viernes, 24 de julio de 2009

SEÑOR SANTIAGO...



Hijo del trueno, apóstol y mártir, patrón de España por siempre, a ti acudimos en esta tu gran fiesta anual, en nombre de España, los que hacemos y los que leen esta publicación.

Señor Santiago: como en otros años desde hace varias décadas, también acudirán a ti otros que aun siendo españoles, reniegan de ello con palabras, obras y tremendas omisiones y silencios, convirtiendo tu fiesta y la tradición de tu ofrenda en un acto vulgar, uno más de los muchos que organizan sólo para salir en la foto; no les hagas caso en esta ocasión, como tampoco lo has hecho en la anteriores, pues son hijos de la oscuridad.

Señor Santiago: conoces perfectamente hasta qué punto España ha vuelto a ser aquella tierra inhóspita, salvaje, bárbara y brutal, idolatría y sometida al Maligno que tú encontraste cuando llegaste a ella, al Finis Terrae, anunciando el Evangelio cumplimiento el mandato de Nuestro Señor Jesucristo, y te desesperaste de tal forma, tal fue tu intención de abandonar, que tuvo que ser Nuestra Madre Santísima la que, en persona, apareciéndosete en Zaragoza, te hiciera cambiar de opinión. Hoy, como en aquel momento, ruega a la Virgen Santísima, refugio de pecadores, que no nos abandone por más tiempo, pues el trance en que nos encontramos es peor, mucho peor que nunca.

Señor Santiago: destruye la democracia y a todos sus partidos y sindicatos; disuelve las autonomías y expulsa de España a los profesionales de la política; borra hasta la última letra de la pérfida Constitución; destituye al Rey y mándalo, junto con su maldita estirpe, al exilio en algún lugar del que jamás puedan regresar; elimina de raíz todo vestigio de ese estúpido, grosero e injustificable independentismo; arroja al abismo a sodomitas, abortistas, divorcistas, corruptos y demás gentes de mal vivir; devuelve a sus países de origen a todos los inmigrantes que hoy pululan por aquí.

Señor Santiago: tú conoces a la perfección que desde hace algunas décadas, los españoles han perdido el juicio, se han envilecido, horterizado y convertido en necios cuyos actos son continuos y mayúsculos despropósitos que, además de dejarles en ridículo y ser causa de escarnio y mofa, les llevan al precipicio de la perdición.

Señor Santiago: tú sabes de la cobardía, corrupción, dejadez e indignidad que aqueja a aquellos que por sus profesiones y puestos de responsabilidad --la mayoría de su clero, especialmente sus obispos; militares, sobre todo de Comandante para arriba; jueces y magistrados, todos--, deberían dar un ejemplo especial y conducir a los demás. Pues bien, precisamente por esa responsabilidad incomparablemente superior a la del pueblo llano, tú, “hijo del trueno”, “Santiago matamoros”, blande tu espada y no dejes títere con cabeza, no tengas piedad de ellos como ellos, sumidos en la más vil traición, no la tienen de España.

Señor Santiago: ten piedad de esta sagrada tierra española que tanto dio y sufrió a lo largo de su Historia en defensa de Dios y de la única Fe verdadera y no dejes de atender las peticiones que hoy te hacemos.

Señor Santiago: los buenos y honrados españoles te rogamos encarecidamente que, tras concedernos lo anterior, vuelvas a convertir a España en Una sola tierra y pueblo sin fisuras, ni diferencias, ni particularidades, ni distinciones por mínimas que sean de ninguna clase; Grande en trabajo, progreso, justicia, equidad, dignidad y prestigio en el mundo y Libre de influencias extranjeras, vicios, villanías y miserias. Repón en el lugar que le corresponde a aquellos que en nuestra última Cruzada de Liberación Nacional lo dieron todo por Dios y por España, así como a los que también igualmente lo hicieron en los años posteriores ganando la paz y la prosperidad. Devuelve a nuestra juventud la ilusión, la mirada clara y limpia de cara al sol, y la voluntad para ser, realmente, el futuro de la única y verdadera España. Haz que reine sobre toda ella y en cada bravo corazón español la Cruz; que nos rijamos según la voluntad de Dios cumpliendo sus santos mandamientos; que sea Cristo nuestro rey y nuestras leyes las sociales y morales de la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana; que España vuelva a ser martillo de herejes, motor de evangelización, reserva espiritual inagotable del mundo y brazo armado de Dios.

Señor Santiago, patrón por siempre de España, no te desesperes, pues sabes que este pueblo de dura cerviz es capaz, bien mandado, de realizar las mayores hazañas que jamás vieron los siglos y de ello tú mismo puedes dar fe. Así pues, te invocamos y a tus pies nos postramos, rogándote intercedas por España y los españoles ante Dios Nuestro Señor, y pidas a Nuestra Madre Santísima que, como en aquella ocasión, se apiade de nosotros, pues las horas que se viven son las peores en toda nuestra historia, España está, por primera vez, en trance cierto de desaparecer para siempre víctima de sus propios pecados y estupidez. Pero, señor Santiago, también hay españoles que, de pro y de buena fe, luchan y dan la cara, sufren y no se resignan, como hace ahora 73 años cuando, bajo la marea atea de los sin Dios y sin Patria, también había muchos que demostraron estar dispuestos a los máximos sacrificios con tal de que un caudillo los condujera a triunfar o morir por la única causa por la que ello merece la pena: por Dios y por España.

Señor Santiago: gracias.


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