“La tentación de ahora no es urgir al Señor para que instaure un reino temporal, ni pedirle los primeros puestos. La tentación es más bien invitarle a que se retire, a que nos deje concentrar toda nuestra esperanza y todo nuestro corazón en el reino que nosotros mismo intentamos construir en el tiempo”
Estaba pensando qué decir en la fiesta de Santiago y mi sacristán (esto son cosas que solamente recuerdan los de edad más avanzada) me ha hecho evocar unas palabras que pronunció el entonces Obispo auxiliar de Madrid, don José Guerra Campos, en el programa de Televisión Española “El Octavo Día", el 24 de julio de 1972.
Comenzaba don José recordando cómo en la ciudad de Santiago de Compostela -precisamente su diócesis de origen y en la que él había sido Canónigo- nacida en torno al sepulcro del Apóstol, confluyen desde hace más de mil años innumerables peregrinos procedentes de toda la cristiandad.
Y me pregunto qué nos mueve a emprender una peregrinación, al menos espiritual, y a situarnos en presencia de Santiago. La respuesta de Monseñor Guerra Campos era doble: visitar a un testigo del Señor y confirmar y autentificar la fe apostólica que profesamos.
Porque a veces, nos empeñamos en suplantar el Reino de Dios por un reino a la medida de nuestras pretensiones inmediatas, subordinado al logro egoísta de la independencia y del bienestar. Así, Santiago y Juan solicitaban para sí los primeros puestos mientras que Jesús encauza su ambición hacia lo esencial: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz?", es decir, “¿podéis asociaros incondicionalmente a la cruz? Y la respuesta es decidida: “Possumus” - “Podemos". Movido por esta santa ambición Santiago será el primero de los apóstoles en llevar el Evangelio fuera de los límites de Palestina y en dar su vida por Cristo.
Santiago, patrono de España, nos ha inspirado siempre este aprecio de la fe como valor primario. Con su protección se ha dado en nuestra patria un prodigio histórico: que, a través de siglos, se haya conservado la continuidad de un pueblo cristiano, sin diluirse. Y no fue una conservación meramente defensiva: la fe impulsó en su momento a España a una expansión misionera que le dio a la Iglesia su universalidad geográfica.
“En las actuales condiciones de la historia, vuelve Jesús a preguntarnos, como a Santiago, si estamos dispuestos a seguirle. La tentación de ahora no es urgir al Señor para que instaure un reino temporal, ni pedirle los primeros puestos. La tentación es más bien invitarle a que se retire, a que nos deje concentrar toda nuestra esperanza y todo nuestro corazón en el reino que nosotros mismo intentamos construir en el tiempo". La tentación es decirle a nuestros antepasados que han dado demasiada importancia a la fe al tiempo que se implanta un modo prácticamente ateo, como forma de convivencia y como forma de vida.
Pidamos al Apóstol que vele sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre todo el pueblo de España, para que se reavive el gozo y el compromiso de la fe. Y como la fe, que es don continuamente ofrecido por Dios a cada uno, nos ha venido ligada a una tradición, que también es don de Dios, haga el Apóstol que las generaciones sucesivas hereden de nosotros la fidelidad al Evangelio.
Santo Adalid, Patrón de las Españas,
Amigo del Señor;
defiende a tus discípulos queridos,
protege a tu nación.
Las armas victoriosas del cristiano
venimos a templar
en el sagrado y encendido fuego
de tu devoto altar.
Firme y segura
como aquella Columna
que te entregó la Madre de Jesús
será en España
la santa Fe cristiana,
bien celestial que nos legaste Tú.
El texto completo de Monseñor Guerra Campos en:
http://personales.ya.com/meridiano/obispo15-santiago.htm
Estaba pensando qué decir en la fiesta de Santiago y mi sacristán (esto son cosas que solamente recuerdan los de edad más avanzada) me ha hecho evocar unas palabras que pronunció el entonces Obispo auxiliar de Madrid, don José Guerra Campos, en el programa de Televisión Española “El Octavo Día", el 24 de julio de 1972.
Comenzaba don José recordando cómo en la ciudad de Santiago de Compostela -precisamente su diócesis de origen y en la que él había sido Canónigo- nacida en torno al sepulcro del Apóstol, confluyen desde hace más de mil años innumerables peregrinos procedentes de toda la cristiandad.
Y me pregunto qué nos mueve a emprender una peregrinación, al menos espiritual, y a situarnos en presencia de Santiago. La respuesta de Monseñor Guerra Campos era doble: visitar a un testigo del Señor y confirmar y autentificar la fe apostólica que profesamos.
Porque a veces, nos empeñamos en suplantar el Reino de Dios por un reino a la medida de nuestras pretensiones inmediatas, subordinado al logro egoísta de la independencia y del bienestar. Así, Santiago y Juan solicitaban para sí los primeros puestos mientras que Jesús encauza su ambición hacia lo esencial: “No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber mi cáliz?", es decir, “¿podéis asociaros incondicionalmente a la cruz? Y la respuesta es decidida: “Possumus” - “Podemos". Movido por esta santa ambición Santiago será el primero de los apóstoles en llevar el Evangelio fuera de los límites de Palestina y en dar su vida por Cristo.
Santiago, patrono de España, nos ha inspirado siempre este aprecio de la fe como valor primario. Con su protección se ha dado en nuestra patria un prodigio histórico: que, a través de siglos, se haya conservado la continuidad de un pueblo cristiano, sin diluirse. Y no fue una conservación meramente defensiva: la fe impulsó en su momento a España a una expansión misionera que le dio a la Iglesia su universalidad geográfica.
“En las actuales condiciones de la historia, vuelve Jesús a preguntarnos, como a Santiago, si estamos dispuestos a seguirle. La tentación de ahora no es urgir al Señor para que instaure un reino temporal, ni pedirle los primeros puestos. La tentación es más bien invitarle a que se retire, a que nos deje concentrar toda nuestra esperanza y todo nuestro corazón en el reino que nosotros mismo intentamos construir en el tiempo". La tentación es decirle a nuestros antepasados que han dado demasiada importancia a la fe al tiempo que se implanta un modo prácticamente ateo, como forma de convivencia y como forma de vida.
Pidamos al Apóstol que vele sobre nosotros, sobre nuestras familias, sobre todo el pueblo de España, para que se reavive el gozo y el compromiso de la fe. Y como la fe, que es don continuamente ofrecido por Dios a cada uno, nos ha venido ligada a una tradición, que también es don de Dios, haga el Apóstol que las generaciones sucesivas hereden de nosotros la fidelidad al Evangelio.
Santo Adalid, Patrón de las Españas,
Amigo del Señor;
defiende a tus discípulos queridos,
protege a tu nación.
Las armas victoriosas del cristiano
venimos a templar
en el sagrado y encendido fuego
de tu devoto altar.
Firme y segura
como aquella Columna
que te entregó la Madre de Jesús
será en España
la santa Fe cristiana,
bien celestial que nos legaste Tú.
El texto completo de Monseñor Guerra Campos en:
http://personales.ya.com/meridiano/obispo15-santiago.htm
Ángel David Martín Rubio
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