Para que el cristianismo sea respuesta radical a la vida del joven de hoy (en realidad, a la vida del joven de siempre) tiene que ofrecer un sentido a la totalidad de la vida.
Hay épocas de desencanto, de humanismo de depresión, como se dijo en la ponencia anterior, en las que se renuncia, incluso, a reconocer la necesidad o la conveniencia de eso que se llama sentido total de la vida. En este supuesto, si alguien renuncia a darle sentido a la totalidad de la vida y se conforma con buscar sentido a actuaciones o programas parciales y transitorios, estamos en distintos planos y no hay nada que decir; a no ser que intentásemos reavivar de nuevo en su ánimo el apetito vital.
Partimos de un hecho evidente: fuera del cristianismo no hay entre nosotros respuestas que pretendan dar sentido a la totalidad de la vida, por ejemplo, a situaciones de impotencia, de muerte, que también es algo de nuestra vida, etc.
En general, hay otro tipo de ideales, inspiradores de actitudes y conductas, que se acomodan a programas activos, etapas de edificación, ordenación de relaciones sociales interhumanas; pero casi ninguno abarca los aspectos íntimos o profundos, que están más allá de lo activo o de lo que se puede conseguir con programas humanos; y ninguno, desde luego, da respuesta radical a la muerte.
El joven, aunque algunos parezcan instalarse en desalientos prematuros, exige un ideal totalitario. Pronuncio la palabra ideal a sabiendas de que está muy gastada. Creo que es un término digno de conservarse y, sobre todo, que lo que significa sigue teniendo vigencia. Entiendo por ideal algo que da sentido a la vida, tensa el ánimo en todas las circunstancias, es cauce de energías; se caracteriza por ser, al mismo tiempo, misión que nos vincula (fuente de obligación gozosa, que impulsa -diríamos- a acometer, a volar) y liberación.
Esta conjunción espontánea de lo que vincula y lo que libera es la esencia misma de lo que da sentido a la totalidad de la vida. Cuando se intenta parcializar esta síntesis armónica, y se acentúa unilateralmente bien el aspecto de liberación o emancipación sin misión ni vínculos, bien el aspecto de misión y obligación sin liberación, el hombre se siente insatisfecho, destrozado en lo más interior de sí mismo.
† José Guerra Campos, obispo.
Hay épocas de desencanto, de humanismo de depresión, como se dijo en la ponencia anterior, en las que se renuncia, incluso, a reconocer la necesidad o la conveniencia de eso que se llama sentido total de la vida. En este supuesto, si alguien renuncia a darle sentido a la totalidad de la vida y se conforma con buscar sentido a actuaciones o programas parciales y transitorios, estamos en distintos planos y no hay nada que decir; a no ser que intentásemos reavivar de nuevo en su ánimo el apetito vital.
Partimos de un hecho evidente: fuera del cristianismo no hay entre nosotros respuestas que pretendan dar sentido a la totalidad de la vida, por ejemplo, a situaciones de impotencia, de muerte, que también es algo de nuestra vida, etc.
En general, hay otro tipo de ideales, inspiradores de actitudes y conductas, que se acomodan a programas activos, etapas de edificación, ordenación de relaciones sociales interhumanas; pero casi ninguno abarca los aspectos íntimos o profundos, que están más allá de lo activo o de lo que se puede conseguir con programas humanos; y ninguno, desde luego, da respuesta radical a la muerte.
El joven, aunque algunos parezcan instalarse en desalientos prematuros, exige un ideal totalitario. Pronuncio la palabra ideal a sabiendas de que está muy gastada. Creo que es un término digno de conservarse y, sobre todo, que lo que significa sigue teniendo vigencia. Entiendo por ideal algo que da sentido a la vida, tensa el ánimo en todas las circunstancias, es cauce de energías; se caracteriza por ser, al mismo tiempo, misión que nos vincula (fuente de obligación gozosa, que impulsa -diríamos- a acometer, a volar) y liberación.
Esta conjunción espontánea de lo que vincula y lo que libera es la esencia misma de lo que da sentido a la totalidad de la vida. Cuando se intenta parcializar esta síntesis armónica, y se acentúa unilateralmente bien el aspecto de liberación o emancipación sin misión ni vínculos, bien el aspecto de misión y obligación sin liberación, el hombre se siente insatisfecho, destrozado en lo más interior de sí mismo.
† José Guerra Campos, obispo.
Nos encontramos en una sociedad tan materialista que han materializado hasta el sentido de la vida, algo que por otro lado es inmaterializable, se engaña a jovenes y no tan jovenes con nuevos "valores" y "principios" revestidos de libertad y modernidad sin que la gente se de cuenta de que llevan a la autodestrucción.
ResponderEliminarFelicidades por el blog, si me lo permite pasamos a enlazarlo a nuestros blogs recomendados.
Reciba un cordial saludo!
Muchas gracias. En la mista trinchera, para siempre. Por el mismo Ideal, la misma Fe e igual Patria.
ResponderEliminarUn abrazo
q lindo de veras me impacto
ResponderEliminar