lunes, 16 de marzo de 2009

PARAÍSO DE LA JUVENTUD

Nos están robando la juventud a base de tergiversar nuestro destino, poniendo barreras y obstáculos a nuestro espíritu reaccionario, entendiendo éste como la rebeldía justa y necesaria ante cualquier descomposición que afecta de forma irreversible a la Causa Nacional, poniendo en grave peligro la existencia misma del pueblo español.

El otro día, un hombre de reconocido prestigio internacional, entre las filas militantes de los que creemos aún en la redención de la Patria cautiva, se despidió de mi exhortándome a disfrutar de la vida. Gozo, me advirtió, que debe ser sano, cuando contempló mi extrañeza por esa dicha. Fue un consejo desafortunado por completo. Al que, por supuesto, no es lícito seguir. La juventud no fue hecha para el placer, sino para el heroísmo, nos dejó dicho Paul Claudel, a modo de consigna imperante y urgente. Es la predicación que se aleja de la sociedad de estos tiempos, la del consumo, la diversión, el materialismo y las aspiraciones personales en busca de un capital que jamás será heredado en la eternidad. El hombre, y mucho menos los jóvenes, nunca deben ser considerados como un conjunto de carne y huesos que vagan por este mundo sin exaltaciones extraordinarias y viriles. Fue un Capitán, precisamente de juventudes, poeta y mártir, césar de nuestra última Cruzada de liberación nacional, el que consideró al hombre como “envoltura corporal de un alma racional capaz de salvarse o condenarse por toda la eternidad”. El mismo que vislumbró en los hombros humanos, no las cargas nihilistas y hedonistas de estos tiempos, sino los valores eternos que son portados hasta el umbral de la muerte.

Hoy no se suscita ni la exaltación de la vida heroica ni los valores eternos. Desde nuestras mismas filas, insisten, una y otra vez, en los grandes ejemplos que suponen la vida de aquellos que forjaron la España imperial, gigantesca, evangelizadora del inca y cruzada contra el invasor. Y la incongruencia está en la palabrería fácil de poner siempre sus nombres en cualquier boca ágil, para después negar su espíritu en el joven que quiere imitar. Nosotros creemos en los arquetipos. Pero porque creemos en ellos, anhelamos sus vidas incorporadas a las nuestras. Nos negamos a que formen únicamente parte del pasado y no puedan serlo del presente y del futuro. Sus páginas, escritas con gloria, en la historia de la Patria, no tendrían valor alguno si después de muchos años, siglos incluso, no hubiera un puñado de hombres dispuestos a recoger el testigo de sus enseñanzas. Enseñanza de palabra, con su doctrina; de obra, con la ejemplaridad de sus vidas; y de sangre, pues la derramaron por esta empresa sublime, que fue suya y ahora es nuestra.

Pero toda aceptación implica una renuncia. Aceptar la vida fácil, de las aspiraciones económicas y la homologación con esta sociedad, trae inseparablemente la renuncia a nuestros Ideales y a las virtudes que lo sustentan. El sacrificio, el honor, la lealtad, la camaradería... todo ello es incompatible con la pusilanimidad, la tibieza y las medias tintas de aquellos que siendo un tiempo de los nuestros, se entregaron, con los brazos abiertos, a la democracia, el liberalismo y la disolución de los valores permanentes. Y si por el contrario el hombre abraza el Ideal de la Patria, gastando y desgastando la vida por ella, no tiene más remedio que despojarse de las ataduras de este mundo, de sus seducciones materiales y sociales, para poner todo al servicio de España. El único patrimonio deseado y amasado por el patriota es aquel que conservan los nuestros, allá arriba, en los luceros.

Jóvenes. Soldados todos de una Causa entregada, traicionada y asesinada. Militantes de la Patria sangrante y despedazada. Hijos de la España inmortal. Porque sois y debéis ser el futuro del que dependa el amanecer arrollador de la nueva primavera, habréis de aceptar que nuestras vidas están contra la comodidad, pues en la calle y en las trincheras jamás lucharon los cuerpos sin almas. Y decimos con José Antonio, siempre presente entre nosotros, que “queremos un paraíso difícil, vertical e implacable, donde no se descanse nunca y que tenga junto a las jambas de las puertas, ángeles con espadas”. Dejad de lado, por tanto, a los señoritos de cabaret. No son de los vuestros, aunque sean capaces de vivar a la Patria urbi et orbe. Enrolados en sus festines no ven más allá de su bolsillo. Nosotros, porque estamos en duelo, huimos de su techo dorado para asumir la austeridad y salir ahí fuera, “al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo y en lo alto las estrellas”


Miguel Menéndez Piñar

3 comentarios:

  1. Hoy en día una vida consagrada al heroismo parece incompatible con el modo de vida occidental y cómodo de la sociedad decadente.
    Ya lo decía el divisionario Guillermo Ruíz Gijón:
    "Muchas veces hemos oído la misma pregunta: ¿Por qué fuiste a la División Azul a pasar frío, calamidades y el riesgo de no volver?
    La verdad es, que aunque a esas gentes quisiéramos explicarles el por qué, no lo entenderían. Tan lejos están de lo heróico y generoso como cerca de la cobardía y el egoísmo"

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  2. Hermosísimo texto y preciso comentario.
    ¡Sólo nos queda rezar!
    ¡Dios se apiade de nosostros!

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  3. Magnífico texto
    ¡Viva Cristo Rey!

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