miércoles, 22 de abril de 2009

POR LA RESTAURACIÓN DEL IMPERIO

Como yo también soy partidario de la Restaurarión del Imperior Romano con esa bicefalia perfecta entre Emperador y Papa, copio este artículo de mi buen amigo Kiko Méndez-Monasterio aparecido en Alba Digital.


INFLUENCIA CATÓLICA


Me temo, y no es una conclusión alegre, que los católicos sólo influyen políticamente en una sociedad cuando son emperadores o cuando son mártires, pero nunca de otra manera. De hecho, la historia política del catolicismo es bastante pendular, y se pasa de una situación a otra con una rapidez desconcertante: un día en las catacumbas y al siguiente en el palacio; o viceversa, una noche entre sábanas de seda, y la siguiente al pie de la guillotina o en el fondo de la checa.

Ya sé que es una visión excesivamente reducida, y que se pueden poner mil objeciones. Todas las acepto… bueno, todas menos una: me niego a catalogar como influencia política católica eso que se ha llamado Democracia Cristiana, que sólo de oírlo me produce un escalofrío desagradable: primero porque las mentiras, cuando van en pareja, se hacen más irritantes. (Esto se entiende bien en el caso del PSOE, “obrero y español”, que ya les vale). Y segundo porque la influencia política que haya tenido esta corriente, la DC, obedece más que nada a la multitud de asociaciones secretas que convivían en ella, y de las cuales la mafia era la menos perversa de todas.

El caso es que la política práctica, en realidad, es poco permeable a la religión. Y la cosa tiene sentido: el arte de la política se basa en los infinitos matices del gris, y sin embargo esa tibieza, en lo religioso, no encaja con naturalidad. Yo, personalmente, soy partidario de la Restauración (del Imperio romano, me refiero, con esa bicefalia perfecta entre emperador y Papa), aunque entiendo que ahora mismo no somos muchos los entusiastas de esta opción (creo que unos tres).

Esto me lleva a la perplejidad ante los sucesos político-mediáticos de lo “católico”, ya sea en radio, televisión o merendero. Qué complicado es eso de jugar con los grises y a la vez mantener blanco lo blanco y negro lo negro. Algunos debieran, o debiéramos (me incluyo), entender que no parece tiempo de influencia desde los palacios. Y que como la otra opción ya hemos dicho que es más bien incómoda, quizá sea el momento de prestar menos atención a la política y más a otros aspectos como el arte, la cultura, la educación…

PS. Tengo un amigo que está en absoluto desacuerdo con mi tesis: para él la historia de España es la historia de su Iglesia, y pone como ejemplo que hasta los partidos más radicales de la izquierda beben más de seminarios que de ateneos. Casi le doy la razón, pero es que no tengo tiempo de escribir otro artículo

Kiko Méndez-Monasterio

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