmo no puede herir a nadie. Sólo a los mentirosos y los manipuladores. A los cretinos, a los rencorosos. Apenas quedan protagonistas vivos de la victoria en la Guerra Civil. Lo mismo que derrotados. Los hijos de los que ganaron han renunciado hace mucho a seguir ganando.. Pero muchos descendientes de los que perdieron –en gran parte, por su culpa-, quieren ganar una Guerra con setenta años de retraso. Una necedad y un despropósito. Eliminar el Museo del Asedio del Alcázar los vestigios y muestras de aquel episodio heroico es una prueba de resentimiento impotente. Lo que se suponía fácil lo convirtieron en imposible unos héroes. Respétenlos y no mientan.. Si la ministra no rectifica el plan del ceporro, lo siento señora ministra, pero la ceporra será usted.
Alfonso USSÍA
Nota: la inserción de este artículo no hace que este blog comparta la totalidad del artículo y mucho menos la línea general del autor.
martes, 17 de noviembre de 2009
EL ABORTO TIENE MUCHOS CÓMPLICES
Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Buscar titulares de impacto, suele tener el riesgo de la simplificación caricaturesca. Lo hemos comprobado en el modo en que nos fue servida la noticia de las declaraciones del Secretario de la Conferencia Episcopal Española, referente a la responsabilidad de los políticos católicos en la votación de la Ley del Aborto. Esa misma sensación la he tenido yo al leer en un titular, las siguientes palabras puestas en mis labios: “Quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato”. Ciertamente…, es así… Pero, las afirmaciones tienen un contexto explicativo que no puede ser ignorado.
La mujer no es la única responsable
La doctrina moral católica aborda la cuestión de la responsabilidad moral en los actos en que hay una cooperación con el mal. La culpabilidad no recae exclusivamente en quien realiza materialmente el mal, sino también, en mayor o menor grado, en aquellos que han cooperado con él. En el caso del aborto: aquellos que han incitado, o incluso, presionado para que la mujer aborte; el médico y el personal sanitario que realiza la operación; el dueño de la clínica abortista que se enriquece con el “negocio”; la clase política que ha dado amparo legal a la eliminación de la vida inocente…
La responsabilidad moral del político
La vocación política tiene la finalidad de buscar el bien común, poniendo un especial énfasis en la defensa de los más débiles. Como es obvio, cualquier legislación proabortista es totalmente contradictoria con esta vocación política. Es un absurdo que existan más respaldos legales para acabar con la vida humana, que para ayudar a sacarla adelante.
Así se entienden las declaraciones que hemos realizado los obispos: Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Tampoco estará de más recordar que existe una complicidad por “omisión”, es decir, por dejación de las responsabilidades políticas. Me refiero al caso de aquellos que, aunque no voten a favor de una ley del aborto, no cumplen con su obligación moral de derogarla cuando posteriormente alcanzan el poder.
Acordémonos de Mandela
Sorprende comprobar las reacciones producidas ante este posicionamiento de la Iglesia. Parece como si el problema estribase en una agresión de la Iglesia hacia la clase política… Sin embargo, lo único cierto es que los agredidos son los niños a los que no se les permite ver la luz, por la única razón de que no son “deseados”.
No olvidemos que Mandela pasó veintisiete años en la cárcel porque pensaba (y no se callaba) que los negros son iguales que los blancos. Nosotros afirmamos que los niños que están en el seno de sus madres, tienen la misma dignidad que los que están fuera… No sé si tendrán que pasar otros veintisiete años para que una afirmación tan “atrevida” pueda ser expresada públicamente, sin caer por ello en el ostracismo…
¡¡Cómo nos duele a todos que nos recuerden nuestras responsabilidades morales!! Sin embargo, como dijo Jesucristo: “La Verdad nos hace libres”. Y yo añado: “¡aunque escueza!”.
+ José Ignacio Munilla, obispo de Palencia
Buscar titulares de impacto, suele tener el riesgo de la simplificación caricaturesca. Lo hemos comprobado en el modo en que nos fue servida la noticia de las declaraciones del Secretario de la Conferencia Episcopal Española, referente a la responsabilidad de los políticos católicos en la votación de la Ley del Aborto. Esa misma sensación la he tenido yo al leer en un titular, las siguientes palabras puestas en mis labios: “Quien apruebe la Ley del Aborto estará en situación de complicidad de asesinato”. Ciertamente…, es así… Pero, las afirmaciones tienen un contexto explicativo que no puede ser ignorado.
La mujer no es la única responsable
La doctrina moral católica aborda la cuestión de la responsabilidad moral en los actos en que hay una cooperación con el mal. La culpabilidad no recae exclusivamente en quien realiza materialmente el mal, sino también, en mayor o menor grado, en aquellos que han cooperado con él. En el caso del aborto: aquellos que han incitado, o incluso, presionado para que la mujer aborte; el médico y el personal sanitario que realiza la operación; el dueño de la clínica abortista que se enriquece con el “negocio”; la clase política que ha dado amparo legal a la eliminación de la vida inocente…
La responsabilidad moral del político
La vocación política tiene la finalidad de buscar el bien común, poniendo un especial énfasis en la defensa de los más débiles. Como es obvio, cualquier legislación proabortista es totalmente contradictoria con esta vocación política. Es un absurdo que existan más respaldos legales para acabar con la vida humana, que para ayudar a sacarla adelante.
Así se entienden las declaraciones que hemos realizado los obispos: Los políticos católicos que voten a favor de una ley del aborto, se colocan en una situación de total y abierta contradicción con su fe (además de legislar contra natura, esto es, de forma contraria a su propia vocación política).
Tampoco estará de más recordar que existe una complicidad por “omisión”, es decir, por dejación de las responsabilidades políticas. Me refiero al caso de aquellos que, aunque no voten a favor de una ley del aborto, no cumplen con su obligación moral de derogarla cuando posteriormente alcanzan el poder.
Acordémonos de Mandela
Sorprende comprobar las reacciones producidas ante este posicionamiento de la Iglesia. Parece como si el problema estribase en una agresión de la Iglesia hacia la clase política… Sin embargo, lo único cierto es que los agredidos son los niños a los que no se les permite ver la luz, por la única razón de que no son “deseados”.
No olvidemos que Mandela pasó veintisiete años en la cárcel porque pensaba (y no se callaba) que los negros son iguales que los blancos. Nosotros afirmamos que los niños que están en el seno de sus madres, tienen la misma dignidad que los que están fuera… No sé si tendrán que pasar otros veintisiete años para que una afirmación tan “atrevida” pueda ser expresada públicamente, sin caer por ello en el ostracismo…
¡¡Cómo nos duele a todos que nos recuerden nuestras responsabilidades morales!! Sin embargo, como dijo Jesucristo: “La Verdad nos hace libres”. Y yo añado: “¡aunque escueza!”.
+ José Ignacio Munilla, obispo de Palencia
domingo, 15 de noviembre de 2009
CRUZ DE PIEDRA
Las crines encrespadas de la sierra
se bañan en nube y en espuma.
La luz del sol besa la tierra,
mientras el verde pino la perfuma.
Cantan los ríos su canción eterna,
como venas de savia entre la piedra
y se siente latir la fuerza interna,
que se alza en oración, como la hiedra.
Estatuas colosales, impasibles,
vigilan el Valle con su espada
y cantan en silencios inaudibles,
que bajan del monte a la cañada;
recortada en el Cielo, a contra luz,
se extienden como brazos protectores,
los pétreos brazos de una Cruz,
que demanda, de nuevo, redentores.
La sonrisa de Dios, sobre las losas,
acaricia las tumbas de los héroes,
transformando, con su efluvio, en rosas
las marchitas coronas de laurel.
¡Suene el clarín de nuevo!
¡Redoblen sin descanso los tambores!
Que en los hombres de España aún queda fuego,
y aún existen en la Patria redentores.
Mas si todo es traición, todo mentira,
que se rompa esa cruz en mil pedazos,
que nos arrase la divina ira,
que nos niegue la tierra su regazo,
que se levanten los muertos de sus fosas,
que abandonen los caídos sus luceros,
que se confundan las vidas y las cosas
y que se parta en dos el universo entero.
Comandante Ricardo Sáenz de Ynestrillas Martinez
viernes, 13 de noviembre de 2009
NUEVO LIBRO SOBRE EL VALLE DE LOS CAÍDOS
ElNuevoAlcázar.es El próximo miércoles día 18 de noviembre, la Universidad San Pablo CEU acogerá la presentación del libro histórico “Valle de los Caídos, ni presos políticos ni trabajos forzados”, publicado por Fuerza Nueva Editorial.
El libro del autor Juan Blanco, pretende poner luz sobre una de las tergiversaciones históricas más descaradas del antifranquismo, desgranando las mentiras generalizadas y extendidas sobre la construcción del Valle de los Caídos en el Cuelgamuros de Madrid.
La presentación contará como ponentes con Luis Fernández-Villamea por Fuerza Nueva, Gonzalo Altozano del semanario Alba, Luis Togores en representación de la Universidad San Pablo CEU, y el propio autor Juan Blanco.
La presentación, abierta a todos los que deseen asistir, tendrá lugar a las 19:30 horas del miércoles 18 de noviembre en el Aula Magna de la facultad de económicas del CEU, en la calle Julián Romea 23.
El libro del autor Juan Blanco, pretende poner luz sobre una de las tergiversaciones históricas más descaradas del antifranquismo, desgranando las mentiras generalizadas y extendidas sobre la construcción del Valle de los Caídos en el Cuelgamuros de Madrid.
La presentación contará como ponentes con Luis Fernández-Villamea por Fuerza Nueva, Gonzalo Altozano del semanario Alba, Luis Togores en representación de la Universidad San Pablo CEU, y el propio autor Juan Blanco.
La presentación, abierta a todos los que deseen asistir, tendrá lugar a las 19:30 horas del miércoles 18 de noviembre en el Aula Magna de la facultad de económicas del CEU, en la calle Julián Romea 23.
lunes, 9 de noviembre de 2009
DE NUEVO EL 20-N
Un año más, D.m., nos encontramos a las puertas de un nuevo 20-N, aniversario ya mítico donde los haya. Desde aquél de 1976 en que se celebrara el primer aniversario del fallecimiento de nuestro sin par Caudillo, Francisco Franco Bahamonde --coincidiendo providencialmente tal hecho con el del 39º aniversario del vil asesinato a manos de revolucionarios rojos al servicio de la República de José Antonio Primo de Rivera, quien fuera fundador de la Falange--, hace ya 34 años que viene celebrándose ininterrumpidamente en el Valle de los Caídos una Misa funeral por el eterno y glorioso descanso de sus almas; monumento, por otro lado, construido por Franco para mayor gloria, alabanza y agradecimiento a Nuestro Señor por la victoria concedida sobre los enemigos de Dios y de España.
Como es de sobra conocido, desde que la perniciosa, corrupta y corruptora democracia se asentara de la mano de Juan Carlos I --quien todo se lo debe a ellos--, cada año han sido más y más las trabas que desde todas las instancias se han venido interponiendo para dificultar lo que sin duda es un milagro, el milagro del Valle de los Caídos por el cual cada año el Sábado más próximo a tal fecha miles de españoles acuden a dicho lugar a honrar su memoria. Incluso el último año fuerzas antidisturbios de la otrora honorable Guardia Civil --hoy ni la sombra de lo que fue-- se emplearon a fondo para expulsar de tan sagrado y memorable lugar a los patriotas y españoles de pro que con sus hijos acudieron a dicha ceremonia, en un acto de villanía que por sí solo, y en su momento, justificará la disolución de tal Cuerpo que en otras épocas prefirió morir antes que rendirse y menos aun venderse por un vulgar salario mensual.
Este año, de no ser por la postura adoptada tanto por el todavía abad del Valle de los Caídos, como por la Fundación Francisco Franco, ambos vergonzosos claudicantes sin combatir ante las nuevas y abusivas imposiciones de parte de las autoridades democráticas, el Sábado 21 de Noviembre se hubiera celebrado como todos los años desde 1976 en la Basílica la acostumbrada Misa a las cinco de la tarde por el alma de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera.
Aunque dicha Misa no va a tener lugar, sí se ha conseguido que uno de los concelebrantes de la Misa del Sábado, día 21 de Noviembre, a las 11 de la mañana --el Rvdo. P. D. Eufrasio Carretón--, aplique su intención en sufragio por el eterno descanso de sus almas.
Por tales motivos; por el inmenso agradecimiento que debemos a tales personajes; porque el milagro del Valle de los Caídos no puede interrumpirse ni cesar; porque debemos crecernos, como ellos nos enseñaron, ante la adversidad; porque en los tiempos difíciles es donde se demuestra lo que se es o lo que no se es; porque poseemos fe, fe y fe ante todo y sobre todo; porque España no admite, ni paga, ni perdona traidores; porque no arriamos la bandera; porque la sangre de tantos y tantos caídos por Dios y por España, fuera en el recio combate o en la lúgubre checa nos lo demandan; porque debemos dar a nuestros hijos un ejemplo continuo de españolidad y enseñarles a seguir nuestro ejemplo, a saberse españoles, que es lo más y lo único serio e importante que se puede ser en esta vida,
ANIMAMOS E INVITAMOS
A todos los españoles que sigan sintiéndose agradecidos a Franco y a José Antonio por haber entregado sus vidas al servicio de España y de todos los españoles sin distinción, y por haberla engrandecido moral, espiritual y materilamente hasta niveles nunca imaginados y que jamás serán igualados, a que asistan a dicha Misa y, a su término, cubran sus benditos sepulcros con miles de ramos de flores trenzados con los colores rojo y gualda de nuestra única enseña nacional.
RECORDAD
¡Todos al Valle el Sábado 21 de Noviembre,
a la Misa de las 11 de la mañana,
a rezar por Franco, por José Antonio y, sobre todo, por España! ¡Caídos por Dios y por España, presentes!
¡Arriba España! ¡Viva España!
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Valle de los Caídos
AÑO TRAS AÑO, LA MISMA MENTIRA - Profanan la Iglesia de Santa Catalina
La Noche de los Cristales Rotos
El próximo lunes 9 de noviembre —si la ira justiciera de Dios no dispone lo contrario— la Iglesia de Santa Catalina de Siena, de nuestra Ciudad de Buenos Aires, sufrirá un gravísimo agravio, como lo padeciera la Catedral Metropolitana en años anteriores, ante las mismas circunstancias. Para que el dolor resulte aún más lacerante, los primeros responsables de tamaña profanación serán nuestros propios pastores.
Se trata de una falsa celebración ritual que se ha vuelto pecaminosa e impune costumbre. La Arquidiócesis de Buenos Aires, por un lado, mediante su Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso; y la tenebrosa B’Nai B’rith por otro, co-celebrarán una “liturgia de conmemoración” en el “un nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos”. Tamaño oficio religioso —según lo anuncia regularmente la invitación oficial de rigor— suma, además, los auspicios y las adhesiones de una diversidad de instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para “honrar y recordar” a las víctimas de “los nazis” que “en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando] negocios y empresas”. El convite oficial correspondiente al 2009, por su parte, agrega que el episodio recordado “significó el inicio de la Shoa […] que llevó a la muerte a más de seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños” (Cfr.AICA, 3-XI-09); esto es, el mito completo y canonizado, presentado con la misma categorizacion dogmática de siempre, contra las más elementales reglas de la estadística demográfica objetiva.
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo.
Sucesión de imposturas
Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche del Cristal, repitiendo por enésima vez la versión institucionalizada por la propaganda sionista, el aparato soviético y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en sólidos trabajos como los de Ingrid Weckert, “Crystal Night 1938 ”, o “Flash Point, Kristallnacht 1938. Instigators, victims and beneficiaries”.
Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel Grynszpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía —sumada a otras acciones judaicas de similar tono— motivó la reacción violenta contra los israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la evidente responsabilidad —tanto en el crimen de otro funcionario alemán, Wilhelm Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes— de la siniestra Ligue Internationale Contre l’Antisémitisme (LICA), sobre cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.
Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación intencional de este pogrom por la mencionada LICA, eligiéndose cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen arteramente los repudios públicos y privados, enérgicos todos, de los principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Friedrich de Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre. Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.
Mentira es que se hable de “1000 sinagogas destruidas”, cuando no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de “30.000 judíos encarcelados en campos de concentración”, cuando 20.000 fueron los detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de noviembre de 1938, aceptado en el "juicio" de Nuremberg. Mentira canallesca,al fin, la que se asienta en el anuncio oficial de la invitación al recordatorio, y según la cual “el mundo se mantuvo en silencio”. En el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana, movilizándose más de 1500 diarios en 165 países, como bien lo relata Salvador Borrego. Hasta tal punto que con razón pudo decir Schopenhauer que “si se le pisa un pie a un judío en Francfort, toda la prensa, desde Moscú hasta San Francisco, levanta vivas manifestaciones de dolor”.
Como consecuencia de la trágica noche –cuyo vilipendio no dejamos de subrayar- consiguiéronse ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un número aproximado de 117.000 hebreos. El mismo Hitler envió a Hjalmar Schacht a Londres para que gestionara la recepción de 150.000 judíos, mientras el presidente Roosevelt reunió en Evian-les-Baine a representantes de 32 naciones para organizar la preservación de los hebreos.
Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamante el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y fuego? ¿Quiénes la tramaron realmente, si los más destacados jerarcas del Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato cese?
Defendamos la Verdad
Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas, legítimas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones —sí, decenas de millones— no hay un solo obispo viril que quiera rezar un sencillo responso.
Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama la cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo con la Parusía.
En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B’nai Brith sea sinónimo documentado de malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido y castigado otrora por su flagrante inmoralidad. Nada les importa que uno de los co-celebrantes de la parodia ritual, junto con el inefable Padre Rafael Braun, sea el Rabino Alejandro Avruj, Diretor Ejecutivo de Judaica, organización que se exhibe ostensiblemente “en red” junto con JAG (Judíos Argentinos Gays) para propiciar públicamente las uniones “maritales” entre degenerados (cfr. http://jagargentina.blogspot.com , y Agencia Judía de Noticias, 30-6-08). Nada les importa a estos pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina Católica.
La herejía judeo-cristiana
No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana, convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas. Bergoglio el primero, y tras él sus diversos heresiarcas —más o menos activos o pasivos, acoquinados o movedizos— no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente, empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.
Dolorosamente hemos de acotar —como hijos sufrientes y perplejos de la Santa Madre Iglesia— que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma, desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.
Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos —victoriosos en su metanoia— ante la majestad de Cristo Rey.
Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores eclesiásticos —ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe neotestamentaria— no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz uno de los templos más emblemáticos de la Ciudad, otrora llamada de la Santísima Trinidad. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del Dios Vivo y Verdadero.
Decírselo en la cara
En la Homilía pronunciada durante la Misa Arquidiocesana de Niños en el Parque Roca, el pasado 24 de octubre, entre murgas y marionetas gigantes -según la noticia oficial- el Cardenal Primado, con esa facilidad ilimitada que posee de aplebeyarlo todo, les dijo a los pequeños:"Nunca le saquen el cuero a nadie. Si ustedes le tienen que decir algo a alguien, se lo dicen en la cara".
Se lo estamos diciendo en la cara, Eminencia, pero ¿cuál es la parte que no entiende? ¿Qué no se puede cometer sacrilegio, que no se debe homenajear una mentira, que no es posible la unidad de los opuestos y la coyunda con los enemigos de la Cruz, que no se debe permitir la concelebración de un ritual mendaz entre un modernista cripto judío y un hebreo promotor de la contranatura, que es inadmisible profanar un antiguo templo porteño para cultivar la obsecuencia con el poder judaico? ¿Cuánto más cara a cara tenemos que seguir proclamando estas dolientes verdades para que sean inteligidas?
Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del lunes 9 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás periclitada: “¡Matásteis al Autor de la Vida, crucificásteis al Señor de la Gloria!”.
Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente callan: el único holocausto de la historia, lo tuvo a los judíos por víctimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por víctima inmolada.
Con palabras de Santa Catalina de Siena –la dueña de casa del Convento que profanarán estos malditos- repetiremos en alta voz: “Gracias, gracias sean dadas al Dios Soberano y Eterno, que nos ha colocado en el campo de batalla para luchar como valientes caballeros por Su Esposa, con el escudo de la Santa Fe”
Con palabras del martirologio seguiremos proclamando:Cristo Vence, Cristo Reina Cristo Impera.¡Viva Cristo Rey!
Antonio Caponnetto
El próximo lunes 9 de noviembre —si la ira justiciera de Dios no dispone lo contrario— la Iglesia de Santa Catalina de Siena, de nuestra Ciudad de Buenos Aires, sufrirá un gravísimo agravio, como lo padeciera la Catedral Metropolitana en años anteriores, ante las mismas circunstancias. Para que el dolor resulte aún más lacerante, los primeros responsables de tamaña profanación serán nuestros propios pastores.
Se trata de una falsa celebración ritual que se ha vuelto pecaminosa e impune costumbre. La Arquidiócesis de Buenos Aires, por un lado, mediante su Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso; y la tenebrosa B’Nai B’rith por otro, co-celebrarán una “liturgia de conmemoración” en el “un nuevo aniversario de la Noche de los Cristales Rotos”. Tamaño oficio religioso —según lo anuncia regularmente la invitación oficial de rigor— suma, además, los auspicios y las adhesiones de una diversidad de instituciones judaicas, unidas todas con la jerarquía católica nativa para “honrar y recordar” a las víctimas de “los nazis” que “en la noche del 9 de noviembre de 1938, profanaron y destruyeron más de 1000 sinagogas, mataron a decenas, encarcelaron a 30.000 judíos en campos de concentración [saqueando] negocios y empresas”. El convite oficial correspondiente al 2009, por su parte, agrega que el episodio recordado “significó el inicio de la Shoa […] que llevó a la muerte a más de seis millones de judíos, entre ellos un millón y medio de niños” (Cfr.AICA, 3-XI-09); esto es, el mito completo y canonizado, presentado con la misma categorizacion dogmática de siempre, contra las más elementales reglas de la estadística demográfica objetiva.
El hecho, por donde se lo mire, constituye una mentira infame y una abominación que clama al cielo.
Sucesión de imposturas
Mentira es que se acuse, sin más, a los nazis, de los luctuosos y reprobables hechos conocidos como la Kristallnacht o Noche del Cristal, repitiendo por enésima vez la versión institucionalizada por la propaganda sionista, el aparato soviético y las usinas aliadas, ya varias y científicas veces rebatida en sólidos trabajos como los de Ingrid Weckert, “Crystal Night 1938 ”, o “Flash Point, Kristallnacht 1938. Instigators, victims and beneficiaries”.
Mentira es que se oculte el asesinato, a manos del judío Herzel Grynszpan, del diplomático alemán Ernst von Rath, cuya alevosía —sumada a otras acciones judaicas de similar tono— motivó la reacción violenta contra los israelitas aquella noche trágica y condenable. Mentira es que se calle la evidente responsabilidad —tanto en el crimen de otro funcionario alemán, Wilhelm Gustloff, como en el aprovechamiento político de los desmanes— de la siniestra Ligue Internationale Contre l’Antisémitisme (LICA), sobre cuyo mentor Jabotinsky podrían escribirse páginas de negras acusaciones.
Mentira es que se silencien las fundadas sospechas de la provocación intencional de este pogrom por la mencionada LICA, eligiéndose cuidadosamente para su estallido la noche del 9 de noviembre, fecha emblemática en la historia del Partido Nacionalsocialista. Mentira es que se escamoteen arteramente los repudios públicos y privados, enérgicos todos, de los principales dirigentes nacionalsocialistas a aquella jornada de desmanes y tropelías, que incluyen declaraciones de Goebbels, Himmler, Hess y Friedrich de Schaumburg; así como órdenes expresas de reponer el orden y de castigar a los culpables, a cargo del mismo Hitler, de Viktor Lútze, jefe de las S.A, y del precitado Goebbels, en su famoso discurso de la madrugada del 10 de noviembre. Mentira es que se omita el Protocolo del 16 de diciembre de 1938, firmado por el Ministro del Interior de Hitler, Dr. Whilhelm Frick, repudiando tajantemente el criminal atropello, no sin analizar seriamente sus reales motivaciones.
Mentira es que se hable de “1000 sinagogas destruidas”, cuando no llegaron a 180, a manos de una chusma incalificable, y de “30.000 judíos encarcelados en campos de concentración”, cuando 20.000 fueron los detenidos para su propia protección, y liberados pocos días después de aquella demencia nocturna, según consta en el Informe de R. Heydrich del 11 de noviembre de 1938, aceptado en el "juicio" de Nuremberg. Mentira canallesca,al fin, la que se asienta en el anuncio oficial de la invitación al recordatorio, y según la cual “el mundo se mantuvo en silencio”. En el mundo entero no se habló de otra cosa que de la supuesta barbarie germana, movilizándose más de 1500 diarios en 165 países, como bien lo relata Salvador Borrego. Hasta tal punto que con razón pudo decir Schopenhauer que “si se le pisa un pie a un judío en Francfort, toda la prensa, desde Moscú hasta San Francisco, levanta vivas manifestaciones de dolor”.
Como consecuencia de la trágica noche –cuyo vilipendio no dejamos de subrayar- consiguiéronse ipso facto ventajosos acuerdos de emigración para los judíos alemanes hacia Palestina, lo que se consumó ese mismo año 1938, con un número aproximado de 117.000 hebreos. El mismo Hitler envió a Hjalmar Schacht a Londres para que gestionara la recepción de 150.000 judíos, mientras el presidente Roosevelt reunió en Evian-les-Baine a representantes de 32 naciones para organizar la preservación de los hebreos.
Los tres objetivos sionistas se habían cumplido con creces: la difamación sin retorno del régimen nacionalsocialista, el principio del movimiento internacional que llevaría a la caída del Tercer Reich, y el abandono de su tierra natal, Alemania, de los israelitas allí radicados, trazándose cuidadosamante el plan de ocupar Palestina. ¿A quién benefició aquella noche de sangre y fuego? ¿Quiénes la tramaron realmente, si los más destacados jerarcas del Nacionalsocialismo se quejaron amargamente de la misma y ordenaron su inmediato cese?
Defendamos la Verdad
Somos católicos, y se nos crea o no, lo mismo da, nuestras espadas no se cruzan por defender una ideología sobre la cual han recaído oportunas, legítimas y sucesivas reprobaciones pontificias. Pero por modestos y mellados que puedan estar nuestros aceros, saldrán siempre en defensa de la verdad histórica, de los vencidos de 1945, a quienes ningún alegato en su defensa se les permite. Y saldrán siempre en repudio y en ataque de la criminalidad judaica, por cuyas víctimas, que suman millones —sí, decenas de millones— no hay un solo obispo viril que quiera rezar un sencillo responso.
Mentiras múltiples, por un lado, decíamos. Pero abominación que clama la cielo, por otra. Y esto es lo más desconsolador, porque peor que la falsificación del pasado es la falsificación de la Fe. Lo primero es oficialismo historiográfico y puede tener el remedio del buen revisionismo. Lo segundo es la entronización del Anticristo y sólo hallará el remedio definitivo con la Parusía.
En efecto; nada les importa a los obispos que las entidades judaicas con las que se unirán en esta parodia litúrgica, tengan un amplio y ruinoso historial de militancia anticatólica. Nada les importa que la B’nai Brith sea sinónimo documentado de malicia masónica, mafia mundial, ideologismo revolucionario y plutocratismo expoliador y artero. Nada les importa si una de esas instituciones, el Seminario Rabínico Latinoamericano, amén de su frondoso prontuario sionista y marxista, ostente con insolencia el nombre público de Marshall Meyer, conocido y castigado otrora por su flagrante inmoralidad. Nada les importa que uno de los co-celebrantes de la parodia ritual, junto con el inefable Padre Rafael Braun, sea el Rabino Alejandro Avruj, Diretor Ejecutivo de Judaica, organización que se exhibe ostensiblemente “en red” junto con JAG (Judíos Argentinos Gays) para propiciar públicamente las uniones “maritales” entre degenerados (cfr. http://jagargentina.blogspot.com , y Agencia Judía de Noticias, 30-6-08). Nada les importa a estos pastores devenidos en lobos, que todas y cada una de estas entidades, hoy llamadas a una concelebración farisea y endemoniada, hayan sido y sean la prueba palpable del odio a Cristo, a su Santísima Madre y a la Argentina Católica.
La herejía judeo-cristiana
No; lo único que les importa es consolidar la herejía judeo-cristiana, convertirse en sus acólitos y adalides, y exhibirse impúdicamente ante la sociedad, no como maestros de la Verdad, crucificados por ella, sino como garantes del pensamiento único, tramado en las logias y en las sinagogas. Bergoglio el primero, y tras él sus diversos heresiarcas —más o menos activos o pasivos, acoquinados o movedizos— no quieren ser piedra de escándalo ni signo de contradicción, ni sal de la tierra y luz del mundo. Quieren ser funcionarios potables a la corriente, empleados dóciles de la Revolución Mundial Anticristiana.
Dolorosamente hemos de acotar —como hijos sufrientes y perplejos de la Santa Madre Iglesia— que en tal materia, el mal ejemplo llega de la misma Roma, desde donde parten y se extienden las más innecesarias majaderías y adulaciones a los deicidas. Empezando por la más grave de todas, cual es precisamente la de exculparlos del crimen del deicidio, renunciando a su conversión.
Nuestro respeto es sincero y creciente por los tantos Natanaeles, en cuyos corazones no hay dolo, según lo enseñara el Señor. Nuestra veneración es mayúscula hacia aquellos que, como los gloriosos hermanos Lémann, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, el inmenso Eugenio Zolli, o nuestro cercano Jacobo Fijman abandonaron las tinieblas para arrodillarse contritos —victoriosos en su metanoia— ante la majestad de Cristo Rey.
Pero nuestra guerra teológica sigue siendo sin cuartel y declarada contra este sincretismo indigno, ilegítimo y herético, cuyos fautores eclesiásticos —ya hueros de todo temor de Dios y de toda genuina fe neotestamentaria— no trepidan en ofrecerles a los enemigos de la Cruz uno de los templos más emblemáticos de la Ciudad, otrora llamada de la Santísima Trinidad. Hospitalarios con los perversos para celebrar la mentira, quede marcado para ellos el estigma irrefragable de quienes traicionan el Altar del Dios Vivo y Verdadero.
Decírselo en la cara
En la Homilía pronunciada durante la Misa Arquidiocesana de Niños en el Parque Roca, el pasado 24 de octubre, entre murgas y marionetas gigantes -según la noticia oficial- el Cardenal Primado, con esa facilidad ilimitada que posee de aplebeyarlo todo, les dijo a los pequeños:"Nunca le saquen el cuero a nadie. Si ustedes le tienen que decir algo a alguien, se lo dicen en la cara".
Se lo estamos diciendo en la cara, Eminencia, pero ¿cuál es la parte que no entiende? ¿Qué no se puede cometer sacrilegio, que no se debe homenajear una mentira, que no es posible la unidad de los opuestos y la coyunda con los enemigos de la Cruz, que no se debe permitir la concelebración de un ritual mendaz entre un modernista cripto judío y un hebreo promotor de la contranatura, que es inadmisible profanar un antiguo templo porteño para cultivar la obsecuencia con el poder judaico? ¿Cuánto más cara a cara tenemos que seguir proclamando estas dolientes verdades para que sean inteligidas?
Con palabras eternas del Evangelio les llegue, a los intrusos del lunes 9 de noviembre y a quienes les abren las puertas, la admonición jamás periclitada: “¡Matásteis al Autor de la Vida, crucificásteis al Señor de la Gloria!”.
Con palabras veraces seguiremos repitiendo lo que todos cobardemente callan: el único holocausto de la historia, lo tuvo a los judíos por víctimarios y a Nuestro Señor Jesucristo por víctima inmolada.
Con palabras de Santa Catalina de Siena –la dueña de casa del Convento que profanarán estos malditos- repetiremos en alta voz: “Gracias, gracias sean dadas al Dios Soberano y Eterno, que nos ha colocado en el campo de batalla para luchar como valientes caballeros por Su Esposa, con el escudo de la Santa Fe”
Con palabras del martirologio seguiremos proclamando:Cristo Vence, Cristo Reina Cristo Impera.¡Viva Cristo Rey!
Antonio Caponnetto
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